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15

Al final del día, Margot se va con Tessa a comer a su casa y Wesley me espera en su coche.

—¿Y Margot?

—Se ha ido a comer con su amiga.

Pasamos por delante del coche de Noah y nos da una rápida mirada. No paro de pensar en qué hubiera sido si hubiera leído la nota. ¡Me cambiaría de instituto! ¡Qué vergüenza!

—¿A dónde quieres ir?

Me encojo de hombros. A un lugar remoto de dónde vuelva a salir para verle la cara a nadie durante un tiempo.

—Dónde quieras está bien. Pero nada extravagante.

Wes me lanza una mirada acompañada de una sonrisa y gira en una rotonda para volver en dirección contraria.

—Hay un sitio de hamburguesas y pizzas que se come genial. Me paso allí el día con mis amigos y encima es muy acogedor —Wes siempre habla así, como si todo fuese genial, y aunque no lo sea, si te lo dice Wes, te lo va a parecer.

Rápidamente, se me contagian sus ganas de llenar y probar una de esas delicias de las que me habla, aunque la idea de imaginarme a Noah leyendo mi carta sigue rondando mi cabeza.

—¿Te sigue doliendo la mano?

—Me molesta un poco, pero ahora sin los puntos ni la venda puedo coger el tenedor sin problema.

Wesley se ríe.

—Sería muy raro si me dijeras que tengo que darte de comer porque no puedes.

—Porque nunca lo haría. ¿Qué tal está tu madre?

—Genial, se ha ido con papá a comer por ahí y están planeando algo para irnos a New Jersey a ver a la abuela en Navidad.

—Eso está bien.

¿Papá se habrá pensado ya lo de irnos a Australia?

—Sí. ¿Vosotros que vais a hacer estas fiestas? —me pregunta.

Pues buena pregunta.

—Pues Margot se va con Chase a Kansas City a ver a su abuela y supongo que papá y yo nos pasaremos las fiestas engordando en casa. Y con Taylor.

—Sí, eso me ha parecido raro.

Wesley pasa por delante de nuestras casas hasta salir de la residencia.

—¿El qué?

—Que no estuvieras con ella. Os pasáis el día juntas.

Suelto un suspiro lo suficientemente algo como para que me escuche.

—Ha cogido la gripe.

Wesley sube la calefacción del coche y me mira.

—¿Está bien así?

Margot hubiera caído enamorada por segunda vez con esto. Yo, no lo sé.

—Sí, no te preocupes. Yo tengo las defensas más fuertes que Taylor.

Los dos nos reímos.

Wes aparca delante del magnífico sitio que dice. Es como un bar pequeñito con luces rojas y amarillas y una gran pizza de neón encima del tejado. Wes y yo esquivamos a un par de personas y nos sentamos en una de las mesas pegadas al ventanal. Una chica con el delantal del local y una chapa con su nombre: Wendy; nos toma la nota de dos pizzas: una pequeña para mí y una mediana para Wesley.

—¿Qué tal habéis estado estos días? Tu padre le contó al mío en una de esas charlas de taller que preguntaste por tu madre... —aunque Wes intente dejarlo al aire, para mí es como si una aspiradora se tragara mi pecho para intentar llevarse mi corazón.

Pensaba que papá nunca hablaba de mamá, y aunque sé que él y el padre de Wes son amigos, me molesta que hable de ella. ¿Por qué conmigo no lo hace?

—Ummm, sí.

—Puedes hablarme de ello si quieres.

Como un acto reflejo, agito la cabeza de lado a lado.

—No es nada, Wes, solo quería hablar un poco de ella —para desviar el tema de la conversación, digo—: Y ¿qué tan bueno es este lugar?

Wesley se acomoda en su silla y se inclina sobre la mesa.

—Te darán ganas de chupar hasta el plato de la pizza, Sierra. Y de postre hacen unas tortitas y unos batidos con nata deliciosos. Les pegan chocolate en las esquinas de los vasos de los batidos. Tienes que probarlos.

