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25

El último día es un caos total. Nadie hace caso a los profesores, están todos hablando sobre las notas y de la mayoría de victorias de los equipos del instituto.

Margot y yo nunca hemos sacado malas notas, y este trimestre no ha sido diferente, a si que papá está super feliz.

Estoy en el coche de camino a casa con el sobre de las notas en el asiento del copiloto. Hoy es mucho más tarde que otros días, Taylor y yo nos hemos pasado un rato largo hablando sobre las notas y lo que queremos hacer estas Navidades hasta que me marche a Australia con los abuelos.

Hoy sí me he dado cuenta de que Noah ha ignorado a Chloe, y le he pillado mirándome de vez en cuando como hacía antes. Pero se ha mantenido a la distancia cómo las últimas semanas.

Cuando llego a casa, papá todavía está en el taller trabajando. Suelto la mochila ya para todas las vacaciones y pego las notas con un imán a la nevera junto con las de Margot que me he traído y las de Chase.

Es el primer día en bastante tiempo que como sola, sin que Margot me esté hablando de lo bien que está con Chase, o sin Taylor contándome la nueva broma de JoJo. A si que me siento algo sola porque ni siquiera tenemos televisión en la cocina. Pocas veces he comido tan lento, que llega papá del trabajo y todavía me estoy comiendo unas natillas que compramos hace días.

Papá suelta las llaves de casa en la encimera y se quita los guantes.

—¿Todavía estás comiendo?

—Sí.

Papá saca su plato con arroz y salchichas del microondas y se sienta delante de mí.

—¿Estás segura de que no quieres venir el domingo a comprar? —se coloca un tenedor y un cuchillo al lado del plato.

—Iré con Taylor a patinar. Pero podéis traerme caramelos de la tienda de dulces.

Papá me sonríe mientras llena un vaso con agua.

—Vale. Pero todavía quedan caramelos por algún armario —me dice, y se sienta en la mesa—. Y dime, hija, ¿cómo vas con los chicos?

Me dejo la cuchara a medio camino y las natillas gotean en la mesa.

Nunca hemos hablado de chicos, y la famosa charla nunca la hemos tenido.

—¿Normal?

Papá me mira mientras mastica y traga.

—¿Y la búsqueda de la Universidad?

—Estoy mirando la de Lincoln. No está nada mal su programa, y está cerca.

—No hace falta que te quedes aquí, Sierra, hay mejores en otros estados.

Me encojo de hombros.

Realmente no me imagino viviendo muy lejos de papá y de Margot. Además de que Taylor también ha mirado la de Lincoln y la ha gustado. Margot posiblemente tenga tiempo de subir sus notas e irse del estado, o a una Universidad de Europa con alguna beca. Yo no.

—Me gusta la de Lincoln —aseguro, y rebaño las natillas con la cuchara.

Papá me mira como si no se creyese lo que le estoy diciendo. Desde que mamá no está he querido estar ahí para Margot y para papá; y aunque he pensado que ahora que Margot me hace menos caso porque tiene a Chase, y que papá está refugiado en el trabajo, no me echarán mucho de menos si me voy. Pero creo que la incapaz de vivir sin ellos sería yo.

—¿Y qué piensas de irnos a Australia? A Margot la hace ilusión, creo que más que irse con Chase.

Me levanto de la silla y tiro las natillas a la basura.

—¿Es un interrogatorio? —limpio la cuchara y la meto en el cajón de los cubiertos.

Papá se encoge de hombros. Está encorvado sobre su plato de comida como si se lo fuera a quitar, y se atraganta con el arroz.

Entre tos y tos, dice:

—Solo quiero estar al corriente de tus pensamientos.

Me acerco a papá por detrás y le doy un beso en la mejilla raspándome con su barba canosa.

—Estoy bien, papá, echo de menos a los abuelos. Hace años que no les vemos.

Directamente, esa no era la respuesta que sé que papá quiere. La pregunta era más bién que qué me parecía estar tan cerca de mamá y si me he pensado lo de ir a verla.

—Sierra...

