60
Por la mañana, Margot y yo tenemos que correr por toda la casa para estar listas a tiempo cuando Noah llega para recogernos. Toca el claxon fuera de casa y dejo mi bowl de cereales con el de Margot en la pila. Me cuelgo la mochila al hombro y me quito el pelo de la mejilla para que papá me de un beso como hace con Margot. Las dos corremos por el jardín hasta montarnos en el coche de Noah.
—Buenos días, chicas Bomer —nos saluda.
—¡Hey! ¿Y esto? —pregunta Margot desde atrás.
—Es la sudadera de tu hermana —contesta Noah.
Margot me lanza la sudadera al regazo. Se me escapa una sonrisa boba. Ahora la sudadera de lacrosse de Noah huele a él, parece que se la ha puesto y la ha impregnado de su esencia.
Noah me mira parados en un semáforo y me desabrocha el cinturón.
—Póntela, póntela —me dice. Suena como cuando en sexto gritaba para que girásemos la botella—. Me hace ilusión.
Me desabrocho la chaqueta de deporte, la guardo en mi mochila, y me hundo en la sudadera de Noah. Se siente cómoda, casi como si Noah de verdad me abrazara.
—Me gusta como te queda. —Noah me da un apretón en la rodilla y me tiembla el cuerpo entero.
Me muevo para abrocharme de nuevo el cinturón y Noah me quita la mano de la rodilla. Espero todo el camino hasta el instituto a que vuelva a poner su mano en mi pierna, pero no lo hace.
—Noah, ¿puedes dejarme cerca de los autobuses? Chase está allí con sus amigos —le pide Margot.
A veces siento que nos aprovechamos de la situación. Noah ya ha hecho suficiente recogiéndonos en la puerta de casa como para que le hagamos dar más vueltas. Sin embargo, conduce hasta la zona de llegada de los autobuses escolares.
Margot salta entre nuestros asientos y nos da un beso en la mejilla a cada uno antes de bajarse del coche.
—Es muy energética —comenta Noah.
—No sé de dónde saca tanta energía por las mañanas.
Noah acelera hasta un espacio libre del aparcamiento. Cuando salimos del coche y nos dirigimos a la entrada, los dedos de Noah se enlazan con los míos. Caminamos por los pasillos y me siento distinta, supongo que porque he aceptado lo que la gente piensa de nosotros. Sé que se preguntan si tenemos sexo a cada rato, o si de verdad Noah está enamorado de mí y no es por llamar la atención. He aprendido a aferrarme a la mano de Noah y evitar ver como soy yo a la que miran y a la que interrogan con las miradas. He pasado de ser simplemente Sierra Bomer, a ser "la chica con la que sale Noah Müller".
Taylor está esperándome en su taquilla mientras habla con Lucas, Gabriel y Paul. Saltamos a los brazos de la otra, y en susurro me pregunta:
—¿Habéis hablado de algo de eso?
—No.
Los chicos me saludan pasándome como a una pelota de fútbol entre sus brazos. Abro la puerta de mi taquilla y dejo la mochila sobre mi muslo para guardar unos apuntes y mi estuche con rotuladores y pinceles. Noah me toca la espalda, y al girarme aplasta sus labios con los míos pillándome totalmente desprevenida.
—Tengo que ir a revisar los vestuarios. Nos vemos luego —se despide y añade—: En la cafetería. —Con ese decreto se desliza por los pasillos hasta que ya no le veo más.
Cierro la puerta de mi taquilla y Taylor y yo nos despedimos de los chicos para ir al baño. Voy con la cabeza bien alta para ver si descubro a Freya. No quiero que pase un día más y que la indecisión y el no saber sigan haciéndose una bola molesta en mi pecho. Taylor entra corriendo al baño y cuando la sigo ella ya está metida en uno de los cubículos. Me paro frente al espejo y suelto un sonido satisfactorio. Freya está a mi lado aplicándose brillo de labios con el dedo mientras se mira en un pequeño espejo de mano que sujeta. Abro el grifo del agua y carraspeo un poco llamando su atención. Cierra el espejo de golpe y se lo guarda en el neceser de mano que tiene desde hace años.
