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XI

Para ti que no encontraste redención en el corazón poseído del dios blanco, debo decirte que: las montañas lloran, los ríos sangran y el clima lastima. Porque el dios blanco ha sido herido. Su corazón ya se ha perdido.

La puerta soltó un estruendo perturbando el sueño del joven con parche. Su cuerpo cansado se removió incómodo en medio de las mantas que intentaban cubrir su cuerpo aquella noche fría. Después, unos pasos se acercaron y la silueta de un gato apareció transformándose poco a poco en un hombre alto que sujetaba un cetro.

—¿Pasó algo? ¿Qué haces utilizando tu habilidad tan tarde? —Heeseung tomó sus manos entre las suyas para hacerle un espacio en su pequeña cama.

—Ví a Riki siendo ejecutado. —Sung-Hoon fue directo sorprendiéndo por completo—. Fue bastante claro y me asustó. No sé, la cabeza me duele…

Heeseung hizo un ademan animandolo a tomar asiento a orillas de la cama. En un mundo como este habitado entre magias desconocidas y fantasías irreales, cualquier indicio de peligro podría ser tomado como una predicción, al menos para Heeseung así era.
Él creía firmemente que cualquier coincidencia sin importar cuál fuera escondía un motivo, fuese grande o pequeño, se mantenía presente, alterando la mente de quien lo descubriese, haciéndolo sobrepensar perdido en lo ilógico.

—¿Crees que vayan a descubrirlo? —Sung-Hoon se atrevió a preguntar.
El parche del más alto brilló en la oscuridad de la noche como producto de un reflejo del exterior, quizá la Luna que comenzaba a avanzar en el cielo.

—¿No fuiste tu mismo quien dijo que él era alguien sorprendente?

—No creo en las habilidades físicas de las personas. —El cambiaformas se apresuró a decir. Heeseung dejó escapar una risilla que logró captar la atención del otro. Sung-Hoon continuó:—. Me preocupa ¿De acuerdo? Era nuestro trabajo.

Lee asintió dándole la razón. Habían pasado días desde la última vez que recibieron informes sobre el cazarecompensas de pelo gris. Los hombres de Sung-Hoon aseguraban haberlo visto investigando en cada rincón de Thalir sin mostrar actitudes sospechosas, casi como si estuviera aún mas determinado que antes. Más sin embargo, el peligris seguía sin volver.

—Estará bien, ¿Si? —Trató de calmarlo acariciando sus manos que sujetaba entre las suyas—. De no ser así… Yo mismo iré a buscarlo.

La noche fría era testigo de las promesas rotas, de los destinos alterados sin voluntad propia. Ajeno al dolor y al sufrimiento, el frío continuo caminando por la noche, sin detenerse o apiadarse de nadie en su camino.
Sung-Hoon sostuvo las manos de su amigo bastante más tiempo que el habitual, con su corazón acelerado y su cuerpo temblando, en un gesto que significó protección y devoción, al igual que anteriores noche y por las decadas pasadas.

—Después de esto, ¿Qué haremos? —Decidió preguntar cuando notó que la respiración de Heeseung se volvía mas pesada, como si intentara dormir sentado a su lado.
El pelinegro suspiró.

—Se supone que es desición tuya hacia donde ir, Sung-Hoon. Ya no te ataré más a mí. —Su respuesta fue seguida de un pequeño apretón en la mano del hechicero.

—¡Es injusto! Siempre hemos sido tu y yo. —Su voz exaltada consiguió reflejarse en las pequeñas chispas que su cetro dejó ver.

—Y eso te está condenando. No podemos seguir así. Yo, no puedo seguir así sabiendo que te afecta. —Heeseung elevó su rostro lo suficiente para que el cambiaformas lo viera

Sung-Hoon retrocedió un par de pasos buscando tomar distancia del otro.
—Pero esa es mi desición, yo elegí esto…

—No es una elección cuando piensas en cómo reaccionaré yo.

