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El viernes me encuentro en las gradas del campo del instituto viendo mi primer partido de lacrosse. Alguna vez Taylor y yo pensamos en venir a animar al equipo y vivir la experiencia de estar comiendo palomitas de bolsa entre otros estudiantes, pero no me lo imaginé así. Taylor y yo estamos sentadas en las gradas detrás del banquillo entre algunos amigos de Noah, y hasta lo que puedo decir, no entiendo nada más allá de ver cómo la bola entra en las redes de sus sticks y la lanzan hasta la portería. Me pongo de pie cuando el resto de las personas lo hacen y me siento cuando ellos lo hacen.
Miro el reloj a las nueve y treinta y siete. El partido está casi por terminar y desde el asiento que hay detrás de mí, Paul se inclina y mete la cabeza entre Taylor y yo.
—Cuando acabe el partido te lo llevas a cenar —me dice—. Taylor, tú vienes con Lucas y conmigo para terminar de arreglar las cosas de la fiesta, ¿vale?
Chocamos las manos con él cuando de repente el campo estalla en gritos. Noah acaba de marcar un gol, hacer un punto o como quiera que se llame. Todo el mundo está gritando su nombre, suena a coro y hasta con eco. Tiene que ser por eso por lo que tiene tanto ego. Corre por el césped hasta el banquillo, suelta el stick y celebra con el resto de sus compañeros antes de mirar en nuestra dirección. El partido ha terminado, así que supongo que no está atrasando nada cuando se acerca a la sección de gradas y me pide que baje. Miro a Taylor, dudando. Para llegar al principio de las gradas tengo que bajar tres filas de personas.
—Anda, baja.
Un par de chicos me ayudan a esquivar las personas hasta que estoy abajo del todo. Noah ha saltado la pequeña valla que apenas le llegaba por la cintura y me espera con su casco de lacrosse en la mano mientras que las animadoras lo felicitan.
No tengo muy claro qué decirle cuando me mira. ¿Enhorabuena? Ni siquiera sé si este partido era importante o algo amistoso.
—Has jugado muy bien —digo.
Noah se encoge de hombros. No quita la sonrisa de la cara y parece que este es su mundo. Parece el rey de todo.
—Gracias. —Me enreda en sus brazos y se agacha a darme un beso—. Me ha gustado verte con mi sudadera. Eres mi mejor animadora.
Los colores se me suben a la cara. ¿Habrá notado que ni siquiera sabía lo que hacía? No he cantado su nombre como el resto de chicas, ni he ido presumiendo de llevar puesta su sudadera.
—Ummm... Gracias. ¿Te apetece si vamos a cenar? —Casi ni yo me escucho porque el equipo de lacrosse pasa por nuestro lado gritando.
Noah se señala el oído y me sujeta la cintura cuando me pongo de puntillas y me dejo caer en él para repetírselo.
—¿A caso quieres secuestrarme hasta las doce para ser la primera en felicitarme?
—¡Noah!
—Vale, vale. Voy a ducharme y a cambiarme. ¿Me esperas en mi coche?
Asiento con la cabeza. No me escucho ni mis pensamientos por el ruido que hace la gente. Noah me aprieta las mejillas y flexiona un poco las rodillas para darme un beso. Le abrazo y noto como la camiseta de manga corta y un poco sudada se le oprime hasta repasar todos los músculos que tiene. Al separarnos me mira con una deslumbrante sonrisa y yo no puedo no devolvérsela. Me da un suave toque en el muslo antes de irse a cambiar.
Me quedo sola esperando a Noah al lado de su coche. Paul me envió por la mañana la dirección de la casa en la que va a ser la fiesta. Llevo todo el día de los nervios, ¿cómo se supone que entretendré a Noah hasta las doce? Lo veo caminar hacia mí mientras recibe halagos de todo el mundo. Se desliza a mi lado y abre el maletero de su coche para guardar su bolsa de deporte.
—¿A dónde quieres ir a cenar?
—Um... Margot y yo te hemos hecho una tarta. Y creo que quiere darte el regalo de cumpleaño antes que nadie.
Cierra la puerta de maletero y nos montamos. No discute sobre ir a mi casa a cenar. Ya no es sólo por Margot, la tarta o los regalos, es porque quiero y necesito cambiarme. He venido con unos pantalones que parecen deportivos y la sudadera de Noah; y él se ha cambiado y lleva una camisa blanca y unos vaqueros negros. Quiero vestirme bien, que la gente nos vea y piense que nos merecemos el uno al otro. Quiero dar envidia.
Todo el trayecto es silencioso. Margot lo coge por banda en cuanto entramos en casa y lo sienta presidiendo la mesa. Papá y ella han cocinado empanada de atún y filetes con patatas. Noah disfruta de la comida como un niño pequeño. Estoy masticando una patata cuando Feya me envía un mensaje.
Dile a Müller que has reservado noche en un hotel. Le vendas los ojos, conduces tú y venis.
Me atraganto con la patata y me bebo mi vaso entero de agua antes de que nadie lo note. No, no soy capaz de hacerlo.
La fuente con filetes y patatas se termina y Margot la recoge de la mesa.
—Apaga las luces, papá —dice. Y él lo hace. Entonces le coloca las velas a la tarta y las enciende—. Tendrás que soplar y comerte un trozo aunque no quieras.
Noah levanta los brazos y todos nos reímos. Le deja de apuntar con el cuchillo de cortar la tarta y lo deja sobre la mesa. Margot hace una pequeña marcha mientras papá y yo cantamos el "Cumpleaños Felíz", para cuando terminamos, Noah cierra los ojos y sopla las velas. Son las diez y media cuando me trago mi último trozo de tarta. Margot y yo nos hemos salido esta vez, ni hemos quemado el bizcocho ni se nos han mezclado los chocolates.
—Estaba riquísima, Margot —le dice Noah.
—Ha sido fácil de hacer esta vez. Un día, Sierra intentó hacer una tarta para el cumpleaños de papá ella sola y...
Me escaqueo de la cocina y subo corriendo las escaleras. Me cambio a la velocidad de un rayo. Margot tiene demasiadas cosas embarazosas que contarle a Noah sobre mí.
Saco unos vaqueros y me enfundo en ellos en un momento; entre mis camisetas dobladas encuentro una de manga larga negra y que deja los hombros al descubierto. No sé en qué momento me la he puesto o si me la regaló Margot, pero debería habérmela empezado a poner mucho antes. Bajo las escaleras dando saltos para entrar en las botas, y me paso a mirarme en el espejo de la entrada antes de volver a la cocina. Noah ya está de pie despidiéndose de mi familia.
—Volveré mañana y así me dáis los regalos —dice.
Noah pasa por mi lado y se queda en la puerta. Yo me despido de Margot primero con un fuerte abrazo, y papá me frena cuando estoy agachándome para darale un beso en la mejilla.
—Ten cabeza, ¿vale, Sierra? No hagas nada de lo que te arrepientas —me susurra y me suelta—. Pasarlo bien.
Estoy de lo más avergonzada mientras me coloco una chaqueta vaquera por encima y cojo una pequeña cartera con mis cosas. No tengo pensado hacer nada con Noah. Es la fiesta de su cumpleaños y estará con sus amigos.
—¿Te apetece ir a mi casa? —me dice de camino al coche.
No. No, no, no, no. No puedo dejar esto se estropee.
—Yo, um... he mirado un sitio, para pasar la noche los dos y... bueno, ¿me dejas conducir y llevarte? Es que...
Noah me entrega las llaves sin pensarlo y se sube de copiloto. Le brillan los ojos cuando arranco y paso por delante de todas las casas del vecindario. Me gustaría saber qué está pensando. ¿Que tendremos sexo? ¿Es sobre eso? No puedo no pensarlo cuando se muerde el labio mientras se mira en el espejo del coche.
Estoy tan nerviosa que hiperventilo en algún momento y las manos me sudan. Freno en seco en un semáforo y Noah se sobresalta. No me gusta conducir coches que no son el mío, no los controlo bien y no hay nada ajustado a mi medida ni a mis gustos. Noah deja caer su mano en mi pierna y me mira como si acabáramos de tener un accidente.
—Si estás nerviosa o no quieres ir o hacer lo que tenías pensado, Sierra, está bien.
Me giro a mirarle. Tengo guardado un pañuelo en la cartera para vendarle los ojos. Lo cojo con torpeza y me tiemblan las manos cuando se lo enseño.
—¿Pu-puedo vendarte los ojos?
Por un momento temo que me diga que no. Que estoy loca. Pero acepta y no es por lo patética que debo parecer. Mientras agita la cabeza me mira y tiene ese brillo que la gente tiene cuando mira algo que quiere. Eso me da seguridad el resto del viaje. Son las once y veinte cuando estoy cerca de la dirección que Paul me envió, freno un momento y envio un texto rápido, pero sé que tengo que hacer más tiempo, así que sólo doy vueltas con el coche. No conozco la zona, ni siquiera sé con exactitud si seguimos dentro del estado o si ya he pasado los límites. Iba demasiado pendiente al GPS y a mis nervios que a las señales de tráfico.
