Epílogo
Me siento especialmente extraña. Hemos entrado en el hotel, Noah a pedido la llave de nuestra habitación, se la han dado, y después nos hemos encaminado al restaurante que está justo en la entrada. Todo bien hasta aquí, mi hambre seguía estando y mis nervios también. Pero ahora, sentada delante de Noah en una mesa de madera y cristal, no me entra casi bocado y más que nervios tengo ansias.
—¿Sabes algo? —me dice. Pincha un trozo de lechuga de su plato y se lo lleva a la boca, entre los labios tan bonitos y... ¿desde cuando deliro tanto con sus labios?—. ¿Sierra?
Agito la cabeza y le miro.
—¿Mmmm?
—Que si quieres postre. Podemos pedirlo en la habitación para después.
<<Para después de acostarnos>>
—Lo vamos viendo. No tengo más hambre.
Me empiezan a sudar las manos y el corazón me rebota contra el pecho en cuanto veo a Noah levantarse y darme la mano. De camino a la puerta intento soltarle la mano y secarme en el vestido, pero no me suelta.
—Habrá que pagar, Noah.
—Lo cargan a la habitación —lo dice tan atropellado que no estoy segura de si es lo que ha dicho o no, pero sigo caminando.
Estamos girando un pasillo para ir a los ascensores, cuando veo de reojo a un par de personas del instituto entrar al hotel. Creo que alguno nos ve, pero Noah va tan acelerado que en cuanto nos montamos en el ascensor aprieta el botón de la tercera planta sin parar, como hace Margot con el botón de los semáforos para que cambien antes a verde.
—¡Hey, Noah! —le gritan.
Intento esconderme como puedo pegándome a la pared del ascensor. No quiero que me vean, me incomoda que la gente me mire como si pensase que lo único que hago con Noah es el sexo. Noah les hace un gesto de cabeza y deja el dedo pulsando el botón hasta que las puertas se cierran.
—¿Te quieres dar una ducha en la habitación? —me pregunta Noah, acerándose por detrás.
Lo primero que siento es su respiración lenta pero pesada en mi cuello. Me hace cosquillas, o tal vez son los nervios que me estremecen.
—No tengo ropa, ni pijama.
Tampoco sé qué pensaba viniendo aquí. Si salía de casa con una mochila, papá y todos se iban a extrañar.
—Puedes ponerte mi camiseta, eso a las chicas os gusta, ¿no? —dice en un susurro.
—Sí. Está bien —respondo de la misma manera.
Cojo una profunda respiración cuando siento a Noah pegarse a mi espalda y como su mano baja por mi cintura. Un sentimiento de decepción me invade cuando el ascensor para y Noah me agarra de la mano dirigiéndonos a la última puerta a la derecha del pasillo. Se saca la llave de la habitación de un bolsillo interior de su americana y me lanza una mirada extraña antes de abrir la puerta. Es una habitación pequeña, con la cama en el centro de la habitación pegada a la pared, el armario en el tabique paralelo casi casi chocando con la puerta del baño, y un mueble empotrado frente la cama con el mini bar y una televisión gigante.
Me quedo a unos pasos detrás de Noah cuando entra en la habitación y se saca la americana. ¿Soy yo o su espalda es muy atractiva? ¿Desde cuando alguien de espaldas también es guapo?
—¿Sierra? ¿Me estás escuchando?
Miro a Noah, tiene una sonrisa súper superficial, y yo me siento como si me hubieran pillado con las manos en la masa cuando hacía algo que no debía.
—Perdón, ¿qué decías? —Me alegra no titubear. Noah me está mirando tan fijamente que pagaría por saber en qué está pensando.
—Suelo causar ese efecto en las mujeres, ya sabes, distraerlas, pero pensaba que ya estabas acostumbrada a mí. —No puedo creer que haya dicho eso, ni tampoco que eso me haga estremecer—. Te decía que puedes darte una ducha, toma mi camisa.
¿Qué ha dicho antes? ¿Distraer a las mujeres? Sí, claro, lo entiendo. Se desabotona los botones casi con ritmo, como si escuchara una canción y bailara. Los primeros botones los llevo bien, pero cuando se le empieza a ver el pecho me muero por que termine ya. Quiero y deseo verle sin camiseta. Quiero acostumbrarme a verle así y no estar nerviosa. Quiero que todo salga bien y disfrutar la noche con Noah. A saber cuando podremos volver a pasar una noche solos.
