31
Durante toda la mañana del día de NocheBuena, estoy tan ocupada envolviendo el regalo de última hora de papá y cocinando algo para esta noche llevarlo a la cena en casa de Taylor, que se me pasa el tiempo volando y papá me aconseja irme a duchar.
Es tarde, son más de las ocho de la noche cuando termino de atarme los cordones de las zapatillas. Desde la planta de abajo, papá grita:
—¡Sierra, llegamos tarde!
Me miro una última vez en el espejo. Es la primera Navidad en la que me pongo un vestido porque cenamos fuera de casa. Muy simple, todo rojo y por encima de la rodilla con algunos brillos en el vuelo de la falda. Taylor y yo nos los compramos muy parecidos para la ocasión. Me pongo el cardigan y corro escaleras abajo con el móvil en la mano y una bolsa con regalos colgada del hombro.
Papá va cargado con la bandeja de la empanada de hojaldre que he cocinado durante todo el día, y es la primera vez en mucho tiempo que le veo con una americana. Si Margot lo viera se burlaría por sus pintas y por el pelo engominado, pero está muy guapo.
—Pero qué guapa —me dice—. Luego nos haremos una foto y se la mandaremos a Margot.
Sí, tal vez con un poco de suerte la vea. Está tan entretenida con Chase en Kansas City que las llamadas han durado diez minutos.
A diferencia de papá, yo corro al coche por dos motivos: 1) Me muero de frío con las medias; y, 2) Wesley está hablando con uno de sus amigos en el porche de su casa.
Creo que me ha bloqueado los mensajes. Después de que Wesley viniera a casa y se fuera de los más indignado, ni siquiera me saluda cuando nos encontramos. Puedo decir que Wesley es el que me ignora fríamente. Le mandé un mensaje a la mañana siguiente por si quería salir tomar un café, en parte sigo queriendo preguntarle si le he hecho daño, y me contestó horas después que estaba con Sally la Rubia tomando algo. A mi eso sí me molestó. Que "salga" con Noah no ha podido romper nuestra amistad. En todo caso él la fastidió primero mintiéndome en la cara y tomándome por ciega.
Papá arranca el coche y finjo estar atándome de nuevo los cordones para no mirar por la ventanilla.
Un poco antes de llegar, Noah me manda un mensaje.
Fiesta. NocheVieja. En casa de Flynn Fletcher.
Y me ha enviado una foto suya. Es él, su cara aniñada con un gorro de Papá Noel.
Yo no voy a fiestas.
Papá aparca en mitad de mi conversación con Noah, y me quedo en el coche hasta que saca la bandeja y la bolsa con los regalos. Abro la puerta y saco un pie, antes de poner el otro en el suelo, papá ya camina hacia casa de Taylor y dice:
—Sonreías como una tonta al teléfono, hija.
Pongo los ojos en blanco.
—¡Feliz Navidad! —grita JoJo abriéndonos la puerta, y suelta una espuma blanca que cae como si fuera nueve. Papá pasa primero y se apresura a soltar las cosas en la cocina, yo paso después y JoJo me da unas palmadas de afecto en la espalda—. ¿Qué tal con Müller?
—Normal. Como dos amigos suelen llevarse —respondo.
JoJo echa la cabeza hacia atrás y larga una carcajada que resuena y llama a Taylor.
—Sierra, ¡que guapa! Me encanta tu vestido —dice, y porque es igual que el suyo dorado. Engancha su brazo con el mío, y me lleva a la cocina. Cuando estamos sentadas en la mesa, susurra—: Cuéntame ya. ¿Cómo va tu relación falsa con Noah?
La madre de Taylor, Ella, ha puesto platos rojos y unas tiras de luces alrededor de las plantas de la cocina que nos alumbran toda la noche.
—Pues normal. Dice que hay una fiesta en NocheVieja en casa de Flynn y no voy a ir —aseguro.
Taylor sube las cejas como si dudara de lo que digo, y el móvil me vuelve a vibrar. Sigue siendo Noah.
Ahora sí.
Taylor se inclina sobre mí y lee el mensaje.
—Podríamos ir. Siempre será mejor que estar aguantando a JoJo y sus bromas navideñas.
