treinta y siete
Cuando nuestros labios se separaron, clavé mis ojos sobre los tuyos.
"Me gustas mucho, Ciel", confesé por fin.
Sentí que me libraba de un gran peso, cuando murmuraste:
"Y tú me gustas a mí, Sebastian"
No hacía falta algo más que aquel débil susurro, para poder descifrar el sentimiento que habitaba en ti, en tu corazón.
Después de aquella confesión, te besé.
Quizás, lo hice tantas veces como los días que había en el calendario.
Pero sentía que aún me faltaban días.
Y es que, ¿cómo no querer probar constantemente el sabor a miel de tus finos labios?
Maratón 2/10
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