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Capítulo Cuarenta y tres: No uno ni dos, son tres (+)

Capítulo Cuarenta y tres: No uno ni dos, son tres

Odette


Siento la mirada de André sobre mí mientras miro mi atuendo para la fiesta de esta noche.

Una fiesta muy especial.

Sonrío ante la expectativa en tanto siento el nudo de mi toalla aflojarse un poco, pero no presto atención mientras mis dedos tocan la tela ligera del pantalón que usaré.

—Estoy deseando que caiga la noche —confieso y André suspira.

Volteo, encontrándolo con el cabello despeinado, sentado en lo que siempre llamo su súper silla y de espalda a su gran escritorio con múltiples pantallas.

Le gusta más las ciencias de la medicina y creación de fármacos que la tecnología, pero es increíble en ambas y eso me parece un rasgo bastante atractivo porque además de tener un rostro innegablemente atractivo en el que me encanta sentarme y al que me gusta besar, tiene una inteligencia aún más destacable.

Puedo contar con él para mis planes, me respalda e incluso llena los vacíos o elabora estrategias, está mejorando mi droga porque se propone conseguir que logré vivir sin ingerirla tan seguido, no teme a matar y no teme que yo siempre quiera hacerlo.

André es perfecto para mí.

—No tienes que preocuparte, estaremos bien —digo en un tono demasiado plano porque no soy buena consolando y ya tenemos bastante claro que la empatía hasta el momento parece ser algo de lo que carezco.

—No estoy preocupado por ti, Traviesa, sé que podrás cuidarte, sabes hacerlo, sin embargo, eso no implica que no me sienta inquieto de que te expongas.

—Sabemos que debía suceder, es el gran comienzo.

—Mi cabeza está en juego —Me recuerda.

—No rodará. Les dijiste a esos hermanos locos que todo saldría bien esta noche y lo hará.

Apoya los brazos a un lado de la silla y parece pensarse las palabras antes de volver a hablar.

—Estoy acostumbrado a actuar solo o junto a Jay por lo que sé la veracidad de los resultados, pero esta vez es diferente.

—Atlas lo hará bien —Muy a mi pesar admito las siguientes palabras—: en acción, él puede ser incluso mejor que yo, está mejor preparado.

—No es quién me preocupa.

Es Azhar, no tiene que decirlo en voz alta y tiene sentido que lo haga, pero trato de ser práctica en que ella lo hará bastante bien. Tiene suficiente ira reprimida para alentarla a hacer una matanza y los suficientes recuerdos para hacerlo sin errores.

—Es emocional, pero eso es lo que la impulsa a sacar lo mejor de sí misma.

—Pero está ese detalle especifico que ambos sabemos, podría generar un error y Azhar tiene que llegar a Austria o seré hombre muerto.

—No enviudaré antes de casarme.

—¿Vamos a casarnos? —pregunta arqueando la ceja y dándome la pequeña sonrisa que buscaba.

Camino hacia él y caigo sobre mis rodillas deslizando mis manos por sus muslos mientras me mira desde arriba.

—Me casaré con el único hombre por el que me pongo de rodillas —aseguro enganchando mis dedos en el elástico de su chándal y bajándolo, encontrándolo semi duro.

—No te tildaba por legal ni religiosa.

—Hacerte legalmente mío vale la pena y sobre lo religioso, no pisaría una iglesia —Envuelvo mi mano a su alrededor sintiéndolo crecer a lo largo y en grosor.

Inclinándome hacia adelante y con mi mirada en la suya, escupo en la punta para lubricarlo antes de apretar y deslizar la mano arriba y abajo. Se pone más cómodo y ensancha las piernas.

—Nos casaría alguien con licencia y yo vestiría de negro o verde oscuro. Cásate conmigo, André.

Y juego sucio escupiéndolo nuevamente antes de bajar mi cabeza y deslizarlo hasta mi garganta, babeándome y haciendo un sonido que le encanta antes de ascender y lamerle la punta.