Nunca he salido con Wes, no a solas, siempre estaba Margot de por medio, pero podría acostumbrarme.

Cuando nos traen las pizzas, me fijo en que Wes mira la comida como si fuera su vida; y cuando mordisquea los primeros trozos, se le cierran los ojos. Nunca me había fijado en que era tan mono, en que era guapo sí, porque lo es, pero ahora veo como se le achinan los ojos azules a cada rato y lo bien que le quedan cejas pobladas. Además, creo que a nadie más le quedaría bien una camiseta de cuadros roja y blanca.

—¿Y qué te parece?

De-li-cio-sa.

Podría decirle que saldré con él a todas partes si siempre me trae a aquí antes. ¡Tengo que decirle a Taylor de este sitio! Siempre va a ser mejor que su casa aguantando a JoJo o que en la mía con los cariños de Margot y Chase.

—Creo que iré a tu misma Universidad solo porque esto está cerca. Engordaría feliz aquí dentro.

—Sí, me acostumbraría a verte más a menudo —dice.

Es la primera vez en mucho tiempo que alguien me dice algo así. Y no sé si Wes lo sabe, pero ha sonado a como si de verdad llevase colado por mí tiempo.

No le sigo el juego.

—Todavía estoy viendo Universidades, no lo tengo claro.

Wesley despedaza otro trozo de pizza y se lo traga.

—Hay muy buenas por aquí cerca.

—Lo sé, papá no deja de convencerme de lo mismo. Creo que ha sobornado a sus trabajadores para que me digan lo buenas que son aquí las Universidades.

Un rato después, no puedo dejar de mirar la sonrisa de Wesley mientras me cuenta el programa de su Universidad. Es hipnótica. Hasta cuando pedimos un plato de tortitas para los dos y dos batidos pequeños sigue sonriendo mientras esquiva las tetas que la camarera le pone en la cara.

Con el tenedor y el cuchillo corto una parte de la tortita y me la meto en la boca. La saboreo y saboreo como he visto hacer a Margot con el Fairy Bread.

—Suena tentador tu plan de estudios.

Por debajo de la mesa miro el móvil que me vibra por un mensaje de Taylor. Ya sabe que estoy en algún tipo de quedada de amigos con Wes.

Liga con él. Sutil y sexy.

Para empezar, yo no sé hacer eso. El único chico con el que más o menos he ligado, fue con Lucas Ross, un chico que vino de intercambio hace un par de años; no salió para nada bien. Me acerqué tanto a él para que me oliera, como me había dicho Taylor, y de un estornudo me dió un cabezazo.

Además, ni siquiera sé si quiero ligar con Wesley.

—Podría enseñarte la Universidad y ser tu guía —me propone.

Suena tentador, pero ¿y si después no voy a su misma Universidad y solo se hace falsas ilusiones?

—Podrías. —Le miro de reojo mientras los dos partimos a la vez otro trozo de la última tortita—. Aunque seguro que muchas chicas me odiarán, ¿no?

Wesley se ríe como si fuera una de esos chistes malos de papá.

—Sé que parece raro y tal, pero aquí dónde ves, no hay chicas —se calla y frunce los labios torciendo la cabeza—. Bueno, hay una...

<<Y soy yo>> ¿O no?

Ahora tengo curiosidad.

—¿Y quién es?

Wesley se traga su último trozo de tortita y le da un sorbo al batido preparándose.

—No sé porqué creo que lo sabes...

—Si lo supiera no te preguntaría —bebo a sorbos mi batido y paro a la mitad.

Wes hace lo mismo.

—Quizá algún día te lo confirme aunque lo sepas.

No tardamos en irnos. Wesley paga todo porque dice que me ha invitado, y aparca en el garaje de su casa. No necesito que me acompañe hasta la mía, si Margot ya está asomada en la ventana de la cocina, nos escuchará si nos acercamos. Wesley es, como pensaba y sabía, mejor que otros chicos que te besan al despedirse. Wesely me abraza y me da un beso en la mejilla repitiéndome lo bien que se lo ha pasado. Yo también. 

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