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Cap 41: Lo que queda de mi humanidad

La nota la quemé, no puedo dejar que nadie sepa de qué siquiera dejé vivir unos segundos más a un Walker.

¿Estará vivo? No lo sé.

Debo dejar de pensar en él, en la obra no tiene más apariciones y cumplió con su muerte, así que dudo que aparezca nuevamente

Cuando bajo del carruaje soy recibido por la servidumbre de la mansión. Todo está en perfecto estado, como siempre.

Charlotte corre donde yo para abrazarme luego de tropezar varias veces. Lleva a su muñeca en una mano. Es bastante emotiva. Helios y Bralen deberian estar en sus ataúdes esperando la noche.

Charlotte me informa que Bralen está hibernando para terminar de sanar su cuerpo, ya que el cuerpo de barro que le otorgó el conde Walker, desapareció. Debo decir que esto me hizo sentir más real su muerte.

Helios por su parte, solo descansa para evitar el sol, debo verlo pronto.

Me dispongo a irme a mi despacho para trabajar todo el día en el papeleo de la mansión. Hago unas doce horas de trabajo entre los documentos atrasados de padre y los míos. Últimamente me ha estado dejando casi todo este lado de las tareas, aunque no lo odio, puede ser tedioso si no se lleva al día.

También me llegaron los documentos de las propiedades de los Blackburn, las cuales ahora están a mi nombre. Esto puede ser un paracaídas en caso de quedarme sin recursos por parte de mi familia. Aunque será demasiado difícil que padre no se entere en algún punto, pero tampoco le molestaría.

Llego de madrugada a mi habitación por fin para descansar, debe ser cerca de media noche. Me dejo caer en mi cama con la vista cansada de tanto trabajo y solo puedo pensar en el silencio de esta casa sin los demás Roosevelt en ella. Ahora que recuerdo, en unas horas será mi cumpleaños número dieciséis, un año más cerca de mi muerte.

Voy a cerrar los ojos cuando siento unos toques en la puerta.

—Joven amo —dice esa voz conocida.

—Adelante —digo reincorporándome en la cama.

Cuando Helios entra lo hace con un cuadro de un metro en sus manos, cubierto por una sábana blanca.

—Feliz cumpleaños —dice tratando de soñar emocionado.

—¿Lo terminaste tan rápido? —digo percatándome de que se trata del cuadro que le pedí.

—Es una ventaja el no necesitar dormir. Pude terminarlo de la forma más rápida posible, aunque admito que mis habilidades estaban oxidadas. Espero que sea de su agrado —expone él retirando la cubierta.

—Nunca me habías dado un regalo en mi cumpleaños —respondo observando cada detalle.

Estamos los cuatro: Charlotte con su sonrisa encantadora y llena de vida sin dejar de lado las quemaduras que sobresalen en su frente y mejillas. Su vestido verde pistacho es hermoso, pero a la vez sencillo, justo como ella. Sumó al cuadro a "Perro", ese animal que aún no le ponemos nombre, pero que no se aparta de nuestra niña. Bralen está sosteniendo un libro, justo el que leía en la tienda donde adquirimos los materiales para pintar. Porta un traje blanco que hace juego con su cabello y los ojos azules brillan hermosamente. Agregó una cara seria y sumamente pensativa, lo que no entenderé como logra mantenerla si lee ese libro. Luego estoy yo, sentado en un trono de matices dorados y rojos, anacrónico en el escenario. Mis cabellos están atados en la usual coleta y mi codo se calza en el brazo del asiento haciendo que la mano se apoye en mi mejilla como soporte de mi cabeza. Mi mirada se nota fuerte y como si juzgara a los demás, por algún motivo me desconcierta, ¿así me veo? Quizás sí suelo juzgar. Mis atuendos son el traje que llevaba cuando me inscribí en Lemelyane. A mi lado está Helios, con la misma ropa que siempre carga, en él mismo no puso nada especial, pero sí algo curioso. Su rostro sin expresiones, parece un muñeco, está tornado hacia mí, mirándome fijamente como su único interés.

Lo que más me llama la atención es que estamos en un jardín, de día, bajo el cielo azul, bajo la luz del Sol sin ellos ser dañados.

—¿Es de su agrado? —pregunta Helios observándome.

—Me gusta, ¿todo lo hiciste a memoria? —respondo.

Es algo en extremo difícil lo que pintó, tiene arte para ello y se notan las horas invertidas.

—Siempre me he dedicado a observar, es algo que se me da de forma natural —responde Helios tomando el cuadro de mis manos a lo que le indico que lo deje junto a la cama, luego lo colgaremos.