Sé cómo le gustan sus mamadas y también sé cómo hacerlo cada vez mucho mejor. Me encanta tenerlo en mi boca, atragantarme cuando lo llevo lejos y sus reacciones ante mi toque.

Uso mi mano sobre él mientras bajo los besos hasta su base y luego le lamo las bolas antes de chupar una haciéndolo levantar las caderas. Cuando mi lengua presiona entre su saco y su miembro gime profundamente porque es un área sensible para él, una vez más le chupo la punta antes de llevarla nuevamente hasta mi garganta.

—Te daría cualquier cosa —promete con voz enronquecida, ojos encapuchados y labios entreabiertos.

Me atraganto hasta tener los ojos llorosos y cuando lo saco de mi boca, saliva me recorre por la barbilla, pero le sonrío.

—Todo lo que quiero que me des es a ti.

—Soy tuyo.

—Entonces, te casarás conmigo.

—¡Joder! Lo haré, lo haré —alza las caderas empujando hacia mis labios.

Enreda sus dedos en mi cabello y procede a follarme la boca, haciéndome babear, atragantarme y amar cada segundo de ello. Mi mano acaricia la parte de él que no cabe en mi boca y la otra juega con su saco, estoy ansiosa por tragar cada gota de su placer, pero me lo quita cuando tira de mi cabello para que me levante, me arranca la toalla y me sube a horcajadas sobre la silla, con mis piernas abiertas y apoyadas en donde antes descansaban sus brazos. Estoy tan abierta que siento el estiramiento en la parte interna de mis muslos, me ocupo de poner mi pecho en su boca, tirando mi cabeza hacia atrás cuando me muerde el pezón antes de chuparlo.

Grito porque se desliza dentro de mí hasta el fondo sin aviso o preámbulos, haciéndome sentir llena y la brusquedad de su intrusión me moja aún más.

—¡Maldita sea! Siempre te sientes tan bien, cada vez es mejor —sisea contra mi piel antes de lamerme el pecho hasta la clavícula en donde me muerde, dejando lo que será una marca.

La posición no parece ser suficiente para él por lo se pone de pie flexionando las piernas, estando parcialmente agachado, mete sus brazos entre el apoya brazos y mis muslos para sostenerme y nos inclina hacia adelante consiguiendo un mejor ángulo cuando mi cabeza cuelga hacia abajo mientras mi espalda se mantiene arqueada.

Puedo sentir la sangre subiéndome a la cabeza mientras me folla, con mis tetas sacudiéndose y mis muslos goteando por mi humedad. Cada choque de sus embestidas resuena en el lugar junto a mis gemidos y sus elogios lascivos.

—Tócate —Me exige y sonrío mientras una de mis manos termina entre mis piernas acariciando mi clítoris hinchado y la otra alterna entre un pezón a otro.

Mi cabello roza el suelo y mi cuerpo está tenso por el estiramiento junto a la postura, pero solo me pone más mojada mientras la mano entre mis piernas se mueve con más rapidez ante el incremento de sus estocadas.

El tener la cabeza durante tantos minutos hacia abajo me hace sangrar por uno de los orificios de mi nariz y me encanta. Puedo sentir mi vientre tensarse y el dolor inquietante de saber que el orgasmo masivo se acerca.

Grito de forma continua amando cada segundo en el que la tensión se enrosca en mi cuerpo cuando me toca en el punto exacto y se da cuenta por la manera en la que mis paredes lo aprietan, porque entonces me folla con rapidez justo ahí, ocasionándome un dolor insoportable ante el placer que está a tan solo un paso y que terminar por explotar en un grito potente en cuanto me corro violentamente, apretándolo, mojándonos a ambos y a la silla, incluso el suelo.

Así es la magnitud del orgasmos que me hace temblar incontrolablemente y rasguñarle la espalda hasta hacerlo sangrar.

