30
—Ha llamado Margot mientras estabas con Noah —me dice papá durante la merienda.
Dejo el cuenco de palomitas en mis piernas y giro la cabeza para mirarle en el otro sofá.
—¿Y qué ha dicho? ¿Ha llegado bien?
—Sí, me ha dicho que quiere que la llames esta noche.
Me meto un puñado de palomitas en la boca. Son pasadas las siete y creo que Wesley ni siquiera se ha acercado a menos de cinco metros de casa. Le paso el cuenco a papá y me pongo de pie con el móvil en la mano. Voy marcando el número de Margot de camino a la cocina, y me siento en una silla cerca de la ventana.
Tarda un segundo en cogerlo, y su voz cantarina dice:
—¡Sierra! La abuela de Chase es fantástica, nos ha recibido con una tarta de queso.
—Qué bien. Papá me ha dicho que querías que te llamara.
—Sí... —crea un silencio de suspense, y acaba suspirando—. ¿Crees que papá pueda devolver los billetes? No me atrevía a decírselo.
—¿Ya no quieres ir? Se te notaba muy contenta por volver a ver a los abuelos y a mamá.
Me inclino sobre la encimera y abro la llave del agua para amortiguar la conversación.
—Lo sé, pero ya no quiero ir. En serio, creo que estamos bien como estamos.
Me quita un peso de encima saber que Margot tampoco quiere irse, y sé que papá tampoco.
—Debes decírselo a papá, Margot. No a mí —cierro el grifo y me apoyo en el respaldo de la silla.
—Le llamaré.
Asiento con la cabeza aunque no me pueda ver. Seguro que mi cara es de alivio total. Mamá es importante para todos, pero para mí, ser la mujer mayor de la casa y cuidar de los problemas femeninos de Margot ha sido y es un jaleo muy difícil. Así que volver a verla y enterarnos de que nuestras vidas seguirán igual a como están ahora, nos rompería a todos el corazón.
—Margot.
—¿Sí?
—Mamá nos quiere mucho aunque no nos recuerde.
Por un momento creo que me voy a largar a llorar. Hasta siento como me pican los ojos.
Margot tarda en hablar un buen rato, entiendo que también esté a punto de llorar. Entonces, con voz pastosa, dice:
—¿Podemos cambiar de tema? No quiero llorar.
—Clar...
El sonido del timbre resuena en toda la casa. Me asomo un poco por la ventana de la cocina. ¡Es Wesley! Pego un bote de la silla y patino con los calcetines por todo el suelo hasta la puerta.
—¡Es verdad! ¿Hoy no salías con WesWes? —me pregunta Margot.
No la contesto y abro la puerta de un tirón. Ahora mismo me da igual ir con el pijama feo que compró papá.
Wesley me mira con las manos hundidas en los bolsillos de su abrigo.
—¿Iba en serio lo de esta mañana? ¿Estás saliendo con Noah?
Siento a Margot hasta sorprenderse a través de la línea telefónica.
Estúpido Noah y sus ideas tan asquerosas comosus chantajes.
—Pues... ummm... supongo que sí —farfullo.
Me gustaría ser mala por una vez y espetarle que ahora puede irse a hacer lo que quiera con Sally, pero no me sale.
Wesley mira fijamente al suelo, como asimilando algo, y finalmente asiente.
—Enhorabuena. Se nota que os gustáis —dice, aunque suena súper enfadado y rencoroso.
Al menos por lo menos lo parece pese a que ahora mismo mataría a Noah estrangulándolo.
—Bueno, supongo que...
—Me tengo que ir, Sierra —espeta, y baja los escalones del porche aunque se queda de espaldas a mí en el último—. Nos veremos por ahí.
Cierro la puerta mucho antes de que salga de nuestro patio delantero. Margot pega un chillido y un montón de preguntas me caen encima, sin embargo, no tengo ganas de contestar ninguna y la cuelgo porque "papá quiere que le ayude con unas cuentas del taller".
***
Esa noche, Margot llama a papá a las once de la noche y le dice que, por favor, no nos obligue a ir a Australia para llorar. Así que durante un buen rato después de que Margot cuelgue, papá está discutiendo con la compañía para que devuelva los billetes y el dinero se lo den a los abuelos. Pese a que maldice un par de veces, puedo notar como suena mucho más aliviado que los últimos días.
***
Por la mañana, me levanto primero que papá e intento imitar los desayunos de repostería de Margot, pero sólo soy capaz de poner la cafetera y hacer un par de tostadas algo quemadas. Cuando empiezo a escuchar como arrastra los pies por las escaleras, me siento correctamente en la silla y le espero como si fuera una estatua en el silla delante del suyo.