Noah se termina de quitar la camisa y se pasa la mano por todo el pecho como si remarcara el buen cuerpo que tiene. Antes de que me pille mirándolo hasta desgastarlo, me entretengo quitándome los tacones. Un pequeño suspiro de alivio se me escapa cuando los lanzo al otro lado de la habitación y toco la madera del suelo.
—Será mejor que me duche —digo.
Noah está sentado en el borde de la cama cuando me inclino a por su camisa y veo contra una de las almohadas de la cama de matrimonio una tira de preservativos. ¿Los ha pedido Noah? o ¿los ha traído él y los ha soltado ahí? No recuerdo haberlos visto al entrar. Finjo que no los he visto y arrugo la camiseta en mis brazos.
—No tardes mucho, yo también quiero ducharme.
—Claro. —Tengo la mano en el pomo de la puerta del baño y freno unos segundos. ¿Y si...? Quiero que pase y tengo muchas ganas. Noah me quiere y yo a él. Y confío en él—. Uummm... ¿Noah?
Levanta la cabeza mientras se desata los zapatos y me guiña un ojo. Supongo que para animarme, pero sólo afirma más lo que quiero hacer.
—Dime.
—¿Quieres ducharte conmigo?
El zapato se le cae al suelo y la boca casi que también. Es muy gracioso verlo así, pero después de lo que he soltado yo también estoy sorprendida. ¿En qué mundo soy yo así y Noah el que se sorprende? Me mira como si preguntara: <<¿De verdad?>> Abro la puerta del baño y paso, luego miro a Noah y hago un ademán con la cabeza asintiendo. Veloz como un rayo, Noah se me acerca y entra en el baño cerrando la puerta.
Hay bañera, y creo que es del tamaño perfecto para Noah y para mí.
—Creo que deberías quitarte el vestido —me dice con la voz algo más ronca.
—Sí... creo que sí.
El vestido no tiene cremallera, así que me empiezo quitando los tirantes con algo de vergüenza. Noah no deja de mirarme con los ojos brillosos y escondiendo una sonrisa de niño pequeño deseando algo. Diría que es algo incómodo sino fuera porque me da mucha seguridad imaginar que Noah me quiere sin haber visto mi cuerpo y que me va a querer cuando me quite la ropa.
—Voy a preparar la bañera.
Asiento con la cabeza y los labios resecos. En cuanto se da la vuelta y abre la llave de paso del agua, me bajo el vestido y me agacho para sacármelo sin que arrastre por el suelo. Margot me matará si lo estropeo. Lo doblo con cuidado y lo dejo sobre la tapadera del cesto de ropa sucia que hay detrás de la puerta. Cuando me giro, descubro a Noah mirándome mientras se toquetea el cinturón del pantalón con torpeza. Juraría que se le ha olvidado cómo funciona. Lo pienso un momento, pero después me acerco a Noah con toda mi valentía y camuflando la vergüenza. Quiero ser la chica que desea a Noah esta noche y no una torpe que no sabe nada. Quiero impresionar a Noah. Estoy tan cerca de él, que siento como cada vez que respira me mueve el pelo.
—¿Necesitas... necesitas ayuda?
Soluciono mi titubeo tocando la hebilla de su cinturón. Noah respira con fuerza y pone sus manos sobre las mías. Finalmente, cuando puedo aflojar su cinturón, Noah me aparta las manos y susurra:
—Al parecer tú también sabes distraer, pero a los hombres.
—Lo estoy aprendiendo de tí.
Noah asiente, y se termina de quitar los pantalones. Hago todo lo que puedo por no mirar más abajo de su pecho, pero ahora tenemos que desnudarnos, ¿no?
En mitad del silencio Noah dice:
—Voy a poner música en el móvil. Ve metiéndote en la bañera si quieres.
Le agradezco infinitamente por dejarme unos minutos a solas en el baño y me quito la ropa interior. Veo unas sales de baño en la estantería sobre las toallas dobladas en el lavabo. Las esparzo por el agua y me hundo en la bañera mientras me deshago mi half up bun y me agarro el pelo en un moño alto.
Noah entra de nuevo en el baño como si nada. Me da mucha más confianza ver como Noah no está nervioso, uno de los dos tiene los pies en la tierra. Deja su teléfono en una esquina del lavabo con una música relajante y me atrevería a decir que ha buscado en YouTube: "Música romántica". Se me escapa una pequeña risa y Noah me mira de la misma forma.
—¿Qué te hace tanta gracia? —me pregunta.
—¿Has buscado música romántica?
—Crea un buen ambiente.