Sobre las doce menos veinticinco Noah alarga la mano para bajar el volumen de la radio y pregunta:
—¿Falta mucho?
—No. Estoy dando unas vueltas, necesito quitarme los nervios —admito.
Giro el coche en una calle entre árboles y freno unos segundos. El corazón me late con fuerza en el pecho y siento que me voy a marear. Noah gira la cabeza como si pudiera verme, y se lleva la mano al nudo del pañuelo.
—No te lo quites, por favor.
—Sólo voy a destaparme un ojo, Sierra. Quiero decirte algo a los ojos, ¿puedo?
—Sí...
Noah tira del pañuelo hacia arriba y me mira con un ojo. Sigue ahí el brillo de quererme y eso me relaja.
—Si no estás segura podemos dar la vuelta. Lo sabes, ¿no? No tenemos porque pasar la noche juntos si no te sientes bien, o si es porque te sientes presionada. No necesito que tengamos relaciones ni que durmamos juntos para sentirte mi novia. Ya lo eres, Sierra. —Como si pensara pasa sí mismo, añade—: Aunque no digo que no me gustaría.
Se me escapa una pequeña mueca. Me estoy sintiendo fatal por hacerle creer que pasaremos la noche juntos; suena ilusionado porque pase. Alargo la mano hasta bajarle el pañuelo y taparle los ojos de nuevo. Entonces, antes de arrancar me inlcino y le doy un beso. Noah se pasa sonriéndo el resto del camino. Cuando aparco delante de la casa dónde es la fiesta sorpresa, son las doce menos dos minutos, pero no le digo nada a Noah. Paul me mira desde el jardín y corre dentro de la casa. A los segundos me envía: todo listo para que entréis. Sin embargo no lo hago.
Dudo un momento en decirle a Noah que se quite el pañuelo de los ojos. La gente ha tenido la consideración de aparcar los coches en otra calle para que no se note nada.
—Quítate el pañuelo.
Noah lo hace sin dudarlo. Arruga la nariz y entrecierra los ojos mirando la calle.
—¿Es aquí? —pregunta.
—Sí. Los tíos de Taylor viven aquí pero se han ido el fin de semana a Chicago. —Hago una breve pausa, de esas que hacen suspense—. Por cierto. Felices dieciocho, Noah.
Quería ser la primera en decírselo.
Nos bajamos del coche y saco el par de llaves que Paul me dio para abrir. Empiezo a girar la llave y tiro de la puerta. En cuanto Noah pone un pie dentro intenta acercarse a mí, pero un montón de personas sale de un montón de rincones gritando:
—¡Sorpresa!
Noah me mira un sengundo antes de que lo pierda de vista. La gente se está turnando para felicitarle. Hay una fila de chicas que dan pequeños saltitos para acercarse a él; cuando lo consiguen, le piden todas una foto. <<¡Ni que fuera famoso!>>
—¿Al final le has dicho la excusa del hotel?
Ladeo la cabeza a Freya. Me extiende un vaso de plástico rojo con Coca Cola y atrapa mi brazo llevándome al sofá. Chloe y Regina están sentadas en medio del sofá entre otras dos chicas que eran animadoras, nada más verme Chloe susurra algo en el oído a Regina y se levantan del sofá. Taylor está sentada en el brazo y consigo que me dejen a su lado. Entablamos una conversación de lo más normal, y a los pocos segundos escucho el grito de Chloe:
—¡Noah! ¡Felicidades! —Odio como se le tira al cuello a darle un abrazo.
Me bebo el contenido de mi vaso en un par de tragos y aplasto el vaso en mis manos. Una chica pasa por delante de nosotras y se acuclilla sujetándose en mis rodillas. Es Emil Marie, una de las nuevas animadoras.
—Estamos buscando gente para un beer-pong. ¿Alguna se apunta? ¡Venga, Sierra!
Si no fuera novia de Noah nadie me invitaría a un juego de beber. No estaría ni aquí. Se siente bien saber que la gente te nota. Pero no bebo, yo no soy la chica de la fiesta que juega al beer-pong o a la que un chico le bebe un chupito de vodka de mi ombligo.
—No, gracias. Si eso luego nos pasamos un rato a ver la partida.
Emil asiente con la cabeza y se enreda en el brazo de un chico deslizándose entre las personas.
Resulta que no me siento tan extraña durante la fiesta porque nadie se acuerda de que estoy aquí. Es la madrugada de Noah, todo el mundo está hoy para él. He visto a un par de novias enfadadas porque sus novios estaban con Noah y no con ellas.
