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Oficialmente ya han empezado las vacaciones. Es solo una semana, pero tengo tantas cosas que hacer que si no sé si me será suficiente tiempo y si se me hará eterna.
Papá ya me ha mandado a comprar unas cosas para el taller, así que mientras rebusco en las estanterías de la tienda lo que me ha escrito en un trozo de hoja sucia, intento hacerme un horario mental de la semana de vacaciones. Para cuando estoy pagando las cosas que he metido en una cesta, solo he llegado a la conclusión de que un día es para la Universidad: ir a verla, preguntar dudas, ver mejor los programas e imprimirme un mapa con todas las localizaciones.
Guardo las bolsas en el maletero al lado de la mochila con ropa de Margot que tengo que llevarla a casa de Tessa. Papá ya me avisó cuando me saqué el carné de que iba a ser un chófer, sobre todo de Margot y sus amigos. Un día de mis vacaciones ya se me escapa entre los dedos hoy.
Durante el camino al taller recibo un par de mensajes de Margot recordándome que tengo que llevarle la mochila antes de las siete y que después tengo que darles un aventón hasta casa de otra chica. Cuando aparco delante del taller siento unas burbujas de pánico en el estómago que me suben por el pecho y la garganta hasta quedarse ahí estancadas. La madre de Noah está hablando con mi padre. ¿Será mejor si me espero a que se vaya para entrar? Ni siquiera confío en que Noah le haya dicho que ya no estamos juntos. Me siento como uno de esos laberintos que dan en el McDonalds y que de pequeña no era capaz de resolver. Noah siempre se ha quejado de que no me atrevo a hacer las cosas que quiero, y me gustaría gritarle ¡que él tampoco! Porque si quisiera volver conmigo me lo diría, ¿no? Es Noah y va directo. Espera... ¿Y si no quiere volver?
De repente, mi ánimo cae en picado.
Voy bajando las bolsas con mucha lentitud, pero son solo dos bolsas y no tardo lo suficiente. Intento escabullirme por un lado del taller y pasar por detrás de dos coches que están en reparación. Tengo mi meta en el despacho de mi padre, así que cuando por fin estoy dentro me dejo caer en la silla acolchada que tiene y suelto las bolsas en el suelo.
Miro de vez en cuando por las cortinas del despacho para ver si la madre de Noah sigue aquí. Resulta que su coche pierde aceite y los parabrisas se atascan, así que veo como papá le ofrece las llaves de uno de los coches de sustitución y ella se va. Es un alivio, la presencia Müller últimamente solo me pone de los nervios y me hace querer huir.
Pego un bote en la silla cuando papá entra en el despacho. Sus ojos me examinan y puedo leer como la palabra "cobarde" se lee en su cara cuando me mira. Y efectivamente, soy una cobarde que no quiere afrontar lo que pasa.
—Estaba la madre de Noah.
—Lo sé.
Mientras mira lo que hay en las bolsas, comenta:
—Quería organizar una cena así todos, su familia y nosotros. ¿No sabe que Noah y tú...? —Deja la pregunta en el aire, y agradezco que no la termine.
El sentimiento de saber que Noah no está interesado en mí después de todo, es una molestia que pasa a ser dolor.
—Supongo que a Noah se le ha pasado comentarlo.
<<Más bien supongo que Noah quiere que volvamos y fingir que esto no ha pasado>> O eso es lo que quiero pensar.
Papá me mira con esa cara de gracia y abre la boca:
—Noah es un buen chico, Sierra. Seguro que arregláis lo vuestro y...
Finjo que miro el reloj y que me acabo de acordar de algo importante. No creo que a Margot le importe que pase un poco antes a dejarla la mochila. Será mejor esperar una hora fuera de casa de Tessa que escuchar lo buen chico que es Noah. Un buen chico, novio, amigo, o lo que sea que es Noah, no engaña a las personas. No a las que le importan.
Corro por el taller hasta mi coche y arranco hacia casa de Tessa. Por el camino pongo el manos libres y llamo a Margot. Bajo la velocidad y giro en la esquina de la calle de Taylor.
Escucho a Margot distorsionada cuando coje el teléfono:
—¿Si?
—¿Margot? ¿Te importa si voy a dejarte ahora la mochila?
—Puedes dejarla ahora, pero hasta las siete y media no podemos a ir a casa de Becca.
—Vale.
Voy frenando cuando llego al frente del patio de casa de Taylor. Ella está barnizando un banco de madera que tienen en el porche, y me saluda con la mano.
—¡¿Quieres que llame a Taylor?! —me pregunta sacándose los guantes y los cascos.
Asiento con la cabeza. Solo necesito hablar un rato con alguien.
Taylor sale escopetada de su casa colocándose la chaqueta de abrigo y se monta en el coche. Al principio ni siquiera creo que la conversación de hablar de Noah esté cerca, pero tengo su nombre en la punta de la lengua.
—¿A dónde vamos?
—Tengo que llevarle una mochila con ropa a Margot. Está en casa de su amiga.
Se crea un momento de silencio extraño. Puedo sentir como Taylor me mira de reojo, como si estuviera a punto de romperme en mitad de la carretera.
—¿Ya sabes cuando vas a verte con Noah?
—Todavía no...
Taylor suelta un suspiro.
—No puedes evitarle eternamente, Sierra.
