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CAPITULO 39⚠

-Sharon, hermosa y preciosa Shaaaaron.

Gruñendo me tapo hasta arriba de la cabeza con las cobijas, tratando de ignorar los cantos provenientes desde la sala.

-Levanta ese trasero, tenemos que ponernos manos a la obra para ponerte hermosa – irrumpe Mel en mi cuarto.

Confundida me destapo y observo a Mel pasearse por mi armario.

-¿Ponerme hermosa?

-Sip, vamos a darle un puñetazo en la cara a Damián haciéndote lucir como una maldita Diosa – contesta sin mirarme mientras escoge unas prendas de ropa.

-Yo nunca accedí a esto – le digo refunfuñando, intentando inútilmente de disuadirla de la misión que ella misma se ha asignado.

-Bueno, creo que con esto bastará – me dice mientras me muestra el atuendo, ignorando lo que le dije.

Resignada observo el atuendo que ha elegido; una falda corta de color negro, un top crop de color blanco y una chaqueta de cuero.

Alzo una ceja ante su elección. – ¿En serio pretendes que me ponga esto?

-Claro que sí, el atuendo de chica mala es perfecto para dejarle en claro a ese imbécil que nada te afecta – me dice con seguridad mientras un brillo de malicia ilumina sus ojos.

-¿A pesar de haber pasado horas llorando por lo sucedido? – digo en voz baja.

Bufando me lanza la ropa. –Si, a pesar de eso. Además, a partir de hoy eso de llorar por las noches se acabó. Vístete, te veo en la sala para elegir los zapatos – sin más sale del cuarto, dejando en el aire su fragancia a frutos tropicales.

Suspirando miro la ropa ante mí.

Con corazón roto o no tengo que hacerle frente a Damián e incluso a Verónica, así sienta no estar lista tengo que hacerlo, soy Sharon Middleton y nadie me arruinará.

Una vez duchada y vestida salgo de mi cuarto y me encuentro con Mel, la cual está acomodando su maquillaje frente al espejo de la sala.

-Tenemos que ocultar todo rastro de ojos hinchados y ojeras, así que creo que un maquillaje más fuerte ayudará – dice a la vez que alza la mirada y ve mi atuendo, satisfacción llena su mirada –. Muy bien, te ves malditamente hermosa, ahora toma tu calzado – me dice a la par que me entrega unos tacones negros de cintas altas hasta la pantorrilla.

-Mel, están hermosos pero... - veo con desconfianza la altura –. Creo que terminaré con el tobillo roto.

Rodando los ojos me quita los tacones y los observa con escrutinio. –Están perfectos, con esa falda y estos zapatos tus piernas lucirán espectaculares.

Sin más me los entrega. Suspirando y tomando valor me los coloco.

-Wow, Mel, se sienten... - camino unos pasos –. Muy cómodos, es más, ni siquiera siento que me caeré al caminar – le digo sorprendida.

Sonriendo asiente. –Lo sé, por eso te los traje, sabía que te encantarían, así que declárate dueña oficial de ellos.

Incrédula la observo. – ¿Míos?

-Sip, los compré para ti – una pequeña sonrisa aparece en su cara.

Conmovida avanzo hacia ella y la abrazo. –Muchas gracias, eres la mejor.

-Sí, sí, sí, lo sé. Ahora calla y vamos a maquillarte que se nos hace tarde.

Riendo le dejo hacer su magia.

*****

-Recuerda, mirada en alto y sonrisa digna de una reina de carnaval – me dice Mel una vez que llegamos al estacionamiento de la Universidad.

Si hace unos minutos tenía una seguridad insuperable, ahora esta ha decidido desaparecer, ahora solo siento como los nervios aguijonean mi estómago.

-Pero...

-Nada de peros Middleton, recuerda quien eres y luce como tal, estás hermosa con ese atuendo. Tú puedes – me dice mientras me mira amenazante, retándome a decir lo contrario.

Aún nerviosa asiento.

