Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La playa

No podía creerlo cuando vi su mensaje. Después de tres semanas de silencio, de estar bloqueado, ignorado, Lolita finalmente me había desbloqueado.

El celular vibró en mis manos mientras caminaba por la casa, como cada día, entre pilas de papeles viejos, latas vacías y todo tipo de objetos que había recolectado. Me quedé mirando la pantalla, mis ojos repasando su nombre una y otra vez, como si fuera algún tipo de truco, como si no fuera real.

—Hola, Elmer. ¿Cómo estás? —decía su mensaje.

Mi corazón empezó a latir más rápido. Sentí un calor subir desde el pecho hasta la cara, como si algo en mi interior hubiera estado esperando ese momento durante todo ese tiempo. Me senté en el borde de la cama, sin soltar el celular y antes de que pudiera detenerme, las lágrimas empezaron a caer. No era tristeza, no era rabia. Era una mezcla de todo lo que había sentido esas semanas: la soledad, la desesperación, el vacío. Y ahora por fin llegó algo de alivio. Lolita había vuelto a mi vida.

Respiré hondo y me sequé la cara rápidamente con mi camiseta. No quería que ella supiera lo mal que lo había pasado. No quería parecer débil. Así que, en vez de responderle de inmediato, me quedé mirando su mensaje, pensando en qué decir, en cómo sonar casual, como si las últimas tres semanas no hubieran sido un infierno para mí.

Pasaron tres horas antes de que finalmente me animara a escribirle de vuelta:

—Hola, Lolita. Claro que te extrañé.

Inmediatamente, me arrepentí. No quería sonar tan necesitado, pero las palabras ya estaban ahí, enviadas. Ella respondió enseguida.

—¿En serio me extrañaste? —me escribió, con un tono dulce que siempre me había desconcertado.

Quería decirle la verdad. Quería contarle como cada noche me había costado dormir pensando en ella, como cada día me sentía vacío, como incluso había dejado de salir con el carro a recolectar cosas porque no tenía energías para nada. Pero en vez de eso, decidí hacerme el duro. No quería que ella supiera cuánto me había afectado.

—Bueno, un poco —escribí, tratando de restarle importancia—. Pero ya sabes, he estado ocupado trabajando.

Otra mentira. No había estado ocupado en lo absoluto. Mi vida se había paralizado desde que ella me bloqueó, pero no iba a admitirlo.

Ella no respondió enseguida y durante esos segundos de espera, mi mente empezó a divagar. Me preguntaba qué había estado haciendo durante todo ese tiempo. Tal vez había salido con otras personas, tal vez se había olvidado completamente de mí.

Finalmente, respondió:

—Me da pena, Elmer. Es que… no tienes amigos, ¿verdad?

Su comentario me dolió más de lo que esperaba. Era verdad. Nunca había sido una persona de amigos, pero que ella lo mencionara de esa manera, con esa frialdad, me hizo sentir aún más solo. Me quedé mirando la pantalla, sin saber como mierda responder. Durante esas tres semanas, ella había estado fuera de mi vida y ahora, ella volvía para recordarme lo solitario que era.

—Bueno, no muchos —respondí al fin, tratando de sonar indiferente.

Y entonces ella soltó la bomba:

—Bueno, yo estuve de vacaciones. Me fui a la costa atlántica. Necesitaba alejarme un poco de todo. Siempre salgo de vacaciones en estas fechas.

Leí su mensaje una y otra vez, intentando procesar lo que decía. Mientras yo me había consumido en la soledad, ella se había ido de vacaciones a la playa. Se me vino a la mente la imagen del mar, un lugar al que nunca había ido en toda mi vida, porque Bolivia no tiene salida al mar.

La brisa maritima, las olas rompiendo en la orilla… era un mundo que yo ni siquiera podía imaginarme. A pesar de que ella era más joven que yo, había vivido experiencias que yo nunca conocería. Mientras ella disfrutaba de las olas y el sol, yo estaba atrapado en mi casa, rodeado de mis gatos y de mis propios miedos.

Sentí mucha frustración. Esa emoción que había sentido al principio, la alegría de volver a hablar con ella, desapareció en un instante. Me quedé mirando por la ventana, viendo el patio lleno de objetos inútiles que había acumulado con el tiempo. Todo aquello de lo que ella había huido: la toxicidad de nuestra relación de amistad, como ella lo llamaba. Me dijo que necesitaba un ambiente agradable, un respiro y mientras me lo contaba, podía imaginarla en la playa, en bikini, con sus pies en la arena, riendo con gente que yo ni conocía.

