68
Durante una de las partidas de ping-pong de los chicos, Taylor y yo salimos al jardín y nos sentamos en el borde de la piscina de Gabriel. Su madre es de lo más agradable, nos ha sacado a Taylor y a mí una crema solar para que no nos quememos con el sol. Nunca antes había visto a una madre con aparato dental. Cuando entra en la casa y echa la puerta corredera, Taylor se inclina y seguimos despotricando.
—¿Qué ha pasado con Lucas? —pregunto.
Chapoteo con los pies dentro del agua. No está muy fría, y la madre de Gabriel ha puesto la depuradora un rato por si nos apetecía darnos un baño. Aunque hace día de verano, no tengo ninguna intención de sacarme la ropa y meterme al agua.
—Iremos juntos al baile.
—¿Enserio? ¿Cómo te lo ha pedido?
Nos juntamos más en el borde de la piscina y empezamos a susurrar.
—De camino a mi casa, me ha preguntado si tenía pareja para el baile, hablando un poco más del tema me ha preguntado si quería ir con él. Nada del otro mundo.
Las dos soltamos unas risas y nos salpicamos con el agua. De pequeñas dijimos que nuestra fantasía sería ir al baile con un chico que nos lo pidiera montado a caballo y que nos regalara un ramo de flores. Pero no es cómo te lo pidan, es quién te lo pide.
—¿Tendréis una cita?
Taylor me mira. Se está extendiendo la crema solar por los brazos y tiene pegotes en la cara.
—Quiere que salgamos a cenar esta noche.
—Oh. Por eso vas tan arreglada.
Es la primera vez en meses que la veo con un vestido y unos zapatos con algo de tacón. La primera cita siempre he pensado que es la más importante.
Un rato más tarde papá me llama. Está anocheciendo y quiere que vuelva a casa para cenar las pizzas que han pedido. Me estoy calzando mis zapatillas cuando los chicos salen gritando de la caseta de Gabriel. Noah se sienta en una de las sillas de plástico que hay detrás de nosotras y me pone las manos en los hombros preguntándome:
—¿Nos vamos ya, Sierra?
Giro la cabeza dándole una mirada tranquila a Noah. Ha estado toda el tiempo muy... cuidadoso, y aunque no niego que me guste, siento que este no es el verdadero Noah.
Me termino de atar los cordones de mis zapatillas y me pongo de pie.
—Puedes quedarte más tiempo si quieres. Mi casa no queda muy lejos para ir andando.
—No, no —se apresura a decir—. Te llevo. Yo también tengo que ir a casa a cenar.
No me lo trago del todo. Sé de sobra que Noah no tiene hora de llegada a su casa, menos un viernes. De todas formas cierro el pico y me despido de todos antes de salir agarrada de la mano con Noah. Nos montamos en su coche y empezamos el viaje con la música a un volumen relajante hasta que a mitad de camino Noah la apaga.
—¿Por qué la apagas? Me gustaba esa canción.
—Me retumba la cabeza, teníamos la música demasiado alta mientras jugábamos.
No sé si eso significa que quiere hablar o que permanezcamos en silencio.
—¿Estás contenta con tus abuelos aquí? —me pregunta.
—Sí, a ratos.
Noah me da una rápida mirada.
—¿A ratos? Pensé que estarías contenta con ellos aquí, por eso de que no fuisteis a Australia en Navidad.
—Estoy contenta, pero a veces intentar conversar con la abuela es difícil. Me compara con mamá todo el tiempo. Todos esperan que sea como ella porque soy la hija mayor, y cargo con la responsabilidad de tragar con todo. No quiero que Margot se sienta presionada con ese tema.
Giro la cabeza apartando la mirada de Noah y me trago el nudo de la garganta. Su mano me aprieta el hombro con afecto, y me quita unos pocos pelos de la mejilla.
—Eres una buena hermana. Margot estará muy orgullosa de ti.
Es lo que más deseo. Que Margot esté orgullosa de mi. No tiene ninguna otra referencia femenina, y sentiría que he hecho todo bien con Margot si se sintiera orgullosa e mí, de mis logros y de lo que hago por ella.
—Eso espero.
Tengo la necesidad de comentar que Mary Anne seguro que está orgullosa de Noah o de preguntarle a Noah si él está orgulloso de su hermana mayor. Yo creo que es algo que siempre pasa, ¿no todos los hermanos pequeños adoran a los mayores?