—Se llama devoción. —Defendió el cambiaformas.
Heeseung quiso reír, como si acabara de escuchar la falacia más divertida del mundo. Hundió su rostro entre sus manos soltando finalmente las del contrario que se alejaron un metro de distancia, temiendo, suplicando espacio.

—¿Ahora se supone que lo llamas devoción? —preguntó usando un tono más alto, pero sin llegar a estar molesto. No podía, no con él—. ¿Qué será después? ¿Quer…?

—¿Y se supone que debo alejarme por…? —Sung-Hoon interrumpió—. Si resulta que nuestro reencuentro jamás sucede, ¿No crees que me sentiré culpable?

—No hay razón para sentirse culpable Sung. No digas eso.

El silencio que siguió fue opresivo, cargado de emociones que ninguno de los dos podía verbalizar. Afuera, la luna seguía su camino en el cielo, indiferente al caos emocional que se desataba dentro de la habitación.
—Fue elección mía desde el inicio. ¿Por qué ahora parece que me equivoqué en ella?

—Sung…

La puerta de la habitación retumbó abriéndose de golpe tras el viento frio que se coló por una de las ventanas. Uno de los hombres del cambiaformas apareció junto a una espada y su distinguida capa oscura.

—Joven Sung-hoon. Lo hemos encontrado. —Habló el hombre entre dientes. Su voz se quebraba debido al frío inmenso y a lo empapado que lucía debido a las lluvias lejanas.

—Él, ¿Está bien?

—Me temo que no. Ha sido capturado y llevado a Thalir. La ejecución está programada al amanecer.
Sung-Hoon sintió cómo el aire abandonaba sus pulmones. Su visión anterior comenzaba a tomar forma. La sangre se le heló, y el cetro casi se le escapó de las manos.

—¿Es definitivo? —preguntó, aunque dentro de si, ya conocía la respuesta.

El hombre asintió, evitando la mirada de Heeseung, que permanecía en silencio, pero con el ceño fruncido.
—Debemos ir por él. —El cambiaformas se apresuró a decir llamando la atención de su compañero en la habitación.

—Alistaré las cosas para su viaje. —El hombre hizo una última reverencia y salió de la habitación.
El frío que se colaba por la ventana heló las mejillas del cambiaformas casi tanto como la mirada que Heeseung le dedicó en silencio. Ajeno, indiferente a la situación.

—Maldición. Sabíamos que esto pasaría y aún así le ordené que fuera por ese elfo. —Sung-Hoon se lamentó en silencio.

—Tranquilízate —respondió Heeseung, aunque su voz traicionaba una preocupación latente—. Él sabía que estaba arriesgándose. No podemos tomar decisiones precipitadas.

—¿Precipitadas? —replicó Sung-Hoon, casi gritando—. ¡Él confió en nosotros! ¿Qué clase de monstruos seríamos si lo dejamos morir así?

Heeseung suspiró profundamente, cerrando los ojos. La extraña sensación en su pecho lo hacía flaquear ante la idea de vivir atormentado por tal acontecimiento, como si el peso de las decisiones lo aplastara.

—Sung, ¿quieres salvarlo porque lo necesitas vivo… o porque quieres redimirte? —Preguntó, aunque en realidad, estaba tratando de persuadirse a si mismo.
La pregunta golpeó a Sung-Hoon como un rayo. Bajó la mirada, sin saber cómo responder. Las imágenes de su visión aún le martillaban en la mente, ¿En serio se quedaría de brazos cruzados sin hacer nada? ¿Ambos lo harían?

—No importa —dijo finalmente, con voz tensa—. No puedo dejarlo morir.

—¿Qué pasa con el plan? ¿El de abrir el Grimorio, usarlo y borrar todo el caos que nos hizo daño? —Heeseung hablaba con desesperación, sus manos se movían con rapidez delatando lo alterado que se encontraba y su parche se movió dejando ver la cicatriz en su párpado.