No me mandas.
Envío y me guardo el móvil en el bolso a pesar de que vuelve a vibrar una vez más.
El padrastro de Taylor ha cocinado un pavo delicioso que se termina enseguida, y Ella ha preparado una ensalada riquísima. Durante la cena, me falta la voz cantarina de Margot recitando de memoria su carta de Navidad y gritando que quiere un perrito pequeño. Pero aun así, es muy divertido. JoJo ha abierto la empanada y ha metido entre el hojaldre un trozo de pollo que se mezcla con el atún, cuando se lo come casi lo escupe de lo malo que está, a pesar de eso, lo intenta de nuevo metiéndo un poco de ensalada. El padrastro de Taylor se acaba manchando cuando papá cuenta un chiste de fútbol y derrama su copa encima de su camisa blanca. Ella le ha regañado y nos hemos reído todos.
Al final, Taylor, Ella y yo recogemos la mesa mientras los chicos sacan todos los regalos de las bolsas y los dejan debajo del árbol para que sea más mágico. Estoy recogiendo el mantel cuando Ella pregunta:
—¿Cómo os va con los chicos?
Le lanzo una mirada a Taylor. Sinceramente ni siquiera sé si mi vida va bien. Noah y Wesley son, de verdad, extremos, y ahora he rodado hacia Noah. Me siento exactamente igual a después de que me robara mi primer beso. Ilusionada. Noah es así, te ilusiona aunque te abrace y no quieres que te suelte porque siempre huele bien. Es uno de los talentos de Noah Müller.
—Normal —contesto.
Taylor me lanza una mirada divertida.
—Normal —repite Taylor.
El mantel es desechable, a si que lo tiro a la basura con las servilletas y las migajas de comida. Ella seca el último plato, y cuando Taylor lo coloca en su sitio nos dirigimos al salón. Sentados en el suelo y los sillones, nos repartimos los regalos menos Taylor y yo, que después de unos pijamas, una mochila y unas zapatillas, agarramos nuestros regalos y caminamos a través de toda su casa hasta el invernadero. Me gustaría ver la cara de Margot cuando vea la bicicleta que le ha regalado Chase y la tarjeta que papá y yo la hemos regalado diciéndola que la pagamos el carné de conducir. Lleva pidiéndolo desde que sabe que a los dieciséis puede conducir. Y yo la he metido entre los regalos un collar con nuestros nombres grabados.
—El otro día casi se me cae una maceta —me cuenta Taylor, y se sienta de piernas cruzadas en el suelo debajo de una estantería donde Ella tiene regaderas de todos los colores y algunas figuras decorativas. Una es un elfo que el año pasado se nos cayó a Taylor y a mí y tuvimos que pegarla con pegamento. A día de hoy no se ha dado cuenta—. Me llega a pasar y me corta la cabeza.
Me siento a su lado y recojo el vestido tapándome los muslos. Me subo el regalo envuelto en papel de renos a las piernas.
—No sabes lo que me ha costado encontrar tu regalo, si me dices que ya no te gusta, te corto yo la cabeza —digo.
No la he comprado un coche, ni una bicicleta, ni unas entradas a un concierto. Hace meses, en verano, se enamoró de unos productos para el pelo que te lo dejan súper rizado, y los conseguí días después online.
—¡Ay Dios! Necesito probarlos ya.
Me río, y agarro el regalo que ella me da.
—Taylor...
Lanzo el papel de regalo a un lado. Sé que papá tenía pensado regalármela por mi cumpleaños porque sé que es muy cara y la estaba buscando de segunda mano, pero Taylor la ha conseguido antes.
—Cómo te gusta tanto hacer fotos pues ahí la tienes. Fotos instantáneas, ¡tachánnnn!
¡Y viene hasta con la funda!
Me las apaño para aprender a usarla en un momento, y antes de apretar el botón, me junto a Taylor y exclamo:
—¡Sonríe!
A las once, volvemos al salón, o por lo menos Taylor llega. Yo me quedo en las escaleras cuando Noah me llama.
—Hola —me dice.
—Hola —digo.
No me quiero imaginar que sonamos como dos tontos que repiten la palabra y se quedan callados unos segundos.
Noah tose y al rato, dice:
—¿Qué tal la cena?
—Genial —me siento en un escalón a mitad de la altura de las escaleras—. Ha sido divertida, aunque Margot falta. ¿Qué tal la tuya?
—Pues... algo aburrida. Mary Anne ha venido, pero no me hace mucho caso por estar con su novio.
Le entiendo. Margot es igual.
—Tendrías que estar contento de que tu hermana haya venido.
—Oh, lo estoy, ¿no se me nota? —no lo hace, más bien suena como un actor mal pagado—. Su novio ha traído fuegos artificiales y quieren lanzarlos en el jardín. Así que mientras los colocan pues te llamo. Que por cierto, tu vecino me ha hablado.
<<¿Qué?>>
—¿Wesley? —pregunto.
Ojalá se refiera a Berny Dell, mi vecina del otro lado.
—Ajá. Creo que he dejado de caerle bien.
—¿Y eso? —ironizo—. No me lo puedo creer, Noah.
Anque la última parte no es tanto ironía. Noah te sonríe y ¡click! Ya sabes que te va a caer bien.
—Pues me ha mandado un mensaje por Instagram y después de preguntarme si estamos juntos de verdad y que yo le respondiera que sí, me ha dejado en visto los otros tres mensajes que le he enviado.
Suelto un suspiro, lento y pausado. ¿Hay alguien más con la suerte que yo tengo con los chicos?
—Da igual. De todas formas creo que está saliendo con la chica de la cafetería.
Ni siquiera me he planteado que la chica rubia sea más allá de su rollo. Pero he llegado a la conclusión y a la decisión de que voy a pensar que es su novia hasta autoconvencerme y dejar a Wes a un lado.
Escucho a Noah decir algo, y vuelve al teléfono.
—Que sepas que eres mejor que ella, Sierra.
Siento como me queman las mejillas, y me muerdo una uña para no sonreír.
—¿Qué intentas, Noah?
—Nada, ¿a caso no puedo hacerle un cumplido a mi novia falsa?
—Creo que tú y yo tenemos que hablar de eso. No sigue siendo necesario que digas eso, Wesley ya me ha apartado como si de verdad tuviera piojos —creo que ya ni siquiera vendrá a apañar las ramas de los arbustos.
—Podemos hablar de eso en la fiesta de NocheVieja.
—No voy a ir.
Papá sale poniéndose el abrigo, y me lanza el mío con esa mirada de: <<Ya es tarde y nos tenemos que ir>>
—Ya veremos —insiste Noah.
—Te cuelgo, y no, no lo veremos —finalizo y cuelgo.
Después de despedirnos de todos, papá agarra una bolsa que Ella nos deja para meter los regalos y la mete en el coche. De camino a casa, papá se desvía para ir a la gasolinera un momento, y mientras estamos parados, otro coche aparca a nuestro lado. Yo me hundo en el asiento para que ni Freya ni el chico con el que va me vean; me doy por satisfecha cuando Freya se entretiene con el móvil mientras el chico camina dentro del establecimiento.
Sigo encogida, y papá me mira raro cuando sube al coche después de poner gasolina en él. Seguro que Freya va a alguna fiesta. Es NocheBuena, hay fiestas de todo tipo hoy.
—¿Te resbalas del asiento o qué?
Me pongo recta cuando ni por el espejo retrovisor veo la gasolinera.
—Que gracioso eres, papá —ironizo.
—¿Por qué no invitas mañana a Noah a comer? Estáis juntos, ¿no?
—¿Perdona?
Si bebiera algo me atragantaría. ¿Qué acaba de decirme?
Permanece sumido en silencio y sube el volumen de la radio. Yo lo bajo y le miro expectante.
—Papá —insisto—. ¿Porqué dices eso?
Me mira como si fuera obvia la respuesta, y a la vez, decimos:
—Margot.
Más la vale venir te Kansas City con un brazo o algo roto para que yo no la haga nada.
Delante de casa, apaga el motor y baja, pero yo no puedo moverme. ¿Qué hace Wesley esperando en nuestro porche?
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