—El espejo está demasiado sucio y no me veo con claridad —aclara. Tira de la cremallera y cierra el neceser con suavidad—. ¿Has pensado lo de llamarme?
—En realidad, quería hablar contigo... —digo. Me mojo un poco los dedos y me aplasto los pelos sueltos de mi coleta—. Yo, ummm, tengo unas cuantas dudas y cr-creo que tú puedes ayudarme.
Freya suena bastante interesada cuando aclara:
—Es por Noah. —Y yo asiento con la cabeza mientras juego con el agua que deja de caer—. ¿Tiene que ver con que os hayáis acostado?
Golpeo con la palma de la mano el botón del grifo y el agua cae agresivamente salpicándome un poco. ¿Por qué todo el mundo quiere que Noah y yo nos acostemos?
—¡No nos hemos acostado!
—Pero quieres que pase.
—¡Sí! Osea, no. Quiero decir que... —dudo y agito la cabeza como si pudiera borrar la tontería que acabo de decir.
Miro a los cubículos. Taylor está de pie dentro de uno esperando a que Freya se vaya para salir.
—¿Por qué no nos sentamos juntas en la cafetería y hablamos? —me pregunta. Asiento con la cabeza y entonces se acerca al cubículo de Taylor y golpea con los nudillos—. Tú también, Taylor.
La sigo con la mirada hasta que se desliza fuera del baño repiqueteando sus tacones bajos en el suelo. Taylor sale del baño señalándose como si preguntara: <<¿Me lo ha dicho a mí?>> Sigo agitando la cabeza de arriba a bajo porque no me salen las palabras. Me miro a través de espejo y se me escapa una risa que hasta me suena escalofriante. Es una situación tan extraña que no sé qué más hacer.
En cuanto suena la campana para nuestra primera clase, Taylor y yo nos deslizamos por los pasillos como si fuéramos patinadoras de élite. Estoy de lo más pendiente a la charla histórica del profesor Finch cuando escucho a una chica de delante susurrarle a su amiga:
—¿Crees que este año habrá fiesta de cumpleaños? La del año pasado fue lo más.
—¿Por el cumpleaños de Noah Müller? A saber. Está tan perdido con su novia que a saber si en lugar de la fiesta pasa su cumpleaños con ella solo.
Oh, Dios. El cumpleaños de Noah es en pocos días, ¡sus dieciocho! Me siento una mala novia por olvidarlo, y eso que todos los años le felicito por Instagram aunque pasara de mí. Sólo he ido a una de sus fiestas de cumpleaños hace bastante tiempo, cuando todavía su madre contrataba a un payaso para animar la fiesta. Después dejamos de hablar y empecé a bordear toda su calle para evitar pasar por delante de su casa.
Pasadas las primeras clases, estoy sentada con Taylor en una de las mesas más alejadas del centro de la cafetería mientras juego con una bolsa de galletas que papá me ha metido en la mochila. Siento unas manos en mis hombros y pego un bote en mi asiento. La sonriente y bonita cara de Noah aparece delante de mí.
—¿No os sentáis con nosotros? Os estamos esperando.
Tengo la garganta reseca y no dejo de tragar saliva. Taylor agita la mano y me mira antes de decirle a Noah que estamos esperando a alguien. Nos mira como si no se lo creyera. Entonces, veo a Freya deslizarse por la cafetería con una bolsa negra de almuerzo entre las manos. Nos ve y acelera hasta sentarse en la mesa. Noah parece no creerse nada.
—Müller, tenemos cosas femeninas de las que hablar. —Freya le agita la mano en la cara sin mirarle y empieza a sacar cosas de su almuerzo: una barrita de frutas light, un batido de plátano casero, una botella de agua mineral y unas piezas de chocolate negro.
Noah se inclina hasta interponerse entre las dos. Me mira como si fuera sueño lo que está viviendo.
—¿Segura?
Agito la cabeza con tranquilidad y sonrío poco a poco asegurando que todo está bien. Yo también necesito comprender que hablar con Freya es lo mejor que puedo hacer. Ir a papá y decirle que puede que quiera mantener relaciones sexuales con Noah... Creo que nadie es capaz de hablar de eso con su padre. A lo mejor si estuviera mamá podría hacer una charla parecida más amena y menos incómoda, pero no es el caso.
Noah estira la mano y choca los puños con Taylor, agita la cabeza hacia Freya y a mí me da un beso antes de trotar a su mesa con sus amigos.
Sigo mareando mi paquete de galletas cuando Freya empieza a hablar. La mesa es grande y aun así las tres estamos pegadas en un lado intimando la conversación lo máximo posible.
Mientras mastica su barrita de frutas, Freya me mira y dice:
—Noah y tu sois raros. Quiero decir, estáis a punto de los dieciocho y tenéis controladas vuestras hormonas. Noah te respeta demasiado como para no tocarte el culo si tú no le dejas antes hacerlo.
—¿Y eso que quiere decir?
—Que te quiere. Noah no es como los otros chicos que ya te hubieran llevado a la cama. Habéis discutido un par de veces y llegásteis a dejarlo. Estoy segura de que está esperando a que tú te insinues un poco, Sierra. Tiene miedo de intentar algo, que la cague, y que le dejes.
Freya suena tan segura, como si viera el futuro en la mesa, que no puedo debatir nada de lo que dice.
—Yo creo que lo más importante de todo es que tú quieras hacerlo —añade Taylor.
Freya asiente con la cabeza apoyando a Taylor.
—Por supuesto. Eso es lo primero, pero sé que quieres.
Le lanzo una mirada dubitativa a Freya. A veces siento que no me conozco, que hay personas que saben más de mí que yo misma.
—¿Cómo sabes que quiero? —replico.
Freya destapa la botella llena de batido de plátano y le da un par de sorbos. Taylor y yo la seguimos mirando esperando que diga algo.
—Me lo has dicho esta mañana. —Freya nos mueve el batido delante—. ¿Queréis? Tiene muchas proteínas.
—No. Y tú como alguien que ya... bueno, tú ya no eres... ummm, ¿qué crees que pueda hacer?
—Dejar que fluya —dice. Mira su teléfono y se guarda el almuerzo en la bolsa negra—. Noah te mira como si lo deseara, pero queréis esperar un poco más.
Freya se pone de pie y Taylor y yo la imitamos. Veo como se agacha a recoger su mochila y la cuelga al hombro sacando un permiso falso para irse a casa.
—¿Te vas a saltar las clases? —le pregunto.
Freya me mira y se inclina a darnos unos besos en la mejilla a Taylor y a mí.
—Jackson, mi novio, me está esperando fuera. Vamos a ir a ver unos apartamentos. Queremos vivir juntos el año que viene cuando entremos en la Universidad a estudiar magisterio los dos.
Alzo las dos cejas mientras Freya se contonea a la salida de la cafetería.
—No me puedo creer que alguien la aguante como para querer irse a vivir con ella —masculla Taylor.
—Ha sido bastante agradable hablar con ella.
Recogemos las mochilas del suelo y empezamos a atravesar la cafetería. Chloe está estrujándome con la mirada desde su mesa con las animadoras. Le susurra algo a Regina pero parece que no la hace mucho caso y deja de mirarme. Estoy pasando por detrás de todas ellas y su mesa cuando veo a Chloe estirar su pierna para que me caiga. Freno en seco y bordeo otra mesa para evitarla. Noah nos intercepta y nos sienta en la mesa con su grupo de populares. Todos nos miran un segundo antes de ponerse a hablar de un partido de lacrosse amistoso que hay el viernes. De repente, Paul me mira y me señala con su dedo mientras sonríe.