—Seguro que Mary Anne también está orgullosa de ti.
Noah se encoge de hombros con una mueca en la cara.
—Está tan ocupada con su novio que a saber. —Hace una pausa y me mira de reojo girando el coche en mi calle—. Pero sí, creo que está orgullosa de mí. Por lo menos por salir contigo.
—¿Qué?
Me recargo contra la puerta del coche cuando Noah aparca delante de casa. Margot y Chase están llegando por la calle agarrados de la mano y nos dan un rápida mirada.
—Mary Anne se alegra de que salga contigo. Dice que es lo mejor que he podido hacer en todo el año. Mis notas no son las mejores en algunas asignaturas, y salir contigo me ha centrado más. Además, la encantas.
La aceptación de Mary Anne es importante para mí aunque Noah lo pinte como si no fuera nada. Caer bien a la familia de tu novio es algo importante.
En un tono bajo y mientras acaricia mi mano, Noah añade:
—Yo también estoy muy orgulloso de mí mismo por haberte conseguido.
Los colores se me extienden por la cara. No estoy para nada acostumbrada a estas cosas, ni a este Noah. Los piropos y frases amorosas son cosa de Lucas. Seguro que ya se han dado consejos para chicas.
—Es extraño que me digas esas cosas. No es propio de tí —confieso.
Los ojos de Noah se mueven por todas partes, parece muy nervioso y empiezo a notar el frío sudor que desprenden sus manos. ¿Noah nervioso? No creo que eso sea nada bueno.
El ambiente del coche es agradable, tenemos las ventanillas bajadas para no morir de calor y aunque ha apagado la radio, no hemos dejado de hablar y me he sentido de lo más cómoda. Me siento segura, al contrario que Noah, que parece inseguro y nervioso. No deja de frotarse las manos contra la tela deportiva de sus pantalones. Nos sumimos unos segundos en el silencio, y le acaricio el brazo como si le dijera: <<Estoy aquí>>. El lenguaje corporal es muy importante. Hay un momento en el que no sé si está temblando o si su corazón late tan fuerte que le está moviendo. Entonces, Noah sube las ventanillas y me clava los ojos en la cara.
—Antes de que pasara todo esto con Wesley, y con lo del beso, quería decirte algo.
—¿El qué?
Noah coge una profunda respiración y por fin me mira a los ojos. Se recompone como si en ningún momento se hubiera debilitado ante mí, y parece que vuelve a ser a Noah Müller. El seguro y confiado. El que me gusta.
—He pensado que después del baile podríamos pasar la noche juntos.
Creo que dejo de respirar cuando le escucho. ¿Pasar la noche juntos? Eso sólo pasó en su cumpleaños, y casi tenemos sexo. Estoy preparada, creo lo que estoy. El corazón me late a una infinitésima de latidos por minuto mientras abro la boca para responder. Tengo un par de dudas, pero quiero que pase.
—Me parece bien.
Noah abre los ojos como si no se esperase mi respuesta. Y entonces se inclina con agilidad, como una pantera en la oscuridad, y me está besando, con la boca abierta y sujetando mis mejillas. Una de sus manos cae por mi lado y escucho el chasquido que hacen los cinturones de seguridad quitándose. Noah devuelve su mano a mi cuerpo, a mi espalda, y me empuja hacia él agarrando mi pierna. Al principio estoy nerviosa, ¿me estoy sentando encima de Noah o él me está sentando encima suya? Pero entonces, cuando estoy firmemente sentada encima suya, no es como pensaba. Noah me rodea la espalda con sus brazos y yo su cuello con mis manos acariciando la parte trasera de su nuca con mis dedos.
—Oye, Sierra —susurra—. Creo que deberías bajar.
Sigo el movimiento de sus ojos hacia el porche de casa. Margot y Chase nos están mirando, pero fingen que hablan. De repente una ola de vergüenza me recorre el cuerpo entero y me apresuro a bajar del coche por el lado del conductor. Cuando tengo los dos pies en el suelo, veo el coche de Wes entrar por la calle.
—Sierra —me llama Noah.
Me acerco al coche y me estiro sobre la ventanilla dejándole un beso. Noah no ha quitado su preciosa sonrisa genuina.
—Adiós.
—Adiós. Y no te preocupes por las cosas, yo me ocuparé de todo.
