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22

Por la mañana, Margot me despierta con un plato de Fairy Bread en la cama y un vaso de café caliente que sabe a agua.

—¿Y este despertar de película?

Margot se sienta en la cama y sube una pierna poniendo los calcetines negros de suciedad en las sábanas. La golpeo el pie.

—Pues para que te sientas mejor. Sé que anoche viste como Wesley besaba a esa chica.

Sí, y tal vez sea la causa de mis ojeras.

Me siento de piernas cruzadas y agarro el plato pegándole un mordisco al Fairy Bread. Margot me roba un trozo y lo saborea.

—No me afecta —digo, pero no estoy segura.

—Bueno, aún te queda Noah—bromea—. Podrías decirle que venga a merendar. Puedo aguantar sin comerme el Fairy Bread.

Rápidamente busco una excusa por la que Noah no pueda venir.

—Tiene entrenamiento de lacrosse. Se acerca el partido final del año.

—Oh. Entiendo —asiente, y se levanta de mi cama—. ¿Me llevas hoy?

—Sí. Ve a vestirte y echa esos calcetines a lavar, por Dios. —Muerdo el Fairy Bread y freno a Margot antes de que salga—. ¡Espera! Llévate el plato y el vaso.

Margot camina del revés chocándose con los pies de la cama y me coge el plato y el vaso de la mano.

Me visto con unas mayas negras abrigadas y unas botas que papá compró para que Margot y yo las compartiéramos, pero como a Margot no le gustan solo las uso yo. También una sudadera de Oxford súper calentita que conseguí en una tienda online después de pelear con papá por no querer llevarme de intercambio a Londres.

Papá no está al corriente de lo que en estos momentos pasa en mi vida personal, asi que cuando bajo en la cocina dándo vueltas a las llaves del coche en la mano, me mira y me pregunta si me encuentro enferma.

Tiene la mano en mi frente y me pregunta:

—¿Segura que estás bien?

—Sí, papá —me quito su mano de encima y me estiro a besarle la mejilla antes de que Margot baje.

Papá insiste un rato mientras saborea sus trozos de Fairy Bread y los moja en el café que seguro que también le sabe a agua. Me siento enfrente suya con el móvil contándole a Taylor como me ha quedado la cartulina que llevo en la mochila y que sobresale la mitad.

Margot baja trotando las escaleras y ajustándose la bufanda en el cuello.

—¿Podemos ir a por Chase?

Me sujeto la mochila al hombro y me despido de papá seguida de Margot que cierra la puerta y corre a un lado del coche. Wesley está saliendo también de su casa, y nos agita la mano con una sonrisa. Inevitablemente le sonrío también aunque me moleste lo que ví. Wesley y yo somos vecinos desde hace años, y pasar de él tanto a cómo lo hago le llevará a llamar al timbre de casa. Y no seré capaz de mirarle a la cara si me pregunta que qué pasa.

—Sube al coche, Margot —la digo.

Me doy prisa en arrancar aunque Margot no tenga el cinturón y vaya serpenteando un poco. Margot se agarra al cinturón y se sube la mochila a las piernas. La miro de reojo.

—¿Qué haces?

Como si fuera algo que hace todos los días, dice:

—No morir. ¿Sabes que eres un desastre al volante? Estoy deseando que papá me haga un cheque donde diga que me pagará el carné de conducir. O que Chase se lo saque.

Sé que soy mala conduciendo, pero no para tanto.

—Eres una exgerada —aseguro.

Margot abre los ojos y aprieta la mochila.

—Oh, perdona. Tú dices que me huelen los pies.

—Es que te huelen.

Margot bufa en alto y se apoya contra la ventanilla dibujando figuras en el cristal. Escribe el nombre de Chase en grande y le dibuja varios corazones alrededor; después escribe su nombre debajo y los encierra un corazón. Sé que eso es una forma abstracta de decir o representar que Chase está dentro de ella, en su corazón. Está ahí encerrado y si en algún momento sale, se llevará una gran parte de Margot.

Chase sale en cuanto toco el claxon, vestido con su abrigo de plumas como el de Margot. A veces se han vestido igual con unas camisetas que Chase compró por su aniversario, y llevan el mismo color gris de pantalones de chándal. Creo que son los mismos.

—Buenos días, chicas —nos saluda Chase cuando sube.

Adoro a Chase porque nunca ha besado a Margot delante mía o de papá. Sería una falta de respeto y asqueroso de ver. Aunque a veces les he pillado cuando están solos o en el instituto, pero eso no es lo mismo a que llegue y la bese. Supongo que papá quiere a Chase también por eso, porque a parte de respetar a Margot, nos respeta a nosotros.

—Buenos días, Chase.

Cuando Margot no se da cuenta, Chase sube los pulgares. No hemos hablado tanto últimamente y tampoco se ha pasado tanto por casa porque estamos todos con los exámenes finales, pero cuando fuimos a por la bici de Margot no podíamos dejar de hablar. Me preguntó por Noah y por Wes con ese tono de que está interesado de verdad en saber algo. Si Chase y Margot no fueran novios, le pediría a papá que le adoptara.

