9
Menos de un minuto después de que Landon le contara la verdad sobre aquella noche de once años atrás, el doctor Jover, que se había hecho cargo de Liam a su llegada al hospital, apareció en la puerta de la sala de espera.
Landon se puso en pie.
—¿Podemos verlo? Sólo unos minutos, por favor.
El médico Alfa le sonrió.
—Ahora descansa tranquilo. Y en cuanto a la visita, ¿cómo podría negarle nada a un novio tan hermoso?
Dirk se levantó enseguida y apretó a Landon contra su costado para dejar claro que aquél Omega ya tenía dueño.
—Gracias. ¿En qué habitación está?
Landon miró a Zayn, que seguía sentado.
—Vamos. Ya podemos entrar...
El pelinegro se levantó despacio, se sentía mareado. Se acercó al médico.
—¿Seguro que está bien?
El guapo doctor sonrió. —Muy bien. Creo que ya podemos decir que está fuera de peligro.
Landon se estremecía de impaciencia.
—Vamos, Zayn...
Pero él no quería ir. No podía ver a Liam en ese momento porque no podía fiarse de no...
—Creo que será mejor que vaya a ver a tus padres y les dé la buena noticia. Y también a Brody, si está despierto todavía.
A Brody... a su hijo...
Pero un momento... Todavía había otro Alfa de la noche en que encontraron a Liam sólo.
¿O no lo había? ¿Quién podía saberlo? Sólo Liam, quien hasta ese momento le había contado una mentira tras otra. Tenía muchas cosas que decirle y ninguna bonita... y por eso no se atrevía a verlo tumbado en una cama de hospital y con puntos en la cabeza.
—Pero Zayn, no hace falta que vayas a casa. Podemos llamar a mis padres y seguro que Liam quiere verte y...
—No — el Alfa retrocedió un paso y levantó una mano—. Tengo que irme. Dile que lo veré... muy pronto. Dile que se mejore rápidamente.
Se volvió y salió al pasillo sin dar tiempo a Landon a contestar.
Un minuto después salía a la oscuridad de la noche. Había dejado de llover; el viento había empujado las nubes y el cielo se había quedado raso y cuajado de estrellas. Se metió la mano al bolsillo para buscar las llaves y se dio cuenta de que su coche estaba en el aparcamiento del club de campo, tal vez enterrado entre escombros o aplastado por un roble. No lo sabía y en ese momento no le importaba.
Le importaba llegar a casa de los Payne y ver a Brody. Pero el hospital estaba a quince kilómetros de Tate's Junction y en la zona no había taxis. Se quedó mirando las estrellas y pensó un momento. Podía llamar a su hermano, pero no quería sacarlo de la cama a esa hora.
Guardó las manos en los bolsillos y echó a andar aunque pensaba que era una estupidez. Tardaría horas en llegar a casa de los Payne.
Pero en ese momento no le importaba lo que tardara, sólo sabía que iba allí y que cuando llegara vería a Brody y...
¿Y qué? No lo sabía.
No sabía nada; pero, por otra parte, había viajado por todo el mundo sin saber nunca adónde iba. Por lo menos esa noche su destino estaba claro.
Sentía el viento en la cara, cálido y oloroso a lluvia. Se quitó la chaqueta, se la echó al hombro y siguió andando.
[...]
Landon le dio una palmadita a Liam en el hombro.
—El doctor Zastrow dice que te pondrás bien. No te imaginas lo aliviado que me siento. Nos has dado un buen susto.
Liam miraba el umbral vacío por el que esperaba que entrara Zayn. Se llevó una mano a la venda que tenía en la cabeza. Eso no era lo único que le dolía, sentía el cuerpo entero rígido y dolorido y tenía además una sensación extraña de irrealidad.
¿Y por qué no iba Zayn a verle?
Se tocó la boca, donde sentía todavía el recuerdo de sus besos. No lo entendía.
—¿Zayn ha dicho que iba a casa de papá y mamá?
Landon sonrió.
—Así es. Ha dicho que te vería muy pronto y que te mejores rápidamente.
Liam cerró los ojos. Cuando más tarde volvió a abrirlos, Landon seguía allí, mirándolo sonriente, a pesar de que tenía el pelo revuelto, una mancha de barro en la mejilla y de que su traje estaba roto en la manga y sucio de lodo. Liam pensó que era afortunado de tener un hermano así.
Un hermano que le llamaba aunque él no le devolviera las llamadas, que nunca dejaba de intentar mantener el contacto familiar, que no dudaba en pasar su noche de bodas en el hospital con su traje de novio roto para darle una palmadita en el hombro y decirle que se pondría bien.
—Eres el novio más hermoso que he visto nunca —susurró.
