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Me despierto siendo una nueva Sierra. Hoy es el primer día de clases y me propongo pasar desapercibida, aunque por dentro me ría. Ja... ¿desapercibida? Me han llegado más solicitudes de amistad en Instagram estos últimos días que en toda mi vida.
Mientras Margot y papá se desperezan en su ducha exprés de la mañana, preparo los cafés y arreglo tres platos con dos cupcakes cada uno y un trozo de Fairy Bread extra para papá y Margot. El café de papá lleva más café que leche, así que es el único que hago a mano mientras que el mío lo hago a máquina. Sin embargo, cuando termina de escurrir el chorro de la leche en mi café... ¿el líquido que queda debe de ser claro como si llevase más agua que café y leche? O ¿se nos ha vuelto a fastidiar la cafetera? Cuando bajan, papá exclama:
—¡Huele a quemado!
—Y a café —añade Margot. Se lo bebe y sube un dedo sin despegarse de la taza a modo de visto bueno. Por lo menos el suyo está rico.
Papá devora su plato en un plis y deja sus trastes sucios en el lavavajillas. Se inclina por detrás de la cafetera y la desenchufa cargándola.
—Me la llevaré al taller y la revisaré. —La deja un momento en su sitio para darnos un beso en la cabeza a Margot y a mí, y la recoge de nuevo antes de salir por la puerta.
Margot me mira de reojo mordisqueando su desayuno.
—¿Qué?
—¿Hoy viene Noah a por tí?
Ayer por la noche, Noah me puso un mensaje para informarme de que pasaría por mi hoy para ir juntos al instituto. Decía que tenía algo que darme.
—Sí.
—¿Y vas a ir así? —Me siento juzgada vilmente—. Pareces que te ha dado pereza vestirte.
—Algo así —respondo. Llevo un jersey beige algo grande para mí y unas mallas de deporte. Es casual, aunque es cierto que es de lo primero que he cogido del armario. Tenía las botas junto a la cama, y me las he puesto aunque estén algo arañadas.
El claxon del coche de la madre de Chase suena desde la carretera. Margot pega un brinco y antes de que pueda detenerla, me rodea con los brazos y me aprieta tan fuerte que finjo que me ahogo. Luego, coge su mochila del suelo y se va poniendo el abrigo mientras la arrastra por el suelo.
En lo que recojo lo que hemos ensuciado, enciendo la pequeña radio de papá.
Mi propósito principal este año es encontrar mi Universidad perfecta. Aunque estoy casi segura, de que esa es la de Nebraska. No quiero estar lejos de papá, ni de Margot. Ni de nadie.
Por la ventana de la cocina veo a Noah llegar, y toca el claxon. Limpio un poco las pocas migas que quedan en la mesa y agarro mis cosas. Me subo la cremallera del abrigo hasta el tope, y frente al espejo de la entrada me retoco el pelo sobre mis hombros. Sé que si me fuera yo sola ni siquiera me molestaría en alisarme el pelo para que se viera mejor, pero cómo voy con Noah he tenido el extraño impulso de hasta ponerme eyeliner.
Cierro con llave la puerta de casa y voy corriendo hasta el coche de Noah. Abro la puerta y entro.
—Hola —digo.
—¿Qué tal? —me pregunta, después cierra los ojos y me da dos besos: uno en la mejilla y otro en los labios.
Con el corazón en la boca, digo:
—Muy bien. ¿Y tú?
Se endereza en su asiento. Pasamos a toda velocidad por delante de la casa de Wes. Últimamente no le veo ni siquiera tirando la basura. Su padre lo hace. Nos felicitamos el año, y mientras quitábamos las decoraciones navideñas, hablamos un rato mientras Margot le preguntaba por sus regalos y le enseñaba su nueva bicicleta.
—Ahí detrás está lo que te quería dar.
—Mmm.
Giro la cabeza y me estiro hasta la bolsa negra que hay en los asientos. Estoy nerviosa. ¿Qué será? ¿Qué será? Una sudadera de lacrosse de Noah. Tiene su apellido en la parte de la espalda sobre el número 7.