—Es algo complejo, ni yo lo hubiese podido recordar tan a la perfección —confieso levantando las manos para que me desvista, pero no avanza y en su lugar plantea otra cosa.

—Joven amo, quería pedirle algo —dice Helios.

—Habla, ¿qué quieres? —le apunto.

¿Va a revelar su deseo?

—Me gustaría salir en una cita con usted por su cumpleaños —dice sin expresiones.

—No —le respondo tajante.

—Adquirí una peluca de colores castaños y un vestido simple en violeta para que pueda llevarlo a cabo —continúa él ignorando mi decisión.

—¿Por qué deberíamos ir? —respondo cruzando los brazos.

—Porque es vuestro cumpleaños y no se pueden hacer celebraciones como hace cada año, por el luto hacia la reina. Así que pensé en esto —dice él.

—¿Y por qué debería celebrarlo contigo? —rebato.

—Espero que sea solamente porque lo desea, pero quería devolverle el favor por el cuadro. Charlotte dijo que debíamos darle algo de vuelta por ello. Así que tomo esta oportunidad —dice él sin cambiar su postura.

—Técnicamente estás proponiéndome que nos fuguemos esta noche, me vista de mujer y que tengamos una cita en, digamos, la ciudad. ¿Por mi cumpleaños? —comento.

—Exactamente eso, joven amo —responde Helios.

—Helios, eres un dilema —apunto.

—No encuentro el error en mis planes, a usted le agrada el tiempo conmigo —responde él, conocedor de lo que ha logrado en materia de sentimientos para conmigo.

—Ese no es el problema —digo dejando un largo suspiro de resignación—. Lo haré, pero todo quedará a tu elección. Te dejo decidir qué hacer, también pagarás.

Quizás sea buena idea pasar un cumpleaños como antes, como cuando era humana en alma.

Observo a Helios, ese muñeco que todo lo hace por lógica y cálculos fríos para lograr lo que quiere. No solo eso, es el único de este mundo con el que no puedo mentir en cada cosa que digo. Con él que me esfuerzo en ser más humano que Roosevelt.

¿Eso está bien?

Me estaría desviando de mí meta, simplemente debo centrarme en volver a mi mundo. Si sigo así, cuando regrese no lograré vivir normal, no lograré volver a ser humano si no dejo estos pedazos ahora.

Tomaré su oferta, sé de la trampa, pero acepto caer en ella.

—Todo ya lo tenía organizado —dice y me entrega la ropa que mencionó. La tenía guardada en mi armario.

—Suena como si estuvieses seguro de que diría que sí —respondo.

—No lo estaba, tampoco perdía algo con dejar algunas cosas listas. En caso de no hacer nada mi persona, entonces sí sería seguro que su decisión fuese negativa —responde Helios.

—Me cambiaré en el carruaje, lo manejarás tú. Uno sin el escudo, no puedo salir de casa con atuendos de mujer —respondo avanzando hacia él.

—¿Sucede algo? —pregunta ante mi nuevo silencio.

—Helios, besé a Victoria —comento.

—¿Qué sucede con eso? —responde él sin parecer afectado—. Sé que en algún futuro estarán casados, siempre ha sido la tradición de los Roosevelt. Aunque ella se case ahora, seguro el duque Roosevelt piensa hacerles cumplirla una vez ella haya logrado asentarse en su actual posición.

—Eres más perspicaz de lo que pareces —le reconozco.

—Es realmente algo simple, joven amo. ¿Le preocupa mi reacción ante ello? Realmente no soy capaz de sentir algo como los celos, por ahora sé que soy la persona que "prefiere", en un futuro puede no ser así. Conozco mi lugar, no olvido que soy un perro a largo plazo —responde él como si no estuviese diciendo nada extraño.

—Helios, retira lo que dijiste —respondo molesto.

—¿Por qué? —contesta sin entenderlo, estoy seguro.

Porque no te veo así, eres importante para mí.

—Olvídalo, vamos antes de que se haga más tarde —digo para salir de la habitación antes que él.

¿Explicarle por qué? Quizás sea mejor que no sepa lo que representa para mí, de que no conozca el poder que podría llegar a tener.

Voy cambiándome con gran dificultad en el carruaje. No pensé que Helios pudiese guiar tan mal a los caballos. Ha tomado cada desnivel en el terreno posible y mi cabeza choca contra el techo varias veces. Logro salir ileso, pero con la decisión de nunca más dejarle conducir una carroza.

—Mis disculpas, no había tomado esa función antes. No calculé que fuese tan complicada —reconoce él y solo me queda aceptarlo.

—A la vuelta conduzco yo —respondo.