—¡Hey! Llevas la sudadera del capitán.
Me hundo más en la sudadera y Noah me abraza por la cintura Si bien no me he quitado la sudadera, me he soltado el pelo después de mi primera clase para que no todo el mundo fuera rumoreando que llevo el nombre de Noah en la espalda.
Me sudan las manos cuando salimos de la cafetería. Noah lleva su mano metida en el bolsillo de la que ahora es mi sudadera, y mueve sus dedos acariciándome el abdomen.
—Estás temblando, Sierra —me dice.
Esperaba que no se diera cuenta.
—No es nada, sólo algo de frío —miento.
—Hoy hace un buen día. Más calor que otra cosa.
Suelto una risa nerviosa y me separo de él cuando pasamos por delante de su taquilla. Todos aceleramos el paso dejándolo atrás. Taylor y yo nos encontramos entre los chicos, y reunidos cerca de mi taquilla Paul y Lucas nos cuentan el plan que tienen para el cumpleaños de Noah.
***
Hemos tomado el autobús escolar para volver a casa porque Noah tenía entrenamiento de lacrosse para el juego del viernes. Papá hoy no ha ido a trabajar, así que estaba en casa cuando hemos llegado y me he tomado la libertad de comentarle sobre el cumpleaños de Noah. Margot me ha escuchado y se ha empeñado en que deberíamos hacerle una tarta especial.
—Una tarta de tres chocolates y nata —dice Margot rebuscando en los armarios—. Dile que venga el sábado a desayunar a casa. ¿Tenemos de todo? Faltan velas de dieciocho.
—Se lo comentaré, Margot. Puede que desayune con su familia. Pero, ¿tú qué le regalarías a Chase?
Margot está de pie en la encimera buscando en los armarios algo de cobertura de chocolate y no me escucha.
—¿Por qué no le regalas algo que te haya dicho que quiera? Unas entradas para un partido o unas zapatillas... seguro que algo te ha dicho.
Estoy segura de que sí, pero me gustaría recordar el qué.
Margot salta de la encimera al suelo cuando llaman al timbre y corre a abrir. Vuelve con Chase y se sientan con nosotros en la mesa. Margot le está acariciando la nuca mientras Chase hace ruiditos como un gato.
—Si fueras Sierra, ¿qué le regalarías a Noah por su cumple? —le pregunta.
—Un stick de lacrosse. Hay una tienda en el centro comercial donde personalizan accesorios deportivos. Seguro que le gustaría uno con su nombre, y nuevo.
Me levanto de la mesa y me coloco la sudadera de Noah que había dejado en el respaldo de la silla. Bajo la mirada de todos agarro las llaves de mi coche y mi cartera. Rodeo la mesa con una sonrisa y le doy un sonoro beso a Chase en toda la mejilla. Luego salgo corriendo de casa a por el coche y en dirección al centro comercial. Aparco como puedo en un sitio y voy ágil como una pantera por todos los pasillos hasta que veo la tienda de que la Chase hablaba. Si fuera más de compras a lo mejor la hubiera visto antes. El hombre corpulento y lleno de tatuajes me mira desde detrás del mostrador mientras doy una vuelta por toda la tienda. Los sticks y las equipaciones de lacrosse están casi enfrente del escaparate.
—¿Necesitas ayuda? —me pregunta el hombre. Sale del mostrador y se me acerca.
No entiendo mucho, por no decir nada del juego, pero veo todos los sticks iguales y cojo el primero que alcanzo.
—¿Podría ponerle un nombre en el palo? —le pregunto al hombre.
—¿Qué nombre? —Vuelve dentro del mostrador y agarra el stick de mis manos.
—Noah Müller.
En cuanto me dice que sin problemas, que lo puedo recoger al día siguiente, me desinflo como un globo. Tengo un problema menos.
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