Ante los espasmos de mi cuerpo y el cómo me aferro a él dentro de mí, André maldice y se levanta todavía más de la silla, doblándome más hacia abajo, hasta que mi cabeza casi toca el suelo mientras sus brazos sostienen mis muslos y golpea dentro de mí, maldiciendo y estremeciéndose cuando se corre. No se detiene, empuja durante su orgasmo, llenándome y ocasionando un desastre que corre por mis piernas y gotea sobre el suelo.

Poco a poco sus embestidas disminuyen hasta hacerlo suspirar y sentarse conmigo a horcajadas en su regazo, su polla ahora algo más blanda sale de mí y sigo goteando.

Es un caos espectacular.

Siento su mirada y cuando abro los ojos, lo encuentro con los ojos entrecerrados y una pequeña sonrisa en los labios mientras su pulgar va debajo de mi nariz haciendo un recorrido hasta mi entrecejo en donde recoger la sangre, manchándome el rostro con su caricia lenta por mi barbilla y bajando por mi cuello antes de usar su pulgar manchado en mi pecho, a la altura de mis tetas, para escribir tres letras.

—Mía —lee.

—Basta —digo dándole un beso en la boca—. Haces que me sienta con ganas de otro round y debemos prepararnos para la noche.

—¿Prométeme que estarás bien?

—Lo prometo.

Y mayormente no me importan las promesas, no tengo palabra porque no me interesa dársela a la gente y en general sirve para engañar, pero haré mi esfuerzo para que esta promesa para André tenga algún valor.

—Te cuidaré siempre la espalda —Me planta un beso en la frente y me abraza contra su pecho—. Me encargaré de que entres y salgas de esa fiesta, así sea lo último que haga.

—Y te casarás conmigo porque eres mío.

—De la misma manera en la que eres mía.

No me va muy lo de que alguien sienta que le pertenezco porque he sido usada como un objeto durante toda mi existencia, pero cuando André lo dice no suena cómo un grillete, me hace sentir que finalmente tengo un hogar: él.

Suspiro y me remuevo sobre él.

—Creo que sí tenemos tiempo de un polvo más —murmuro queriendo más.

Ríe por lo bajo, pero me trago el sonido con mi boca sobre la suya.

—Ahora fóllame por el culo, sabes que me encanta —susurro contra sus labios y lo siento endurecerse una vez más debajo de mí.

No lo rechaza porque a él también le encanta, no es la primera vez que lo hacemos ni será la última.

Así que poco después tras tener tres de sus dedos lubricados empujando en mi culo mientras estoy sobre mis rodillas en la cama, apoyada en un brazo y follándome con los dedos donde también me sentía vacía, André me estira hasta el punto del ardor empujando completamente su erección a fondo, hasta que sus pelotas golpean mis nalgas.

No nos gusta suave, por lo que tras mi contoneo pidiendo más, se agarra de mis caderas y me sacude el mundo, follándome con fuerza y determinación mientras mis dedos penetrándome intentan igualar su ritmo, sin embargo, eventualmente el placer me hace caer con el rostro en la cama y él me alza las caderas, empujando sin cesar, tomándome como una muñeca que gime pidiendo más incluso si ya es demasiado.

Me corro gritando su nombre y él me magulla la piel de las caderas con su apretón cuando me folla a través de su orgasmo antes de desplomarse sobre mí y a duras penas conseguir sacarla de mi culo.

Río contra la sabana, sintiéndonos pegajosos y mojados, pero amando el hecho de que puedo sentirlo en el ardor de mi garganta en donde empujó primero sin parar, en mi entrada en donde me folló espectacularmente y ahora en mi trasero con la sensación del estiramiento y en donde ahora también lo siento gotear. Lo siento en todas partes y me encanta.

Este precioso hombre es mío y siempre lo será.

Es una manera retorcida de amar, pero me hace recordar que a mí manera, aun puedo hacerlo.