—Chase, ¿a qué Sierra conduce mal? —le pregunta Margot.

—A ver, bien bien no lo hace, pero mejor que ir andando o en el autobús escolar...

En un semáforo tengo que frenar de golpe porque no veo que está en rojo, para mala suerte el coche que hay aparcado a nuestro lado es el de Freya. Está con un chico que a pesar de que está nublado va con gafas de sol como si estuviera en Crepúsculo. Es el mismo chico que la buscó en clase y que de vez en cuando va a por ella en la salida. Se rumorea que es un chico de otro instituto y que salen juntos desde hace un tiempo. Desde hace el mismo tiempo que Freya ha dejado de molestar tanto a como hacía antes. Taylor piensa que se ha enamorado del chico y ha madurado.

Antes de que el semáforo se vuelva verde, Freya me mira y se pone la mano en la cara para no verme.

—Tengo un montón de ganas de ir ya a casa de tu abuela —comenta Margot girada en su asiento.

—Ella tiene muchas ganas de conocerte.

Su conversación se basa en hablar de Kansas City y de que Margot lleva días viendo por Google Maps como es. Me despido de ellos en el aparcamiento del instituto. Como un choque del destino, algo ya previsto, he aparcado junto al coche Noah y él sigue dentro, pero mientras estoy sacando mi mochila del maletero, Noah hace lo mismo.

—Hola, Sierra.

Miro a Noah de reojo y me cuelgo la mochila.

—Hola, Noah.

Decirlo en alto sería retraerme de todo lo que pienso de Noah Estúpido Müller, y posiblemente pensarlo también lo sea, pero Noah no es tan estúpido.

Noah cierra el maletero de su coche y se va.

Todavía le queda estupidez.

***

Durante nuestra exposición de biología, estoy más pendiente de la conversación que tienen Nora y Chloe a lo que tengo que explicar, a si que Taylor acaba diciéndolo casi todo ella sola.

De camino a nuestros pupitres, Taylor me pellizca el brazo y me susurra:

—¿Pero qué demonios te pasa?

Estamos sentadas detrás de Nora y Chloe y delante de Paul que lleva días sentándose en esta clase con Gabriel.

—Escucha.

Estamos inclinadas un poco en nuestras mesas. Estando de pie, interiormente deseaba que escuchara mal lo que decían, pero ahora parece que lo hacen más a posta. Como si recalcaran la parte que parecen que repiten como loros. Nora dice:

—Que fuerte que salgas con Noah.

Chloe responde:

—No me creo que salga con Noah.

Yo puedo pensar que es mentira lo que dicen, pero no. Noah me lleva esquivando todo el día. Si yo giro en un pasillo y él está ahí, se mete en el baño o en cualquier otro lugar.

Lo repiten una y otra vez, y eso me taladra los oídos. La conversión que Noah estaba haciendo para volver a ser Noah Müller y dejar a Noah Estúpido Müller se ha ido al garete. Pensaba que de verdad podía ser el Noah de antes, pero ¿Chloe? Ni siquiera sabía que hablaba con ella. Pero si es verdad que ahora salen juntos, lo prefiero lejos antes de que Chloe me acorrale por los pasillos con sus mechas rosas y su mala uva. Aunque me había acostumbrado a Noah después de tantos años y era interesante estar con él.

Taylor me pasa la mano por la espalda como si "perder" a Noah de alguna forma fuera un gran dolor.

—¿Qué te duele más, esto o lo de Wesley?

Son cosas diferentes. Pero sentimentalmente lo de Wes.

—No es dolor, es molestia. Pero Wes, sin duda.

Nora se apoya contra la pared y veo cómo nos mira de reojo. Entonces, en voz alta, dice:

—Ya era hora de que Noah aprendiera cual es su lado en la escala social de este instituto.

Se debe de referir al lado de los tontos sin cerebro por mucho que su frase grite mi nombre como si fuera de una clase social diferente a ella.

En cuanto la clase termina y nos podemos ir a casa, recojo todas mis cosas con prisa y voy casi corriendo por los pasillos hasta mi coche para no chocarme con Noah en el suyo. Taylor me sigue con el estuche enganchado en la boca y guardando sus cosas apresuradamente.

—¿Me llevas? JoJo se ha llevado el coche a la Universidad.

No veo a Noah, seguro que está con Chloe, pero como si lo hiciera, meto prisa a Taylor.

—Sube.

Muevo el coche a otro lugar en el aparcamiento y les envío a Margot y a Chase la nueva ubicación. De camino a dejar primero a Chase, no dejo de darle vueltas a por qué alguien como Noah, que en el fondo es lo suficientemente inteligente como para saber quién le hace bien y quién no, está con alguien como Chloe: manipuladora, víbora, y una grosera y antipática.

Lo escribiría en el blog, pero si Noah lo llega a leer me moriría de vergüenza. 

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