19
Durante el poco rato que estoy en el baseball, puedo ver como Gabriel tropieza varias veces con las bases y Noah va a preguntarle si está bien. Yo no me muevo mucho del banquillo hasta que Flynn Fletcher se me acerca y me pregunta si quiero batear. No estoy del todo segura de lo que hago cuando me coloco delante de Noah con el bate. He jugado varias veces con JoJo en el jardín de su casa mientras Taylor comía chocolate desde el sofá de palés que hizo su padrastro y que tienen en el jardín.
Noah me toca el gemelo con el guante de baseball.
—¿Sabes?
—Creo.
Paul se pone en posición de lanzarme la bola, la veo avanzar como a cámara lenta antes de agitar el bate y golpear la bola. No avanza mucho más de dónde está Paul, asique me descalifican antes de que llegue a la primera base. Me dejan batear un rato más hasta que tengo los brazos tan cansados que se me cae el bate, y termino sentada de nuevo en el banquillo con Gabriel que está bebiendo agua.
—Creo que se te da mejor que a mí —me dice, lentamente y secándose algunas gotas de agua de la barbilla.
No parece el Gabriel tímido y que usa camisetas con estampados de videojuegos del instituto. Lleva una sudadera algo grande, que aunque no haga calor se ha arremangado hasta los codos, y un pantalón de chándal gris como el que suele llevar en gimnasia.
—No creo —estiro la mano y agarro mi abrigo del banquillo para ponérmelo. Estando aquí senta sí hace frío—. Casi le doy a Noah con el bate un par de veces y de milagro no se me ha escapado el bate y os he dado.
Gabriel se sienta a mi lado y se estira las mangas hasta que se tapa las manos. No es un chico grande, o que me saqué una cabeza como Noah o Wes, Gabriel es de mi altura y muy delgado. Supongo que por eso corre tanto.
—Le gustas.
—¿A quién?
Gabriel se encorva y deja la botella de agua en el suelo.
—A Noah. Yo creo que si casi le das con el bate es porque estaba muy cerca de tí.
En un mundo paralelo a este, estaría saltando de alegría porque es Noah, y aunque no fuese verdad y siempre hubiera querido escuchar que a Noah le gustaba, o que, por lo menos alguien lo ha pensado por un momento. En este universo y este mundo sé que es mentira.
Noah se acerca a nosotros y se agacha a por una botella de agua. Gabriel le releva y se pone detrás de Paul que ahora batea.
—¿Te quieres ir ya?
Me encojo de hombros dentro de mi abrigo de plumas. Creo que si le gustara se notaría. Cuando estuvo enamorado de Freya, iba detrás de ella y la escribía notas en un trozo de esquina de las hojas del cuaderno que después la pasaba por las rendijas de la taquilla. Y la llevaba comida en la cafetería, por no decir que la dejaba la sudadera cuando hacía frío y no dejaba de mirarla ni cuando ella lo hacía de vuelta. Por mucho que antes me molestara decirlo, Noah y Freya tenían química. Ahora ya no pasa nada por admitirlo, es la verdad, y Noah ya no me importa.
El coche de Noah es de esos que tienen calefactor en los asientos, y voy de lo más calentita en el camino. Antes de girar en la curva de mi calle, Noah frena un poco y me pregunta:
—¿Te lo has pasado bien? Pensaba que no sabías jugar.
—De vez cuando el hermanastro de Taylor quiere que juguemos con él y me ha enseñado un poco. Y sí, me lo he pasado bien, mejor de lo que pensaba.
—¿Mejor de lo que pensabas? —me pregunta, divertido.
—Sí. Pensaba que os lo ibais a tomar más enserio y no como un juego para divertirse.
Noah va frenando cuando vamos por delante de la casa de Wesley. Desde hace dos años, la madre de Wes tiene como tradición empezar a decorar su casa de Navidad cuando pasa Acción de Gracias, y para eso, siempre quita antes algunas ramas de sus arbustos y poder decorarlos mejor. Ya no hay ramas que sobren, en nuestro jardín tampoco. Seguro que Wesley ha estado cortándolas.
Antes de bajarme, le pregunto a Noah:
—¿Va a venir tu hermana hoy?
Noah menea la cabeza.
—No. Está con su novio en Portland
Cada vez que Noah me habla de su hermana Mary Anne, no puedo no pensar que es Margot en un futuro. Algún día de Acción de Gracias, Margot se irá con Chase a Kansas City, o más lejos.
—Ah. —Tiro de la manija de la puerta y me bajo del coche de Noah—. Feliz día de Acción de Gracias, Noah.
Noah toquetea alguno de los botones del coche y sonríe.
—Igualmente, Sierra.
En cuanto pongo un pie dentro de casa, Margot baja corriendo las escaleras con un suéter en los brazos.
—Sierra, Sierra. Mira que cosa más fea —me dice. Sujeta el suéter por las mangas, y puedo decir que eso me queda grande hasta a mí, aunque no tenga mucha diferencia de talla con Margot. No es por la talla, es porque tiene a un gran pavo dibujado en mitad de la tela roja. Un pavo extraño—. Se supone que me lo tengo que poner esta noche.