Ahora necesito que esta noche todo salga bien, hacerlo mío legalmente y seguir con esta venganza hasta que el último de los Fischer y cada persona que fue parte de este "proyecto", caiga.

***

La muerte de Sun Hee y Seung Wook no aparece en las noticias, pero si sus desapariciones.

Sus cuerpos están desaparecidos y sé que sus familias nunca podrán dar con ellos.

—Tal vez debimos llevarnos los cuerpos —dice Azhar a mi lado al darse cuenta de que miro la noticia en redes sociales desde mi nuevo teléfono.

—¿Eres estúpida? —pregunto sin verla—. Venían por nosotras, no había tiempo para cargar con cadáveres que nos retrasarían.

—No te van los sentimentalismos —dice con sequedad atándose cuchillos a pequeños arneses alrededor de su cuerpo.

Me encojo de hombros terminando de guardar cosas en los bolsillos de mi pantalón.

Tal vez debí haber encontrado alguna solución para no dejar a Sun Hee abandonada en su apartamento, pensé que serían reconocidos como otros tantos cuerpos, no que ellos la desaparecerían, que su familia nunca podría despedirse.

Sun Hee nunca le habló de mí a sus padres y no me molesta, son coreanos muy tradicionales y estrictos, y en la actualidad es una ventaja porque no preguntan por Shaina, no me buscan para respuestas.

No lamento que ellos y los padres de Seung Wook no puedan despedirse, lo que me cabrea es que mi amiga, posiblemente la mejor persona que nació en este horrible mundo, no se merecía ser trozo de carne podrido y olvidado.

No estoy triste. Estoy molesta.

—¿Has sentido alguna vez culpa? —pregunto a Azhar y parece pensativa antes de hacer una mueca terminando de trenzarse el abundante cabello.

—Sí, Leonid es mi gran culpa.

Ruedo los ojos.

Leonid Walsh no es un jodido niño, sabe lo que hacía al follársela. Puede que no sea un asesino o una escoria, pero hace sus elecciones y actúa sobre su deseo por ella. Ella no lo obligó, él cae porque así lo quiere, sin embargo, mi gemela parece tener un master en defender al pobre infiel.

—Hablo de una culpa que tenga sentido —Le hago saber viendo que Atlas, vestido de negro se acerca con su expresión de indiferencia.

Solo que sus ojos pálidos e intrigantes, parecen hambrientos.

Tiene hambre de matar.

—África —dice Azhar con los labios hacia abajo, asociándola con la culpa.

Lo que me faltaba, que se ponga triste.

—No mataste a la niña rica —Le recuerdo.

—Pero la puse en esa situación.

—No, lo hizo la adicta de Rebecca.

—África era mi ami...

Cierro la mano en un puño y la dirijo hacia su rostro, sonriendo cuando sus reflejos actúan y me detiene con su mano.

—¿Qué carajos, Odette?

—Ah, necesitaba saber si tu repentina tristeza iba a arruinarnos. Me alegra saber que no es así, deja a tus muertos atrás y concéntrate.

—¿Pelea de hermanas? —pregunta Atlas con sequedad.

—Odette parece sentirse culpable sobre haber dejado el cuerpo de Sun Hee y su novio —Le hace Azhar antes de alejarse en loque definitivamente es un contoneo.

Siento la mirada de Atlas sobre mí y le doy mi atención, desafiándolo a decir algo al respecto.

Como Odette no recuerdo alguna vez haber experimentado la culpa y no sé si se trata de haber sido Shaina por tanto tiempo, pero esta sensación amarga y el pensar en ello tantas veces me hace creer que se trata de culpa y no sé cómo quitarme tan molesta emoción perturbando mi serenidad.

Sé lidiar con las emociones como el odio, la molestia y el desprecio, pero la culpa me es desconocida.

Sun Hee ya está muerta y sentir culpa no la traerá de vuelta, entonces necesito dejarla atrás.

—Era tu amiga, está bien que te duela. No eres el monstruo sin emociones que quisieron crear.

