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12

Un par de horas antes de que lleguen los padres de Chase para cenar. Papá y yo estamos haciendo la cena, solos, porque Margot está con Chase.

Cojo una bocanada de aire y con la única mano que tengo útil en estos momentos, agito la sartén.

—Papá.

—¿Si?

—¿Crees que Margot piensa en mamá?

—Cómo lo hacemos todos.

—No, me refiero a si crees que lo hace como si fuera una carga.

Papá deja de cortar los tomates de la ensalada y me mira fijamente. Su cara es más sombría que antes. Entiendo que no le guste hablar de mamá, pero en algunos momentos hay que hacerlo. 

—Entiendo que es difícil, pero no podemos hacer nada, Sierra. —se estira a darme un beso en la cabeza y vuelve a lo suyo.

—Ya, pero...

—Sierra.

Vale. Paro de hablar y sigo agitando el revuelto de verduras en la sartén.

Me gustaría que Taylor estuviera aquí y no con JoJo en el partido de lacrosse del instituto. JoJo es un aficionado de lacrosse y va a cualquier partido sea o no profesional, y hoy ha arrastrado a Taylor con él.

Para empezar yo no pinto nada en esa cena, sé que papá dejará a Margot irse.

—¿Puedes poner la mesa? —me dice papá.

Tardo un poco más con una sola mano, y cuando estoy poniendo el último vaso, Margot entra en casa con Chase y sus padres. Si viniera sola, o con Chase, hubiera lanzado las llaves al mesa de la entrada y no se las hubiera guardado en el bolsillo de los pantalones. 

Entre todos los saludos, la señora Jackson se me acerca.

—¿Pero qué te ha pasado en la mano, Sierra?

—Tuve un accidente con un clavo en el taller.

Mirabelle me mira con una de esas miradas de madre que dice: <<¿Cómo se te ocurre?>>

—¿Qué hay de cena? —curiosea Margot abriendo el horno—. Uhh. Pollo.

Poco a poco, y a medida pasa la cena, solo puedo escuchar a Margot hablar de cosas buenas de Kansas City y de lo bien que estará con los Jacksons en casa de la abuela de Chase.

—¿Cuánto tiempo? —pregunta papá.

—Nos vamos solo un semana. Para noche buena —aclara Mirabelle—. Margot no es una molestia para nosotros, puede venirse siempre que quiere, ya es como una hija más para nosotros. 

Pero no lo es. Margot ya tiene una familia y es la primera Navidad que no estará con nosotros. Algún, día, algún año, papá se quedará solo. Yo me iré a la Universidad y no sé a dónde, y si Margot quiere irse el año que viene que también, papá posiblemente estará solo.

Pincho con fuerza un trozo de verduras del revuelto.

—Si Margot estará bien y nos promete llamar todos los días, puede irse —a papá le cuesta, y a mí, pero es Margot y siempre lo consigue.

—¡Sí! Lo prometo.

Chase y Margot se agarran de la mano por encima de la mesa y se sonríen. ¿Haré yo eso con alguien? Puede que ¿con Wes? Es un buen chico pero... No sé, a lo mejor yo también necesito una distracción de mi vida, y de pensar en mamá y en todo. 

***

Los padres de Chase, están tomando un café con papá en el porche trasero aunque se tengan que estar congelando. Margot, Chase y yo, estamos tirados en los sofás del salón viendo una serie de risa que les encanta; Margot y Chase están tirados en un sofá semi abrazados, y yo en el otro con una manta por encima y texteándome con Taylor.

—A veces me gustaría vivir en una comedia como esa —apunta Margot.

En la serie, una chica está discutiendo con la capitana de las animadoras y le ha lanzado agua a la cara.

—¿Vas ha hacer las pruebas este año? —le pregunta Chase.

—¡Sí!

La carcajada me sale sola.

—Margot, las pruebas fueron el miércoles.

Margot suspira y se cruza de brazos.

—El año que viene —susurra—. El año que viene sí que sí. 

—El año que viene seguro que entras —la consuela Chase, y pasa el pelo revuelto castaño de Margot por detrás de su oreja—. El año que viene serás hasta la capitana.

Claro, porque Freya y sus diabólicas amigas ya no estarán en el instituto.

Margot se levanta del sofá de un salto.

—Voy a hacer palomitas.

Nada más salir del salón, Chase corretea hasta sentarse a mi lado en el sofá.

