
El mensaje de Arecibo
A la mañana siguiente, era temprano cuando Sofía se despertó al oír un ruido cercano: clon, clon, clon, clon.
Se levantó del sofá en el que había dormido, inquieta al no ver a Gamboa, y salió de la caseta. Acababa de amanecer y hacía buen tiempo. Ni una nube en el cielo. La tormenta parecía haber pasado. Al oír nuevamente el ruido, se volvió en dirección a la pista de cemento que hacía de helipuerto. Allí vio a Gamboa encaramado en el Cali, martilleando un pequeño alerón extrañamente doblado, y que a cada golpe del pesado mazo se enderezaba más y más. Gamboa estaba arreglando el crac crac que el día anterior casi los mata.
—No te esfuerces, Jorge —dijo Sofía, alzando la voz—. No pienso volver a montar en ese trasto viejo.
Gamboa se volvió con una sonrisa, y bajó del trasto para acompañar a Sofía a la caseta y desayunar. En la cocina había sobrado algo del mofongo del día anterior. Mientras lo tomaban, el profesor leyó algunas líneas del libro de Carl Sagan:
"La Administración Nacional de Aeronáutica del Espacio (NASA), que dirige el programa de exploración planetario de los Estados Unidos (...)".
—Es lo que sospechaba. El origen etimológico de NASA no tiene nada que ver con el latín. Es una expresión norteña. Significa National Aeronautics and Space Administration. Eran exploradores del espacio.
—¿Dice el libro algo sobre el acertijo que nos dejó el profesor Víctor Smith? —preguntó Sofía mientras se servía algo de café—. Creo recordar que era el número 1.679.
Tras un par de búsquedas, Gamboa citó el libro:
"El día 16 de noviembre de 1974 se transmitió una señal de radio desde el observatorio de Arecibo hacia el cúmulo globular M13, que dista unos 25.000 años luz, lejos del plano de la galaxia Vía Láctea. La señal contenía 1.679 bits de información".
—1.679 —dijo ella con las manos en torno a una taza de café templado—. Por eso quisiste venir a Arecibo.
—Claro. Fíjate lo que dice el libro:
"El mayor observatorio semiorientable de radio/radar del planeta Tierra es la instalación de Arecibo, que la Universidad de Cornell opera para la Fundación Nacional de la Ciencia. Está situado en el remoto interior de la isla de Puerto Rico y tiene un diámetro de 305 metros, siendo su superficie reflectante una sección de una esfera aplicada a un valle preexistente en forma de olla.(...) El observatorio de Arecibo se ha utilizado para la búsqueda de señales inteligentes procedentes de civilizaciones del espacio y en una sola ocasión para transmitir un mensaje a M13".
—Yo ya lo sabía —dijo Gamboa—, y el libro solo hace confirmarlo. Los SETI eran un grupo de filósofos que se congregaron durante el periodo arcaico en Arecibo. En aquellos tiempos remotos ellos ya buscaban —al igual que nosotros— la Vida extrasolar. Escuchaban con el primitivo radiotelescopio para intentar identificar alguna señal tecnológica, que revelase la presencia de una civilización avanzada. Y parece que, al menos una vez, no se limitaron a escuchar, y quisieron enviar un saludo a las estrellas.
—Hacia la M13, un cúmulo a 25.000 años luz —dijo Sofía, tras dar un sorbo a su taza de café en el que había echado algo de hielo—. Podían haberlo enviado a alguna estrella cercana.
—El cúmulo globular está muy lejos. De hecho, han pasado más de mil años desde que fue enviado, y el mensaje no ha hecho sino empezar su viaje. Le quedan más de 20.000 años todavía para llegar. No solo no lo enviaron a una estrella cercana, sino que lo hicieron fuera del plano galáctico, para asegurar que eso no ocurriera accidentalmente. Adivino que debió ser un tema cuestionado. Como sabes, actualmente el envío de mensajes de esas características está prohibido, por el riesgo que tienen de poner en alerta a civilizaciones extrasolares violentas.
—No lo entiendo. ¿Por qué era tan importante que el mensaje no se enviase cerca del plano galáctico?
—Porque está lleno de estrellas cercanas y podría ser interceptado de forma fortuita por alguna de ellas.
—Lo entiendo y es muy interesante. Por desgracia, podría pasar mucho tiempo antes de que encontráramos en Arecibo algo relacionado con este mensaje.
—En absoluto —dijo Gamboa.
—¿Sabes dónde está?
—Claro. Vinimos a Arecibo por eso.
—Explícamelo, por favor.
—Los 1.679 bits enviados en el Mensaje de Arecibo son el producto de dos números primos. 1.679 = 73 x 23. Es la única posibilidad. De esta manera, se quería indicar a los posibles descifradores extrasolares del mensaje que debía representarse en una imagen bidimensional, disponiendo los 1.679 bits en un rectángulo de 73 por 23. Fíjate en la imagen que aparece en el libro de papel.
—Sigo sin entenderlo.
—Pues que el año pasado descubrimos una placa metálica con una cuadrícula en un esquema 73 por 23, formando 1.679 pequeños cuadrados. La imagen de la placa es exactamente igual a la que aparece en el libro. Eso es lo que Víctor quería indicarme con su carta.
—¿Dónde está la placa?
—Muy cerca. Por lo pronto, vamos a bajar a la excavación del valle para ver qué tal ha aguantado el huracán. Luego, cogeremos la placa.
Sofía se preocupó un poco:
—Es peligroso. No sé si es prudente que hables con la gente. Te lo recuerdo: estamos en busca y captura.
—Hablaré brevemente con un amigo de confianza. Los chicos están muy centrados en el trabajo. Nadie está muy atento a las noticias de actualidad, y menos con todo el trabajo que les habrá dado el huracán.
—Yo prefiero no estar cerca cuando los veas.
—Vamos a visitar brevemente el yacimiento. Después iremos al pueblo para comprar víveres y algo de ropa y, luego, haremos otras cosas.
—Qué otras cosas —dijo Sofía.
—Algo de turismo en el Museo Arqueológico de Arecibo... y lleva la electrolupa.
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