—El plan fue el que llevó a Riki a esta situación, ¿No sientes un poco de lastima por él? ¿Ni siquiera una mísera parte de ti puede sentir culpabilidad por ello?
Si Riki moría, la culpa lo consumiría para siempre. No podía dejar que eso ocurriera, aunque significara alejarse del plan.

—¿Qué haces? —preguntó Heeseung al verlo empacando.

Sung-Hoon lo miró por un momento, sus ojos se llenaron de pequeñas lágrimas que amenazaron con salir más, sin embargo, el joven cambia formas secó a toda prisa.
—Voy a buscarlo.

—No puedes hacer eso. Necesitamos al elfo. Riki sabía a lo que se enfrentaba —replicó Heeseung, acercándose a él con desesperación.

—¿Y si fuera yo? ¿Qué harías si fuera yo quien estuviera en su lugar? —espetó Sung-Hoon, enfrentándolo.
El silencio de Heeseung fue suficiente respuesta.
—Lo sabía… —murmuró Sung-Hoon—. Tu, ¿No  lo salvarías?

¿A dónde va el arrepentimiento cuando mueres? ¿Es la culpa un pecado por el que se te condenará en la siguiente etapa después de la muerte? Pensar en ello es inevitable, como la muerte misma. Más, sin embargo, cuando el dolor se encuentra frente a tus ojos y la agonía del arrepentimiento lo acompaña, es muy fácil perder la razón, tanto como para actuar por simple cobardía en lugar de devoción.

Heeseung no intentó detenerlo. Sus pensamientos lo invadieron haciéndolo retroceder en la habitación mientras su contraparte buscaba la manera de ocultar sus pertenencias bajo la madera de aquella habitación. No podían permitirse dejar rastros de dónde habían estado.

—¿Vas a quedarte de verdad aquí sin hacer nada? —escuchó decir al hechicero con un bolso de tela colgando de su cintura.

Heeseung lo observó aún aturdido por los recuerdos que lo invadieron de golpe. Chasqueo la lengua cuando vio la preocupación en el rostro de su amigo y suspiró fastidiado.

—Si vamos a hacerlo, hagámoslo rápido. Y no olvidemos quienes somos.

Thalir era la capital de Aeloria, el puente de reunión más importante de todo el Reino. Desde la provincia, en el pequeño pueblo donde Heeseung había decidido esperar por su cazarecompensas, hasta las grandes puertas que marcaban la entrada a la ciudad del Rey, había una considerable distancia.
Sung-Hoon había propuesto viajar como normalmente lo hacían, pero optando esta vez por aceptar el transporte de los mercaderes para reducir el tiempo a la mitad.

—Una gran idea, pero para cuando lleguemos, Riki estará muerto y no tengo ánimos de consolarte por su muerte —bufó Heeseung, pisando los trazos que el cambiaformas dibujaba en la tierra.

—¿Tienes un mejor plan, gran Heeseung de Nerathia? —respondió Sung-Hoon con sarcasmo.
Heeseung ajustó su parche, tratando de ordenar sus ideas.

—Bueno, yo… estaba pensando que podíamos usar nuestras habilidades. —soltó, como si aquello resolviera todo.

Sung-Hoon esbozó una sonrisa, trazando líneas sin sentido en la tierra iluminada por la luna.
—¿Quieres que te transforme en un dragón tuerto? —bromeó.

—Creí que te tomabas en serio el rescate de tu amigo —respondió Heeseung, aunque en su tono había un deje de humor—. Pero sí, también es una buena idea. ¿Me permites?

Sung-Hoon le entregó la pequeña rama con la que escribía y le hizo espacio para que tomara el control del improvisado plan.
—¿Qué haces? —preguntó Sung-Hoon cuando vio a Heeseung dibujar líneas cruzadas en medio del esquema inicial.

—Silencio, estoy pensando.
Unos minutos después, la tierra estuvo cubierta de líneas y letras apenas legibles. Sung-Hoon frunció el ceño al notar que una parte del plan parecía involucrarlo demasiado.