—¿Pasa algo? —curioseo.

Chase mira sobre el sofá y susurra:

—Quiero regalar a Margot la bici que quiere para estas Navidades, y sé que ya la estabas buscando...

—Puedes regalarsela tú, Chase, nosotros podemos darla otra muchas cosas.

Es muy bonito que quiera hacerlo aunque sepa que Margot le regalará una colonia como siempre.

—¿No os importa de verdad?

—Claro que no. Tengo una mirada, iba a ir a recogerla en un par de semanas, y te la puedes guardar en tu garaje. 

A Chase le cambia la expresión a una de felicidad y alivio.

—Gracias Sierra —se inclina y me da un fuerte abrazo—. Te daré el dinero en cuanto pueda.

Chase vuelve al sofá con Margot cuando vuelve con las palomitas en un bol gigante y metiendose un puñado en la boca.

—Mira, Sierra, tú necesitas algo así —me dice Margot señalando la televisión.

Una pareja de un anuncio están caminando por un parque y cogidos de la mano. Les caen pétalos de rosas del cielo y no se va a nadie a su alrededor. Si eso fuera verdad... si eso fuera verdad estaría interesada en un chico para vivir mi mundo en el que llueven pétalos de rosa. Al final, es un anuncio de perfume.

—No creo.

Chase me lanza una palomita y me cae en la pantalla del móvil. Taylor, ¡háblame!

—¿Alguna vez te ha gustado alguien? Creo que nunca te he visto interesada en nadie.

—Sí.

Sí que me han gustado chicos, y de algunos hasta me enamoré.

—¿A sí? —Margot se remueve y deja el bol de palomitas en las piernas de Chase—. Nunca me has hablado de nadie. Nunca. ¿Quién es él?

—Me han gustado varios chicos, Margot.

—¿Desde cuándo?

—Supongo que desde los diez años.

—¿Y quién fué?

Taylor me manda un mensaje a la vez.

Qué aburrimiento de partido. Odio a JoJo, ha asustado a un chico de la fila de delante y se le han caído las palomitas. Casi lo mata.

—¿Quién fué qué?

Como si fuera obvio, Margot dice:

—Tu primer amor. El chico a tus diez años.

Fué Noah. Aunque un poco antes, me había gustado un poco Gabriel Michel porque me prestaba sus pinturas en clase de historia para colorear mis mapas. Era un poco rarito, y a Freya no le gustaba que me juntara con él porque bajaba su popularidad. ¡Qué estupidez! Teníamos diez años y todavía me sorprende que siga con la misma tontería de niña malcriada.

—Un chico del instituto.

—Ya, pero ¿quién? 

Me niego rotundamente a confesar que Noah.

—Supongo que Gabriel Michel.

A Chase casi le da un ataque de risa.

—¿Michel? ¿El que juega a ping pong en sus ratos libres y al diabolo?

Decir a Gabriel siempre será mejor que confesar lo de Noah, aunque eso me haga confesar que sí, que Gabriel es un friki.

—Antes no era así —lo defiendo.

—¿Y quién más? —sigue Margot.

Noah. Noah y más Noah. Y cuando me pregunte si alguien me ha besado, la respuesta seguirá siendo Noah.

Yo sufro ahora que Margot no deja de preguntarme por mis antiguos amores.

Taylor me envía el stiker de una cara sorprendida.

—Sierra —me llama Chase.

—Ninguno importante. Éramos niños.

—¿Eso es que tiene tu edad? ¿Es de tu curso?

Oh, Dios. Ver tantas series a lo Mentes criminales les está afectando.

—¿Sabéis? Volver a los dibujos animados y dejar las series policíacas.

Me levanto del sofá y les tiro la manta por encima. Sé que Margot ya no va a parar hasta sacarme todo el jugo de esta conversación, pero el nombre de Noah jamás saldrá de mis labios.

—¡Eh! ¿A dónde vas?

—A mi cuarto, cotillas.

Me asomo por el porche del jardín trasero y me despido de los señores Jacksons antes de irme a mi cuarto, ponerme el pijama y lanzarme en la cama con el móvil. La mayoría de personas que sigo en Instagram, solo suben y siguen subiendo fotos del partido de lacrosse. En una, se ve a Noah como capitán celebrando la victoria con el resto de chicos y el entrenador. Noah Estúpido Müller que solo sabe desbaratar mi cabeza. 

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