-Bien, ve y patea culos con tu belleza – me dice mientras bajamos del coche y caminamos hacia la entrada de la Universidad.

Con cada paso que doy los nervios se desvanecen un poco, incluyendo el dolor que llevo cargando en mis hombros desde antier.

Una vez dentro de la escuela el valor llega a mí de nuevo y con seguridad me despido de Mel y me dirijo hacia mi clase.

Suspirando entro al salón, de inmediato varias miradas se posan en mí, sin en cambio solo me interesa una en especial, con escrutinio busco unos ojos de color como el otoño, los cuales rápidamente localizo. Damián se encuentra sentado en los últimos lugares del aula, cerca de la puerta. Su mirada es la viva llama del deseo, la sorpresa y la felicidad, todas estas emociones luchando en sus ojos. Ignorando los sentimientos revolviéndose en mi interior decido quitar mi mirada de la de él y decido sentarme en los primeros lugares del salón, contraria a Damián.

Sin esperar mucho tiempo noto como alguien se para frente a mi lugar.

-Sharon...

-No – corto su oración a la vez que lo miro a los ojos, dagas apuntando hacia él.

Sin en cambio nada me prepara para la mirada en sus ojos; dolor y culpa se entremezclan, pero no me dejo caer ante su mirada y mantengo mi postura rígida.

-Solo dame un momento para explicarte...

-¿Explicarme qué, Damián? – me detengo y pongo cara pensativa para después poner una de fingido asombro –. ¡Ah, no, ya sé! ¿Explicarme como te has estado burlando de mí y me has usado a tu conveniencia?

Estupefacto por mis palabras solo boquea.

He de admitir que yo también estoy un poco sorprendida con mis duras palabras pero el enojo en estos momentos es enorme.

-Yo...

No termina de decir nada ya que el profesor entra al salón y lo manda a sentar, sin más remedio se va, no sin antes murmurar un "ya hablaremos" antes de irse.

Conflictuada intento prestar atención a la clase, inútilmente, en todo momento los nervios me carcomen, la duda aguijoneando mi estómago.

Para cuando acaba la clase de inmediato salgo del salón, huyendo de un posible encuentro con Damián. Repito este mismo proceso en todas las demás clases, donde a pesar de no coincidir con Damián intento evitar un encuentro con él e incluso con los chicos y Natalia, los cuales extrañamente no se han aparecido.

Cuando es la hora de descanso me dirijo hacia la cafetería, rogando no ver a alguna amistad de Damián y en especial a él. Para mi gran suerte me encuentro con Diago en el pasillo, rápidamente se acerca a mí.

-¿Qué he hecho para merecer esta vista tan atractiva de usted señorita? – me dice con una sonrisa de lado en sus labios mientras se coloca a mi lado y juntos nos vamos a la cafetería.

-Seguro te has portado bien – le digo con una sonrisa coqueta, siguiéndole el juego.

-Bien, pues bendito sea yo – dice alegremente.

Riendo entramos a la cafetería. Alivio me invade al no encontrar al grupo de Damián ni a él sentados en su correspondiente mesa.

-Bueno, supongo que esperarás a Damián así que yo... – me dice Diago.

Rápidamente lo interrumpo y niego con la cabeza. –Si no te molesta me gustaría sentarme contigo.

Un poco confundido Diago asiente. –No, para nada, vamos.

Con alivio lo sigo a una mesita que está, para mi desgracia, a dos mesas de la de Damián.

- ¿Hay algo que haya pasado para que tomaras esta decisión? – me pregunta Diago tan pronto tomamos asiento. Estoy a punto de contestar cuando Mel llega hasta nuestra mesa.

-Hey, Diago – saluda con una enorme sonrisa.

-Hola – la saluda Diago, imitando su sonrisa.

Pasados unos minutos, cuando no veo a Damián ni a ninguno de sus amigos en la cafetería me relajo por completo, pero eso no dura mucho.

