Epílogo
Después de tantos años, sentarme a escribir pensar en el extravagante pasado, me parece un poquito surrealista.
Pensar en todo lo que ha aconteció, en todo lo que he vivido y en lo que nunca llegué a tener.... He escrito miles de palabras a lo largo de mi vida, pero nunca me había detenido a reflexionar realmente sobre mí, sobre lo que significaron todos esos años de espera y de escribir sobre alguién sabía que jamás volvería a mí.
Lolita. Su nombre sigue sonando en mi cabeza como una canción de cuna que no puedo sacarme de mi mente, a pesar del tiempo, de la distancia y de las barreras que nos separaron.
Es irónico como un ser humano puede quedar atrapado en un sentimiento, incluso cuando la realidad lo somete con dureza una y otra vez, recordándole que no hay nada más. Que no hay un futuro y ni siquiera un presente. Pero esa fue mi vida durante un buen tiempo.
Atrapado en ese limbo, escribiendo, soñando, esperando que algún día las cosas cambiaran para bien.
Recuerdo cuando todo comenzó. Aquellos primeros días en que Lolita y yo intercambiábamos mensajes, cuando la distancia parecía algo tan trivial, algo que eventualmente solucionaríamos.
Yo nunca fui bueno con la plata y siempre tuve la sensación de que esa sería una barrera, pero aún así me decía a mi mismo que el amor podría superar cualquier cosa. Eso era lo que siempre pensé: que el amor sería increíble y que mis miedos desaparecerían como por arte de magia.
Que de alguna forma las cosas se alinearían y un día estaríamos juntos, riéndonos de todas esas dificultades. ¡Qué ingenuo fuí!
A medida que pasaban los años y ella me bloqueaba una y otra vez, cada vez que discutíamos o cuando sus amigos intervenían, supe que algo andaba mal. Pero yo seguía ahí, intentando, persistiendo como si nada más importara. Realmente quería forjar mi destino.
Tal vez era la imagen de ella que se había formado en mi mente, la ilusión de que ella podría ser la solución a todo lo que me faltaba. Quizás pensaba que si lograba estar con ella, todos mis problemas desaparecerían, que mi vida sería mejor.
Que finalmente tendría a alguien que me entendiera, que me apoyara. Pero en retrospectiva eso nunca iba a suceder. Lolita y yo éramos dos personas completamente distintas, de culturas diferentes, con expectativas distintas de la vida.
La gente me decía que dejara de tener esperanza, que pasara página, que buscara a alguien más. Pero la argentina, siempre estaba en el fondo de mi corazón y había una constante comparación con Lolita.
Nunca le di una oportunidad real a nadie, porque en el fondo siempre estaba esperando que Lolita volviera a mi vida, que me desbloqueara, que me dijera que todo había sido un malentendido y que me dijera que me amaba fervientemente.
Mi rutina nunca cambió. Me levantaba, empujaba mi carro y salía a cartonear, y al final del día me sentaba frente a la computadora para escribir algo sobre ella. Los poemas, las historias... eran mi forma de mantenerla viva en mi mente. Cada palabra era un intento de aferrarme a algo que ya no existía.
Sin embargo y a pesar de todo seguí escribiendo, porque no sabía qué más hacer. Lo único que sé, es que después de tantos años, yo estoy listo para limpiar mi casa, pero no de cambiar mi trabajo.
Tal vez no haya una gran historia de amor en mi futuro, tal vez no haya grandes logros, pero al menos puedo vivir sabiendo que ya no estoy atrapado en mi cárcel.
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