—Es de hace dos años. La vi ayer en la parte de arriba del armario y te la quise dar —dice—. ¿Te gusta?
—Mientras no permanezca tu sudor en ella, sí.
En cuanto empiezo a ver el inicio del instituto, me entra una especie de tic nervioso en la pierna y no puedo dejar de moverla. Creo que si hubiera venido con Taylor me sentiría menos nerviosa.
Noah consigue aparcar en una plaza cerca de la entrada, y estoy esperando a que él salga para salir yo corriendo a mi primera clase. Para mi suerte no creamos tanto impacto. Por lo menos los que no nos vieron en la fiesta lo han leído.
***
Me cuesta un poco empezar con el ritmo normal de las clases, pero para la tercera clase, ya he encontrado mi cabeza. Odio el hecho de que el primer día las clases ya comienzan en serio, ¿acaso hay alguien centrado el primer día después de las vacaciones?
No he dejado de sentirme extraña. Y sé que mientras saco la sudadera de Noah de mi taquilla para guardármela en la mochila, mucha gente me está mirando. Aunque tengo un peso menos ahora que las animadoras no sueltan malos comentarios delante de mi. Durante el primer descanso, me encuentro con Margot y dos amigas suyas, y me rodean en mi taquilla para hacerme una rápida encuesta para una de sus clases.
—¿Cómo has conseguido enamorar a un chico tan popular? —me ha preguntado una de ellas al final.
Margot la ha dado un codazo, aunque yo sé que lo ha preguntado lo mejor que ha podido.
—He sido yo misma —he respondido, pero no dejo de pensar que debería haberla dicho que Noah no está enamorado de mí.
Estoy en la biblioteca esperando a Noah cuando aparece por las puertas y choca con Bryn. Le pide perdón, y hasta le sonríe dándole la mano. Luego, trota hacia mí y la bibliotecaria ni siquiera le riñe. Creo que hasta a ella le gusta. Recojo mi mochila del suelo y me guardo los apuntes.
—¿Ya has hecho los deberes? Yo ni siquiera los he apuntado.
—Gran parte de la nota son los deberes, Noah. No te puedes dar el lujo de vaguear ahora.
Noah empuja la puerta de la biblioteca y me rodea los hombros con su brazo.
—Es el primer día. Oye, tengo que reunirme con los del equipo. Taylor está abajo esperándote con Paul, ¿te importa?
—No pasa nada.
De camino al aparcamiento, casi no hablamos, pero cuando giramos en la esquina para salir del instituto, me agarra de la mano y me frena un poco. Ya veo a Taylor en su coche, está sentada en el maletero y balancea las piernas mientras se ríe con Paul.
—Mi madre ya sabe cocinar bien, o bueno, lo suficiente como para que seas sincera cuando te pregunte cómo la ha quedado la pizza, y quiere que vengas a cenar el sábado.
—¿A ti te parece bien?
Noah me mira con el ceño fruncido y una expresión que dice: <<¡¿Dudas de mi fe?!>>
—¡Pues claro que sí, Sierra!
—Ey, vale vale.
A pocos metros de llegar a mi destino, Noah me da un beso rápido e infla las mejillas. Parece algo cansado, pero no deja de sonreír en lo que camina hacia atrás con Paul y echan a correr.
Taylor y yo no podemos dejar de comentar el primer día. Chloe me ha mirado muuuuy muuuy mal las pocas veces que la he visto. Y Nora ha cogido peso. Yo estoy segura de que ellas no han dejado de criticar el hecho de que tengo mal las puntas del pelo y de que a lo mejor yo también he cogido peso. Anoche, frente al espejo, pude ver cómo mi abdomen había cogido algo de volumen.
Cuando Taylor frena delante de casa, no puedo ni parpadear. Miro a Taylor, después a la puerta de mi casa, y de vuelta a Taylor.
—Recuerda a Noah y no caigas de nuevo, Sierra —me recuerda Taylor.
Creo que recordar a Noah no es algo difícil. A todas horas pienso en él. No caer de nuevo ante Wes no es difícil. De hecho, creo que es lo más fácil del mundo si no fueras yo.
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