—¡Oye! Yo no voy a transformarme en un ratón. Qué asco.
—¿No quieres salvar a tu amigo? —preguntó Heeseung, encarándolo con seriedad.

Sung-Hoon parpadeó varias veces antes de responder.
—Sí, pero yo no…

—Ya está decidido, encaminémonos.
—Lee Heeseung, te juro que si tengo que ejecutar esa transformación más adelante, voy a dejarte aquí y transformarme en un halcón.

Heeseung sonrió mientras comenzaba a caminar, girándose para verlo.
—Está bien, ratoncín, puedes transformarte en lo que quieras, pero que sea pequeño.

—Estoy de acuerdo con eso.

—Muy bien, muévete. Los caballos nos esperan.
Sung-Hoon lo miró con sorpresa y corrió entre las piedras para alcanzarlo.

—¿Caballos? ¿De qué hablas?

—¿En serio crees que caminando llegaremos a tiempo? —le reprochó Heeseung.

—Bueno, tenía la esperanza —dijo Sung-Hoon, rascándose la barbilla—. Aunque los caballos tampoco son muy veloces.

—No, pero tampoco creo que vayan a asesinar al pelo de ceniza tan fácil. Es difícil de creer.

—¿Difícil o sospechoso?

—Ambas cosas —respondió Heeseung, dándole la razón—. Será mejor que nos demos prisa.
La noche era fría, pero la calidez que brotaba de sus corazones, impulsada por la esperanza y la determinación, les hacía creer que aún podían llegar a tiempo.


El viaje hacia Thalir fue mucho más breve de lo esperado debido a los caballos, sin embargo, la preocupación hacia que cada minuto se sintiera eterno. El eco de los cascos resonaban en el camino empedrado, mezclándose con el sonido del viento frío que parecía advertirles algo al oído. Heeseung y Sung-Hoon avanzaron con cautela, conscientes de que algo estaba mal.

—¿Qué pasa? —susurró Sung-Hoon, transformando sus manos en garras como señal de alerta.

—No lo sé, pero no me agrada. —respondió Heeseung.

El sonido de un jarrón quebrándose hizo que ambos voltearan bruscamente. El sonido de unos pasos que resonaron entre el murmullo del viento envolviéndolos por completo.

—Sabía que caerías en la trampa. —la voz grave de Jay retumbó entre las paredes emergiendo de entre las sombras.
El soldado del rey caminaba con paso decidido empuñando una espada que resplandecía con la luz de la Luna. Soldados rodeaban todas las puertas de escape impidiendo el paso a los dos hombres

—Así que, ¿Todo esto era para mí? —respondió Heeseung con un tono de sarcasmo—. Me halaga tu atención, pero, no te molestes, no tengo tiempo para jugar contigo.

—Tarde o temprano, todo criminal comete un error. Y ustedes cometieron un error al poner un pie en Thalir.

—¿Eso crees? —Heeseung sonrió con burla, pero sus ojos analizaban los movimientos de Jay buscando algún punto débil.

—Heeseung no es momento de provocarlos. —gruñó Sung-Hoon moviéndose para quedar a espaldas de su compañero.

Hay no les dio tiempo para seguir hablando. Ordenó a sus hombres atacar con un gesto rápido. Heeseung desenvainó una daga, mientras Sung-Hoon se transformaba en un lobo gigante, atacando sin piedad a los primeros hombres que se abalanzaron sobre ellos.
El combate era feroz, Heeseung se movió rápidamente debido a su capacidad de visión a pesar del parche. Sung-Hoon atacaba las filas destrozando sus cuellos con sus colmillos, sin embargo, a pesar de ello, el número de soldados era considerable.

Hay desenvainó su espada finalmente uniéndose al combate. Con una rapidez estampó un golpe en el estómago de Heeseung que salió volando hasta golpear con una columna de cemento que colapsó debido al impacto.

—¡Heeseung! — Sung-Hoon intentó ir en su ayuda, pero un grupo de soldados lo rodeó, obligándolo a retroceder.