Miro al techo, y finjo que estoy escuchando mi móvil en mi cuarto:

—Creo que me están llamando. Seguro que es Taylor.

No era Taylor, ni Margot, ni nadie No me llamaba nadie, pero sí que tengo un par de mensajes de Wesley preguntándome si puedo salir ahora un rato. Aunque hoy mis pintas no son las mejores, me pongo un abrigo largo y un bufanda para camuflar que me he manchado un poco la sudadera con las natillas; y después salgo de la habitación con el móvil en el bolsillo mientras me hago una coleta.

Escucho a papá hablando con Wes en la puerta.

—Hola, Sierra. ¿Nos vamos? —me pregunta Wesley, y hace un gesto con el brazo, ese gesto que te invita a agarrarte de él.

Solo salgo de casa y me despido de papá con la mano.

—¿A dónde vamos?

Wesley se hunde las manos en los bolsillos de su abrigo y se encoge de hombros con una sonrisa algo torcida. Que yo recuerde Wes siempre ha sonreído así cuándo está en modo tímido sin saber qué decir.

—Sólo quería estar un rato en la calle —dice, y añade—: Contigo.

Estamos subiendo la calle, como si fuéramos a casa de Taylor.

—¿No quedas con tus amigos? —le pregunto.

O con la chica rubia.

—Viven todos muy cerca de la Universidad y cuando quieran llegar aquí yo ya no quiero salir —responde, como si él no pudiera coger su coche e irse.

Asiento, como si entendiese su punto de vista aunque no puedo hacerlo. Tiene a una novia rubia y muy bonita que parece que siempre está a su disposición, a si que no entiendo que hace conmigo un viernes por la tarde, el primer día de vacaciones, andando por la calle como si no tuviera un plan mejor. A veces, me gustaría tener el carácter de Margot para preguntarle ahora a Wesley que qué pasa con él. ¿A caso me ha visto cara de juguete?

—Nunca te he visto con tus amigos.

—No suelo quedar con ellos fuera de la Universidad, no mucho. Estoy ocupado ayudando a mamá y a papá en casa. La semana pasada tuve que conducir tres horas hasta dar con una farmacia que tuviera las pastillas que mi madre necesita.

Cada vez que Wesley habla de su madre, la voz le baja unos tonos y empieza a susurrar como si se fuera a poner a llorar. Siempre me ha parecido chantaje emocional, porque antes, cuando hacia eso, le abrazaba un buen rato y dejaba mi cabeza apoyada en su pecho, asique Wes me acariciaba la espalda y me olfateaba el pelo porque decía que olía a melocotón. Supongo que gestos como ese hicieron pensar a Margot que yo le gustaba a Wes, y creo que eso me lo he tragado yo también.

—¿Qué tal está? La vi el otro día haciéndo fotos a vuestro jardín. La decoración que tenéis es una pasada.

Este año papá no se ha molestado en poner al Santa Claus gigante fuera de casa, y parece que el jardín está muy vacío. Como si poco a poco el espíritu navideño se fuera de casa. Primero Margot, el Santa Claus gigante, y unas Navidades en época de calor. Así no son las Navidades que yo quiero.

—Pues la va muy bien —responde—. Quiere ir a un balneario, a mí no me gustan, mucho rollo, pero como es irresistible para mí y para mi padre, se lo vamos regalar por Navidad.

—Margot y yo le hemos comprado a papá una caja de herramientas nueva y una maqueta a piezas de un antiguo Rolls Royce—comento.

Wesley se ríe.

Giramos en la siguiente calle a la de Taylor. La acera está algo congelada, y unos niños que juegan con unas cintas de Navidad se quitan para dejarnos pasar.

En algún punto entre ese momento y girar de nuevo de vuelta a casa en la esquina del otro extremo de la calle, Wesley se ha sacado la mano del bolsillo y ahora su dedo meñique roza con el mío. Lo he visto en películas, y lo he leído en cientos de libros; la protagonista, o la chica, siempre está contenta de que la den la mano y caminar con el chico por la calle como si cayeran pétalos de rosa del cielo solo sobre ellos. Yo no quiero que Wesley me de la mano, y cuando siento como su mano poco a poco se hace hueco en la mía, me las froto y cojo la excusa del frío para devolvérmelas a los bolsillos del abrigo.

