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Querida Sierra Bomer:

Siempre te quejas de mi popularidad porque te cojo de la mano y todo el mundo nos mira. Ahora te digo que gracias a eso que tanto odias de mí, he conseguidos unos minutos aquí dentro y puedo escribir esto.
Eres tan lista que estoy seguro de que sabes de lo que voy a hablar. No quiero tardar mucho porque en cuanto leas esto vendrás a verme. Así que para empezar, diré que lo siento. Tienes toda la razón y el derecho de llamarme Noah Estúpido Müller.
Tengo que decir que no salí contigo por algún tipo de experimento social o porque fueras la sustituta de Chloe. Eres todo lo contrario al tipo de chicas con las que salía antes, por eso eres tan interesante para mi. Y si me solía poner celoso, siento que fuera porque sé que hay chicos a los que también les gustan las chicas tan interesantes como tú.
He borrado muchas cosas de las que había escrito porque me he dado cuenta de que quiero decírtelas a la cara, además, te estoy viendo y casi no puedo concentrarme. Leerás esto y ya puedo ver tu cara contraída por haberme tenido tan cerca, escrbiendo sobre ti y sobre mí, y tú ni siquiera lo sabías.
Y ya, para terminar, quiero arriesgarme yo esta vez.
Estoy enamorado de ti, Sierra Bomer.

Noah Müller

¡Oh Dios mío! Creo que no puedo respirar con normalidad. Empiezo a sonreír y me remuevo en la cama pataleando. Me pongo la almohada en la cara y chillo, chillo y chillo tan alto que papá me regaña a mí.

El reloj marca las doce y media. ¿Cómo se supone que aguantaré hasta mañana para ir a hablar con Noah? Las horas pasan de lo más lento y el sueño se me ha ido por completo. No veo la hora de ver a Noah.

Cuando veo los primeros rayos de sol colarse por mi ventana me aseguro que va a ser un buen día. Nada malo puede pasar cuando en marzo hace buen día. Hago la cama con una sonrisa en la cara y me visto con un vestido tejano sobre una camiseta negra de manga larga pero fina. Me paso el peine por el pelo con fuerza y sin parar. Al terminar miro el reloj que cuelga sobre mi escritorio. No son más de las ocho de la mañana. Es temprano, Noah a esta hora ni siquiera ha desayunado. Me planteo mandarle un mensaje para preguntarle si está levantado, pero no quiero empezar la conversación hoy por teléfono. Podré hacer tiempo si voy dándo un paseo, y podría pasarme primero por una cafetería para comprar algo de desayuno.

Bajo corriendo las escaleras, pasando a papá que está hurgando en el Fairy Bread.

—¡Iré a hacer unas cosas! —grito abriendo la puerta.

Papá corre a mi encuentro y me pilla bajando a saltitos las escaleras del porche.

—¿No es un poco pronto?

—No. —Empiezo a alejarme por el jardín—. No sé cuánto tardaré. ¡Yo te aviso!

Tomo varios caminos en dirección contraria a la de Noah para comprarme un café. Intento estar sentada en la cafetería hasta que por lo menos sean las ocho y media, pero me encuentro caminando con paso apresurado así que me encuentro en la calle de Noah en quince minutos. Reconozco a Lucas cuando pasa por mi lado corriendo. Me mira de reojo y empieza a trotar a mi lado. Tiene unas mayas y un pantalón corto y ancho encima, además de una camiseta de licra.

—Hey —me saluda y hace el intento de abrazarme, pero está todo sudado—. ¿Lo leíste? ¡Wow! Me quedé a cuadros cuando lo leí, pero ¿ves? La próxima vez que te diga algo, cree en mí.

—Sí, la próxima vez confiaré en tí.

De repente, Lucas se ríe y comenta:

—Creo que me dedicó la parte por la que se ponía celoso. Aunque lo hace más veces de la que pueda contar. Se puso celoso hasta de Paul.