A Landon se le humedecieron los ojos.
—Sí, estaba bastante guapo, ¿eh?
—Todavía lo estás. Guapísimo...
Landon le dio un pellizco suave en el hombro.
—¡Oh, cállate!
—Tengo suerte de tener un hermano como tú.
—Lo digo en serio. Me voy a echar a llorar.
—No siempre te he apreciado en lo que vales y lo sé. Pero te prometo que eso va a cambiar. A partir de ahora me voy a esforzar tanto como tú por mantener este vínculo especial que tenemos.
—Estupendo —musitó Landon—. Vuelve a casa.
—Eso no lo sé... todavía.
—¡Vaya! Deberías darte un golpe en la cabeza más a menudo. No, yo no he dicho eso — Landon le miró con remordimientos—. No puedo creer que haya dicho eso. Ha sido horrible y yo no quiero que se repita nunca.
—Ya conoces el dicho. Mala suerte en tu boda es buena suerte el resto de tu vida de casado.
Landon miró a Dirk, que se había sentado en la silla del rincón.
—Entonces el nuestro va a ser el matrimonio más afortunado de la historia.
—De eso no hay duda — Liam miró de nuevo la puerta y suspiró.
—¿Qué? —preguntó Landon.
—Me gustaría que Zayn hubiera venido aquí antes de marcharse.
—Oh. Bueno... —Landon se mordió el labio inferior.
Y Liam empezó a captar al fin que algo no iba bien.
—¿Landon?
—¿Sí?
—Creo que es mejor que me cuentes lo que pasa.
[...]
Un granjero anciano recogió a Zayn cuando sólo había andado poco más de un kilómetro.
—¿Se ha enterado de lo del tornado? —le preguntó—. Ha destruido el club de campo —movió la cabeza—. Y en mitad de una boda. ¿Se ha enterado?
Zayn hizo un ruido con la garganta y mantuvo la vista fija al frente.
—Aunque creo que todos han salido con vida —continuó el granjero—. Alabado sea Dios.
—Amén —repuso el Alfa.
—Hijo, me parece que usted estaba allí.
Zayn gruñó y se miró los pantalones y la camisa manchados con la sangre de Liam.
—Sí.
—¿Se encuentra bien? —preguntó el anciano.
Zayn lo miró. —No. Pero estoy en ello.
—¿Quiere hablar?
—Lo siento. Me parece que no.
—Está bien. Pues guarde silencio y deje que lo lleve a su destino.
Diez minutos más tarde, el granjero lo dejaba delante de la casa de ladrillo rojo en la que se había criado Liam. Zayn le dio las gracias y se quedó mirando cómo se alejaba la camioneta.
Cuando las luces desaparecieron al doblar una esquina, parpadeó, movió la cabeza y echó a andar hacia la puerta de la casa.
[...]
Dirk se levantó de la silla.
—Landon, cariño —dijo con expresión de incomodidad—, te espero en la sala.
Su Omega se acercó y le dio un beso rápido.
Liam le dio las gracias. —Eres el mejor cuñado que he tenido nunca.
Él sonrió y salió de la estancia.
Liam miró a su hermano. —Sé que ha pasado algo con Zayn. ¿Qué ha sido?
—Oh, bueno, yo...
—Dímelo, por favor.
—Bueno, no estoy seguro, puede que me equivoque...
—¿Pero...?
Landon respiró con fuerza.
—Vale, creo que se ha molestado cuando le he dicho que te habías hecho pasar por mí la noche del baile de graduación.
A Liam se le paró el corazón... y después empezó a latirle con fuerza.
—¿Se lo has dicho?
—Sí — Landon arrugó la cara como si succionara un limón—. Ha salido solo. Yo creía que tú ya se lo habías contado y quería que supiera que me sentía mal por haberlo engañado así. Cuando me he dado cuenta de que tú no le habías dicho nada, ya había metido la pata hasta el fondo.
Liam tragó saliva y empezó a toser.
—Agua... — Landon le pasó un vaso que había en la mesilla y el Omega bebió—. ¿Se lo ha tomado muy mal?
—Oh, no sé. Creo que no es para tanto. Fue una estupidez y estuvo mal, pero también fue hace mucho tiempo y él y yo ya habíamos terminado.
—¿Y cómo ha reaccionado él?
—Se ha quedado muy callado. Raro, ¿verdad? Y luego ha llegado el médico y Zayn ha dicho que no podía venir aquí. No lo entiendo. Fue un engaño, sí, pero tampoco le arruinamos la vida con eso.
Liam miró a su hermano. Pensó en todas las ocasiones que había tenido de decírselo y en cómo las había desperdiciado. Y ahora ya era tarde. Zayn ya lo sabía y, por lo que decía Landon, no se lo había tomado bien.
