cuarenta y siete
Luego, te recostaste sobre la alfombra.
Apoyaste tu cabeza en mis piernas, y no pude evitar enredar mis dedos en tu sedoso cabello.
Tras una breve charla en susurros y un beso en la frente, te quedaste dormido.
Y yo, no podía apartar la vista de ti.
Volveré a reiterar: eres una maldita obra de arte, que hace que no quiera mirar a nadie más.
Es que en realidad, no podía mirar a nadie más.
No podía pensar en nadie más, por más que quisiera.
(No quería, ni quiero, tampoco voy a querer).
En mi mente vives sólo tú, tú, tú y tú de nuevo.
¿Y adivina qué?
Me dormí, pensando en ti.
Especial 2/?
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