24
Por la tarde, Taylor y yo llamamos un par de veces al timbre de casa de Gabriel y nos abre su madre. Es una mujer genial, o eso dice mi padre cada vez que le llevan el Ford al taller. Y bastante guapa para su edad.
—Hola, chicas —nos saluda, parece que hasta cantando—. Gabriel está en la caseta del jardín. Pasar.
La casa entera huele a café y bizcocho. Como mi casa cuando Margot se pone en plan repostera de MasterChef.
Nunca he estado en casa de Gabriel, pero por fuera la he visto cientos de veces y es igual a cómo me la imaginaba. Hay fotos familiares casi que encima de todos los muebles, y como para salir al jardín tenemos que pasar por el salón, veo las dos palas de ping pong que hay colgadas de la pared en un marco.
Taylor susurra:
—Seguro que son las primeras que usó.
—Posiblemente.
Antes de poner un pie en la hierba recién cortada del jardín, Taylor comenta:
—Pensaba que su casa iba a ser más... friki.
La caseta del jardín es enorme, y tiene la puerta de madera abierta. Gabriel y dos chicos más están sentados en un pequeño sofá bebiendo zumo de naranja en vasos de plástico.
Si yo tuviera una caseta así en el jardín, me mudaría para no escuchar roncar a papá todas las noches. La mesa de ping pong está en todo el centro; pese a eso, ha cabido una mesa de plástico como la de los bares, dos sillas a juego, un sofá —algo feo—, y un pequeño refrigerador del que Gabriel saca más zumo para servirnos a Taylor y a mí en dos vasos de plástico.
—Oh. Chicas, sentaos.
Taylor se lanza a una esquina del sofá cuando Raven, uno de los amigos de Gabriel, pelirrojo y con aparato dental, se levanta. Yo me siento dónde estaba Gabriel, y apoyo el vaso en el suelo.
Louis, el otro amigo de Gabriel que no deja de mirar la pelota de ping pong a través de sus gafas como si quisiera desintegrarla, se coloca en un extremo de la mesa de juego y Gabriel en la otra.
Taylor, como si nos estuviéramos mandando mensajes telepáticamente, me mira como diciendo: <<A-bu-rri-mien-to>>
Seguro. Pero será mejor que estar en casa y esperar a que llegue Margot a darme el tostón con que quiere ir a ver a Noah. Puede ir con Chase que eso también le gusta a él y entiende.
—Oye, ¿JoJo hoy no necesita el coche para ir a ver el partido? —le pregunto a Taylor.
Taylor me mira y se encoge de hombros bebiendo de su zumo.
—Hoy es mi día con el coche —está unos segundos callada y se acomoda en el sofá subiendo una pierna—. ¿Tú estás segura de que no te molesta?
—¿El qué? ¿Qué uses el coche?
—No. Lo de Noah con Chloe.
Gabriel le da un golpe fuerte a la bola y se sale de la mesa. En lo que Raven recoge la bola de debajo de la mesa de bar, Gabriel dice:
—Noah no está con Chloe. Es el reemplazo de Betty June.
Entrecierro los ojos y miro a Gabriel, que se ha vuelto a entretener jugando contra Louis mientra Raven mira.
—Chloe dice que están juntos.
—No es así. Noah me dijo solo se besaron en una fiesta de Freya y que ahora Chloe es otra Betty psicópata.
Eso tampoco me molesta. Que haya estado haciéndolo con Chloe mientras hablábamos por su toto chantaje no es lo que me molesta. Noah es como Wesley, otra piedrecita pequeña en un lado del pecho que a veces duele porque le había cogido algo de aprecio, y que después de todo, me había acostumbrado a él.
—Ah.
Taylor se inclina hacia mí y susurra con gracia:
—¿Quieres ir ahora al partido?
—Que no salgan juntos no me hace querer ir —digo.
Gabriel se toma un pequeño descanso y se sienta en el brazo de sofá agarrando su vaso de zumo. Raven y Luis no paran durante un par de minutos de darle y darle y darle a la bola. Es casi hipnótico.
—Lo que te dije en Acción de Gracias iba en serio, Sierra —me dice Gabriel.
—No le gusto a Noah, Gabriel.
—¿Estás segura? ¿Y él a tí?
