CAPITULO 12 💋
Cuando llego a mi casa y veo que no hay nadie fuera de ella no sé si sentirme aliviada o decepcionada ¿Qué esperabas Sharon, qué se quedara toda la noche afuera, esperándote? Me pregunta esa vocecita en mi cabeza. No, por supuesto que no.
Salgo del auto y me recibe el frío por lo que sujeto con más fuerza el abrigo a mí alrededor. Camino a la entrada de mi casa, cuando estoy en la puerta recuerdo que no traigo las llaves de esta, busco en la planta que está a lado de mi puerta y saco la llave que siempre guardo en casos de emergencias.
Cuando entro a la casa me sorprendo cuándo me recibe el olor a café.
¿Café?
Siento como la adrenalina y el miedo invaden mi cuerpo, alguien está en mi casa y ese alguien hiso café.
Un intruso.
Tomo el jarrón de la mesita que está a lado de la entrada y me dirijo a la cocina, lista para atacar. Me asomo sigilosamente por el arco que hay entre la cocina y la sala. Él jarrón casi se me cae de las manos cuando veo quien es el intruso, está dándome la espalda y parece que no se ha percatado de mi presencia, lo cual no me sorprende, al parecer e sido sigilosa. Me adentro un poco más en la cocina para ver que está haciendo y me sorprendo cuándo lo veo; está cocinando.
Antes de que pueda hablar, me dice:
-Por fin llegas, pensé que te habías ido para no regresar y no es que me queje la verdad.
Yo sigo sin poder creer que Damián este en mi casa haciendo de desayunar, de pronto una duda entra en mí.
-¿Cómo diablos entraste en mi casa?
-No fue muy difícil, teniendo en cuenta que yo tengo la llave – me dice indiferente, como si fuera lo más normal del mundo.
Yo lo miro estupefacta ¡Que va, estoy que flipo! No puedo creer lo que mis ojos ven, esto definitivamente no me lo esperaba.
Damián apaga la estufa y se da la vuelta para ir hacia la vitrina para sacar dos platos y servir las tortitas de huevo en ellos.
Mientras se pasea por mi cocina me doy cuenta de que no lleva puesto nada más que sus vaqueros negros del día anterior, los cuales le cuelgan de sus caderas. Subo la mirada lentamente hacia arriba y observo sus pectorales ¡Dios, está buenísimo!
-Bueno, Sharon ¿Vas a quedarte toda la mañana comiéndome con la mirada o tomaras asiento y desayunaras conmigo?
Sus palabras me sacan de mi ensimismamiento y me sonrojo al darme cuenta de que se percató de mi mirada, eso sin contar mis locos pensamientos.
Tomo asiento enfrente de él en la pequeña mesa que hay en la cocina, y sin previo aviso mi estómago gruñe en respuesta al olor de la comida, por lo que sin perder más tiempo empiezo a comer.
-¡Esto sabe estupendo! – le digo a Damián, e involuntariamente se me escapa un gemido por la deliciosa comida.
-Pues claro que si – me dice con arrogancia. Levanto la vista y en su cara no hay más que presunción, pero sus ojos son otra historia... Pero antes de que pueda definir la emoción Damián regresa a su comida, y yo también.
Cuando terminamos de desayunar no nos levantamos, sino que solo nos quedamos sentados, observándonos mutuamente.
-Gracias por el desayuno Damián, estaba delicioso – le digo para romper el silencio.
-No me agradezcas, corriste con suerte al encontrarme haciéndome de desayunar.
-¿Te ibas a comer todo esto tú solo? – le pregunto agrandando los ojos –. ¡Pero si era mucho!
-Un hombre tiene que alimentarse bien – me dice con cara seria, pero hay diversión en sus ojos.
-Lo que tú... digas – le digo mientras tomo un pan tostado de la mesa y le pongo mermelada.
-Por cierto ¿Dónde dormiste, Sharon?
-¿Para qué quieres saber? – le pregunto --. No es cómo que sea de tú incumbencia.
-Tienes razón. No es de mi interés – me dice tranquilamente.
Después de unos segundos respondo:
-En casa de Mel.
Los hombros de Damián liberan la tensión que no había notado que tenían hasta ahora. Termino de comer mi pan tostado y solo lo observo.
Damián toma una servilleta y se estira con ella en la mano, empieza a frotarla por la comisura de mis labios, pero pronto es remplazada por sus dedos los cuales empiezan a trazar mi labio inferior. Sus ojos siguen el patrón que están trazando sus dedos. Sé que debería de detenerlo pero no lo hago y solo me quedo quieta. Damián levanta la mirada de mis labios y la centra en mis ojos.
-Tienes mermelada en tus labios.
-Límpiala – le digo en un susurro. Damián se inclina más hacia mí hasta que sus labios se rozan con los míos, pero no me besa.