—Se ve hermosa con ese vestido, joven. No, Lewis —dice Helios analizando mi imagen.

Una peluca castaña hasta la cintura y un vestido a mi medida sin muchos adornos, aunque realmente no creo que mi cuerpo sea atractivo cuando lo visto acorde a las ropas femeninas, lo he trabajado mucho en cuanto a músculos.

—Si así lo piensas... —respondo.

—Puede sobrevivir así —responde y toma mi mano. Siento su tacto frío sin entender lo que hace—. Esto es una de las cosas que tenía planeada. Lo hacen en muchos libros, así empiezan. He notado que cuando se va lento, hasta un apretón de manos puede ser romántico. ¿Usted lo piensa, Lewis?

Miro mi mano y la suya. Está helada, pensar que está muerto. ¿No importa cuánto la intente calentar, alguna vez se derretirá?

—No me desagrada —alego sin retirarla, sin dejar de mirar la zona de contacto.

—Siento su corazón acelerarse, lo tomaré como que le gusta —responde él.

—Te prohíbo ver mis reacciones por la presión arterial de mi cuerpo —le apunto.

—Puedo dejar de comunicárselo, mas, me es imposible no escucharla —responde empezando a caminar—. Ahora se acelera más, usted para ser humano logra mantener la mayor parte del tiempo sus latidos estables.

—Fue un entrenamiento de padre. Una vez me encerró en una habitación llena de diferentes criaturas, no me dijo cuáles. Me hizo estar en la oscuridad con un cuchillo y solo me dijo "ellas te encontrarán por tus latidos, mantenlos calmados y no tendrás que usar el cuchillo". —Le hago la anécdota.

—Usted podría lograrlo, supongo que por ese motivo mantiene la calma en la más difícil de las situaciones —responde él sin soltar mi mano.

Vamos por la acera sin prisas mientras solo somos dos personas más en esta calle poblada.

—Tenía siete años. Me asusté demasiado y tuve que pelear contra ellos. Uno mordió mi pierna, otro me arañó la espalda. Yo agitaba el cuchillo como si eso sirviese para algo. Pude haber muerto, perdí bastante sangre. Justo en mi límite, mi padre me sacó antes de perecer. Así fueron mis entrenamientos —le comento ya viendo eso como un simple recuerdo, aunque los primeros años vivía aterrado.

—¿Cómo se adaptó? —me pregunta él.

—Primero llegó un tiempo en que acepté la muerte, incluso la deseaba, fue cuando tenía nueve años. Luego llegó el querer aplastar a todos y no permitir que volviesen a pisarme así —le respondo y dejo de ver al frente para buscar su rostro, el cual mira adelante.

—¿Por qué me salvó? —pregunta Helios.

—¿Cuándo te sirvieron en la mesa? —le pregunto.

—Sí —responde Helios—, siempre quise saberlo.

—Madre ha dejado sus juguetes para la cena siempre que los rompe. Se ven vacíos, pero cuando te dejaron sobre ella, tus ojos aún estaban vivos. Incluso levantaste la mano al techo como si deseases llegar ahí —le comento y luego agrego dejando llegar ese recuerdo a mi mente—. Por eso la tomé.

—Veía el cielo. En ese momento estaba alucinando y el techo del comedor se veía como aquel cielo que veía de niño y quise pintar. Nunca he querido ser un vampiro, tampoco quise morir —responde Helios y siento que se abre un poco a mí.

—¿Qué deseas, Helios? —indago.

—Ya no deseo nada más que vivir, pero tengo los recuerdos de lo que quería mientras estaba en las jaulas de su familia. Yo solo pedía "la normalidad", una casa, una familia, unos amigos, los cuadros, una vida tranquila.

—Es algo que no vas a tener mientras seas mi sirviente —respondo y él se detiene frente a una tienda de dulces.

—Mi vida ahora es ser vuestro sirviente, Lewis —dice él y mira la dulcería buscando algo en su chaqueta, una billetera—. No pudo probarlos por la presencia de Bralen y Charlotte aquel día. Pensé que puede que los quiera.

—Tú no los puedes comer, iría comiéndolos yo solo —respondo.

—"Sola" —me corrige denotando mi género femenino ahora expuesto—. No importa, yo muchas veces lo hago.

No sigo resistiéndome. Él entra en la tienda y ordena algunos dulces. No son muchos, son solo tres y tampoco de los más caros. Aun así, algo me sorprende, paga con su dinero, uno que no tengo idea de cómo lo consiguió.

—No sé preocupe, vendí dibujos en el parque estos días, así pude ahorrar para hoy. Ya que ustedes no nos pagan un salario —responde él.

