Margot me espera al acecho en casa y me asalta a preguntas hasta mi habitación.

—¿Y bien? ¿Cómo ha ido?

—Bastante bien.

Empiezo a quitarme el abrigo.

—¿Volveréis a quedar?

Margot se lanza en mi cama y juega con mi bufanda como si fuera una de esas antiguas estrellas de cine con una boa en el cuello.

—No lo sé, y, ¡quítate de mi cama! Me estás arrugando todo —Margot no se mueve, y quiero ponerme el pijama—. ¿Te importaría salir? Me quiero cambiar.

Margot sale de mi habitación, aunque escucho como se apoya contra la puerta.

Cuando me estoy poniendo mis cómodos pantalones, Margot dice:

—Han llamado los abuelos.

Dando saltitos para ponerme el pantalón, llego a la puerta y la abro un poco para ver a Margot y su cara alargada.

—¿Y qué pasa? —pregunto.

Margot se encoge de hombros y juguetea con las mangas de su pijama.

De un último salto me coloco el pantalón.

Margot tarda un rato en volver a hablar y me da tiempo a ponerme también la camiseta. Pero sigo sin abrir la puerta.

—Quieren que vayamos en Navidad.

Oh.

Me agacho a coger la mochila del suelo junto a la cama y desparramo los libros por la cama hasta que cae esa hoja doblada en tantas partes.

—Pero te vas con Chase.

—Sí... —titubea un poco y se apresura a decir—: Y quiero irme con Chase, pero también quiero ver a los abuelos. Tal vez podamos irnos con ellos después de noche buena.

—Tal vez.

Lo hace por mamá. Margot no lo dirá pero mamá se fue tan pronto que entiendo que Margot quiera conocerla más y no solo recordar las historias que papá y yo le hemos contado.

—¿Pero tú crees que deberíamos ir?

Estoy pensándomelo un rato, con la hoja en la mano y guardandola entre mis libros. Al final creo que sí, que no estaría mal ir si es lo que quiere. Total, mis planes para Navidad ya eran un fiasco.

—Hablaremos con papá esta noche.

Margot se aleja de mi puerta y cierra la suya. Yo vuelvo a meter todos mis libros en la mochila y compruebo una y otra vez que la hoja está fuera de cualquier alcance.

Me siento en mi escritorio, y como un flash, fugaz e impactante, visualizo a Noah sentado a mi lado.

No espero mucho más para ponerme a escribir en el blog.

Queridos alumnos del instituto Millard:

¿Os habéis dado cuenta de que llevamos un par de años con las mismas animadoras? Espero que sí. Este año he conocido a una chica, Laney, que quería hacer las pruebas de animadoras. Sé que las hizo, pero no la cogieron; ni a ella ni a once chicas más que se presentaron.
Es una vergüenza. Alguien debería frenarlas y decirlas que no son para nada ni la mitad de buenas que esas chicas. ¿Y sabéis qué? Deberiais formar un equipo de animadoras todas a las que os rechazaron. Según el instituto, puede haber dos equipos: el principal y el suplente.
Cualquiera puede ganar al actual equipo de animadoras, a si que no será muy difícil que se conviertan en el suplente.

Anónimx

Pocos minutos después de haberlo publicado, me llega un mensaje de Noah.

Vas a causar polémica.

Lo bueno es que nadie sabe que soy yo.

No creo que te interese.

Me lo estoy imaginando tirado en su cama y riéndose de mí. Lo haría multiplicado por tres si hubiera cogido la carta.

A los segundos me salta su llamada.

—¿Qué quieres?

—Wow. ¿Ha salido mal tu cita con Wesley? Suena a que sí.

No había pensado en mi salida con Wes como una cita como tal.

—Pues te equivocas. ¿Me puedes decir qué quieres?

Margot asoma la cabeza por la puerta de mi habitación y me avisa de que va a ver qué hay de cena.

—Ah, ¿podemos hacer mañana el resto? Hoy Harper estaba llorando en los baños. La hermana de Kim le ha tirado el zumo por encima.

Ojalá que mini-Kim solo sea el reflejo de Kim y deje de comportarse a como lo hace, cuando su hermana mayor se vaya a una Universidad de las caras a Europa porque sus padres saben que es una niña mimada y la quieren lejos.

—Emmm, supongo que sí. ¿Al final de clases?

—Genial. Y oye, Freya te matará como se entere de que eres tú.

Cuelgo el teléfono al momento.

Vale, ya está. Pasado mañana Noah será un pequeño capítulo en mi vida. Un capítulo cerrado con la llave que después he tirado al mar.

***

Esa noche, papá llega a las once y media y ni Margot ni yo nos hemos acostado. Nos sentamos en los sofás: Margot y yo en uno y papá en el otro mirándonos como si le fuéramos a contar un secreto gubernamental.

—Han llamado los abuelos esta tarde —empieza Margot—. Quieren que pasemos noche vieja con ellos.

Eso es mentira, pero si dice <<Que pasemos Navidad con ellos>> y papá lo ve bien, cancelará el viaje de Margot.

Papá me mira, seguramente pensando que se lo he dicho yo, y niego con la cabeza sin que Margot me vea.

—¿Y queréis ir?

Margot y yo nos lanzamos una mirada como si nos leyéramos la mente. Y a la vez, decimos:

—Sí.

Papá se refrota la cara con las manos y se pone de pie, luego rodea el sofá y nos abraza a Margot y a mí.

—Hablaré con los abuelos y os diré lo que me digan.

Margot me lanza una mirada alarmada y se gira de rodillas en el sofá.

—¡Pero yo ya he hablado con ellos! Es en noche vieja, ehh.

Papá pone los ojos en blanco y palmea el hombro de Margot.

—Iremos después de tu viaje si a los abuelos les parece bien. 

Margot es la primera que sube corriendo, y antes de pisar el primer escalón, papá me agarra del brazo. Tiene una mirada nostálgica y parece algo enfadado.

—¿Le has dicho tú a margot lo de ir con los abuelos?

Me molesta que papá piense así cuando en realidad ni siquiera he necesitado a Chase para que Margot venga sola a decirme si podemos ir a Australia.

—No.

—¿Segura? —insiste.

Diría que no, se lo repetiría cientos de veces si no me estuviera sintiendo afectada. Es la primera vez que desconfía de mí, y más con algo así.

—Sí.