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36

De camino a casa, Taylor va con los zapatos de tacón puestos para que se acostumbre un poco a ellos, y durante los cinco minutos que esperamos a Margot y a Chase delante del taller, sale a caminar un poco con ellos.

—¡Que tacones más bonitos! —chilla Margot mirando los tacones de Taylor.

—Lo sé, pero tengo que acostumbrarme.

Por un momento he dudado de cómo yo iba a ir vestida. Es una cena de fin de año con papá, Margot, y la familia de Chase. Fin de año es la única noche en la que Margot y Chase se besan frente a todos, y fuera de ser algo repulsivo, es lo más cariñoso que veo durante el año. Seguramente Margot me haga vestirme bien porque no estamos solos. Para Margot es muy importante ser perfecta delante de los padres de Chase.

Durante el trayecto a casa de Taylor, Margot no deja de preguntarle a Chase sobre que prefieren cenar sus padres en NocheVieja. Chase la responde que ellos llevarán pavo y un vino para los adultos. Entonces, Margot se encorva sobre mi asiento y mirando al frente me dice:

—Podríamos cocinar un salteado de verduras y algo de marisco.

—No distraigas a tu hermana, Margot. —Taylor se inclina y se desabrocha la tira fina que la sujeta el tacón—. Cada vez que habla reduce la velocidad y no llegaremos nunca.

—Solo soy prudente al volante.

Siento como todos me miran un largo momento hasta que freno en la carretera delante de casa de Taylor. Su abuela está colocando las guirnaldas en el árbol y sacudiendo un poco la nieve de las hojas con su bastón.

Ladea la cabeza con los pies fuera del coche.

—Te videollamo esta noche, Sierra. ¡Adiós, chicos!

Su abuela la frena con las bolsas en mitad del patio y la da palmaditas en la espalda. Arranco enseguida, y por el retrovisor veo a Chase abrazando a Margot.

—Toca comer pizza —digo—. Ir llamando para que llegue antes.

Chase marca y pide.

Aparco en el cemento frente al garaje. El garaje es de uso exclusivo para el coche de papá.

Todos nos ponemos el abrigo y corremos dentro de casa. Margot se ha dejado un poco abierta la ventana de la cocina y algunos copos de nieve han caído en los cupcakes que hizo anoche con Noah. Me atrevo a decir que Noah, anoche, sabía así, a cupcake de frambuesa y chocolate blanco. Por suerte, los que hay debajo se han salvado y no los tengo que tirar.

—¿Irás a la fiesta de Flynn? —me pregunta Chase.

—Sí, con Noah y Taylor. ¿Tú no eres algo pequeño para ir?

—¡Tengo quince! —se defiende—. Pero de todas formas no iré. Margot y yo iremos a dormir a casa de Tessa con unos amigos más, ¿no os lo ha dicho?

—No. —Sigo con los ojos a Margot entrando con un chándal—. ¿Le has dicho a papá que te vas en NocheVieja?

Margot agarra dos cupcakes y uno se lo da a Chase. Eso lo hacía Noah cuando estaba enamorado de Freya; la ofrecía su comida en el instituto y la compraba una barrita de chocolate todos los días que estuvieron saliendo.

—Se lo he dicho en el taller. ¿Crees que tu puedas llevarnos?

—Yo me iré con Noah, así que se lo preguntaré a él.

La pizza no tarda en llegar, y en mitad de la comida en el salón, mientras un anuncio de detergente sale en televisión, me llega un mensaje. Me alejo un poco de Margot, si lo leyese se volvería loca.

¿Estás en casa? Me gustaría hablar contigo.

Miro a Margot. Después salgo del chat y le escribo a Taylor:

Wesley quiere hablar. ¿Qué hago?

Taylor no me responde, no al momento, y la puerta de casa suena con el golpe de unos nudillos. Corriendo, me pongo de pie y patino con los calcetines hasta la entrada. Escucho como Chase le dice a Margot que se relaje y que sigan viendo la serie que veíamos. El golpe de nudillos suena, pero más fuerte y de dos personas. Me temo lo peor. ¿Por qué Noah y Wes están llamando, juntos, a mi puerta?

Wesley habla antes de que siquiera pueda reaccionar.

—¿Podemos hablar? —me pregunta agitado y nervioso.

Wes no es así, y me oprime el pecho un poco que parezca tan débil de repente. Hoy no sonríe, no hay alegría en él. Le lanzo una mirada a Noah, sigue vestido como en el centro comercial pero se ha acobijado en su abrigo. Ahora nadie sonríe.

—¿Hablar o jugar? —contraataca Noah.

Abro los ojos y le miro. <<¿Pero qué dice?>> 

 —¿Perdona? —Wes se gira a mirar a Noah, y de brazos cruzados le señala con la barbilla—. Será mejor que te marches. Tengo que hablar con Sierra de cosas nuestras.

—¿A sí? Porque cada vez que hablas con ella yo creo que más bien juegas. Y soy su novio, así lo que la digas se lo dices delante de mí.

Ahora, ahora abro los ojos. Me siento como en partido de tenis, no puedo dejar de mirarlos. ¿Se están peleando por mí? ¡Ni que lo necesitara!

Todas las alarmas que gritan <<¡PELIGRO!>> se disparan cuando se acercan. Descalza, me pongo entre ellos mirando a Noah y dándole la espalda a Wesley. Nunca habría imaginado a Noah cómo un chico así, que me iba a defender y que iba a asumir que es mi "novio" antes de que yo lo hiciera. O lo que sea que seamos.

—Cierra la boca —espeta Wesley.

—Ciérrala tú...

—Vale, ya basta. —Empujo a Noah por el pecho hacia dentro de casa. Hay tanta tensión que cuando Noah se agacha un poco a darme un beso, mantiene los ojos abiertos—. Noah, espérame en mi habitación. Ahora subo.

El roce del plumas de Chase con el mío, suena. Noah le mata con la mirada y se mete en casa, pero puedo ver cómo tarta demasiado en quitarse las deportivas y todo lo que le abriga.

Me giro a mirar a Wesley, está mirando fijamente a Noah desabrocharse las deportivas. Una sonrisa se me escapa. Noah nunca se desabrocha los cordones, solo se las quita y ya. Wesley y yo salimos del porche, y bajo la nieve puedo ver como por la ventana del salón de casa de Wes, su madre está algo asomada.

—Oye, Sierra, siento si sentiste que jugaba contigo. Era sólo que pensaba que dándote celos, o estando con Sally te fijarías en mí.

—Te ha salido todo al revés, Wes.

Asiente lentamente con la cabeza.

—¿Le has dicho a tu novio que nos besamos? —pregunta con algo de repulsión cuando menciona que Noah es mi novio.

<<Me besaste tú>> Pese a eso niego con la cabeza.

—No.

Wesley asiente y duda un momento antes de girarse.

—Lo siento, de nuevo —repite.

—Está bien, ya ha pasado.

Aunque me reconforta sentir que hemos arreglado algo las cosas, llevo una mueca cuando entro en casa. Tengo los calcetines empapados y casi me resbalo antes de quitármelos. Margot y Chase me miran cuando subo las escaleras corriendo, y Margot grita:

—¡Con cuidado!

Noah está sentado en la silla de mi escritorio con el ordenador delante, como siempre lo tengo encendido, se ha puesto a buscar en Google. Me mira, y el ceño fruncido se le cambia a una media sonrisa.

—¿Todo bien?

Asiento con la cabeza y me acerco a mi armario. Mientras saco unos calcetines gruesos de invierno, digo:

—Solo quería disculparse. Nunca te había imaginado como esa clase de novio que defiende a su novia.

—¿No es eso lo que debe hacer un novio? —suena extrañado, sin embargo sigue tecleando en el ordenador.

—No todos. Algunos se limitan a mirar y estar en silencio. Además, me ha sorprendido hasta cómo le has hablado.

Me acerco a él y corro el taburete del tocador hasta su lado. Noah se separa de la mesa, y con las piernas abiertas se palmea una. Intuyo que quiere que me siente, pero soy incapaz de hacerlo. ¿No peso mucho? ¿No sería raro si entra alguien? ¿Y si se le duerme la pierna?

—Pues a mi no me gusta que jueguen contigo. —Sus dedos se aferran a mi muñeca quitando toda la fuerza que uso para no sentarme en su pierna, y me sienta.