Realmente no son sirvientes... son esclavos.

No quiero hacer reparo en su confesión, así que pruebo uno de los dulces. Saben de menor calidad que los de las fiestas de los nobles, pero los disfruto. Un regalo de Helios tras su esfuerzo, él posee menos dinero que esos nobles, de hecho, Helios normalmente no posee dinero.

—Helios, si hubieses sido humano serías un casanova —respondo volteando a verle.

—¿Quiere saber más de mí? —cuestiona él ante mis palabras.

—Sí —respondo pausadamente, realmente no sé nada de su vieja vida.

—Bueno, mi madre no nació en Axtrinia. Yo sí, pero mis padres huyeron de nuestras tierras por la guerra. Él murió antes de que yo naciera, pero no lo lloré, no podría llorar algo que no tuve. Mi madre de casó de nuevo y le fue bien, éramos humildes —responde él.

—Es simple —le digo.

—Sí, lo es —responde él.

—¿Y cómo creciste? —planteo.

—Correteando por la ciudad. Tenía un grupo de amigos bastante activo, solíamos vagar por los callejones y jugar a los soldados, negociantes, piratas, todo tipo de ocurrencias. Aunque yo quería ser pintor —dice con pequeñas pausas recordando detalles—. Quería retratar perfectamente la realidad. En ese momento no lo sabía, pero era feliz.

—Tus historias hacen que mi ánimo se decaiga —expongo terminando el primer dulce y tomando asiento en un banco.

—¿Por qué? —cuestiona él.

—Porque al menos lo fuiste, feliz. Yo llevo estos últimos quince años sin serlo un solo día. Podría llamarlo a veces por momentos, pero los de culpa e ira son mayores —respondo y él toma mi rostro para besar mi mejilla quedándose cerca.

—¿Si le creo momentos felices, sería su mayor tesoro? —plantea la sanguijuela.

Trago mi resignación, no puedo dejar que él lo sepa.

—Necesitas más que eso —digo.

—Puedo crear un recuerdo de situación positiva para hoy, solo por hoy —dice Helios.

—Prueba sonreír, nunca te he visto sonreír —le indico.

—Puedo probarlo si lo desea, pero no tiene sentido —responde él.

—Tienes razón, no sirve de nada ver tu sonrisa si no es real —confieso para sentarme en un banco del parque.

—En cambio podría enseñarme usted la suya —dice él, siempre de forma unilateral.

—Te la enseñaré cuando sea feliz. Así como lo harás tú el día que puedas —digo aferrando mi mano a la suya.

—Yo jamás podré, da igual cuantos siglos viva —responde.

—Si yo sobrevivo, centraré mi atención en volverte humano —alego viendo sus ojos.

—¿Lo hará, es posible? —Manifiesta él sin emoción.

—No lo sé, pero podría intentarlo —digo y llega a mi cabeza el pensamiento.

Al final de la obra saldré del libro y dejaré todo esto atrás. No veré más a Helios.

Helios es un personaje ficticio, no podré saber más de él a no ser leyendo las pocas escenas que tenga en un libro.

—¿Sucede algo? —expone.

—Da igual el resultado, eventualmente te voy a perder —digo entre susurros.

—No entiendo a qué se refiere, Lewis —comenta él.

Empiezo a reír a carcajadas soltando su mano, es esas risas que inundan mi interior siempre que tengo un problema enorme y debo hacer alguna maravilla para poder respirar otro día más.

En el fondo estoy al punto del colapso, lo sé porque veo a Gabriel observarme desde la multitud cual fantasma.

Si muero, pierdo todo, pero si me aferro a Helios, y logro salir, nunca más lo podré ver.

Ni a Victoria...

No, no debo pensar en ella tampoco.

—¿Lewis, estás bien? —dice él al ver cómo todos a nuestro alrededor nos miran.

—Sí, sí lo estoy, solo pensaba en que tuve que ser alguien en extremo cruel en mi vida pasada si este es mi karma —digo para agarrar su mano de vuelta y morder el dulce otra vez.

Él, por su parte, toma mi cabeza y la recuesta en su pecho para rodearme en un abrazo con su mano libre.

—Ahí está de nuevo, esa risa de frustración y desesperación. Lewis, a duras penas puedo seguirle el ritmo, pero me esforzaré —confiesa Helios.

No hagas estas cosas, soy realmente débil. No pensé que fuera a ser tan fácil entrar en mi corazón solo con cuidarme un poco. Muerdo mi labio para opacar esa risa de angustia, pero crece en mi interior. Algo me lleva a aferrarme a no querer perder a Helios, lo quiero a mi lado para salvar mi alma.

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