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Si pudiese elegir tener algo por lo que destacar, sería algo sencillo y que ayudara en casa. Como Margot, que hace los postres y meriendas. Yo sólo hago café de máquina.

Estoy intentando cortar algunas hierbas del patio trasero de casa. El abuelo casi se tropieza esta mañana con una hilera de raíces y papá me ha pedido por favor que arregle un poco el problema. Estoy preparada, de rodillas en el césped y con unas tijeras de podar en la mano, cuando me llegan un par de mensajes el móvil. Es Wes.

¿Necesitas ayuda con eso? Soy el peluquero de la vegetación.

Es un alivio sentir la normalidad otra vez.

¿Harías un corte chulo? Tal vez un tupé Elvis a los arbustos.

Margot se asoma por la puerta corredera del patio con su vestido de flores y una trenza de espiga que le ha hecho la abuela.

—Iré con Chase al cine. Todos lo saben ya.

—Está bien.

Las cosas en casa están un poco ásperas. Los abuelos y papá parecen tener una batalla. Papá cree que lo mejor es seguir como estábamos, pero la abuela cree que hablar de mamá no es nada malo, que está bien recordarla. Yo creo que recordamos a mamá todos los días, y eso ya nos basta. Cada uno tiene sus recuerdos con mamá y la recordamos diferente.

—¡WesWes! —chilla Margot.

Levanto la cabeza del césped y las tijeras. Wesley sale al jardín con su caja de herramientas propia.

—Pero qué guapa vas, Margot —le dice.

Cuando Wes no la mira, Margot se sonroja e infla los mofletes.

—Gracias. Adiós.

A coro, Wes y yo decimos:

—Que te lo pases bien.

Nos miramos con las cejas fruncidas y nos echamos a reír como dos niños pequeños. Tardamos unos minutos en relajarnos hasta que podemos ponernos a arreglar los setos.

—¿Te ayudo con algo? —le pregunto.

—Puedo yo, eres un poco torpe a veces. ¿Sabes lo embarazoso que sería ir al hospital diciendo que has perdido un meñique por peinar árboles?

—Más vergonzoso sería ir y decir que pensé que tus dedos eran ramas que tenía que podar.

Wes se ríe y levanta las manos en símbolo de paz. Entre risa y risa, dice:

—Vale, vale.

De un salto me levanto del suelo y me sacudo las rodillas. Se me han quedado rojas y con algunos trozos de hierbajos pegados. Hace un día tan bueno que ya he visto a la señora Dell tomando el sol en bikini en su jardín.

—¿Quieres algo de tomar?

—Una CocaCola o un vaso de agua. Lo que sea que tengas.

—Claro.

Correteo por casa hasta la cocina. El abuelo está escuchando un partido de tenis en la vieja radio de papá mientras da vueltas a la lata de cerveza con la mano. Abro la nevera y cojo dos latas de CocaCola.

—¿Te has rendido ya con el jardín?

Miro al abuelo sobre el hombro y asiento.

—Me hubiera ganado de todos modos.

Nos sumimos en el silencio. No sé si moverme, siento que pasa algo en el ambiente. Entonces se pone de pie y abre los brazos.

—Ven aquí, anda.

Me lanzo contra él enredándome en sus brazos. Nos mece de un lado a otro y su barba canosa me raspa la oreja.

—Te quiero mucho, abuelo.

—Yo también, chiquilla.

Al separarnos, me deja su boina en la cabeza unos segundos antes de ponérsela de nuevo.

—Iré con Wes.

Cuando salgo de la cocina, veo a papá y a la abuela llorando silenciosamente en el salón. Tienen un montón de fotos tiradas por la mesa, quiero acercarme porque veo que en algunas salimos Margot y yo, pero entonces lo veo. Son fotos más recientes, de una mujer sola. Es mamá. Y me niego a verlas. Si no la veo en persona quiero recordarla como todavía lo hago: con el pelo liso, los ojos verdes, y sabiendo que me conocía.

Me alejo de puntillas por el pasillo hacia el jardín cuando escucho a papá:

—Sigue estando igual de guapa.

—Todas las mujeres de esta familia mantenemos la belleza.

Después los escucho disculparse y me siento mucho más tranquila. Como si todos los problemas se hubieran solucionado de repente.

De vuelta en el jardín, Wesley ha avanzado más de lo que yo lo he hecho en media hora. Ha cortado todas las raíces enredadas que había cerca de la puerta y hasta unas pocas ramas de un arbusto que golpeaban el cristal.

—Toma.

Me mira mientras coge su lata y le pega un sorbo.

—¿Todo bien?

—Todo va de maravilla.

Y es la primera vez en bastantes meses que siento que lo digo de verdad. Todo ha vuelto a su sitio en el universo.

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