—Lo sé.
—Pienso que cuanto antes os veáis es mejor. Aclaráis vuestras cosas, os solucionáis, y volvéis a ser los futuros reyes del baile.
El sentimiento de esperanza se cuela en mi pecho.
—¿Crees que volveremos?
—¡Pues claro! Más si le dices lo que sientes.
—No puedo —me acelero.
—Si puedes y es lo mejor que puedes hacer. No ganas nada guardándote que estás enamorada de él.
Aprieto los labios con fuerza y trago. Tengo un nudo algo pequeño en la garganta que se mueve hasta por mi pecho, y se me están humedeciendo los ojos.
—Siento que hasta ahora Noah se ha reído de mí. Decirle que estoy enamorada de él puede salir tan mal...
—¿Qué cosas, Sierra? —inquiere Taylor.
Agito la cabeza de lado a lado. El nudo que tengo en la garganta es como cuando la comida se hace bola; espero unos minutos y me lo trago en silencio soltando un suspiro tembloroso. Sin embargo no contesto a Taylor porque sé que son tantas cosas que me largaría a llorar antes de terminar la lista.
Estoy aparcando delante de la casa de piedra de los padres de Tessa cuando Taylor comenta:
—Deberías ver como Noah te mira hasta cuando haces la cosa más simple del mundo.
Ignoro por completo lo que ha dicho y empiezo a tocar el claxon. Suena como si golpearas un gong y el sonido permaneciera un largo rato.
Margot sale de casa de Tessa mirando a los lados y corre hasta el maletero para coger su mochila. Después se acerca a mi ventanillla y me da un beso en la mejilla.
—Pasa a dentro de una hora. No lo olvides.
Agito la cabeza de arriba a bajo.
—Vale. —El nudo de la garganta todavía me raspa pero Margot no lo nota.
—¡Genial! ¡Adiós!
Margot corre de vuelta a casa de Tessa agitando la mano a modo de despedida.
Si Taylor me sigue hablando de Noah, no aguantaré más, y me echaré a llorar. No he hablado con él desde que le dije que ya le avisaría de cuándo puede pasarse por casa. Si resulta que Noah solo quiere sentirse un héroe escribiendo en el blog me terminaría de romper el corazón. A lo mejor es preferible que no le diga nada.
***
Después de llevar a Margot y a Tessa a casa de su amiga, estoy haciendo unas mini pizzas caseras con el delantal de Margot. He puesto una emisora de radio de música country para ver si recuerdo algunos pasos de baile. Cuando éramos pequeñas, Margot iba a clases de baile y durante un trimestre entero estuvo practicando country, después llegaba a casa y me enseñaba los pasos que había aprendido.
Hago tiras de jamón extra finas y las pongo unas sobre otras, después las hago cuadraditos y las esparzo por las mini pizzas. Al ritmo de una ranchera country meto la bandeja en el horno y me separo del horno haciendo un paso básico country. Margot me enseñó a llamarlo Grapevine.
En lo que papá llega, preparo un batido de plátano para rellenar una jarra vacía que hay en la nevera. Uso los plátanos que están más negros y la poca leche que queda en la botella. Parto los plátanos en trozos y los mezclo con la leche en la batidora, sujeto la tapa y pulso el botón. No escucho llegar a papá, le veo cuando se quita la chaqueta y deja las llaves en la encimera al lado del microondas.
—¿Pizza casera?
—Mini pizzas caseras —le corrijo.
Papá olfatea la cocina y asiente con la cabeza satisfecho.
Hoy solo cenamos él y yo. Margot iba a ir a una fiesta con sus amigas y después se queda a dormir en casa de Tessa.
Durante la cena papá no deja de preguntarme por el instituto, esquivo el tema del baile de fin de curso. Noah no dejaba de hablarme de lo bien vestidos que íbamos a ir y de lo codiciados que nos íbamos a volver... <<¡Deja de pensar en Noah!>>
—¿Has mirado la residencia de la Universidad? —pregunta papá de repente.
—No quiero irme, papá. Estoy bien aquí.
Papá agarra la penúltima mini pizza. Debería de haber hecho más y así le guardaba a Margot para mañana.
—¿Sabes que Wesley se va?
No es duro hablar de que Wes se vaya a mudar, sé que le seguiré viendo y seguiremos siendo amigos; pero es triste.
—Ya me lo dijo. Se irá con unos amigos a un piso y buscará trabajo.
—Taylor y tú podríais hacer lo mismo.
Chasqueo la lengua.
Había empezado el curso con la idea de ir a una Universidad en otro estado y más o menos ya me había mentalizado de lo que podía ser vivir lejos de papá y Margot; pero ahora no puedo imaginarme lejos de ellos. Tal vez porque no tenemos el dinero suficiente como para pagar la residencia de la Universidad o porque no me atrevo a irme sola muy lejos de casa. Nunca me han gustado los cambios, y empezar de cero es algo que todavía no me planteo.
—Estamos bien aquí.
Papá me deja la última mini pizza, pero la escondo en un tupper detrás de las verduras y unos cuantos yogures de frutas que hay en la nevera. Mañana le haré chantaje a Margot para que me cuente que va a hacer esta noche.
No olvidéis seguirme para estar al tanto de todos los comunicados y preguntas que tengo para vosotros.
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