***
Más tarde, me estoy sirviendo un poco de café en la cocina. Son las tres y media y la música está más alta que hace un rato aunque ya no haya tanta gente en la casa. En algún momento alguien ha decidido que era buena idea meterse en la piscina y el resto de personas lo han seguido al patio. Taylor y yo somos de las pocas que estamos en la cocina, así que veo perfectamente a Noah entrar en la cocina con una banda de cumpleañero cruzándole el pecho. Se me acerca y saca un vaso de la estantería de encima de mi cabeza.
—Yo también necesito un café —me dice—. ¿Te lo estás pasando bien?
Me encojo de hombros. Sin más. Podría decir que mis fiestas del pijama con Taylor son más entretenidas y divertidas para nosotras. Las fiestas no son lo mío, pero son lo de Noah.
Mi café sale de seguido. Meto otra cápsula en la cafetera y pongo el vaso de Noah debajo.
—Espero que te haya gustado la sorpresa.
—Lo ha hecho. —Su café sale y Noah le da un pequeño sorbo—. ¿Te apetece ir arriba? Se está más tranquilo.
Miro a Taylor. Está hablando con Lucas y riéndose del otro lado de la mesa del comedor. No me echará de menos si me pierdo un rato con Noah.
Con nuestros cafés en la mano subimos a la planta de arriba que parece estar precintada. Hay una cuerda en lo alto de las escaleras y nadie ha entrado. Noah la retira y la vuelve a colocar cuando pasamos. Entramos en una de las habitaciones y me tomo la confianza de sentarme en el borde de la cama y dejar mi vaso en la mesilla. Por unos segundos el corazón me bombea demasiado rápido. Es la primera vez que me encuentro a solas con Noah en una habitación después de haber estado pensando en las relaciones sexuales. ¿Y si este es el momento? Muchas personas pierden la virginidad en las fiestas. Mierda. Las manos me empiezan a temblar e intento quitarme el sudor pasándome las manos por los pantalones. Noah se sienta a mi lado y deja su vaso de café junto al mío, entonces se tira de espaldas sobre la cama y se saca la banda.
—Túmbate —me dice.
Cojo una honda respiración y me dejo caer lentamente. Cuando la mitad de mi cuerpo ya está tumbado, empiezo a sentir el brazo de Noah que queda justo debajo de mi cabeza. Pienso si quitarme, pero siento una paz interna y placentera que no me deja.
—¿Tu madre y Robert no se enfadarán porque no estés en casa?
Noah ladea la cabeza y vuelve a mirar al techo blanco.
—Ya les dije que no dormiría en casa. Pero tengo que llegar antes de las diez para que desayunemos juntos. Mary Anne viene.
Yo giro la cabeza sobre el brazo de Noah que se tensa. Noah mueve el brazo y me agarra la mano enlazando nuestros dedos junto a mi cabeza. Un hormigueo me persigue en la mano a lo largo del brazo.
—¿Cómo sabías que no ibas a ir a dormir a tu casa?
Noah aprieta mi mano y me mira. Su cabeza cae sobre su hombro y su nariz roza delicadamente la mía. Estamos en un ambiente que nunca había sentido. La música se sigue escuchando bastante alto, pero ahora... ahora es solo un rumor alejado de la respiración lenta de Noah.
—Les dije que me iba a quedar en tu casa, y si no me lo proponías tú me hubiera autoinvitado.
—¿Querías quedarte en mi casa a dormir? ¿Con mi padre en la habitación de al lado y Margot la súper cotilla?
—Algo así —me dice. Debe ver que le miro como si estuviera loco, y agrega—: Tenía pensado atrancar la puerta.
Le golpeo el pecho y me siento en la cama. Desenredo mi mano de la de Noah y cojo mi café. La cabeza me palpita al ritmo de la música y los gritos. Y no puedo quitarme de la cabeza la idea convertida en imagen de Noah y yo durmiendo juntos.
—¿Puedes pasarme mi café?
Con la mano libre agarro su taza de café del asa porque quema. Cuando se lo estoy pasando, Noah se incorpora y le acabo tirando el café por toda la camisa. Me levanto de golpe y dejo las tazas en la mesilla.
—¡Oh, Dios! Lo siento, lo siento.
Noah se levanta de la cama y se despega la camiseta del pecho. Le tiene que estar ardiendo. Además su camiseta es blanca y le quedaba demasiado bien como para que ahora yo se la haya estropeado. Entonces, se empieza a desabotonar la camisa.
—No pasa nada.
Estoy absolutamente perdida en mi ensoñación mientras Noah se termina quitar el último botón de su camisa. Se le abre y por primera vez desde que lo encontré en la piscina pública en verano, puedo verle los abdominales y la fina raya que le cruza del ombligo como si fuera una cicatriz de nacimiento. Noah tira de las mangas de la camisa y se la saca por completo. La inspecciona un momento, pero yo no puedo dejar de mirarle a él. Parece que tiene la espalda más ancha cuando se inclina a extender la camisa por el respaldo de una silla de madera. ¿En qué momento Noah pasó de ser un niño a... a ser Noah Müller?
—¿Te he quemado?
Noah me lanza una mirada sin dejar de frotarse el pecho. Noah no es el chico con más músculos; pero los que tiene los labe sacar a relucir. No es como Kendall Cass, que los abdominales los tiene definidos tanto que parecen rocas, Noah parece más natural.
—No, estoy bien. —Me agarra los mofletes con las manos y peina mi pelo con sus dedos—. ¿No tienes un poco de calor?
Mmmm. <<¿Qué?>> El corazón me salta como un saltamontes libre; las manos me sudan y una pequeña bola de nervios se me traban en la garganta. ¿A hecho antes esto? Noah no se ve nervioso cuando me quita la chaqueta vaquera y la lanza a la cama. No sé qué está pasando ahora mismo, pero me gusta.
Estoy algo distraída cuando Noah se inclina y mete su mano en el bolsillo trasero de mi pantalón, así que me pilla totalmente de sorpresa. Su mano nunca había pasado esos límites. Estamos tan pegados que me sujeto de sus hombros para que no se separe.
Hasta hace media hora estaba medio dormida, pero ahora creo que no he estado nunca tan despierta.
Debo de estar en una especie de trance Müller, porque cuando siento como Noah me da un beso en el cuello y me estremezco, estoy sentada en su regazo y él lo está en la cama. Pongo los ojos en la ventana de la habitación, pero Noah me mordisquea la clavícula y los ojos se me van. Me pregunto si ha descubierto las zonas erógenas de las chicas por su experiencia o porque lo ha leído en un artículo de Google. Me quedo quieta un segundo, estremeciéndome por las caricias de Noah en mi muslo y sus besos en mi cuello, y luego me animo: hago lo que quiero hacer. Dar el siguiente paso. Empujo los hombros de Noah a la cama, se queda tumbado y parece expectante a mi siguiente paso, pero realmente no sé qué más hacer. Empiezo a creer que nos hemos estancado y que nuestro momento se ha ido garete, pero Noah me tumba en la cama y se apoya con las rodillas a los lados de mi cadera. Cojo profundas bocanadas de aire los breves momentos en los que Noah deja de besarme. Me atrevo a tocarlo un poco; su pecho está duro y siento la crontación de los músculos de su espalda cuando se balancea sobre mí dándome besos. Me encorvo por inercia cuando pasa sus dos brazos por debajo de mi espalda y levanta mi camiseta hasta que destapa mi sujetador. Podria haberme puesto uno de encaje que me recomendó Freya, pero es sólo el mío negro. De repente, para y dice:
—Espera.
Me aplasto contra el colchón como si acabase de patear la cara. ¿No quiere seguir? Entonces alguien abre la puerta y me tapo como puedo. La sangre se me va del cuerpo y el oxígeno también. Intento cubrirme hasta la cara cuando Taylor tartamudea:
—Umm... perdón, yo no sabía... ¡Adiós!
Cuando sale, Noah cae sobre mí con la cabeza metida en el hueco de mi cuello y se larga a reír. Yo también me río. ¿Esto es cortar el rollo? Madre mía, ¡casi nos acostamos! Y tengo las ganas, pero no la emoción. Cuando me despierte y Taylor me pregunta si Noah y yo nos acostamos, no me veo capaz de decirla que después de que nos viera seguimos a lo nuestro como si nada. Tengo su cara espantada grabada en el cerebro.
Noah rueda a mi lado con su brazo debajo de mi cabeza y con una sonrisa de labios hinchados. Me mira y me repasa con la mirada antes de bajar mi camiseta y taparme.
—Creo que deberíamos dormir un rato —suena agitado y ronco. Es sexy.
Asiento con la cabeza. Contra antes me duerma antes pasaré este momento que ahora me parece de lo más incómodo.
—Creo que sería lo mejor.
Noah nos lleva al centro de la cama y no quita su brazo de debajo de mi cabeza ni cuando los ojos se le empiezan a cerrar después de pedirme que le haga cosquillas en el brazo.
¿Qué tal esté capítulo? ¡BOOOM! ¡Sorpresa a vosotros también!
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