Agarra la taza del café antes de sentarse y se la lleva mientras bebe a la nevera para coger la mermelada. Eso a Margot nunca se la hubiera olvidado poner sobre la meas.
—¿Y estos buenos días? —pregunta.
Me encojo de hombros.
—Sólo quería hacerlo.
Agita la cabeza y se acomoda en su silla. Deja la taza sobre la mesa y con una cuchara empieza a extender la mermelada de fresa por la tostada. Le pega el primer morisco, y yo todavía estoy dándole vueltas a mi taza de café.
—Ya no nos iremos a Australia —dice con la boca llena—. Margot habló contigo de eso, ¿te parece bien?
Posiblemente él no sé de cuenta, pero le brillan los ojos como si hablar de Australia fuera de lo más triste del mundo.
—Me gusta como estamos ahora.
Pego un sorbo a mi taza de café. Estoy a pnto de terminar de desayunar cuando papá dice:
—Hoy tengo que ir a trabajar, ¿te vienes?
—Iré a casa de Taylor.
Me llevo el plato de las tostadas y mi taza al fregadero, y después los limpio.
—Vale, conduce con cuidado, Sierra —me advierte.
Claro, a la velocidad a la que conduzco con las carreteras así, llegaré en NocheVieja.
Guardo el plato y la taza en los armarios correspondientes y me estiro a besar la mejilla de papá antes de irme.
De camino a casa de Taylor, me doy cuenta. Noah me ha dicho repetidas veces que le gusto y yo no he reaccionado casi. ¿A qué chica no le gustaría que Noah Müller le confesara sus sentimientos? Dios mío.
Voy tan perdida en mi mente y dentro de mis imaginaciones, que cuando me doy cuenta, Taylor y JoJo están delante de mí escuchando mi dilema.
—Así que, ¿Müller? Ese tipo es un hacha en lacrosse. Creo que es el mejor capitán que podríais tener jamás —comenta JoJo, y parte un trozo de muñeco de jengibre metiéndoselo en la boca.
Taylor le golpea por encima de la mesa de la cocina, y el resto de muñeco de jengibre se cae el suelo.
—Limpia eso, guarro. Y no estamos hablando de lacrosse, imbécil —Taylor se gira a mirarme, y muerde su muñeco de jengibre—. Lo bueno, es que Wesley no te pidió una cita como tal. Puedes ir y decirle que está todo bien entre vosotros pero que es mayor y le quieres como a un buen amigo.
—Me mandará al limbo si le digo eso después de la que ha liadao Noah. Y no tengo nada claro que me guste Noah. —aseguro.
JoJo se levanta del suelo con las migas de su muñeco en la mano y una pierna de jengibre. Lo sopla, se lo mete en la boca, y masticando, dice:
—Pues para no gustarte siempre hablas más de él que de Wesley. Y si dijo lo de que erais pareja es para vivir la experiencia y empezar como un juego que luego será verdad.
Ojalá se atragante con el jengibre. En serio.
—Eso no es así —salta Taylor—. ¿Tú qué sabrás si nunca has tenido ni novia?
JoJo se echa un paso atrás con la mano en el pecho fingiendo estar dolido, y después se ríe.
—No, pero estoy en ello.
Si mi vida fuera tan... como la de JoJo, que solo se preocupa por estudiar, gastar bromas, y por la única chica que le gusta; mi vida sería mucho más fácil. JoJo agarra un par de muñecos de jengibre más y sale de la cocina arrastrando los pies como si fuera un patinador.
—Creo que te gusta mucho más Noah —puntualiza Taylor.
—Yo creo que Noah me gusta por lo que era hace años.
Taylor chilla con el jengibre en la boca. <<¿Pero qué...?>>
—¡Acabas de confesar que Noah te gusta!
¡No lo he hecho! Noah es muy guapo, y a veces es amable como antes, y divertido, pero no me gusta. Solo es... Noah, algo menos estúpido, pero es Noah.
—Ha hablado mi niña interior —me excuso.
Taylor sube una ceja, pero no habla. Durante unos minutos estamos en silencio mirándonos fijamente. Su mirada dice: <<Admítelo>>, y pesa tanto, como en un interrogatorio de esos que salen por la televisión, que acabo agachando la mirada y hundiéndome en el asiento mientras me tapo la cara.
—Arrrgg. Te odio —suelto.
Taylor se ríe y estira la mano acariciándome el brazo.
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