«La profecía que te puedo ofrecer»
Siempre me pregunté por qué el tío Bruno hacía un ritual para usar su don. Ninguno de nosotros lo necesitó antes, lo manifestamos a la perfección, como si fuera otra extremidad de nuestro cuerpo. En cambio el tío Bruno, en su cueva de visiones, tenía el suelo cubierto en grandes cantidades de arena. Llevó algunas hojas secas, y otras más verdes que despedían un olor extraño al prenderles fuego.
—Eh... ¿Tío Bruno, para qué es esto? —pregunté, pues el olor extraño y la oscuridad de la cueva, comprensiblemente, me ponían incómodo.
—El fuego, es el elemento de la transmutación. Convierte las energías negativas en energías limpias. La tierra conecta con el futuro más sólido posible, hace claras las visiones. —Hizo una pausa y arrojó un puño de sal sobre su hombro—. Sal para la buena suerte.
Exhaló aire, sacudió las manos con nerviosismo y las extendió a mi para que las tomara. Poco a poco sus iris se tiñeron de un verde brillante, fluorescente. El agarre de sus manos ásperas se limitaba a solo formar una clase de gancho entre nuestros dedos, nunca alcanzando nuestras palmas.
—Si ves algo malo, no te asustes.
Asentí pasando saliva antes de que una corriente de aire frío nos rodeara velozmente. La arena a nuestro alrededor se elevó en un vórtice, posterior a eso, nos rodeó en una clase de domo que no me permitió visualizar nada afuera de él. Me puse un poco ansioso mientras veía como la arena destilaba un brillo verde, de la misma tonalidad que los ojos de mi tío. Lo miré a él, su expresión perdida se me asemejó a la de un zombie antes de que me hablara sin girarse a verme.
—¿Puedes ver algo?
Caí en cuenta del propósito por el que yo estaba allí con él. Devolví mi vista al domo que nos rodeaba tratando de encontrar algo en él, alguna forma, y entonces la vi, parecía una clase de cóndor que volaba sobre nosotros, y al seguirlo miré que voló cerca de quién parecía ser yo.
—Allí estoy —le dije—. ¿Qué está pasando?
—Aah, no estoy seguro, debo concentrarme.
La imagen del Camilo de arena encaró al horizonte, reconocí ese lugar, esas montañas eran los límites del Encanto.
—¡Estás abandonando estas tierras! No, no solo es eso... Estás saliendo de Colombia.
Mi corazón comenzó a acelerarse. No sabía si de miedo o emoción, sentí que un Yonke que colgaba de mi pecho se soltó y descendió en caída libre hasta mi estómago. De repente dejé de respirar. Pude ver que junto al Camilo de arena estaban el tío Bruno y Dolores. Después miré muchas cosas; un avión, edificios, era una visión extremadamente explícita y después una explosión de amarillo, el Camilo de arena sonreía resplandeciente, estirando sus brazos y bailando tal y como siempre he hecho.
—Parece que tu futuro es feliz, es alegre —en el rostro de mi tío, una sonrisa de alivio se dibujó, a la par que una lágrima recorría su mejilla izquierda. Nunca antes había tenido una visión dónde las cosas parecieran ir bien—. Espera, hay alguien más.
Camilo en la visión estiró los brazos y una figura humanoide apareció, acercándose a él, sujetando su cadera y atrayéndolo en un beso. Mis mejillas se coloraron, nunca antes había tenido una novia, ni tampoco había dado un primer beso.
—¿Quién es? —pregunté ansioso, acercándome a ver a esa misteriosa persona.
—Ah, no lo sé, no le conozco.
Sentía que en cualquier momento desfallecería. La ansiedad y la curiosidad me roían la piel. Pero entonces la figura se hizo más alta que yo, con brazos fornidos y una clase de barba. Pronto, lo que jamás imaginé que pasaría se dibujó...
—¡Estoy besando a un hombre! —exclamé indignado, enojado, inconforme. Miré a mi tío esperando a que terminara la visión.
—Está pasando algo más..., algo importante.