El intento de Atlas de consolarme es casi gracioso, aunque quizá solo está siendo práctico para terminar con todo este tema.

—¿No soy un monstruo? —Arqueo una ceja y él chasquea la lengua con lo que casi parece diversión.

—Eres un monstruo, pero no el que ellos creen que crearon. Eres capaz de sentir por quienes te importan y esa chica lo hacía.

—No me gusta esta emoción, es amarga.

—Puedes lidiar con ella —asegura.

—Sé que puedo, pero preferiría simplemente no sentirla.

—¿Crees que estaríamos mejor si nos hubiesen convertidos apáticos a las emociones?

Pienso en mis emociones cuando me deshago de objetivos que me estorban o contribuyeron a todo lo que he vivido, a la satisfacción de maquinar cada plan y trazarme metas. Y hago especial énfasis en la mezcla de emociones que me embargan cuando se trata de André y la serenidad de que me guste ser quien soy.

Podría llorar sobre la vida que me tocó, lamentarme o maldecir, pero la verdad es que creo que lidio con una situación con la que puedo. Si creyera en Dios, diría de manera cursi que me mandó una misión de vida que sabía que podía soportar.

Tengo habilidades, soy buena en lo que hago y tengo aspiraciones que no alcanzaría siendo una simple persona. Sí, el sufrimiento fue una mierda, pero me trajo hasta aquí así que supongo que valió la pena porque me dio una preciosa venganza que disfrutaré cobrando.

—Las emociones son las que propulsan esta venganza ¿No? —pregunto sonriendo.

Atlas me evalúa con fijeza como si intentara entrar a mi cerebro y calibrar que tan confiable soy.

Él puede confiar en mí, otros no tanto.

—¿Tienes control sobre tus ambiciones, Odette?

—Es hora de ponernos en marcha —digo sin responderle—. Ya casi es la hora que André indicó.

No presiona por abordar una respuesta y en lugar de ello nos reunimos junto a Azhar y hacemos un rápido repaso del plan.

—Tú por la puerta de atrás —le digo a Atlas antes de mirar a Azhar—. A ti te toca los ventanales del jardín y yo por el frente.

»Hay dos en tu puerta, Azhar y debes ser rápida. Tienes cuatro, Atlas.

—Puedo con ello —dice en un tono plano, casi fastidiado.

Y sé que Atlas de hecho, puede con más. Sé quién soy cuando asesino, pero también sé quién es él.

—Los relojes están cronometrados, tenemos una hora de entrada y otra de salida. Si se dejan atrapar, estaré bastante decepcionada.

»No intentarán maternos porque somos valiosos, pero querrán conseguirnos. Especialmente a ti, Atlas, llevan años codiciándote, su experimento perfeccionado.

—¿Todos son culpables? —pregunta Azhar como si quisiera confirmar.

—Todos participan por gusto —Le responde Atlas—. No te toques el corazón, si dudas, pierdes.

Miro a mi gemela preguntándome si es un error que esté aquí, pero afortunadamente poco a poco su mirada se va volviendo emocional, sus pensamientos parecen estar yendo de un lado a otro mientras su mano se aprieta. Quién sabe qué pasa por su cabeza, pero es lo suficiente potente para enojarla, para encenderla y darle la determinación de hacer algo en lo que es buena y en lo que su memoria muscular nunca falla.

—Nos vemos adentro —Se despide Atlas.

Doy un asentimiento a Azhar y me alejo, caminando por la estrecha carretera que me lleva hacia la parte delantera de uno de los lugares de fiestas clandestinas de los Fischer, hoy algunos de ellos tendrán un paseo al infierno cortesía de los monstruos que crearon.

Sonrío, casi puedo saborear el caos, sus lamentos y ruegos.

Hay una brisa fresca llevando polen consigo, dándome una encantadora noche de primavera que serviría para el romance. Me parece encantador que mientras terminarán algunas vidas, las flores cobran vida. Poético.