—Y... ¿Noah?

Wesley me está mirando de reojo, y se sube el cuello del abrigo tapándose la nariz.

—Supongo que en su casa.

—Me refiero a qué tal te va con él.

<<De maravilla>> Se burla mi mente.

—Normal.

No creo que a Wes le importe mucho el hecho de que escriba un blog anónimo y que Noah me hiciera chantaje. En base, Noah y yo estamos "normal", es decir, como estábamos antes de volver a hablar después de años.

Cuando giramos para volver a casa, caminamos en silencio unos minutos, pero tengo la pregunta luchando por salir de mi boca, y finalmente, freno en seco en mitad de la acera. Me giro a Wes, y abro la boca un par de veces antes de decir:

—No me dijiste nunca quién era la chica que me dijiste que te gustaba.

Wesley se queda petrificado en su sitio y se rasca la nuca. Pienso que es porque la chica que me dijo aquel momento era yo, y ahora ya no lo soy.

—Creo que es bastante obvio —dice. Eso ya lo dijo.

—¿Ah, sí? No creo que tanto —respondo.

—Yo creo que lo sabes de sobra.

—Puede que os haya visto un par de veces. Hacéis buena pareja.

Aunque no es lo que quiero decir. <<Pegas más conmigo, WesWes>>

Wesley parece desubicado un segundo. Solo uno antes de morderse el labio y fingir que no me entiende.

—Que yo sepa todavía no hemos pasado juntos por delante de ningún espejo.

Suspiro.

—Me refiero a tí y a la chica rubia, Wesley.

Sigue andando, y correteo hasta pillarle el paso a la distancia de una casa de la mía.

—Es una amiga, Sierra —dice, y suena tan convincente que hace sonar hasta imposible de que le bese con ella.

—Una amiga con la que te besas —finalizo.

Wesley me mira de reojo. No me dice nada, no hace nada, sólo continúa andando hasta que estamos delante de mi casa y le escucho decir:

—Salía con ella hace tiempo, no era nada serio, y no me gusta. Me gustas tú, Sierra, lo haces desde hace taaaaanto tiempo... Sé que lo sabías, pero tampoco voy a ser siempre el tonto que te sigue y al que tú no ves.

La piedra del pecho se incrusta ahí hasta que creo que me hace sangre. Wesley sigue andando hasta su casa, y sólo se gira una vez cuando está abriendo la puerta. Sonríe, sonríe de lado y sin sacar los dientes mientras yo sigo parada en mitad de la acera sintiéndome una tonta.

***

Esa noche, cuando Chase se va después de cenar y ver una película de Harry Potter, llamo a Taylor y Margot está a mi lado escuchándome decir lo tonta que soy. Taylor también me lo llama.

—Eres tonta —me ha dicho—. Pero deberías decirle que te gusta. Wesley es un chico, ¡que digo! Wesley es el chico, Sierra. No quedan ya así, y para uno que conocemos no puedes tirarlo a la basura.

Me revuelvo en la cama y termino con media sábana en el suelo.

Margot me ha preguntado en mitad de la conversación si Wesley me gustaba, pero como tal, directamente no me lo había preguntado nunca. Me gustan sus gestos; me gusta que sea atento, y que se encargue de cosas de las que no debería como nuestro jardín; me gusta que Margot le haya perdonado después de lo de hoy y que haya vuelto a hablar de él como si fuera el que pinta la luna todas las noches en el cielo; y desde luego que me gustan sus pecas y como le quedan sobre la nariz; y sus ojos azules. Pese a todo eso, cuando Margot entra en mi habitación a las doce y media, se tumba a mi lado en la cama, y a los minutos me pregunta de nuevo si Wes me gusta, no soy capaz de contestarla, asique solo me giro en la cama y finjo estar dormida. 


Ojalá os guste este nuevo capítulo. Aviso de que el próximo también está listo... Si tenéis alguna duda no os preocupéis en hacerla que la contestaré encantada. 

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