Mel y yo estamos riéndonos a carajadas de Diago ya que la cara de horror que ha puesto al caerle una papa con cátsup en su camisa blanca ha sido épica.

-¿Podemos hablar un momento? – una voz masculina dice detrás de mí, deteniendo mi risa por completo.

Mel con cara de odio se dirige a Damián. –Claro, cariño, como si te lo merecieras en este momento.

Con un gruñido como respuesta siento como Damián se inclina en mi silla y su aliento choca con mi oreja; el olor a menta invade mis fosas nasales. –Por favor – susurra.

Con determinación me levanto de la silla, lista para decirle unas cuantas palabras a Damián. Dejando atrás a un Diago curioso y una Mel disgustada, salgo con Damián de la cafetería y nos dirigimos hacia un salón vacío, elegido por Damián. No contenta por el sitio me alejo de él.

Sin esperar a que la puerta se cierre él comienza a hablar.

-Sharon, por favor, perdóname. Jamás fue mi intención lastimarte...

Incrédula levanto una mano y detengo su discurso. – ¿Qué no fue tu intención lastimarme? ¡Por favor Damián, ese cuento ya no te queda! Debiste de haber pensado en las consecuencias de tus actos antes de hacerlos – le digo en voz alta, furia invadiéndome.

Su cuerpo de inmediato se pone tenso mientras su mirada viaja por mi cuerpo. –Por cierto, te ves hermosa – me dice de repente, interrumpiendo mis siguientes palabras.

Sorprendida por el cambio de tema suelto un escueto. – ¿Qué?

Sin responder se empieza a acerca a mí, sin saber que hacer empiezo a retroceder hasta que mi espalda golpea con la pared detrás de mí. Aprovechando mi posición Damián coloca sus brazos a cada lado de mi cara, creando una prisión.

-Por favor, Damián, aléjate de mí... - no termino de hablar ya que en vez de hacer lo que le pedí él pega su cuerpo al mío.

Doloroso calor se instala en mi vientre.

-Te ves malditamente caliente vestida así, Dios, me estás volviendo loco – dice con voz ronca mientras baja la cabeza hasta mi cuello.

Ante esas palabras comienzo a retorcer mi cuerpo entre el suyo, él aprovecha mis movimientos y coloca una pierna entre las mías, separándolas, mi falda subiéndose por mis muslos.

-Da-Damián – tartamudeo ante nuestra posición. Intento empujarlo mientras internamente lucho contra el deseo que me invade.

-Sharon – dice en voz baja. –Por amor a Dios deja de moverte así, sino juro que te tomaré aquí mismo – para dar énfasis a sus palabras empieza a besar mi cuello.

Sorprendida por todo me quedo quieta, esperando la oportunidad para quitar a Damián de mí, pero con cada beso de su parte me es más difícil pensar con claridad, al menos hasta que quita sus brazos de mi lado. En un último momento de racionalidad aprovecho su movimiento y lo empujo con fuerza, tambaleándose se aleja.

Sorprendido parpadea.

Respirando agitadamente dejo a mi cerebro hablar, intentando cerrar con un candado mi corazón y el deseo. – ¿Pero con qué derecho te crees para venir a hablarme así, imbécil? No soy tu maldito juguete con el que puedes jugar cuando se te dé la gana, así que no me vuelvas a tocar o juro que te arrepentirás – digo con voz tensa.

Un tanto perturbado asiente, su mirada que antes estaba llena de deseo ahora solo refleja dolor. –Tienes razón, soy un maldito imbécil –suspirando se pasa una mano por el cabello –.Por favor, te suplico que me disculpes, estuvo fuera de lugar lo que hice.

Asiento, satisfecha por su respuesta, sin en cambio todo bienestar desaparece ante sus siguientes palabras:

-Claro, que tampoco es como que no te haya gustado.

Sin creérmelo intento salir del salón pero él me lo impide.

-Lo siento, lo siento, es solo que estoy nervioso y no sé qué decir – se detiene y me mira suplicante. –Solo permíteme explicarte como fueron las cosas.