El problema es que me espero todo de Noah. Y no me preocupo, pero voy a estar nerviosa hasta el día del baile, y después.
Noah arranca por la calle y me acerco a casa esquivando a Margot y a Chase sentados en el porche.
—¿Y... qué tal? —me preguntan.
Dejo la puerta de casa abierta, ellos pasan primero y yo espero. Quiero hablar con Wes. Necesito hacerlo y dejar todo claro. Doy un vistazo sobre mi espalda, Wes está aparcando
—Bien. Lo hemos arreglado todo y ya estamos bien. Fue solo una confusión.
Vuelvo a mirar, y Wes está atravesando su jardín. Le llamo, pero no hace ni un gesto. Le vuelvo a llamar en un grito. Vuelve la cabeza y creo que me ha visto, pero no puedo ni bajar los escalones del porche cuando él se mete a toda prisa en su casa.
Es una decepción que esto esté pasando. En realidad, lo único que puedo reprocharle es haber contado a Noah algo que no era importante a él. Pero Wesley sigue siendo mi vecino, de momento, y es un buen amigo al que no querría perder.
***
Después de la cena y de una amena charla con los abuelos, a solas, sobre Noah, la Universidad, y mi vida entera, estoy sentada en una mesa del jardín trasero de casa hablando con Taylor por videollamada. Estamos hablando de Lucas y de su cita; de cómo ha besado a Taylor cuando han llegado a su casa para despedirse.
—Me gusta mucho, Sierra —admite, y suelta un suspiro.
¿Sonaré yo así cuando hablo de Noah?
—Se te nota. A él también le gustas. Me parece raro que JoJo no esté por ahí detrás molestándote.
—Nos ha visto cuando hemos llegado, ya me ha hecho su interrogatorio de hermano plasta —se queja. Infla las mejillas y da una cabezada. Es algo tarde, casi las doce y media. Yo no puedo dormir pensando en Noah, y supongo que Taylor se ha mantenido despierta pensando en Lucas—. Hablamos mañana, ¿vale? Te contaré algo súper fuerte.
—¡Hey! Cuéntamelo ahora, Taylor. No puedes hacerme esto —digo, pero ya es tarde porque me ha colgado.
Permanezco unos segundos en silencio, aprovechando que viene el calor y que puedo estar en el jardín con mi pijama de tirantes. Entonces oigo el crujido de las hojas y unos siseos.
—Sierra.
Me levanto de un bote de la silla de madera y me acerca a los susurros. Cuando puedo fijar la vista, veo la sonrisa de Wes. Ahora que ya no viene a ayudarnos con los arbustos del jardín, papá se ocupa de ellos y ha dejado calvas por todas partes. Ahora puedo ver a la señora Dell aspirando las hojas de su jardín en ropa interior. Es asqueroso.
—Hola, Wes.
—Quería pedirte perdón por todo.
Agito la cabeza quitándole importancia. Ya no quiero tocar el tema. Esta tarde a lo mejor le hubiera gritado un poco, pero suena tan desganado y vulnerable, que no quiero que se sienta mal.
—No te preocupes, ya está todo bien. Me molestó bastante que le dijeses lo del beso a Noah, pero ya está todo bien.
Wesley asiente con la cabeza y los labios apretados. No le veo muy bien, pero va sin camiseta.
—De todas formas, lo siento. Supongo que estaba demasiado celoso y abrí la boca para idioteces.
Podría decirle que sí, pero no quiero hurgar más.
Estiro la mano entre un par de ramas que me raspan el brazo.
—¿Todo olvidado?
Wes estrecha su mano con la mía, pese a eso, no le noto con ganas de decir que sí, que está todo olvidado. Yo tampoco olvidaría mis sentimientos por alguien así de rápido, y es algo que entiendo que le tenga desganado. Si Noah me dejara no sabría qué hacer con mis sentimientos durante bastante tiempo.
—Me gusta ver que estás bien de nuevo.
Nos estamos separando, pero aun así lo escucho. Y suena como Noah cuando habla de Wesley: con un poco de asco y rencor.
—A mí también.
Me quedo a unos pasos de los arbustos que separan nuestros jardines. Ya no le veo, todo hace sombra y son solo borrones negros, pero Wes se despide y vuelvo a escuchar el crujido de las hojas de su jardín.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro