Me levanto de la camilla, comienzo a buscar la ropa que se encuentra esparcida por mí alrededor. Comienzo a vestirme entre sollozos y una agitada respiración.
Yo se lo pedí, entonces ¿por que dolía tanto? En tan solo pensar como él debe sentirse empeora mi estado, dejándome a la deriva entre estas cuatro paredes.
Me recuesto, esperando que las horas pasen lo más rápido posible y volver a mi 'hogar' aunque eso solo signifique una cosa; tendré que casarme con Alex.
***
Ya habían pasado exactamente dos semanas desde que salí de aquel hospital; dos semanas donde fui suya por primera vez.
Los recuerdos aún pesaban, pero al verme al espejo con un hermoso vestido blanco, los recuerdos se iban para que el presente me atormente en una realidad en la que no quiero estar.
Un sentimiento de angustia me invade, mi garganta comienza a arder y mi estómago ruge. Corro hacia el baño y un líquido se desprende de mi boca para caer en el inodoro. Me lavo rápidamente la boca, intentando quitar el amargo sabor que quedó en mi boca. ¿Acaso enferme? ¿Serán los nervios? Inhalo y exhalo, esperando encontrar algo de paz en mi estómago que no deja de doler.
Vuelvo a mi habitación y mi madre entra, con una falsa sonrisa plasmada en su rostro. Le sonrío, para que no se preocupe. No quiero que sepa que hace menos de un minuto expulse todo el desayuno por el inodoro.
—Hija, se que esto parece algo obvio pero... ¿como te sientes?— suena tranquila, pero se que solo pone demasiado esfuerzo en no decirme que cancele esta boda.
—Yo... quisiera decirte que estoy bien, pero nada a mejorado— me sincero.
Sus labios despiden un suspiro.
—¿Estuviste llorando hija?— dice mientras acariciaba mi mejilla, al parecer limpiando una lágrima que no había notado.
—No... yo, solo bostece madre, debe ser por eso que ni la note— afirme.
—De acuerdo, pero si te sientes mal sabes que podemos hablar sobre ello. No tienes que hacer esto realmente— vuelve a sonreír, dándome el aliento que yo necesitaba. Pero aún así, la verdad cae sobre mi como una roca de culpa; no quiero arruinar la reputación de mi madre, jamás permitiría eso.
—Lo se mama, pero esto es lo que he decidido. Creo que, en un futuro, las cosas con Alex podrán mejorar— intento darme ánimos, pero se que él jamás cambiaría su forma de ser.
—Esperemos que así sea. Bueno; ahora hablemos del vestido, te queda precioso Bella— al escuchar mi nombre 'falso', no puedo disimular mi mala cara.
—Si... lo es— bacilé en mi propia afirmación.
—Pronto vendrá la maquilladora, te dejará más bonita aun— sonríe dándome ánimos. Sonrío de igual forma para no preocuparla aún más, observo mi reflejo en el espejo, las ojeras que costarían mucho maquillar hacen notar cuántos días he parecido de insomnio y llorando por él.
La puerta se abre, mostrando a Sam y a la que suponía, la maquillista.
—Miren a quien tenemos aquí, la novia más linda— su voz irradia la felicidad que en su rostro cuesta demostrar. Ella odiaba a Alex.
—Claro, y tu la madrina mas bonita— digo fingiendo entusiasmo. La empleada no debería saber que esto solo era forzado.
—Bueno yo debo irme a cambiar para la boda de mi primogénita, luego nos veremos en la iglesia— dice mi madre para luego besar ambos lados de mis mejillas y las de Sammie.
—Yo tambien debería irme, solo acompañe a la maquilladora hasta tu habitación— se despide de mi y se va.
Una vez mas me siento sola en este gran cuarto el cual no le falta nada. Siempre supe que lo material no se comparaba con la felicidad, ningún objeto podría suplantar los sentimientos de uno. Y aunque yo parecía tenerlo todo, no tenía nada.
—Bien, manos a la obra. Aunque eres tan bonita que no será falta tanto maquillaje.— su sonrisa me contagia.
La observe mientras entre sus cosas comienza a buscar algo que sea para mí tono de piel. Empieza a hacer su trabajo, dejando mis párpados de un rosa pálido, mejillas sonrojadas, labios rojo débil y mi cabello está suelto con ondas.
—Ya estas querida, ¿como te sientes? Me costó tapar esas ojeras pero ya haz quedado hermosa. Supongo que de tanto pensar en la boda, apenas si has podido dormir— suena tan inocente, esa mujer no pasaba de los treinta y cinco años. Trago lentamente ante la mención de mi falta de sueño.
—Oh... si, yo estaba algo mhm nerviosa por esto, ya puedes... retirarte. — le digo con media sonrisa. Ella asiente levemente y se dirige hasta la puerta por la cual sale.
Una vez más mi reflejo me hace entristecer, el vestido... el peinado... Todo parecía perfecto, incluso mi rostro lucia bien, pero mi interior estaba hecho trizas, todo dentro de mi se había hecho polvo. Unas lágrimas me traicionan y no soy capaz de detenerlas.
Aún así, tan rota y frágil, comienzo a limpiar con cuidado las lágrimas cuidadosamente, no quería estropear el excelente trabajo de esa maquillista.
Comienzo a bajar las escaleras y me dirijo hacia el auto que me llevará a la iglesia. Rafael, el guarda, me ayuda a entrar al auto con cuidado de no estropear el vestido.
Un recuerdo llega a mi mente en cuanto el me dedica una sonrisa forzada.
*— Manfred, ¿podrías abrirme? —
—Señorita Leenards, usted debería estar descansando, ¿su padre le dio permiso para salir a estas horas de la noche?—
—Yo realmente debo irme, tengo una pijamada con mis mejores amigas y ya me estoy retrasando, ¿quieres que llame a mi padre y te pida de abrir la puerta por si mismo? Sabes que odia que lo despierten en su hora de dormir, ¿verdad?— *
Me río ante mi travesía de escaparme para poder cumplir el sueño de una adolescente caprichosa. Sin duda, haberme escapado había sido un error del cual no podía arrepentirme.
Suspire, volviendo al presente. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de mi partida.
Rafael abre la puerta del móvil y tiende su mano, la cual tomo y con la otro sostengo mi vestido.
Podía sentir los nervios asomándose mientras más me acercaba a la entrada de la iglesia. Había demasiados paparazzi en la entrada, así que no tuve otra opción más que posar para ellos. Debía actuar gentil.
Sonrío y guarda las ganas increíbles que tenía de llorar para después de todo este espectáculo. Comienzo a entrar al lugar, ya iba de retraso y eso a Alex no iba a gustarle para nada, de echo ya lo imaginaba gritándome por mí tardanza.
Con mi entrada, la música comienza a sonar, dos pequeñas detrás mío comienzan a lanzar pétalos de rosa. Alex al verme, sonríe forzadamente. Es obvio que esto también era tan sofocante tanto para el como para mí. Él no me quería más que para tener un puesto importante.
Al llegar al altar, el toma mis manos y se acerca a mi. Tensé la mandíbula.
—Llegas tarde— dice a regañadientes. Se separa y ambos sonreímos.
El padre comienza a hablar, mis manos no dejaban de temblar. ¡Realmente haría esto! Aunque eso signifique renunciar a mi felicidad.
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