Mi cabello revolotea con el aire y contoneo mis caderas cuando finalmente la casa elegante aparece frente a mí.

Una pierna delante de la otra y una mueca angustiada me acompaña con cada paso mientras tres hombres de seguridad me piden que me detenga.

Me apuntan con sus armas y yo avanzo, contoneándome un poco más, jugando con el instinto más primario y básico de los hombres.

Me detengo a un metro de distancia y alzo la mano fingiendo ser inofensiva, una chica guapa perdida.

—Lo siento, mi auto se descompuso y llevo más de una hora caminando —digo con un leve jadeo simulando cansancio—. Me duelen los pies, tengo sed y estoy a punto de llorar ¡Por fin encuentro señal de vida! ¿Pueden por favor ayudarme?

Dudan, pero no ceden de inmediato así que subo la apuesta dando un paso adelante, tambaleándome y fingiendo tropezar hasta caer sobre mis rodillas y maldecir con frustración justo antes de que las lágrimas desciendan por mi rostro.

—¡Qué día tan jodido! —digo con exasperación.

Y otro punto débil del todo hombre aparece: el deseo de ser un héroe, de creerse capaz de proteger una mujer mejor de lo que ella misma puede hacerlo. El sentirse fuertes mientras la mujer se vuelve más débil.

Uno de ellos se acerca tras deliberar junto a los otros y se agacha frente a mí.

Está en sus treinta, es guapo.

—Oye, está bien, podemos ayudarte —dice con serenidad.

Podría creer que es una buena persona, que solo le tocó una circunstancia equivocada, pero cada persona en este lugar es consciente de lo que sucede adentro, están vinculados de alguna manera.

Solo una persona dentro de esa casa es inocente.

—¿Puedes ayudarme? —pregunto volviendo más aniñada mi voz, suave y sumisa mientras me sorbo la nariz y lo miro a los ojos.

Me asquea fingir ser débil, pero es parte de mi plan.

—Podemos ayudarte —Me sonríe y su mano se apoya demasiado alto en mi muslo.

Sus ojos marrones se mantienen en los míos midiendo mi reacción mientras su mano asciende con lentitud tanteando mi muslo.

Le doy una sonrisa incierta porque no quiere a una mujer segura, quiere a una que posiblemente intente luchar, pero que sepa que no va a escapar, quizá le gusten los gritos y las suplicas.

Alzo una mano temblorosa y la apoyo en su cadera inocentemente, él sonríe y su mano va más al lado interno de mi muslo.

—¿Todo bien, Tyler? —pregunta uno de los otros.

—¡Sí! La chica solo quiere ayuda.

—Por favor —susurro.

—Te ayudaremos.

Sus ojos ahora tienen un brillo lascivo, seguramente piensa en cosas depravadas que puede hacerme en mi posición vulnerable.

Su mano llega hasta mi entrepierna cuando mis dedos en su cadera toman la culata de su arma.

—¿Qué estás haciendo? —susurro en un tono asustado, calculando la lentitud con la que comienzo a desarmarlo.

—Para ayudarte debes ser buena.

—Por favor... para... No, no así —tartamudeo y sus ojos brillan.

Está soñando despierto con el desafío de doblegarme, quebrarme bajo su voluntad.

—Gritaré —advierto deslizando una pulgada el arma mientras toca superficialmente entre mis piernas.

—Nadie te escuchará.

—No es cierto.

—¡Eh, Javier! La chica cree que puede gritar y ser escuchada —Se burla mirando hacia atrás hacia sus compañeros que ríen.

—Date prisa y comienza a jugar, que luego nos turnamos —responde otro.

Tyler muestra sus colores y embiste contra mí golpeándome contra el asfalto, yo hago mi movimiento forcejando y eso lo pone duro mientras los amigos ríen y lo alientan.

Sus dedos son torpes en el botón de mi pantalón negro y el deseo de ser un vil violador lo ciega de lo demás mientras lloriqueo y finjo ser dominada.

