35
Durante el desayuno que estoy tomando con Taylor en el centro comercial, Margot me llama para avisarme de que está con Chase en el taller, ayudando a papá con no sé qué cosas, y que pase a por ellos dos cuando vuelva a casa a la hora de comer. No hay nada preparado, tenía pensado hacerme un sándwich de tortilla mientras veía algo en Netflix.
Despedazo las tostadas con tomate, y las dejo a un lado del gran plato que me han traído hasta con el vaso del café encima. Taylor se ha pedido una tarta de chocolate que tiene una pinta deliciosa.
—¿No has vuelto a hablar con Wesley?
Agito la cabeza y le doy un sorbo al café.
—No. Y sé que no debería sentirme mal, ha sido su culpa todo lo que ha pasado... aunque la mía un poco también. Siento que si no hubiera ayudado a Noah nunca me hubiera vuelto a gustar, y entonces Wesley no se hubiera sentido como un tonto porque yo no sabía qué hacer.
Taylor me mira y suelta el tenedor con la boca medio abierta. Me está dando su mirada de: <<¿Me estás fastidiando?>>
—¿Te quedas conmigo? Si una persona te gusta no vas por ahí besando a otras y fingiendo que nada pasa, Sierra.
Me meto un trozo de tostada con tomate en la boca, y mastico lentamente. ¿Y si Noah no hubiera tardando tanto en escribir en el blog? Tal vez hubiéramos dejado de hablarnos y estaría con Wes.
—Lo sé, lo sé —digo rápidamente—. Es sólo que aún así, Wesley nos conoce de hace taaaaantos años... me da pena que todo se haya ido a la borda por lo que ha pasado.
—Yo no creo que haya pasado nada —Taylor se traga su trozo de tarta y entre tos y tos y un poco de café, pregunta—: ¿Pero tú estás bien con Noah? Es decir, ¿te sientes bien con él?
Tampoco me lo tengo que pensar mucho. Es Noah Müller.
—Sí. ¿Por qué lo preguntas?
—A ver. —Empuja el plato sobre la pequeña mesa verde y redonda, y se hace hueco para entrelazar las manos y apoyarse con cara de detective privado súper caro—. Dime cosas buenas que Noah haga contigo. ¿Y qué sientes?
Tampoco me lo tengo que pensar mucho. Sigue siendo Noah Müller, y recuerdo perfectamente el niño del que estuve enamorada con el Noah de ahora, con el que estoy consiguiendo salir. Hace bastantes cosas bien, no todas por mucho que crea que es perfecto.
—Pues... es Noah. Es divertido y me hace reír. Y tiene más tema de conversación que sólo los deportes, como el otro día mientras cenábamos, que estuvimos hablando del calentamiento global y de Chernóbyl. —Miro a los lados, y bajo la voz. Estoy hablando tan alto que si tuviera a alguien del instituto detrás, me moriría—. Y por raro que parezca, es bastante cariñoso y eso me gusta. Pensaba que salir con alguien no era tan... no lo sé, que no se sentía tan bien. Lo hace tanta gente, ya sabes, salir, y lo pintan como algo tan monótono que hasta parece de lo más normal. —Giro la taza con el asa, y miro a Taylor, que está tan centrada en lo que la digo que no se entera de que el chocolate de su tarta se está volviendo más líquido que el café—. Me siento bien, en realidad más de lo que pensaba. Tenía idea de que salir con Noah iba a ser algo para dejar a Wes de lado, pero no es así.
Taylor mantiene durante unos segundos los ojos entrecerrados mientras sube y baja la cabeza lentamente. Podría decir que se la están colocando las ideas.
—¡Definitivamente estás loca por Noah!
—¡Shhh!
Nos reímos bajo el ruido del resto de la cafetería. De repente, por la puerta entra Paul, y me sonríe en cuanto me ve agitando la mano en el aire. Taylor se gira y le sonreímos. Sigue de largo hasta la fila de cuatro personas que hay frente al mostrador, y le doy un sorbo largo a mi café. Paul, para ser alguien a quien no conozco mucho, sé que es bastante agradable estar con él.
Me inclino sobre la mesa empujando mi plato de tostadas lejos de mancharme el jersey blanco, y susurro:
—Tssss, Taylor. ¿Qué te parece Paul?