Sonrío levemente. No me gusta del todo que sea celoso, pero siento que le importo de verdad.

Freno abruptamente en la carreta delante de casa de Noah. Lucas frena a mi lado. Sigue siendo demasiado temprano, apenas son las nueve menos cuarto de la mañana de un domingo. No quiero despertar a los padres de Noah llamando a su puerta.

—Noah está despierto. Le he levantado para ver si salía a correr conmigo pero me ha mandado a freír espárragos.

Lucas me da unas palmaditas en la espalda y me empuja hacia casa de Noah. Me tropiezo en la escaleras de su porche pero me recompongo como si nada. Llamo con los nudillos y espero. Cuando Noah me abra, ¿qué tengo que decirle? Debería haber ensayado unas palabras. Noah abre la puerta y eleva sus dos cejas hacia mí.

—¿De verdad estás enamorado de mí? Porque yo... yo sí. Quiero decir... Yo sí estoy enamorada de tí y... —lo digo y me veo tan boba por titubear, que lo digo de nuevo más fuerte—. Yo sí estoy enamorada de tí.

Espero que reaccione sorprendido o... o que simplemente reaccione, pero está igual que antes hasta que una larga sonrisa se le extiende en los labios.

—Ven —Noah me extiende la mano y termina de abrir la puerta de su casa. Con un dije de voz impaciente, repite—: Ven.

Agarro su mano y me pasa dentro de su casa. Todo está como la última vez que estuve aquí, sólo es el sentimiento de estar viviendo en un mundo paralelo. Mi corazón late con fuerza mientras me apoya en la pared junto al perchero de pie y se acerca a mí. Quiero escuchar como lo dice, como de su boca sale lo mismo que escribió: "Estoy enamorado de tí" Pero creo que no lo va a decir.

Inclina su cabeza y presiona sus labios con los míos pillándome desprevenida. No espero mucho para devolverle el beso acariciando brutalmente mis labios con los suyos aunque esté temblando por los nervios. Luego pone su mano en mi espalda y me da caricias que me tranquilizan mientras me aprieta contra su pecho, casi por inercia y para no sentir que me puedo caer en cualquier momento por cómo me tiemblan las rodillas, lanzo mis manos por sus hombros y me agarro a su espalda.

Noah tira de mis mejillas y empezamos un nuevo beso más lento, más suave y cálido, y con más amor. Sostiene mi cara con sus manos, besándome, y siento las caricias de su lengua sin prisas. Durante toda la noche he estado mordiéndome las uñas por los nervios y la emoción, aún así le acaricio el pelo con las yemas de los dedos.

—¿Quieres que hablemos o seguimos? —susurra entre besos. Su voz suena débil y fina; no como el Noah que conozco que lo diría con ego. Suena realmente preocupado por lo que diga, y es muy tierno.

Me inclino y presiono mis labios con los suyos.

—Un ratito más —le digo, y acaricio su mandíbula que raspa.

Noah agarra mi mano y se la pone de nuevo en el pelo, entre besos me pide que le acaricie la cabeza y no puedo negarme a lo que pide. Creo que en este momento tanto él a cómo yo haríamos cualquier cosa por el otro.

Me apoyo en Noah y lo beso. Su cuerpo puede con el mío, así que por mucho que me deje caer sobre él nunca tocaré el suelo. Me tiene rodeada con sus brazos mientras me acaricia la espina dorsal. Estoy temblando el gusto que me da y no puedo pensar con claridad. Enrollo mis dedos en su pelo porque quiero causarle las mismas sensaciones que él me está dando a mí, tiro de sus mechones, se estremece, y me pega más a él en un abrazo que me levanta del suelo. ¡Estoy tan feliz! Que me pasaría el día así, besándolo y disfrutando de lo suave que tiene el pelo. Suavemente le toco la mejilla con los dedos. Debería afeitarse, pero sigue estando guapísimo.

—Será mejor que salgamos a hablar —dice mientras coje bocanadas de aire.

—No quiero que te separes. —Todo lo que quiero es permanecer abrazada a Noah y hundir la nariz en su pecho. Huele a él, a su indescriptible olor natural.

—Yo no quiero hacerlo, pero van a bajar mis padres dentro de nada —dice todavía hablando en susurros.

Entonces salimos a su porche y nos sentamos en el pequeño banco de madera acolchado que tiene contra la pared debajo de la ventana de la cocina. Pongo mis piernas sobre las suyas y Noah me rodea con su brazo por la espalda. Me estiro y lo beso una vez más, y me siento libre. Ahora entiendo a las parejas acarameladas del parque.

—No estás enfadada porque lo haya publicado en el blog, ¿verdad? —me pregunta con cautela.

—Admito que al principio dudé de si eras un poco tonto, pero creo que me gusta que todos los sepan. —Me encojo de hombros como si no fuera nada—. Se me han ido un poco las inseguridades.

—Te entiendo. A ver, lo hago pero no. ¿Sabes?

Claro que lo sé. A mí no se me tiran los chicos encima y tiene que preocuparse menos, a él constantemente le están siguiendo chicas.

—Sí...

—Entonces... ¿Quieres volver conmigo o voy a tener que besarte como un tonto que te acosa? —Y ese vuelve a ver el Noah que conozco, el que se ríe mientras habla.

Le doy un golpe con el puño cerrado en el hombro y beso su mejilla.

—Pues claro que quiero volver contigo, tonto acosador —le digo.

Noah me inclina por fuera del banco y tengo la sensación que me voy a caer, sin embargo me abraza tan fuerte que apenas me separo de su pecho. Me siento de lo más segura ahora mismo, siento que estamos en la cima de algo.

La madre Noah irrumpe el momento saliendo al porche con una bata del pijama mientras llama a Noah. Nos recomponemos rápido e intento sentarme con las piernas lejos del regazo de su hijo, pero no me deja.

—Oh. No sabía que estábais aquí —comenta con una sonrisa adormilada—. ¿Por qué no entráis en casa?

—Ahora iré a llevar a Sierra a su casa. Vuelve dentro, mamá —le dice Noah.

Su madre lo hace como si fuera un robot que acaba de recibir una orden de su creador. Im-pre-sio-nan-te.

Pasamos unos minutos en silencio. Noah mueve la cabeza bajo mi mano y me pide de nuevo que le haga caricias. Es un momento satisfactorio y mágico. Me siento como salida de un masaje relajante después de estar en tensión por meses.

Con una voz adormilada y algo ronca, Noah se rige y dice:

—Creo que debería llevarte a casa.

Me encorvo hacia él y me abrazo a sus hombros con la frente apoyada en él. No quiero irme, o mejor dicho: no quiero separarme ahora de Noah. ¿Me siento así porque es la primera vez después de mucho tiempo, o es el sentimiento? No quiero que esto se pase.

Pero es temprano y no me vendría mal dormirme un rato antes de tener que ir a comprar víveres para el mes. Siempre compramos al principio de cada mes, pero papá se queja porque no le gustan las verduras ecológicas que compro y Margot solo me acompaña para comprar sus cosas de repostería y comida basura, por lo que siempre vamos a mitad de mes a por más cosas.

—Está bien.

En el trayecto a mi casa tengo algo con lo que entretenerme. El sol mañanero ilumina el perfil de Noah y parece alguien de otro mundo. Tiene las pestañas largas y rizadas, le envidio por eso. Debo de quedarme en una especie de trance, porque cuando me doy cuenta de lo que pasa, Noah está tirando del freno de mano y se inclina sobre los mandos del coche para darme un beso.

—Hablamos después, ¿vale?

Asiento con la cabeza y tiro de la palanca de la puerta. Antes de volver a casa, lo beso una vez más y salgo volando del coche. 

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