Debo parecer una niña pequeña que por primera vez se sienta en el regazo de Santa Claus de un centro comercial. Con las mejillas rojas de vergüenza y sin dejar de mirar a Noah como si nunca antes lo hubiera visto. Tal vez es porque Noah es de ese tipo de adolescente que parece que cada vez que tiene novia pasa más tiempo con sus amigos que con ella. Como ese novio desinteresado. El Noah sobre el que estoy sentada no es ese novio que creía que era. Con una mano usa el ratón del ordenador y con la otra, sobre mi pierna, me hace cosquillas.

—¿Qué haces aquí? —cuestiono.

—Me he ofrecido a venir y a cortar algunas ramas de vuestro jardín. Quería venir.

—Sabes que puedes venir sin excusa.

Quiero quitarle los rizos de la frente, sin embargo no me atrevo y jugueteo con las mangas de mi jersey. Ojalá pudiera ir dónde la madre de Noah y regañarla por tener un hijo tan guapo. ¿Es genética de su padre? ¿De su madre? ¿Una combinación?

Noah se encoge de hombros, y golpetea la patalla del portátil con el dedo.

—Chloe se le ha insinuado un poco a Lane y ha subido esto en el periódico del instituto.

El periódico del instituto es digital y está dentro de la página del instituto. Mi blog tiene un dominio propio. El periódico lo dirige Lane Crowel, un chico de penúltimo con mucho tiempo libre porque se dice que hace los deberes con semanas de antelación. Hay escrito un sólo artículo en toda la Navidad con el titular: ¿EL RINCÓN DE MILLARD? A Lane, lo que escriba en mi blog le da más que igual, sólo lo nombré una vez cuando Nora corrió el rumor de que Lane estaba enamorado de ella y que lo humillara delante de toda la cafetería. Que a día de hoy, Lane sigue comiendo solo en la sala dónde redacta el periódico.

¿EL RINCÓN DE MILLARD?

Un sin fin de patrañas es lo que dicen que hay en ese blog. Todos deseamos saber quién hay detrás de él. Quién ha hecho callar a tantas personas. Quién ha desmentido tantas cosas. Según una fuente cercana, es alguien de último curso. ¿Qué cómo lo sabe? Quizá sea muy obvio, quizás no. Yo no lo sé, pero si quieres seguir con este rompecabezas y llegar al final de este misterio que corre por los pasillos del instituto, sigue leyendo y no olvides comprar tu ejemplar de vuelta a las clases.
Redactor: Lane Crowel.
Fuente: Anónima.

Giro la cabeza como si fuera un robot hacia Noah. Sé que lo ha releído conmigo. ¿Chloe es lo suficientemente inteligente como para saber que soy yo? No. Por lo menos sé que en Navidad —y que en días de clases— nadie se mete en la página del instituto y menos para leer el periódico. Con suerte lo leerán cinco personas contando a Lane, y ahora a nosotros.

—Ay Dios...

—Nunca creerá que eres tú —dice Noah en un intento de consolarme.

—Me cae tan mal... ¡No la he hecho nada!

Creo que escribir en el blog que es una mandona y una niña malcriada no es para tanto, menos si no sabe que soy yo. O a lo mejor es por Noah, ¿pensará que se lo he quitado?

—¿Por qué no escribes ahora? Se callará cuando antes. Si vamos a la fiesta y escribes de nosotros después, sabrán que es de último curso, sólo vamos nosotros. Si lo haces ahora puede ser cualquiera que nos haya visto.

—Lo traías pensado, ¿no? No suena a algo que acabes de pensar.

Noah se encoge de hombros con una bonita sonrisa que no quita.

—Tal vez —dice. Con sus manos me levanta de encima suya. No creía que tenía tanta fuerza—. Tengo que bajar a arreglar tu jardín. ¿Lo harás ahora?

—Sí, me parece una buena idea.

Tal vez, si me remonto a cuando Noah me parecía un completo estúpido pueda escribir mal sobre él, ¿pero sobre mí? ¿Y sobre nosotros? ¿Qué de malo tiene que salgamos juntos? Debo pensar como si nos viera desde fuera, como si fuera una tercera persona en esta relación. 

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