Heeseung apretó los dientes tratando de bloquear cada golpe que Jay soltaba por todo su cuerpo. Los rumores acerca de aquel hombre eran ciertos, su fuerza era equivalente a la de 3 hombres. Jamás había detestado tanto las habilidades naturales de otros tanto como en ese momento.

—Haz algo por tu cuenta… —susurró Heeseung en un intento por amenazarlo.

Jay golpeó su brazo haciendo que su daga cayera al suelo con un sonido metálico. Antes de que pudiera recuperarse, Jay lo derribó con un golpe en el abdomen que lo dejó sin aire. Ni siquiera había utilizado su espada.

—¡Heeseung! — Sung-Hoon intentó llegar a él, pero un soldado logró inmovilizarlo con cadenas reforzadas.

—Atenlos. El Rey querrá interrogarlos. —Ordenó Jay guardando su espada una vez más.

Heeseung levantó la cabeza con esfuerzo, su parche cubierto de sangre y sudor debido a la cicatriz que había explotado volviendo a abrir heridas pasadas.
Sung-Hoon era arrastrado a lado suyo ya transformado en humano. Heeseung lo observó escupir sangre entre murmullos que se perdían entre el marchar de los soldados que los trasladaban al castillo.

—Mierda Sung. Te dije que te transformaras en un ratón. —intentó bromear en medio del caos.

Sung-Hoon sonrió apenas un poco levantando su rostro golpeado para verlo de frente. El corazón de Heeseung terminó de romperse al verlo tan herido.

—Supongo que a la próxima tendré que hacerte caso.
Las puertas del castillo se abrieron hasta conducirlos a la sala del trono. Jay soltó sus cuerpos ahí con brusquedad obligándolos a inclinarse en el salón ante la figura del Rey que los observaba en completo silencio desde su lugar.

—Heeseung y Sung-Hoon, ¿No es así? Me alegro de verlos. —Jake recobró su postura para observarlos mejor.

—Los encontramos intentando entrar por la puerta de comercio. —Informó Jay casi escupiendo las palabras.

—Ah, así que en realidad Sunoo si adivinó sus nombres. —Jake pareció comentarle en voz alta al elfo que se encontraba a su lado con el brazo vendado debido al ataque de Riki.

—Sunoo es hábil. —Fue lo único que Jungwon respondió.

Sung-Hoon levantó la vista tras aquella afirmación, encontrándose con la mirada del elfo que lo observaba detenidamente, como si buscara incluso entre sus huesos.

—¿Dónde lo tienen? —el cambiaformas preguntó tragándose su dolor para poder articular palabras.

—¿Te refieres a Riki? —Jungwon fue quien respondió—. A estas alturas debe estarse pudriendo junto. Asus heridas en alguna celda del subterráneo.

—Hablemos de ustedes. —El Rey Jake retomó la conversación llamando la atención de ambos—. Heeseung. ¿Qué haces aquí?
El hombre del parche sonrió removiendose en el suelo hasta conseguir incarse con dificultad debido a las cadenas que lo mantenían fijo al suelo.

—Me temo que no me encuentro aquí para manchar su piso con mí sangre, su majestad. —soltó con un tono lo suficientemente frío y sarcástico.

—¿Entonces? ¿Por qué intentas abrir el Grimorio?
—Sin duda, esa era la pregunta que esperaba…
El retumbar del cielo anunciando una próxima tormenta hizo que aquella madrugada se sintiera mucho más fría de lo habitual.

O solo eran los hilos del destino, que finalmente se alineaban como debían.

A la misericordia la envuelve el velo del miedo,
Y el miedo, es un reflejo del abismo desconocido.
Cuando el temor me sacude, estoy vivo, despierto,
Esperando que el porvenir no sea el pozo de lo perdido.

Volvimos, lamentamos haber tardado
en darles actualizaciones a los que siguen
este fic, pero ya estamos aquí...

Espero que les guste este capítulo, se
viene lo bueno...

Nos leemos a la próxima...bais ♡

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