—Pues te lo pones —rodeo a Margot y pongo un pie en el primer escalón—. No quieres decepcionar a la abuela.
Subo las escaleras con las manos en los bolsillos del abrigo. Empujo la puerta de mi habitación y me lanzo en la cama. La abuela está con papá en la cocina. Toda la casa huele a pavo y a sopa para la comida.
Durante todas las horas que la abuela pasa en casa hasta que a las siete llegan el tío Rubén con su mujer Alicia y su hijo recién nacido que también se llama Rubén.
Papá seguro que ha hablado con ellos en todos esos años, pero Margot y yo no, y eso hace la cena un poco extraña. Mientras compartimos el pavo que compré el otro día, la abuela no deja de preguntarle a papá si iremos a su casa por Navidad. Papá solo tiene esa cara de no saber qué decir. El tema de que vayamos a Australia a ver a los otros abuelos no es algo que vaya a gustarle a la abuela.
—¿Y vosotras qué pensáis de veniros a ver a la abuela en Navidad? —nos pregunta a Margot y a mí la abuela. Estira el brazo por delante de la silla que el tío Rubén ha traído para el pequeño Rubén, y le pellizca una mejilla a Margot.
Margot me mira con la mejilla enrojecida y con una sonrisa falsa. Si la abuela de Taylor he dicho que era estricta y todas esas cosas, nuestra abuela, Nina, es muy celosa y controladora. Ya me imagino a Margot diciéndole a la abuela que se irá con Chase y después a la abuela quejándose toda la cena. Porque solo sabe hacer eso, quejarse. Ha dicho más de diez veces que el pavo está seco, y el tío Rubén y Alicia sólo la dicen que está riquísimo, porque ellos llevan un par de años comiendo solo verduras por Acción de Gracias.
—Pues no lo sé. ¿Papá?
Papá pincha con el tenedor un guisante y un trozo de pavo y se lo mete en la boca.
—Hablaremos luego de eso, mamá. ¿Cómo os va a vosotros? —pregunta papá al tío Rubén.
Me parece algo grosero que después de años se presente aquí como si nada.
—Genial, nos mudamos hace un par de meses a Atlanta que Alicia es de allí —responde el tío Rubén. Por encima de la mesa veo como tiene agarrada la mano de Alicia. Nos mira a Margot y a mí que nos hemos sentado juntas y se acaricia la barba canosa con la otra mano—. ¿Y a vosotras? Habéis crecido mucho. ¿Y esos suéteres tan feos?
Sí, al final la abuela tenía también un suéter igual de feo para mí.
La primera pregunta la respondemos las dos a la vez.
—Estamos genial.
Margot añade:
—Es lo que tiene no venir nunca.
Por debajo de la mesa la doy un pisotón sobre sus bailarinas y se retuerce en la silla.
Resulta que nuestro pequeño primo, Rubén, se ha quedado dormido antes del postre en su sillita. Alicia lo coge en brazos y lo acomoda en su carro mientras la abuela nos pregunta a todos que a qué le damos gracias esta noche.
Yo se las doy a papá y a Margot: por ser quienes son y quererme por ser quién soy. A Taylor: por estar para mí en momenos importantes. A Chase: por simplemente por estar para Margot y para todos. Y a mamá.
Después de dar las gracias, el movimiento en la cocina se hace constante.
—Y bien, ¿estás saliendo con alguien? —le pregunta de repente la abuela a papá—. ¿Alguna cita últimamente?
Margot y yo nos miramos porque sabemos lo que viene. Papá lleva sin hablar con una mujer en ese sentido desde que mamá no está.
Nuestro padre se centra en dar brillo al plato que está limpiando. De reojo veo que está sonrojado.
—Hum... Estoy liado con el trabajo. A si que no, no tengo tiempo.
Mentira.
La abuela chasquea la lengua.
—Deberías rehacer tu vida, no puedes esperar por algo que no...
<<Que no volverá>> Lo sé, lo sabe, y todos lo sabemos.
Los primeros años si había algo de esperanza en que mamá se recuperara un poco, pero cuando pasas años de tu vida esperando por algo que sabes que no pasará, lo dejas de esperar. Pero es algo que papá no ha hecho.
—Sierra, ¿a ti te importaría que tu padre se echase novia?
<<No>>
Papá me mira, no es algo que yo tenga que decidir, a si que busco el momento en el que el tío Rubén se da cuenta de lo que pasa y corta a la abuela, para salir pitando a mi habitación. Margot me pisa los talones y se lanza en mi cama a mi lado.
—¿Crees que papá se echará novia? —me pregunta mirando al techo.
Papá es tan retraído que no lo hará.
—No.
Margot estira los brazos por un lado de la cama y las piernas por el otro, bostezando.
Como una ola, mi móvil empieza a sonar repetidas veces con mensajes. Son todos para felicitar Acción de Gracias con esas cadenas en fotos que se envían. Pero solo hay uno que me llama la atención. Porque es de Noah y nunca antes me ha felicitado nada. NADA. Y ahora me felicita Acción de Gracias. De nuevo y por mensaje, que de aquí no se va a borrar que lo ha hecho.
¡FELIZ ACCIÓN DE GRACIAS!
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