Niego con la cabeza, la tristeza volviendo a surgir –. ¿Qué quieres qué? – sin aguantar más siento como mis ojos se llenan de lágrimas –. ¿Con que derecho me pides eso?

Intento rodearlo pero de pronto su brazo está en mi cintura y mi espalda está pegada a su pecho.

-Por favor, perdóname, es solo que en ese momento no sabía que pasaba conmigo, contigo, con nosotros. Estaba experimentando una tormenta de sentimientos que no supe manejar y...

-Y no se te ocurrió nada mejor que irte a follar a Verónica ¿no es así? –termino por él, sintiendo como mi garganta se cierra por el dolor.

Lentamente su brazo se desprende de mi cintura. Dolida me giro para encararlo, su mirada es dura como el acero y su mandíbula está tensa.

-Nada de lo que has dicho justifica el que te hayas acostado con ella, ¿sabes? – le digo en voz baja mientras siento como las lágrimas empiezan a corren por mis mejillas.

-No, no lo hace – dice mientras sigue el rastro de mis lágrimas, pasa saliva duramente.

Suelto una risa seca, mirando un momento el techo en un intento de ahuyentar las lágrimas, en vano, ya que estas siguen cayendo. Lo vuelvo a mirar, miedo y dolor invaden sus ojos –. ¿Sabes que es lo que no entiendo? – le pregunto y no sigo hasta que niega con la cabeza. –Lo que no entiendo, Damián, es el por qué ella, tú perfectamente sabias que ella y yo... - niego con la cabeza –. ¿Habiendo tantas más con quien acostarte justamente tenía que ser ella, en serio? – sonrío con tristeza –. ¿Y ahora vienes y me dices que no era tu intención lastimarme? vaya forma de demostrarlo – sin poder evitarlo un sollozo se escapa de mis labios.

-No sé en qué estaba pensando y estoy tan malditamente arrepentido, es solo que tú y yo estábamos empezando oficialmente en nuestra relación y me sentía tan diferente contigo, tan confiado, libre y feliz, justo como nunca me había sentido con nadie más. Fue entonces cuando el miedo me invadió y me sentí tan abrumado que no supe que hacer. Sé que eso no es justificante para haberte hecho lo que te hice – se detiene e intenta limpiar una lagrima pero me alejo, baja su mano y se tensa, cerrando sus manos en puños –. Créeme, en estos momentos me estoy odiando tanto, me odio por ser el causante de tus lágrimas y tu dolor, me odio por no ser capaz de hacer las cosas bien, me odio por arruinar todo. Soy un imbécil que se merece cada gramo de tu odio – me dice con la voz ronca, mientras toma mis manos entre las suyas, no se lo impido, otro sollozo escapa de mí –. No llores, me estás matando, joder – me dice suplicante. –Por favor no me alejes de ti, no lo hagas, para mí eres mi todo y el perderte me mataría en vida.

Niego con la cabeza mientras quito mis manos de entre las suyas y limpio las lágrimas de mi cara. –No, calla por favor, simplemente... – me alejo de él –. No ahora Damián, creo que necesito pensar las cosas, me has fallado y dañado inmensamente, y tus palabras no solucionan nada – bajo la mirada para no ver su propio dolor. –Creo – dudo un momento. –Creo que necesitamos alejarnos por un tiempo.

Cuando intenta replicar niego con la cabeza. –No lo hagas más difícil – con todo el dolor de mi corazón le digo:

-Tú y yo hemos acabado aquí – sin mirar atrás abandono el salón.

Con cada paso que doy mientras me alejo de Damián siento como mi corazón deja de latir, mi cabeza repitiendo sus palabras, que si bien no hicieron más que ilusionar a mi pobre corazón. Cerrando mis manos en puños me dirijo al baño y le mando un mensaje a Mel.

No pasa mucho cuando entra al baño y me encuentra en un cubículo, llorando.

Sin preguntar nada solo se queda a mi lado mientras me desahogo llorando en su hombro.





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