Giro la cabeza y juego con la espuma cuando veo a Noah tocarse el elástico del bóxer. No le miro, pero de reojo veo su silueta darle una patada a sus calzoncillos y dejándolos con mi ropa interior. El corazón me empieza palpitar a toda velocidad y siento que el aire no me entra por completo en los pulmones. Nunca, jamás, he visto a un chico desnudo. Sé la anatomía de los hombres, pero Noah siempre me sorprende. Aun así, no le miro directamente en ningún momento. Hago un hueco en la bañera para Noah, junto un montón de espuma y aun que Noah no me vea, creo otra capa para hacerme más transparente.
El agua tibia se revuelve cuando Noah entra y se queda detrás de mí. No es hasta que consigo hacerme a la idea de lo que está pasando, que me relajo y descanso.
—Sé que a veces soy un poco cutre, pero no vamos a hacerlo en la bañera.
—Yo no he comentado nada.
—¿Entonces porqué estás tan nerviosa?. —Noah pone sus manos mojadas en mi hombros y pego un respingo—. Venga, Sierra. Sólo somos tú y yo.
—Lo sé, pero no lo puedo evitar.
En cuanto dejo de hablar, Noah me está dando un masaje en los hombros de lo más placentero. Creo que es otro encanto Müller, o por lo menos funciona conmigo. Que Noah me toque me hace entrar muchas veces en trance.
Pasados unos minutos de los más tranquilos siento que me estoy quedando dormida hasta que Noah me zarandea un poco y rodea mi estómago con sus brazos pegándome mucho a él. Creo que demasiado. Entonces Noah me suelta y se rasca la nuca. Carraspea, y dice:
—¿Crees que puedes darte la vuelta? Quiero verte y que se te vaya la vergüenza.
—No tengo vergüenza —miento.
—Entonces, gírate.
¡Ya que más da! No puede sentirse tan extraño que tu pareja te vea desnuda, ¿no? Noah casi me está viendo si es que no me ha visto ya entre la espuma y el agua.
La bañera no es tan estrecha al final, Noah ha pasado sus piernas por mis lados y ahora los brazos le cuelgan por fuera esperando a que yo haga algo. Cuando me empiezo a mover Noah se prepara, como un niño pequeño esperando que le canten el "Cumpleaños Feliz" para soplas las velas y abrir los regalos. De todas formas intento seguir cubriéndome con toda la espuma que se ha hecho. Cuando consigo estar cara a cara con Noah, me considero una nueva marca de tomate.
Abro la boca incapaz de decir nada. Noah se ríe y a los segundos se inclina y me besa. En ningún momento de la noche nos hemos besado como ahora: durante un muy largo tiempo y con fuerza. Por un momento no tengo muy claro que espero de Noah. ¿Que me suba sobre él y ya por mera física el sexo pase? Digo, si me pone sobre él ya estaría hecho, ¿no? Por pura física y por cómo están nuestros cuerpos, Noah y yo ya estaríamos juntos si se desliza... ¿Pero qué estoy pensando?
Noah coge un puñado de espuma y la sopla en mi cara. Me pilla tan desprevenida que chapoteo en el agua y le lanzo una ola. Noah se desternilla de la risa y yo me quito la espuma de la cara.
—¡Noah!
No quería mojarme o mancharme el pelo.
—Espera espera —agita las manos en mi cara y se mueve chapoteando en la bañera—. No te lo quites.
—¿Qué haces?
Le veo coger un puñado de espuma y espercírmela por la cara. Está tan concentrado que le dejo que siga con lo que hace.
—Eres Mamá Noel —dice, y luego estalla en carcajadas.
Suena tan divertido que yo también me río aunque no me vea. Cuando tiene los ojos cerrados, aprovecho y le pongo espuma por toda la cabeza y la cara.
—Ahora tú pareces un abuelo.
—¿No será Papá Noel?
—Mmmm no. No eres tan guay como para volar en trineo y repartir regalos.
Me soplo la espuma y me mojo las manos pasándome los dedos por debajo de los ojos para quitarme los rastros de rimel.
Saco los dos brazos del agua y los meto corriendo por el frío. No hace nada de frío, pero es cómo cuando sales de la piscina después de estar un buen rato dentro del agua, que te quedas frío.
—¿Quieres salir ya?
Me miro los dedos arrugados como garbanzos y asiento.