¡Detenlo! me grita esa voz en mi cabeza pero no le hago caso. Me encanta el roce de sus labios con los míos, me doy cuanta de que quiero más. Hazlo, solo hazlo Damián, estoy a punto de decirle que me bese cuándo un golpe en la puerta nos asusta y hace que nos sorprendamos y nos golpeemos nuestras frentes.
-Mierda, eso dolió – digo mientras sobo mi frente.
Damián ya ha regresado a su asiento y se frota su frente, una mueca de dolor aparece en su rostro, pero nada más, es como si nada hubiese pasado, sin en cambio sus pupilas se han dilatado y en su mirada hay 2 emociones que luchan entre sí, pero solo de una estoy segura que es; enojo, la otra…no estoy segura pero parece ser ¿lujuria? Estoy a punto de preguntarle porque está enojado cuando ese golpe vuelve a sonar.
-Será mejor que vayas a abrir – me dice Damián con una cara en blanco, haciendo desaparecer todo rastro de sus emociones.
Yo solo frunzo el ceño y voy a abrir.
Me sorprendo al ver a mi vecina Grace afuera.
Grace ha vivido aquí toda su vida de casada con su esposo Roberto. Ellos han sido mi gran apoyo desde que me mude a esta ciudad. Ella siempre cuida a Tobi los fines de semana ya que le gusta su compañía, también me apoya con él cuándo no estoy.
Me sorprendo al verla aquí en mi casa con Tobi, todavía es sábado, se supone que no lo traería hasta mañana.
-Hola cariño, aquí esta Tobi, sé que quedamos que lo cuidaría hasta mañana pero se a presento un asunto y no estaré en casa – me entrega la cadena con la que viene Tobi.
-No te preocupes Grace, no hay problema, espero que todo esté bien – le digo con una sonrisa comprensiva.
-Lo estará – me dice y responde a mi sonrisa con una suya –. Discúlpame Sharon, no sabes cuánto siento no poder ayudarte.
-No se disculpe, váyase tranquila, ya sabe, cualquier cosa llámeme – Grace me da las gracias y se despide.
Entro a casa y me dirijo a la cocina para alimentar a Tobi, Damián no está, pero no le tomo importancia y me pongo lavar los platos del desayuno.
Cuando finalizo de lavarlos aparece Damián vestido con sus vaqueros negros y su camisa del mismo tono, parece que ha estado en la ducha ya que tiene el cabello mojado.
-Te bañaste – le digo sorprendida.
-Espero y no te moleste – me dice con voz neutral, y una vez más su mirada se ha tornado fría e indiferente. Vaya, como dan vuelta las cosas.
-No, claro que no.
-¿Esa cosa es tu mascota? – me pregunta mientras observa a Tobi.
Arqueo una ceja ante su comentario. –Esa cosa es un perro y se llama Tobi y sí, es mi mascota.
-Bueno, pues deberías de atenderlo más, parece una rata – me dice y una mueca de desagrado hace presencia en su rostro.
-¡No es ninguna rata, no lo vuelvas a llamar así, él es un chihuahua! – le digo y le lanzo una mirada fulminante.
-Lo que tú digas, pero eso no le quita lo feo que es – me dice y me observa burlón.
-¿A eso veniste, verdad? A seguir insultándome y no solo eso, también a insultar a mi perro – le digo enojada.
Damián suelta un suspiro y cierra los ojos mientras se aprieta el puente de la nariz. –Lo siento, es solo que...
-¿Qué? – le presiono después de unos segundos al ver que no dice nada.
-No estoy acostumbrado a pedir disculpas y menos por decir la verdad.
-Tenía razón – le digo mirándolo con enojo.
-¿Qué cosa?
-Que tú solo veniste para seguir insultándome.
-Te equivocas, yo vine a disculparme por ser yo quien te diga parte de tú verdad.
¿QUÉ? ¡Esto es el colmo!
-Vete Damián, no quiero tus disculpas.
Él me contempla por un segundo, parece como si me fuera a decir algo pero luego lo reconsidera y solo me dice:
-Nada es lo que parece.
Estoy a punto de mándalo de paseo cuando una vez más tocan la puerta.
-Vete a la mierda, idiota – le digo antes de girarme e ir a la puerta.
Claudia, mi otra vecina esta afuera.
-Buenos días, disculpa las molestias, solo quería ver si me regalabas tantita azúcar.
Con una sonrisa falsa tomo la taza de sus manos y le digo:
-Claro que sí, deme solo un momento – cuando me giro para entrar a mi casa Damián sale, yo lo miro escéptica mientras se detiene enfrente de mí y me da un beso en la frente para después seguir caminando, pero a mitad del camino se detiene y me dice:
-Gracias por la noche, estuvo genial… ¿Laura, verdad? – me dice y me observa confundido por un momento, pero luego hace un gesto indiferente con la mano y continua –. Bueno, da igual. No me llames – me guiña un ojo y se va, dejándome con la boca abierta y con una vecina contrariada.
¡Lo castro, enserio que castro al hijo de puta!
...
Les dejo mis redes, suelo estar más activa en Instagram☺️
Gracias por leerme.
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