Houston.
El "Mar de la Tranquilidad" era cualquier cosa menos un hotel tranquilo. No era más que uno de esos tugurios poco recomendables de la zona norte de la Ciudad de la Luna. Los robos eran habituales y la higiene escaseaba.
No era fácil conciliar allí el sueño. Los dormitorios del hotel eran comunales y cualquiera que quisiera pasar la noche tenía que aceptar compartir la habitación con perfectos desconocidos. Diez personas dormían hacinadas por habitación; amontonadas unas sobre otras en esas estancias diminutas, de medio metro de alto. Algunos huéspedes iban más limpios, otros menos. Sin duda, el mal olor era mucho peor que el ruido de los ronquidos.
Bien podría decirse que el "Mar de la Tranquilidad" era un hotel de mala muerte.
Y Carter lo sabía, pero eso no le preocupaba en lo más mínimo.
Entró en su habitación gateando, para intentar pasar la noche. Ya había varias personas acostadas y tuvo que pasar por encima de alguna de ellas.
—Tú, rubio —dijo una voz rota por el mezcal—. No quiero que estés cerca de mí esta noche. No te acerques. Aléjate.
Al alejarse del borracho, en uno de sus movimientos tropezó con algo blando, quizás una mano.
—¡Mira donde pisas, maldito rubio!
Carter no hacía ni caso. Estaba acostumbrado a escuchar comentarios racistas de ese estilo. Para él, eso era lo normal.
—En este hotel no deberían aceptar norteños —gritó alguien—. Este sitio no es decente.
Se ubicó pegado a una de las paredes, intentando estar lo más alejado posible de los demás y dispuso su mochila formando algo parecido a una almohada. Tumbado, con la cabeza descansando sobre la mochila, metió la mano por una de las aberturas para tocar el revólver que siempre le acompañaba. Comprobó que el seguro estaba puesto. No era la primera vez que dormía con la pistola cerca. Hubo un tiempo en el que lo hacía todos los días. Estaba acostumbrado.
Comenzó a hablar con Houston utilizando su rudimentario intercomunicador sin que nadie se percatase de ello. La señal tenía ruido estático de fondo, porque su calidad no era buena y tenía que esforzarse en entender lo que le decían.
—Houston, aquí Base Tranquilidad. El navegante ha llegado al nuevo mundo. Cambio —dijo la frase clave que le identificaba. Se evitaba con la contraseña que nadie pudiera suplantarle.
—Recibido. ¿Cómo se mostraron los indígenas? Cambio —dijo Houston, dando la respuesta que Carter esperaba. Ahora podían hablar con seguridad.
—Amistosos. Todo bien. Todo saliendo según lo previsto. Cambio.
—¿Ningún imprevisto? ¿Está seguro? Cambio —Houston preguntó con inquietud. Ellos tenían sus fuentes y sabían que en el Orión-X3 habían ocurrido cosas.
Carter se preguntó cómo habían podido enterarse de aquello. Pensó que quizá tenían informadores en los servicios de seguridad de la Ciudad de la Luna.
—Nada importante. Un muerto durante el viaje a la Luna. Cambio.
—Un accidente. Cambio.
—Negativo. Asesinato. Cambio.
—¿Sabe quién ha sido el asesino? Cambio.
Carter se encogió de hombros, tumbado como estaba.
—Baikonur, quién si no. Cambio.
—Tenga cuidado, Base Tranquilidad. Cambio.
—Siempre lo tengo. Ustedes ya me conocen. Cambio.
—Base Tranquilidad, siga con el plan establecido, pero puede tomar la iniciativa si lo considera oportuno. Cambio.
—Le copio, Houston. Ya saben que improviso bien. Cambio.
—Base Tranquilidad, estamos muy preocupados por el éxito de la misión. Le recordamos que está autorizado para matar si la situación lo requiere. Cambio.
—Houston, pueden confiar en mí. No les fallaré. Cambio.
Instintivamente, Carter acarició la Smith & Wesson escondida en la mochila. Ahí residía su confianza.
—Suerte y que Dios te bendiga. Cambio y corto.
El "Mar de la Tranquilidad" no era el mejor hotel. Los había más limpios y menos ruidosos, pero a Carter eso no le importaba. Se durmió enseguida, con el dedo siempre puesto en el gatillo, como en los viejos tiempos. Tenía sueño y aquello no podía ser peor que un Orión-X3.
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