Con una mano ya tengo un agarre sobre su arma y la otra la meto en uno de los bolsillos de mi pantalón cargo, por eso fue mi elección de vestimenta: los bolsillos holgados.

—Prometo que te va a gustar —dice sonriendo.

—No tendrás tiempo de jugar —Le susurro, pero no ve mi sonrisa.

Tyler solo siente como mi puñal le abre la garganta cuando lo degolló y su sangre salpica sobre mí antes de que lo haga a un lado, levante su arma, mire los objetivos del par que aún se ríe y les plante un disparo en la cabeza a cada uno.

Qué bueno que es un arma con silenciador.

Sé que desde las cámaras del centro de control no tienen panorama de lo que sucede porque André se hizo cargo, por eso funcionamos con un horario.

Me levanto, limpio el puñal antes de guardarlo y de uno de los bolsillos saco el pequeño paquete de toallas húmedas, tomando una y limpiándome la sangre del rostro lo mejor que puedo. Cuando no es tu primer rodeo, sabes que la sangre siempre salpica y aunque el olor a cobre sigue sobre mí y aun debe quedar manchones, al menos no hay tanto desastre.

Escribo rápidamente un mensaje.

Odette: frente despejado

Mi hombre: eso fue rápido

Odette: soy buena actriz... Voy a entrar.

Me quedo con el arma de Tyler y le quito otra a uno de los cuerpos, estaba tan confiada que no traje armas de fuego porque sabía que tomaría la de otros.

Tengo estrellas shuriken, puñales e incluso un pedazo de cuerda en caso de que necesite estrangular a alguien y ahora tengo dos armas mientras entro en la gran puerta de hierro sin ser detenida.

Esta casa es una de las tantas regadas por Australia, Austria y Alemania en donde suceden cosas depravadas. Aquí terminan muchas de las mujeres, niñas y niños capturados por los Fischer. Le dan a sus inversores sexo a cambio de dinero para todos sus proyectos y aficiones.

Me trajeron a estas fiestas en donde fui abusada y usada al igual que los otros "sujetos", cada persona en este lugar, exceptuando a una, es parte de esto de alguna u otra manera, porque no importa si no eres quien consigue la mercancía, cuando tú sabes y pagas por ella, eres culpable.

Adentro se encuentran cuatro o cinco cucarachas Fischer y un par de ellos los conozco muy bien, por lo que me la pasaré bien mirándolos morir.

Sonriendo con dicha de lo que haré, avanzo encontrándome con un jardín delantero amplio e imponente, demasiado pomposo para una casa elegante que alberga el espacio necesario para llevar a cabo sus fiestecitas.

Alzo el arma y disparo cuando un hombre patrullando me ve, le doy en el ojo y me acerco cuando cae, disparándole en el pecho antes de que alcance a hablar por la radio.

Decido que su arma me gusta más, así que suelto la de Tyler y tomo la suya sopesando su peso. Me gusta, podría quedármela.

—¡Alto! —Advierte la voz de una mujer detrás de mí y suspiro.

—¿A cuántos me voy a echar encima antes de siquiera entrar a la fiesta? —Me quejo en voz baja.

—Armas al suelo y manos en donde pueda verlas o disparo.

Cliché.

Dejo caer las armas y giro con lentitud con las manos detrás de mi cabeza.

Esta mujer me mira con cara de enfado, no le gusta que haya matado al otro, y tiene pinta de ser una tipa dura.

—De rodillas —Me ordena.

—Lo haré, pero te advierto que no como coños —La vacilo, pero no pesca la broma en tanto me arrodillo.

Se acerca y sé lo que viene: una charla mediocre sobre amenazas y preguntas sobre quién soy mientras se acerca demasiado.

Ella no me decepciona, de hecho, acompaña sus palabras con una patada en mi costado que duele y me enfada, pero lo permito, esperando que siga con su monólogo y se acerque un poco más.

Entonces, mientras me presiona la boquilla de su arma en la sien, dejo caer toda mi fuerza hacia un lado arrojándola al suelo, siento una quemadura en el borde de la oreja y sangre caliente correrme. Me ha rozado su bala, nada grave, apenas un rasguño.

Le doy tres puñetazos en el rostro antes de que pueda orientarse y la giro dejándola boca abajo, sentándome sobre su cabeza, asfixiándola contra el césped al estar inmovilizada sin que nadie pueda escuchar sus gritos.

Se debilita, pero tarda mucho en morirse, por lo que al final le apuñalo el cuello porque tengo un horario que cumplir.

Recupero mis dos armas robadas y avanzo, esperando que más nadie me retrase.

Consigo llegar hasta la puerta principal que está abierta y me deslizo con cuidado.

Hay que admitir que tienen buen gusto con la decoración. Es distinguida con paredes blancas y decoraciones en dorado y tinto, destila elegancia con espacios amplios en un concepto abierto y un suelo beige reluciente, hay mesas llenas de bocadillos y bebidas, voces bajas conversando y personas muy bien vestidas, como cualquier fiesta de coctel de gente con dinero... Solo que depravado.

Miro mi reloj y tengo cuarenta segundos para hacer mi entrada al mismo tiempo que Atlas y Azhar así que doy una última revisión a las armas, me trono el cuello y avanzo.

La verdadera fiesta comienza cuando sonriendo entro y le vuelo a los sesos a un viejo elitista conversando con una cucaracha Fischer.

Hay gritos y mi sonrisa crece.

No pueden llamar porque sus teléfonos son decomisados al ingresar al igual que las armas. Los Fischer seguramente están armados, pero ellos nos reconocen y saben que asesinarnos es perder.

¡Ufs! Qué bien se siente el poder.

—Lamentamos haber llegado tarde a la fiesta —Les digo paseando la mirada por el lugar antes de dispararle a una mujer que obligaba a un niño a lamerla.

Un disparo resuena detrás de mí y sé que Azhar o Atlas me cubrieron, están posicionados.

—Me emociona volver a ver a alguno de ustedes y conocer a otros... ¡Marie! ¿Te cortaste el cabello? —La mujer parece estar viendo a un fantasma— Y ese color te queda precioso, hará juego con tu sangre cuando te haga daño.

Ella intenta correr y Atlas o Azhar le disparan en la pierna haciendola caer al suelo mientras grita porque le gusta dar dolor, pero no sabe aguantarlo. Vieja rica caprichosa y estúpida.

—¿Nos divertimos? —pregunto a la fiesta en general antes de dispararle en el estómago a una cucaracha Fischer—. Porque estoy lista para disfrutar de esta fiesta.

Atlas, Azhar y yo comenzamos a demostrar lo bien que hacemos lo que querían de nosotros: asesinar.


Holaaaa BIENVENIDO A LOS CAPITULOS FINALES DE ESTA HISTORIA

Prepárate para muchas emociones.

ADELANTOS DE CAPITULO 44:

—Sin embargo, muy buenas noches —Asiento sonriendo—. Estoy realmente feliz de estar aquí, supe que me buscaban —Veo al tipo Fischer que podría ser mi padre— ¿Me recuerdas, Engel? Porque yo sí.

***

Cuando está descargada, la arrojo al suelo, a los pies del Fischer que parece un adolescente y que imprudentemente me mira de manera lasciva y altanero, así que mientras me saco otro cuchillo decido que será el primero.

***

—Si te quedas tranquilo, mueres más rápido —Intenta razonar con él que se sacude.

***

Durante muchos años solo conocí del dolor, ahora se me permite saborear el regusto de la venganza cuando ocasionas dolor a quien te hirió.

***

—Nadie me dijo que habría una fiesta y que estarías aquí, cariño —dice una voz reconocida desde algún punto de la casa.

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