Liam dejó escapar un sollozo.
—¡Oh, lo siento mucho! Parece que lo he estropeado todo. Te juro que no sé por qué me cuesta tanto tener la boca cerrada...
Liam no podía dejar que se echara la culpa. —Tú no has estropeado nada, he sido yo.
Landon tomó un pañuelo de papel de la caja que había en la mesilla.
—¿Eh? —se sonó en el pañuelo—. Vamos, fui yo el que tuvo la idea. Y el que lo ha estropeado todo esta noche, así que...
Liam le dio una palmadita en el brazo.
—Créeme. No es culpa tuya.
—No veo cómo puedes decir eso.
—Lo sé. Pero lo verás.
Landon frunció el ceño.
—Genial. Eso quiere decir que no me vas a explicar lo que pasa, ¿verdad?
—No puedo. Antes tengo que hablar con Zayn. Pero en cuanto pueda, te lo contaré todo, te lo prometo. Lo único que necesitas saber ahora es que no has hecho nada malo. Todo lo malo aquí es obra mía.
—Pero yo no... —Landon se detuvo en mitad de la frase. Liam, que le miraba la cara, supo el momento exacto en que su hermano empezaba a comprender—. O puede que sí —dijo con suavidad—. La noche del baile, Zayn y tú...
Liam tragó saliva y asintió con la cabeza.
—No era verdad que fuisteis a desayunar, ¿eh?
—No. Metí la pata —comentó Liam.
Y Landon asintió.
—Sí, parece que sí.
[...]
Zayn llamó al timbre de la casa y esperó. Abrió Heck, ataviado con una bata de cuadros y unos mocasines viejos. Su rostro se ensombreció al verlo.
—¿Liam? ¿Está...?
Zayn se apresuró a tranquilizarlo.
—Está bien. Landon se ha quedado con él. He venido a deciros que se pondrá bien.
Sabía que la excusa sonaba tonta. Después de todo, Heck había oído ya esa noticia de boca del doctor Jover horas atrás, antes de irse del hospital.
Enid apareció en la escalera con una bata larga rosa y el pelo aplastado en un lado.
—¿Quién es?
—Es Zayn —repuso su Alfa—. Ha venido a decirnos que Liam está bien.
—¡Zayn! —Enid bajó las escaleras deprisa—. Entra, entra, por favor.
Fueron a la cocina, donde Enid preparó café enseguida. Le sirvió una taza y le ofreció huevos y tostadas, que él declinó.
Ni a Heck ni a Enid parecía importarles que no hubiera necesidad de que estuviera allí ni que las noticias que les había llevado tuvieran muy poco de novedoso. Y cuando pidió ver a Brody, Enid se levantó enseguida.
—Se alegrará mucho. Ha preguntado por ti antes de acostarse.
—¿Sí?
—Claro que sí. Le has causado una gran impresión.
—¿De verdad?
Heck soltó una risita.
—No hay mejor modo de impresionar a un chico que salvarles la vida a su padre y a él.
Enid asintió con ojos húmedos.
—Y también a los abuelos del chico.
—Créetelo —dijo Heck—. En este momento eres casi tan popular con Brody como ese perro tuyo tan feo.
Enid sonrió.
—Ven por aquí.
Zayn dejó la taza de café en la mesa y la siguió hasta una habitación de arriba. Llamó suavemente con los nudillos pero no hubo respuesta.
Enid se llevó un dedo a los labios y abrió la puerta con lentitud. La luz del pasillo entró en la estancia y alumbró la cama individual situada al lado de la pared. Brody dormía profundamente tumbado de espaldas.
Llevaba un pijama azul de Bart Simpson y el remolino de la coronilla destacaba sobre la almohada. La luz acentuaba su joven rostro, pudo recordar lo largas que eran sus pestañas, lo observó detenidamente, una imagen similar a la que veía Zayn todas las mañanas cuando se afeitaba delante del espejo.
Y no eran sólo las pestañas y el remolino, era también la forma del rostro y la curva de su boca cuando sonreía.
No había duda. Tenía que haberlo visto antes. Había tenido la verdad delante de los ojos durante dos semanas y no la había visto. Sólo había visto lo que esperaba ver.
Como aquella noche tantos años atrás...
Esperaba ver a Landon y por eso lo vio a él. Aun así, notó que parecía distinto, sus ojos eran más suaves y su voz también. Era más gentil, más callado. Aquella noche no era el Landon que él conocía.
Porque ese Omega no era Landon.
Enid cerró la puerta en silencio.
—Lo siento, no quiero despertarlo —susurró.
—Claro que no —contestó Zayn.
El Alfa ya había visto lo que necesitaba ver.
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