Mis pensamientos empezaron a dar vueltas. No solo me había bloqueado, sino que había huido a la playa mientras yo me consumía en la tristeza. De repente, me sentí insignificante. ¿Qué importancia podía tener yo en su vida si ella podía irse tan fácilmente, tan lejos, a disfrutar mientras yo me ahogaba en mi propia miseria?

Me levanté bruscamente, sin siquiera responderle. Dejé el celular sobre la cama y caminé hacia la puerta de la casa. Necesitaba salir, aunque fuera al patio. Miré alrededor, el desorden que había creado en todos esos años. La basura acumulada, los objetos que ya no servían para nada. Era mi reino y también mi prisión. Sabía que si no hacía algo pronto, las autoridades vendrían a echarme de la casa. Mi vecino había presentado una denuncia y no era la primera vez que lo hacía.

Suspiré, con el cuerpo tenso de frustración y de mal humor. Agarré una escoba y comencé a barrer un poco. El polvo se levantaba en el aire, mezclándose con el calor sofocante del mediodía. Cada movimiento me recordaba lo lejos que estaba de cualquier vida que pudiera compararse a la de Lolita. Ella, en su hotel de la costa atlántica, disfrutando de sus vacaciones, mientras yo barría el patio de una casa que probablemente perdería si no hacía algo pronto.

Me detuve por un momento y me apoyé en la escoba, mirando el horizonte, aunque no había mucho que ver más allá del montón de chatarra que rodeaba mi casa. El sol golpeaba fuerte y el sudor veraniego empezaba a correrme por la frente. Pero no importaba cuanto trabajara, no importaba cuanto intentara limpiar, la sensación de frustración no desaparecía.

Finalmente, volví a entrar a la casa. El celular seguía en la cama, la pantalla apagada. Me acerqué lentamente, sin ganas de enfrentarme a lo que fuera que Lolita hubiera escrito después de su último mensaje. ¿Qué podría decirle? No podía competir con sus vacaciones, con su libertad. Yo no era más que un hombre atrapado en una vida que no había elegido, con sueños que nunca se cumplirían.

Tomé el celular y vi que tenía un nuevo mensaje:

—¿Estás ahí? ¿Por qué no me contestás?

Cerré los ojos, intentando controlar la ira
que se estaba acumulando dentro de mí. ¿Cómo podía ella ser tan insensible? ¿Cómo podía esperar que yo estuviera bien después de todo lo que había pasado, después de enterarme de que había estado en la playa mientras yo me consumía por dentro?

—Sí, estoy aquí, Loli —le respondí—, solo necesitaba un momento para ir al baño.

Sabía que no era la respuesta adecuada. Sabía que estaba siendo evasivo, pero no podía expresar lo que realmente sentía. No quería que ella supiera cuán profundamente me había afectado su ausencia.

Pasaron unos minutos antes de que ella respondiera:

—Espero que estés bien, Elmer. De verdad. Pero necesitaba alejarme un poco, ¿entendés? No quería que esto entre nosotros se volviera tóxico.

La palabra «tóxico» resonó en mi mente como una patada en la cabeza. ¿Tóxico? ¿Eso éramos nosotros? Tal vez tenía razón, tal vez nuestra amistad, si es que se le podía llamar así, estaba condenada desde el principio. Pero dolía, dolía que ella pensara así. Yo solo quería estar cerca de ella, ser parte de su vida, aunque fuera de manera distante. Sin embargo, siempre parecía que había algo en mí que no encajaba, algo que la hacía huir.

—Lo entiendo —escribí, aunque no era del todo cierto—. Solo que me tomó por sorpresa. Eso es todo.

Ella no respondió de inmediato, y el silencio que siguió fue más insoportable que cualquier cosa que hubiera dicho. Sentí que había algo roto entre nosotros, algo que probablemente nunca se arreglaría. Y aunque había deseado durante semanas que ella me desbloqueara, ahora que lo había hecho, me daba cuenta de que tal vez hubiera sido mejor si nunca lo hubiera hecho.

Finalmente, llegó su respuesta:

—Gracias por entender. No quiero perderte como amigo, Elmer. Pero necesito que las cosas sean diferentes, más saludables para vos y para mí.

¿Saludables? No sabía ni siquiera qué significaba eso en este contexto. ¿Cómo podía nuestra relación ser más saludable cuando lo único que yo quería era estar cerca de ella, mientras ella parecía querer alejarse? Encima se fue unas semanas a pasarla bien a un hotel y nunca pensó en mí...

Sentí una tristeza profunda invadirme nuevamente. Sabía que, aunque ella me había desbloqueado, algo había cambiado, no podía dejar de imaginar cosas, ella en bikini tomando sol y noches de fiesta con alcohol. Estaba muy enojado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro