Capítulo Diecisiete: Las voces
Capítulo Diecisiete: Las voces.
Azhar.
Me muevo al ritmo de la música ¿Alguna vez mencioné cuánto amo bailar?
Conectarse con la música, sentirla correr por tu sistema y moverse al ritmo de los sonidos que vibran por tu cuerpo es increíble. Cuando bailo no hay problemas, no hay rarezas, pensamientos o preocupaciones.
Cierro los ojos y alzo los brazos mientras me muevo, el cabello se me pega al rostro húmedo por el sudor, me siento acalorada, pero no importa. Sonrío cuando siento unos brazos envolverme desde atrás, cuando bajo la vista me encuentro con el reloj obscenamente caro de Albert y cuando miro al frente, África y Rebecca se encuentran riendo mientras bailan entre ellas. Amo a estos locos, me encanta cuando nos reunimos a conversar, festejar, fumar o solo estar, llenan un vacío en mi interior y me hacen pensar que hay personas que se preocupan por mí y me aman.
—Sexy, sexy, sexy —Canturrea Albert en mi oído antes de hacerme girar—. Mis amigas las mujeres más guapas.
Acerco mi rostro al suyo hasta que nuestras narices se presionan y nuestros labios se rozan, sonriendo le envuelvo los brazos alrededor del cuello. Mi chico favorito.
—Mi amigo Albert el sexy.
—Siempre sexy, nena.
Riendo giro con él y bailamos, luego África me abraza desde atrás y Rebecca la abraza a ella, somos un raro sándwich riendo y bailando, seguramente llamamos la atención, pero ¿A quién carajos le importa?
Cuando tenemos sed no dudamos en acercarnos al bar y entre tantas personas, África de una manera encantadora no los consigue sin perder tiempo y no me lo pienso dos veces cuando me tomo el vodka mezclado con jugo de naranja de un solo trago.
— ¡Perra! ¿Cómo es que siempre olvidas el brindis? —Se queja Rebecca.
—Oh, lo siento, lo siento. Déjame y pido otro —digo riendo y pasando por su lado.
Me apretujo entre dos hombres que primero me ven enojados y luego cómo los cerdos que podrían llegar a ser, se miran entre ellos y se pegan demasiado a mí. Mientras me las arreglo para pedir un trago, luego de una sonrisa, siento que me tocan el culo y que me rozan con una dureza en la que no estoy interesada.
Tomo el trago que me entregan luego de decir que lo agreguen a la cuenta de África y al girarme, estiro una mano tomándole la polla al que se encontraba detrás de mí recostándome algo que no pedí. Parece que le daré una caricia y el muy cerdo sonríe, pero en última instancia bajo la mano y le aprieto con fuerza las pelotas, se pone rojo.
—Si vas a tocarme sin mi consentimiento, entonces también te tocaré, cerdo.
Me encargo de apretarle con las uñas y cuando creo que podría vomitar lo libero dándole un empujón a su amigo y volviendo con mis amigos. Tomo una profunda respiración calmando la molestia que comenzaba a crecer y les sonrío, todo controlado.
—Ahora sí ¿Por qué brindamos? —pregunto tratando de ponerme al día por sobre la música.
— ¡Por la diversión! —grita Rebecca.
Me parece un brindis mediocre, pero lo acepto golpeando mi vaso con el de ellos, lo que consigue que algo de bebida se desborde por mis dedos. Me bebo el trago completo y luego me lamo los restos en los dedos, pero rodando los ojos África toma mi mano y veo bastante entretenida cómo con besos limpia lo que queda en ellos, me guiña un ojo y yo le arrojo un beso.
Acercándome a ella paso un brazo alrededor de su cuello abrazándola a mí mientras nos movemos al ritmo de la música y reímos. Si bien África y yo en muchos aspectos siempre parecemos estar compitiendo o en una guerra fría, la cosa es que nos llevamos muy bien, hay una especie de conexión y química difícil de explicar.
No soy lesbiana y creo que sería pretencioso establecer que soy bisexual porque me gustan muchísimo los hombres, pero no tengo problemas en encontrar a mujeres excitantes y atrayentes, África es una de ellas. Su elegancia, la malicia, la despreocupación y su personalidad inminente atractiva es algo que llama a cualquiera, incluso Albert (un gay orgulloso) establece que se la follaría. Tal vez algunos dirán que hay mujeres más hermosas, que lo exageramos, pero es que tendrías que conocerla para saber que hay una especie de hechizo a su alrededor y ella piensa lo mismo de mí. Tal vez sea por eso que cuando acepto participar en sus encuentros sexuales, ambas la pasamos bien sin incomodidades de por medio.
Albert se distrae con un moreno que desde hace rato le hacía ojitos, Rebecca se une a nosotros y estoy en medio de ambas, la pasamos bien y para el momento en el que Rebecca nos pide que vayamos al baño, Albert está demasiado ocupado frotándose en un baile obsceno con el moreno.
Una vez en el baño, Rebecca entra a un cubículo tarareando y noto que las chicas con risitas y susurros que se ven algo jóvenes quizá entraron con identificación falsa, luego hay otras dos metiéndose algunas píldoras para divertirse mejor.
—No puedo creer que me diera dolor de panza justo ahora —Se queja Rebecca desde el cubículo y sonrío.
—Comiste demasiado, esa es la razón —asegura África sacando un labial rosado oscuro del bolsillo de su falda—. Ahora estás condenada a una diarrea.
—No tengo diarrea, solo es un dolor de estómago fugaz, perra.
—Solo intenta que no apeste —Dice África y luego mira a un par de horrorizadas por la conversación—. ¿Qué? ¿Ustedes nunca han tenido un dolor de barriga en su vida?
Rio por lo bajo mientras hablan de nosotras sobre ser corrientes y baratas. Ah, si tan solo supieran que están llamando de ese modo a dos millonarias elitistas, a veces resulta tan sencillo juzgar y tener prejuicios, pero decidiendo que ellas no valen la pena, concentro mi atención en África pintando sus labios con dedicación, nuestros ojos se encuentran en el espejo y hace una pausa sonriendo con arrogancia.
— ¿Qué? ¿Soy demasiado bonita?
—Pensaba en tu pelirrojo, el del trío, y su extraordinaria boca ¿En dónde lo dejaste? ¿Ya le rompiste el corazón?
—Acke sigue en mi radar, él es realmente bueno en muchas cosas y es inteligente, tampoco se comporta como un idiota.
—Todo lo que escucho es que te gusta.
— ¿Acke es el sueco familiar del Cónsul? —pregunta Rebecca desde cubículo.
—Sí, ese es Acke —Le responde.
Cuando África termina de pintarse los labios, se encuentra sonriendo complacida, lo siguiente es arreglarse el cabello con los dedos, debería verificar el mío, después de todo sudé bastante bailando.
— ¿Me prestas tu labial, sexy? —Canturreo deteniéndome a su lado.
—Tengo una idea —Se gira acercándose a mí—. Una forma más divertida.
Retrocedo y mi culo golpea el borde del estante con los lavamanos. Me sonríe haciendo que enarque una ceja hacia ella. Sus dedos toman mi barbilla y estoy viendo su rostro acercarse al mío. El toque de sus labios es suave, pero sus dientes son malvados tirando de mi labio inferior.
—Oh, quieres ser mala —susurro tomando su rostro en mis manos y atrayéndola más hacia mí.
Es un beso lento y profundo en donde en poco tiempo su lengua acaricia la mía y sus manos se deslizan por mis costados, su rodilla se cuela entre mis piernas y la mueve de manera tentativa mientras nos besamos. Escucho algunas chicas hacer ruido sobre nosotras besándonos cómo si las emocionara o disgustara. Llevo las manos al trasero de África y ella ríe contra mis labios.
— ¿Qué? ¿Se supone que tienen un momento de lesbianas o qué? —Se escucha la voz de Rebecca.
África y yo dejamos de tontear y rio viendo su labial corrido, apuesto que mi rostro también es un desastre. Me giro hacia el espejo y con cuidad me limpio.
—África me prestaba de su labial ¿Quieres un poco?
—Paso —responde—. Levy llegó y trajo golosinas, si quieren algo no duden en pedirle.
— ¿No puedes divertirse por una noche sin eso? —pregunta África terminando de arreglarse el labial y entregándomelo para que lo use.
—Puedo, pero no quiero. En fin, volvamos, quiero saber si Albert sigue con nosotras o follando al desconocido.
—Estoy lista.
—La alcanzo en un minutito —aseguro devolviendo el labial luego de ponérmelo.
Murmuran estar de acuerdo y bajo la mirada de algunas de las chismosas, entro a uno de los cubículos. Ir a tantas fiestas me ha hecho una experta en orinar de pie, semi agachada, sin tocar la tapa llena de tantos gérmenes. Una vez mi negocio está hecho, salgo del cubículo y maldigo cuando me topo con un pecho fuerte.
Alzando la vista, me encuentro con un hombre demasiado atractivo y sexy. Ojos grises con algo de verde en ellos, labios llenos, pómulos altos, cejas gruesas y arqueadas y nariz recta ¡Vaya! Este tipo también podría ser usado para alguna de mis portadas. Es caliente cómo demasiado caliente. El suéter de cuello V se ajusta a la perfección a su cuerpo musculoso muy bien trabajado y esa boca carnosa acompañada de una mandíbula fuerte, casi me hace soltar un pequeño gemido.
—Azhar —dice con lentitud.
Espera ¿Qué? ¿Cómo sabe mi nombre? Sus labios se curvan en una seductora sonrisa, éste hombre es peligro.
— ¿Cómo sabes...?
—Eres bastante popular...
Su acento me resulta extraño, no logro ubicarlo. Salgo de mi trance de "este tipo es sexy" y paso de él cómo puedo para lavarme las manos. A través del espejo veo que me mira y cuando nuestras miradas se encuentran, sonríe.
— ¿Quién eres?
— ¿Tu salvador? —Se acerca y se detiene a mi lado—. Escúchame muy bien, debes tener cuidado y debes ser fuerte. No te subestimes.
Me volteo dándole toda mi atención porque esto suena cómo un mensaje raro y tenebroso, su sonrisa se ha borrado y la seriedad en su expresión es evidente, el ambiente cambia.
—Voy a ayudarte, pero todavía no es el momento, se fuerte ¿De acuerdo? —Suspira—. Es una mierda la vida que te tocó, sé lo que se siente.
— ¿De qué demonios hablas? Deja tus códigos...Quién quiera que seas.
—Dime, Azhar ¿No tienes miedo de tu mente? ¿De lo que te está haciendo? ¿Qué has visto? ¿Qué sabes? ¿Qué olvidas? —Se inclina hacia mí—. Mantente fuerte, fíjate a tu alrededor, observa y sobre todo, trata de no olvidar.
Estirando la mano tomo su muñeca y siento la frialdad de un extraño reloj con una serie de dígitos que claramente no está dando la hora.
— ¿Quién eres y qué sabes de mí?
—Llámame cómo quieras —retira mi agarre—. Nos volveremos a ver.
»Y oye, los recuerdos pueden ser una mierda, pero ¿No te gustaría saber quién eres? Recuerda, Azhar.
— ¡Espera! —camino lo más rápido que puedo para alcanzarlo—. ¡Oye!
Salgo del baño viendo su espalda en envuelta en el suéter azul cielo alejarse, no se gira ante mis llamados y hay tantas personas en esta discoteca que me impiden llegar a él. Lucho para no perderlo de vista, pero se mueve con rapidez y elegancia entre las personas que a mí estorban.
—Hola, guapa.
— ¡Joder! —grito impactando contra el cuerpo de Caleb—. Hazte a un lado.
—No quiero.
—Muévete.
—No, bebé ¿Por qué mejor no nos divertimos? —Me toma por la cintura y me acerca a su cuerpo.
Veo detrás de su espalda, pero ya no hay rastros del hombre misterioso y de nuevo siento una ira comenzando a crecer dentro de mí, va dirigida hacia el tipo reteniéndome.
— ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Acaso me estás siguiendo, Caleb?
—No, esto es una casualidad increíble ¿No crees?
Me hace retroceder ocasionando que mi espalda golpee contra una pared, presiona su cuerpo contra el mío haciéndome sentir su erección. Los encuentros con Caleb definitivamente fueron divertidos, pero ahora está tan insistente y persiguiéndome tanto que quiero sacármelo de encima. Hago el rostro a un lado viendo sus intenciones de besarme.
—Te he visto en las últimas dos fiestas, vienes a mí pidiendo por algo que te he dicho que no da para más. Era sexo, Caleb y ya no quiero follar más contigo. ¡Basta! Deja de seguirme o lo que sea que estés haciendo.
»Me agradas, pero tu teatro me está haciendo enfadarme demasiado.
Es cómo hablar con una pared, porque está demasiado ocupado intentando tocarme el culo y besarme el cuello.
—Caleb, basta. He dicho que no.
—Solo quieres hacerte la difícil.
— ¡Te dije que pararas!
Estoy furiosa cuando cierro la mano en puño y golpeo un lateral de su rostro. Lo golpeo con tanta fuerza que su cabeza se tambalea y sus ojos dan vuelta mientras retrocede con las manos en su cabeza.
—Pequeña zorra...
Me ve con furia y su mano en mi garganta viene tan repentina que no me defiendo. Sus dedos se envuelven con fuerza, cortándome la respiración, las luces son bajas y las personas están tan sumidas en su diversión que no notan que esto no esto no es nada amistoso.
— ¿Crees que no lo sé? —dice muy cerca de mí—. Lo sé todo, Azhar y no digo nada porque me gustas.
Araño sus manos porque mi suministro de aire se hace escaso, acerca tanto su rostro que cuando habla su saliva me salpica y estoy seguro de que desde atrás se ve cómo un beso apasionado.
—Lo sé todo, Azhar ¿Quieres que no hable? Entonces coopera, solo quiero que nos divirtamos.
Golpeo sus brazos queriendo que entienda que no puedo respirar, cuando no cede estiro los dedos hacia su rostro y presiono con tanta fuerza mis uñas que cuando las arrastro por su piel, gotas de sangre caen. Suelta un alarido de dolor llevándose las manos al rostro, eso hace que me libere.
Toso intentando recuperar tanto aire cómo puedo mientras lo veo, siento humedad en las yemas de los dedos y sé que se trata de la sangre que le he extraído.
—Aléjate de mí —Le advierto—. Aléjate. ¿Qué rayos está mal contigo?
No me escucha por sobre la música y cuando veo que quiere atacarme de nuevo me alejo con rapidez. Tropiezo con otros y todavía me cuesta respirar, necesito encontrar a mis amigos o salir de este maldito lugar.
Hay un repentino dolor en mi cabeza que me hace detenerme mientras me llevo las manos para sostenerla, quiero que el dolor pare. Todo da vueltas, pero ahí, entre las personas bailando, la veo. La mujer en esta ocasión lleva un vestido gris pálido ¿Alguien más la ve?
—Ven conmigo —La escucho en mi cabeza—. Se buena y ven conmigo, no dolerá.
Miro alrededor, pero nadie parece verla ¿Por qué habla en mi cabeza? Su sonrisa es cruel mientras extiende una mano hacia mí.
—Es hora, Azhar, ven al sótano —dicen detrás de mí.
Me giro con rapidez encontrando un rostro que sí identifico, pero que me resulta imposible de creer que está aquí.
— ¿Mamá?
—Es hora de que me ayudes.
Al igual que la mujer, su voz resuena en mi cabeza y parece que soy la única que la ve. No, no ¿Qué está sucediendo?
—Basta —susurro—. Basta. Basta. Basta.
—Sunny...Ven conmigo —Canturrea la mujer.
—Azhar, vamos, es hora —dice mamá.
Me siento mareada y un sudor frío comienza a embargarme mientras me estremezco. No he bebido lo suficiente para estar ebria ¿Qué me sucede?
—Es hora, Sunny.
—Es hora, Azhar.
—Basta...Basta...
Pierdo el equilibrio y caigo al suelo, todo da vueltas y arcadas me invaden. Las voces no se detienen.
—Al sótano, Azhar, es hora.
—No debes ser mala, Sunny y lo sabes.
—Basta...Por favor, basta.
Me llevo las manos a las orejas en un intento de querer alejarlas de mi cabeza y lidiar con el dolor que me embarga.
Destellos de vestido azul, alguien pidiendo ayuda, chapoteos, risas, órdenes, zapatos negros... Manos en mi cuello apretando mientras me piden callar, órdenes sobre no ver, susurros...Eso y más llegan en destellos mientras las voces de mamá y la mujer no paran en mi cabeza. Cierro los ojos y los alejo...No quiero escuchar ni ver nada.
Estoy en una especie de trance y grito cuando alguien me sacude. Veo a Albert hablándome, las luces están encendidas y ya no hay voces ni presencias extrañas.
—Vamos, nena, levántate.
—Yo...Ellas...Azul...Cocod... —Balbuceo mientras me ayuda a levantarme.
— ¿Qué pasa? ¿Acaso te metiste alguna mierda durante la hora en la que te perdiste? Por favor dime que no, porque debemos irnos, ahora.
—Vamos, vamos —dice Rebecca apareciendo junto a África—. Debemos irnos rápido.
— ¿Qué-qué sucede?
—Camina, Azhar. Hay que salir de aquí.
Aturdida me dejo sacar de una discoteca donde me doy cuenta la música ha dejado de sonar, las luces están encendidas y las personas se mueven de un lado a otro.
— ¿Qué sucede?
Nadie me responde. Me hacen subir a un auto conducido por algún desconocido y luego trato de entender todo lo que se dicen entre ellos.
— ¡Droga alterada, Rebecca! ¿Te das cuenta? —Sisea África—. Ni siquiera un puto traficante normal, si no que vendió mierda que hizo convulsionar a otros.
—No lo veré más, lo prometo. No sé qué paso.
—Wow, muchas gracias, reina. Decir que lo dejarás nos da paz y borra el hecho de que tu noviecito de cuarta vendió droga adulterada ¡Te ibas a meter esa mierda! Podrías haber sido tú —Trata de hacerla entender Albert.
Hay más discusión entre los tres durante todo el camino y solo cuando llegamos a la casa de Rebecca, en su jardín, no muy lejos del pozo de los cocodrilos y con todos algo más calmados, me lo dicen:
Tres personas, dos hombres y una mujer, comenzaron a convulsionar en plena pista de baile tras haber comprado droga adulterada a Levy. La ambulancia llegó a tiempo para dos de ellos, pero uno de los chicos murió. Mis amigos huyeron, corrección: nosotros huimos. Nos fuimos de lo que creo es la escena de un crimen.
Levy, proveedor de la droga, se fue antes de nosotros. Rebecca no deja de hablar sobre que los hombres de su papá se encargarán de que no nos involucremos, que no es su culpa, que no lo sabía y que no es nuestra culpa. Lo repite tanto porque parece que intenta creérselo.
—Pudiste ser tú ¿Entiendes eso? —La enfrenta África.
—Pero no lo fui ¿Vale? No me relacionaré más con ellos, lo prometo.
—Yo... —Hablo por primera vez en mucho rato— Me iré a casa...Necesito descansar.
Me siento aturdida, las voces, mamá, la mujer, los mareos, dolor de cabeza, náuseas y esos destellos perdidos en mi mentes y ahora esto...
—Voy a irme.
—Sí, yo también me voy antes de perder la clase y terminar dando puñetazos —África comienza a alejarse.
—Sí, creo que necesitamos espacio. Analiza la mierda qué sucedió, Rebecca ¿No es esto una señal de que pares antes de que algo así te suceda? Te amo y me niego a ir un funeral en dónde te encuentres en el ataúd —Albert toma mi brazo—. Vamos, nena, creo que todos necesitamos descansar.
Lo dejo llevarme hacia afuera, luego los tres subimos a un auto y pese a que insisten en dejarme de primero en el apartamento, me niego sabiendo que la madre de Shaina haría un espectáculo y podría correrme. Así que cuando estoy a solas en el auto, recuerdo todo sobre la discoteca, también la librería, el pasillo afuera del apartamento... ¿Qué está sucediendo conmigo?
También recuerdo al hombre del baño. Su acento, sus palabras y su acento.
Y Caleb...Dijo que lo sabía ¿Qué es lo que sabe? ¿Y por qué sonó cómo una amenaza?
Bueno, bueno, yo mejor no digo nada.
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Espero les guste.
Un beso.
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