A Taylor se le abren los ojos y pincha la tarta llevándose un gran trozo a la boca. Yo hago eso cuando quiero pensar y no hablar. Taylor y Margot eran las más pesadas con que consiguiera novio, pareja, compañero... o como quieran llamarlo. Ahora yo puedo fastidiar a Taylor como ella a mí.
—Un buen chico.
Enarco una ceja y me dejo caer en mi asiento, pero al hacerlo siento unas manos en el respaldo y me sobresalto. Giro la cabeza con rapidéz y siento la calidez de unos labios sobre los míos. Noah me sonríe con esa perfecta sonrisa que tiene, y nos mira.
—¿Puedo sentarme? —pregunta, pero ya está arrastrando una silla de la mesa de al lado a la nuestra. Y coge otra y hace lo mismo—. Es para el "buen chico".
Noah se lanza en la silla que ha puesto a mi lado, y se desabrocha la sudadera del equipo de lacrosse.
—¿Nos has escuchado?
Taylor le fulmina con la mirada, "por si acaso"
—Ajá. Y os podemos dejar solos si quieres —la dice como si no fuera nada del otro mundo.
Taylor me mira y yo me encojo de hombros metiéndome uno de los últimos trozos de tostada en la boca. Noah agarra el que queda y se lo come.
Durante a penas un par de minutos, siento los dedos de Noah hacerme cosquillas en el brazo. Estoy tan centrada en lo bien que se siente que me toque, que cuando Paul camina a la mesa y desliza los dos cafés sobre ella dándole uno a Noah, yo he juntado más mi silla a la de Noah.
—Hola chicas —nos saluda Paul—. ¿De qué habláis?
Por un momento, me pregunto si Paul sabe lo que hay entre Noah y yo. ¿Le habrá hablado Noah de la carta? De repente, quiero levantarme e irme. Es un impulso. No quiero quedarme aquí sentada y esperar algún comentario sobre nosotros.
—De nada interesante —responde Noah inclinándose sobre la mesa sin quitar su brazo del respaldo de mi silla—. ¿Es descafeinado?
—Sí, tío. Me lo has pedido así.
Taylor y yo ya hemos terminado de desayunar, y nos lanzamos miradas. Quedaría muy feo levantarnos e irnos. Hemos venido porque Taylor quiere un nuevo outfit para NocheVieja y que su abuela no la moleste por ir en pijama. Sólo la faltan unos zapatos, y son casi las once.
—¿Y tú, Taylor? ¿Te vienes en NocheVieja?
Taylor tampoco ha ido nunca de fiesta, y aunque la he hablado de la fiesta de Flynn y me ha dicho que no quiere ir, es cómo Margot cada vez que espera a que Chase llegue a casa: la brillan los ojos y aprieta los labios para no sonreír como una loca.
—No lo sé. Iréis Sierra y tú —dice—. Ya veré.
Noah me mira mientras bebe café, y de vuelta a la mesa, dice:
—Llevaré a Sierra de vuelta a casa pronto. Puedo pasar a por tí también.
Aunque no lo dice y no sé si lo piensa, yo lo hago. Noah y yo no estaremos toda la noche juntos, posiblemente entremos y se vaya con sus amigos a celebrar, o me dejará para irse a beber y me quedaré en el sofá escondiéndome detrás de un cojín de Chloe o de cualquier groupie de Noah.
Ladeo la cabeza hacia Taylor. Sin ella, estaré perdida en la gran casa de los padres adinerados de Flynn. Finalmente, Taylor dice que si no me separo de ella estará bien.
Entonces, Noah, deja su vaso de plástico en la mesa y dice:
—Genial. Yo os llevo y os tarigo.
Durante un segundo, me gusta que diga eso, intuyo que se encargará de nosotras en nuestra fiesta por si pasa algo. Por lo menos eso me deja más tranquila.
Espero un rato más, y Taylor me manda un mensaje, pero tengo a Noah tan pegado mí que leerá lo que seguro que dice: <<¿Nos vamos ya?>> Y yo diría que sí. Tenemos que seguir comprando e ir a por Margot y Chase antes de dejar a Taylor en casa.
Paul hunde las manos en los bolsillos de su sudadera, y se recuesta en el respaldo sin dejar de mirarnos a todos. Por un momento, se distrae con el móvil, igual que Taylor, y Noah se inclina hacia mí y me susurra:
—¿Crees que podamos hablar un momento? Ahora. A solas.