Sé de sobra que Noah es tan Noah que ni de lejos podría gustarle. No fue así cuando éramos pequeños y ahora tampoco. Noah Müller era muy bueno, pero a la hora de las chicas supongo que siempre ha sido como Noah Estúpido Müller: superficial.
—¿Tú estás seguro de que le gusto?
—Pues... —titubea un poco y continúa—. A ver, decirlo, no me lo ha dicho. Pero eso se nota, Sierra.
Raven lanza la raqueta contra la mesa de ping pong y señala a Gabriel.
—¡Gané! —grita Louis—. Sal a que te de un raquetazo en el culo, Michel.
Gabriel se levanta del brazo del sofá y camina lentamente alisándose las arrugas de su camiseta de Star Wars.
Cuando me estoy terminando mi vaso de zumo de naranja, Margot me manda un mensaje.
Ya he llegado a casa. Wesley está aquí y pregunta por tí.
Le enseño a Taylor el mensaje y nos juntamos en el sofá escribiendo la respuesta.
¿Y qué quiere?
—Qué borde es eso —dice Taylor.
Me encojo de hombros. Creo que se me va el color de la cara cuando el nombre de Wesley resalta en mi móvil.
Taylor me codea.
—Cógelo.
Deslizo el dedo por la pantalla y me pongo el móvil contra la oreja, apretándolo con la mano.
—Hola.
—Hey, Sierra. ¿No estás en tu casa?
Me parece algo tonto porque acaba de estar y no me ha visto, pero contesto que no.
—Oye, ¿me estás evadiendo? Es que estás... rara.
—Mmm... no. Estoy normal. A lo mejor es porque he estado algo ocupada con los exámenes finales y cosas de Universidades. Ya sabes...
Aunque es verdad, no me he pasado todos los días haciendo lo mismo. He controlado hasta sus salidas para no coincidir con él.
—Oh. Entonces, para distraerte, ¿te gustaría ir el lunes a ver las casetas de Navidad?
—No puedo, Margot se va ese día a Kansas City y vamos a llevarla a casa de Chase. Para despedirla y que papá se quede tranquilo.
—Ah. Entiendo... ¿Y el martes como te viene?
No puedo estar toda la vida dándo largas. En algún momento iba a pasar.
—Bien.
—Genial. ¿Vamos hablando?
—Claro.
—Adiós, Sierra —dice, sin embargo no cuelga y lo hago yo.
***
Esa noche, durante la cena, papá no deja de preguntar si tenemos ganas de que lleguen ya las vacaciones al día siguiente. Y de vez en cuando mete comentarios sobre el viaje de Margot a Kansas City. En un momento, pregunta:
—¿Qué tal vas con Chase?
Margot sonríe como cada vez que el nombre de Chase aparece por casa. Creo que nunca han discutido, no mucho.
—¡De maravilla! Vamos a ir mañana por la tarde al cine y después vendremos a cenar.
Sé que papá también echa de menos a Chase rondando por casa.
—Pediremos pizza —dice papá.
—Sí —Margot pilla con los dientes un trozo de tomate de la ensalada—. Sierra, podrías decirle a Noah que venga.
—Tiene cosas que hacer.
Margot me mira fijamente como si intentara descubrir mi mentira. Aunque ni yo se si es mentira. Supongo que siendo Noah tendrá algo que hacer el primer día de vacaciones.
Dándose por rendida, Margot se traga un trozo de lechuga y asiente.
—Vale...
Papá nos mira como si no entendiese nada, y sigue cenando.
Al acabar, papá limpia toda la cocina y yo me encierro en mi cuarto. Las redes sociales se han llenado de fotos del partido de lacrosse, de Noah, y de una pequeña copa por ganar el partido. Es obvio que las fotos del nuevo equipo de animadoras están ahí, y es algo extraño no ver la cara superficial de Freya sonriéndo a la cámara con las manos en la cadera y chorreando ego por los poros. Entre algunas, veo a JoJo con la cara pintada y con amigos suyos de la Universidad.
Sigo bajando las fotos, y es una de Noah, solo, con el uniforme de lacrosse y el sitck mientras sonríe a la cámara con orgullo. No es ego, no es superioridad, es orgullo.
Le doy me gusta y a los segundos, Noah hace lo mismo en una de las pocas fotos que tengo subidas.
Espero que la novela os vaya gustando. Todavía quedan muchos giros en esta historia, y espero que los leáis todos y cada uno de ellos.
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Abrazos de vuestra escritora Eva.
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