La imagen del varón que me besó se desvaneció junto a los otros granos de arena. Después el Camilo de arena pareció llorar, lamentarse, llevando sus manos a su pecho, como si sufriera un dolor inmenso, y después se arrodilló sobre el sueño, haciendo que la visión terminara, un último rayo de luz verde iluminó la cueva por un fugaz momento. La arena cayó como lluvia. El tío Bruno se cubrió con la tableta de vidrio jade que sostenía y después contempló la imagen de un Camilo arrodillado en el suelo, lamentándose.
—¿No es maravilloso? Estabas feliz, estabas contento y todo parecía ser increíble. Bueno, al final tuvimos una sorpresa, pero fuera de eso todo es... pésimo, como siempre.
Aunque al principio sus palabras eran de emoción y alegría, luego de ver mi cara enojada y mi puchero se desanimó. Dejando que la tableta cayera al suelo pero no se rompió al caer sobre la arena.
—Ah, genial, después de todo solo soy un marica.
Debo admitir que estaba un poco decepcionado de lo que miré. Habiendo tantas cosas que pude haber hecho, tantas mujeres hermosas y exóticas con las cuales salir, tenía que fijarme en un hombre al cual ni siquiera conozco aún, y que encima, parece ser al menos cinco años mayor que yo. Para condimentar mi tragedia, al final de la historia me rompe el corazón. ¡Todos los hombres son iguales!
—No sabía que eras de los que tenían problemas con las personas así —dijo mi tío, con un toque de decepción en su voz, que no pasó desapercibido para mis oídos.
—No es que tenga algo en contra, pero es que eso no es normal. Nunca antes he visto a dos hombres besarse o salir.
—Pues no, evidentemente, porque toda tu vida has estado dentro del Encanto de Colombia. Allá afuera, en el mundo, hay muchísima gente que sale con personas de su mismo género. Tengo incluso un par de amigos que se casaron el año pasado, y son muy felices juntos.
—Sí, suena fantástico. ¿Pero yo? Esas cosas no son para mí. Nunca me ha gustado un chico.
—Pues tampoco una chica, por lo que noto.
Bufé. Esa conversación me estaba poniendo de mal humor.
»De cualquier modo, no pienses solo en lo que no te gustó, hasta te pareces a la chica del pez. Reaccionó igual que tú; le hablé sobre como su familia saldría adelante pero solo escuchó la parte en la que su pez muere y fue a regar mala leche sobre mi. Anímate, Camilo, no pongas esa cara. ¿No recuerdas todo lo que tu visión abarcó? Aviones, ciudades, fiestas, estabas feliz con eso.
Ese era un buen punto. Nuevamente comencé a sentirme emocionado, feliz por ver las cosas maravillosas que el futuro me preparaba. ¿Qué tan excitante sería vivir todo eso en carne propia?
Miré la tableta de la visión, la sostuve y le quité la arena de encima. Era incómodo ver una imagen tan dramática de mi mismo. Me dió miedo, pero también, me llené de curiosidad por ver qué tan feliz podía ser antes de terminar destrozado.
—Oye, sé que al final todo parece ser amargo, pero esa es la profecía que te puedo ofrecer —me dijo con su tímida voz y su insegura postura. Me miró con los ojos de un sabueso entristecido, mientras yo solo guardé silencio dubitativo—. Yo... yo podría ayudarte a salir del Encanto.
—¿Cómo?
—La razón por la que vine no es solo por una visita, la verdad es que necesito ayuda de Dolores. Tuve una visión en el trabajo, dónde al rastrear a un grupo que llevamos años persiguiendo, caímos en una trampa. No pudimos comunicarnos para pedir refuerzos. En cambio, si usamos el don de Dolores, podemos espiarlos a una distancia segura, así podríamos atraparlos en su propia trampa. Si quieres, diré que también te necesito a ti, y si te gusta, puedo hacer que te quedes conmigo. Viviríamos algunos años en Bogotá, pero después, tendrías misiones en todo el mundo. Conocerás tanto como puedas, y tal vez, en alguna parte, te encuentres a ti.
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