Me separo un poco de él y asiento con la cabeza. Aunque ¿hablar es algo malo? Significa ruptura o algo de eso, ¿no? Cuando Chase quiere hablar a solas con Margot, no la dice que tienen que hablar, simplemente la dice que tiene algo que contarla.
Cuando salimos de la cafetería, Noah deja una distancia considerable entre nosotros dos y Taylor y Paul, que van cada uno a lo suyo. Noah lleva las manos en los bolsillos y yo me tiro de las mangas de mi jersey escondiéndome las manos. Noah mira a los lados, adelante, atrás, y finalmente se me acerca cuando Taylor entra en una tienda de zapatos y Paul se sienta en una banqueta acolchada con el teléfono.
—Tienes que escribir en el blog sobre nosotros.
Estamos entre un estante lleno de tacones súper altos, y otro con tacones bajos.
¿Qué me acaba de decir?
—¿Qué?
—Que tienes que...
—Te he escuchado —le corto—. Pero no te entiendo.
Noah se pasa una mano por el pelo, y creo que es la primera vez desde que he vuelto a hablar con él que puedo decir que es muy sexy. El pelo oscuro y alocado le queda sexy.
—Después de la fiesta tienes que escribir de nosotros. Irá mucha gente del instituto, y sería de lo más extraño que nadie viera que ahora salimos en tu blog.
Tiene sentido. He escrito sobre bastantes relaciones inventadas o de esas reales que nadie se espera. Cómo la de Tommy, el sobrino del conserje, y Gwen, que es popular porque su hermano es como un tipo de badboy.
—Vale, pero tú me ayudas.
Noah asiente.
—Y cosas malas. Sólo te quejas de cosas que ves mal, y tienes que hacer eso mismo con nosotros —añade.
—¡No voy a escribir mal de nosotros! ¿Estás loco?
Noah es tan popular que si saliera con otra chica, como Chloe, lo escribiría en el blog. ¿Noah y Chloe? Es demasiado perfecto: el popular capitán de lacrosse y una animadora. Seguro que saldrían por popularidad, por ser el Rey y la Reina del baile. ¿Conmigo? ¿Por qué Noah sale conmigo? ¿Por qué le gusto?
—Harías eso si saliera con otra chica. Pues igual con nosotros.
—No puedo escribir comentarios ofensivos de nosotros si no sé que hay de malo en que pase —admito.
Noah se sume en el silencio y una sonrisa se le escapa de los labios. Que fallo. ¿Enserio he dicho eso?
Siento como el rubor se me extiende por las mejillas, y Noah me acaricia la mandíbula. Está tan cerca que las pequeñas pecas que le surcan los pómulos y la nariz se notan más, como si fueran más oscuras. La estética de Noah siempre ha sido tan perfecta que en algún momento intenté dibujarle y no pude. Noah nunca ha tenido granos, supongo que se cuida más el cutis que algunas chicas. Yo a los trece años tenía la frente llena de granitos que no se me iban ni con el bote entero de crema anti-acné.
—No llevas maquillaje —dice.
—No.
—Eres más guapa que Freya o que Chloe con maquillaje.
Me lo tengo que tomar como un cumplido. Desde hace años que Freya o que Chloe no salen a la calle sin maquillaje. Todo la base, el rimel, el eyeliner, el iluminador... casi la hace perfectas. Casi. Son demasiado falsas. Creo que nunca nadie me ha dicho que soy más guapa que ellas porque nadie cree que haya una chica más guapa que Freya en el instituto.
Noah pasea sus dedos por mi brazo y entrelaza finalmente sus dedos con los míos. Se inclina de repente y deja sus labios tapando los míos un rato largo, el suficiente como para que crea que volando he llegado a la altura del Empire State Building.
De vuelta con Paul, Noah me pregunta:
—¿Quieres que escriba yo?
—Creía que tu ego y orgullo no te permitían hablar mal de ti mismo.
—Yo también tengo defectos, Sierra.
Lo sé, llevo años sabiendo que Noah tiene más defectos de los que quiere admitir. Que el resto del instituto no los admita o no los vea es porque ¡Es Noah Müller! Están tan cegados en lo que es Noah Müller como capitán de lacrosse, que se olvidan del simple Noah que saca buenas notas y se deja la piel para ser bueno en todo lo que hace; hasta del Noah que comete errores.
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