61
Margot y yo estamos pegadas a la puerta de la habitación de papá intentando escuchar lo que habla con los abuelos. Han llamado en mitad de su querido partido de fútbol; mientras Margot y yo hacíamos unos pocos deberes.
Margot me mira y me pica las costillas.
—Le dejarás a papá tu habitación —me dice.
—No, lo harás tú. Mi habitación es más grande que la tuya.
—Pero yo tengo dos colchones para las dos.
—Mi cama es más grande que dos colchones.
Nos alejamos de la puerta dando un salto y fingimos que nos estamos lanzando una pelota de papel cuando papá sale de su cuarto con el móvil en la mano. Baja trotando las escaleras gritando un gol de su equipo. Margot y yo nos volvemos a mirar y la pelota de papel me da de lleno en la fiebre.
—Piedra, papel o tijera. Si gano yo nos quedamos en mi cuarto, si ganas tú nos quedamos en el tuyo.
Asiento con la cabeza de un solo movimiento. Margot y yo contamos hasta tres mientras agitamos la mano. Uno, dos y tres. Hago unas tijeras y Margot saca papel. Me mira con el ceño fruncido y dice con un dije de enfado:
—Al mejor de tres.
De pequeñas pensaba que Margot era lo suficientemente tonta como para no enterarse de que siempre usaba la misma secuencia para ganarla. A los diez años me empezó a ganar usando mi estrategia en mi contra. Ahora simplemente abro la mano un nanosegundo después de ver lo que Margot va a sacar. Supongo que, a parte de hacer un buen café a máquina, ese es mi otro talento.
Margot parece realmente irritada cuando me agita los brazos delante de la cara y me grita varias veces:
—¡No vale! ¡Haces trampa! ¡No vale!
Desde el piso de abajo, papá grita:
—¡Chase ha llegado!
De repente parece que Margot se olvida de nuestra discusión y corre escaleras abajo. Durante la semana en la que los abuelos se van a quedar en casa, tenemos que hacer redistribución. Los abuelos se quedarán a dormir en el cuarto de papá, por lo que somos Margot y yo las que tenemos que decidir qué cuarto de los nuestros le dejamos a papá y en cual dormimos las dos juntas. Margot quería que nos quedáramos en el suyo para poder echarme de él cuando la disese la gana; yo quiero que nos quedemos en el mío porque no quiero que papá me toquetee las cosas.
***
Cenamos todos juntos unas pizzas en el salón. A Chase y a papá ha llegado un punto en el que les temblaba el pulso con la pizza en la mano porque su equipo de fútbol iba perdiendo. Mientras, Margot y yo no hemos dejado de mandarnos miradas extrañas, yo desde el sofá junto a papá y ella desde el otro sofá junto a Chase.
Estoy haciendo trizas las cajas de pizza con las tijeras cuando termina el partido y todos nos encontramos en la cocina. Papá enjuaga los vasos de zumo y Margot y Chase charlan.
—Papá, hemos llegado a la decisión de que Sierra y yo dormiremos en su cuarto y tu en el mío cuando vengan los abuelos.
—¿Os habéis peleado por eso? —nos pregunta secando el último vaso.
A coro, decimos:
—No, que va.
Margot hace el intento de decir algo pero antes suena el timbre de casa. Abre la puerta y oigo la voz de Wesley.
—Hola, Margot. ¿Está tu hermana?
Dejo caer las tijeras a la mesa y empiezo a deslizarme por la cocina hasta la entrada. Por el camino, le pido a Chase que entretenga a Margot para que nos espíe. Desde que volví con Noah, Wes está raro. Me lo encuentro por las mañanas cuando Noah viene, él está montándose en su coche cuando yo salgo a montarme en el Noah. Le agito la mano para saludarle y suelo darle los buenos días, pero solo me sonríe, y se cree que no lo noto, pero veo como acelera el paso hasta su coche.
—¡Sierra...!
—Ya estoy aquí, Margot. Puedes irte.
En cuanto vuelve a la cocina, echo en falta que tengamos una puerta.