Noah se levanta sin ningún pudor y cierro los ojos unos segundos hasta que lo escucho fuera de la bañera. Me permito abrir los ojos y admirarle desde detrás. Sí, sin duda Noah es muy guapo de espaldas. Noah se ata una toalla a la cintura y coge otra sujetándola en el aire. Al principio no sé qué quiere hasta que le veo agitarla.
<<Venga, Sierra. Sin vergüenza. Tú le has propuesto bañarse contigo>>
Me agarro a los bordes de la bañera y cojo impulso levantándome. Salgo de la bañera con los ojos clavados en Noah, en como se relame los labios y en cómo sujeta la toalla con más fuerza. Cuando toco con los pies es suelo, no siento la necesidad de esconderme en la toalla, me siento bastante cómoda ya, pero hace frío y Noah me pasa a toalla por los hombros inclinándose de paso a darme un beso.
Ahora. Es ahora.
Me cuelgo de su cuello y hago más largo el beso. No abro los ojos cuando Noah empieza a caminar fuera del baño, ni siquiera cuando siento el borde de la cama chocar con mis piernas. Me siento sin apartar a Noah y él se encorva sobre mí tumbándonos en la cama. Siento como el nudo de mi toalla se está deshaciendo casi al punto de que se me caiga, pero entonces alguien llama a teléfono de Noah.
—Joder —brama jadeando.
No quiero que se separe, me siento preparada y con muchas ganas.
—No lo cojas.
Noah asiente sin dejar de besarme, pero llega a un punto en el que me está besando el cuello y yo solo escucho de fondo su teléfono con la música tan estridente y horrorosa que tiene de politono. ¿Acaso no se cansan de llamar? Cuando por fin creo que ha pasado, llaman otras tres veces más y se me ha ido la presión que se acumulaba en mi vientre.
Cojo grandes bocanadas de aire y susurro:
—Mira a ver quién es.
—No quiero. Ya se cansarán —me dice. Noah me da un beso tan perfecto que me roba el aliento.
—Noah... puede ser importante.
Y otra vez suena.
—Mierda. —Se levanta de la cama de un salto y se asegura la toalla a la cintura sobre el bulto que tiene. Entra en el baño y sale un minuto después subiéndose los pantalones—. Te juro que vuelvo como un rayo. Lucas necesita algo.
—¿Está bien? ¿Y Taylor?
Noah asiente con un golpe de cabeza y gatea sobre la cama a mi lado agarrando la tira de preservativos y separando uno. Oh, Dios. ¿Taylor y Lucas van a acostarse? Oh. Dios. Mío.
Noah se apresura a rodear toda la habitación hasta la puerta. Va sin camiseta y sin zapatos, pero parece no importarle recorrer el hotel sin camiseta y descalzo.
—No te duermas. No voy a tardar nada —me dice. ¿Cómo pretende que me duerma con el calor que siento?
—Vale. Corre, ve ya.
Noah me lanza una mirada lasciva antes de agarrar la llave y salir corriendo. Literalmente escucho como corre por el pasillo.
Caigo boca arriba en la cama y cojo mi teléfono de la mesilla junto a la cabecera. Tengo bastantes llamadas de papá y algunos mensajes de Margot preguntándome cómo va todo. Contesto con una mentira: "Todo va bien, la fiesta es muy divertida". Después tengo la idea. Una rápida y algo atrevida. Pero ya qué más da, hoy es la noche dónde me siento libre.
Abro Google, busco con la conexión a Internet del hotel y entro en el blog. Es algo difícil manejarme con el teclado del teléfono, pero yo puedo.
Queridos alumnos del instituto Millard:
Fin de curso. Fin del año. Fin del Instituto.
No quiero escribir mucho, simplemente despedirme del blog porque no lo usaré más. Espero que en la Universidad haya personas más maduras que las que me he encontrado en el instituto y que este tipo de medios no sean necesarios.
Así que os deseo suerte.
El rincón de Millar, por:
Sierra Bomer
Para cuando lo publico, escucho la puerta abrirse y a Noah jadear casi con la lengua fuera. Dejo el teléfono tirado en la cama y me levanto de la cama pegando un bote. La toalla se me cae, pero me da bastante igual. Me cuelgo de Noah como un koala y él me atrapa volviéndome a besar como si nada hubiera pasado. El mismo ambiente sexual que teníamos hacía minutos ya está aquí.
—Te quiero... —me dice entre beso y beso.
—También te quiero.
—No, no —. Noah me tumba en la cama y junta su cadera con la mía repetidas veces. Rozando sus dientes en mi oreja, añade en un ardiente susurro sexual—: Te quiero, ahora, en todas las posiciones.
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