Wesley me mira y acabamos sentados en los escalones del porche de casa. Me hundo en mi chaqueta y juego con los cordones de mi zapatillas.
—El cumpleaños de tu novio es en nada —me dice, y suena igual de rencoroso a como cuando yo hablaba de la relación de Margot y Chase porque quería una igual.
—Sí. —He pensado en invitarle, pero es el cumpleaños de Noah y no se llevan bien.
—¿Ya sabe que nos besamos?
<<Que me besaste>>
—No importa ya. ¿Por qué lo preguntas?
Wesley se encoge de hombros y estira las piernas sobre el resto de escalones de nuestro porche.
—No, por nada.
Giro la cabeza y entrecierro los ojos mirando por la calle.
Empiezo a mover la pierna como una especie de tic nervioso. Wesley no parece que vaya a decir nada y hace algo de frío del que mi chaqueta no me resguarda.
Estoy poniéndome lentamente de pie, cuando Wesley lo hace más deprisa y se rasca la nuca. Me mira fijamente con sus grandes ojos azules. Estoy segura de que Wes es ese chico que tanto buscamos durante toda nuestra vida y al que luego no hacemos caso.
—¿Venías a decirme algo? Tengo que hacer unas cosas con papá. —No es mentira del todo. Tengo que ayudar a papá con el ordenador nuevo y las cuentas del taller. Además, tengo que envolver el stick de lacrosse de Noah y una chaqueta vaquera que papá, Margot, y yo le vamos a regalar en conjunto.
Asiente y da un paso cerca de mí. El viento arrastra la esencia del perfume de Wes. Wesley siempre huele bien, a la misma colonia que comparte con su padre. Hasta hace años pensaba que esa era su esencia natural, es un toque muy suave de olor que caracteriza a Wes.
Me apoyo en la valla del porche y me atrevo a preguntar:
—¿Por qué has estado evitándome?
Wes se hunde en el sitio. Luce como si le acabara de sacar el aire.
—¿Estás enamorada de Noah?
—¿Qué?
—Si estás enamorada de Noah. ¿Os queréis?
Eso me pilla por sorpresa. Noah y yo nunca nos hemos dicho que nos queremos, pero creo que quererse viene de la mano a estar enamorados.
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque estoy enamorado de tí y es difícil verte con Noah.
Oh, no. No, no, no, no. No puede decirme esto. Yo sé que le gustaba, él me lo dijo, pero estar enamorado es diferente. Duele más. Yo no estoy preparada para dar una contestación a eso. ¿Qué esperaba que le dijera? ¿Algo que le rompiera el corazón?
Hago que me rasco el cuello y giro la cabeza hacia la puerta abierta de casa. Margot y Chase están sentados en los escalones de la escalera. Chase me mira y abro los ojos como si gritara: <<¡SOS SOS!>>
—No por eso vas a dejar de ser mi amigo, ¿verdad?
Wes niega rápidamente con la cabeza.
—No. Tampoco quiero que cambie nuestra amistad. Es que... —se rasca la nuca y sube un escalón cerca de mí—. Siento que si no te lo decía iba a reventar.
Chase sale al porche y me toca el hombro.
—Tu padre te necesita —me dice.
Veloz como un rayo me despido de Wes con un con un gesto de mano y tiro de Chase hasta dentro de casa. Cierro la puerta en cuanto estoy dentro de casa, me quedo pegada a ella como una tabla y miro por las pequeñas ventanas que tenemos al lado de la puerta. Se ve algo distorsionado y a mitad de camino a su casa, Wes se gira. Me lanzo al suelo, y estando en cuclillas miro con solo un ojo hasta que ya no puedo verlo.
Margot y Chase no dejan de mirarme mientras me espatarro en el suelo como un muerto. Se miran, me miran, y preguntan a coro:
—¿Qué ha pasado?
—No hagáis como si no lo hubiérais escuchado todo.
—¿Qué vas a hacer ahora? —inquiere Margot.
Realmente no lo sé. A lo mejor podría poner unas reglas a partir de ahora para no hacer daño a Wes. Es una falta de respeto saber que está enamorado de mí y pasar por su cara mi relación con Noah.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro