10
Hoy, para todos, soy de porcelana. Margot me ha despertado con el desayuno en la cama y Taylor ha pasado por mí para ir a clase. Podría acostumbrarme.
—Entonces, ¿Noah te lleva a casa? —me pregunta Taylor entre jadeos.
—Sí.
El profesor Brannon toca el silvato y nos llama la atención. Taylor lanza un suspiro y me lanza una mirada cansada antes de seguir corriendo. Educación física es mi última clase de hoy, y aunque le he preguntado al profesor Brannon si me puedo ir a casa para no morir congelada en las gradas como me está pasando ahora, no me deja.
Como el viernes hay un partido de lacrosse, los del equipo están corriendo también y se han mezclado con los de clase. No paro de ver a Noah pasar corriendo por delante de mí. Ay ¿cómo he podido invitarle voluntariamente a mi casa? Invadirá mi espacio en el que nunca ha entrado nadie que no sea de mi familia o Taylor y Chase. No me puedo creer que vaya a dejar que vea el blog por dentro, dejándole el control de todo, hasta de...
Dios mío, el borrador.
Noah no puede leer lo que escribí sobre él la otra noche.
Me levanto de un salto. Tengo que borrar eso antes de que acabe el ciclo escolar y Noah venga a casa.
Corro desde las gradas hasta el profesor Brannon en mitad de la pista de atletismo. Casi me choco con Chloe y Regina, hubiera sido lo último que me faltaba, que me gritaran por rozarlas. El profesor Brannon me clava la mirada gélida cuando estoy a pasos de él.
—Me duele mucho la herida —gimo. Me toco la venda por encima y hago mi mejor cara de dolor, como cuando Margot me clavó un paraguas en el estómago por accidente—. ¿Puedo ir al baño a cambiarme la venda?
El entrenador deja de mirarme y asiente.
—Pero ve a enfermería mejor.
Hecho a correr dentro del instituto, y no paro hasta que llego a la biblioteca. Sofocada, saludo con un gesto de cabeza a la bibliotecaria. Hoy Bryn no está, de momento, a si que no me tengo que ir muy lejos para que nadie se me acerque. Veloz como una bala, enciendo el ordenador y le doy golpecitos para que vaya más rápido —como si funcionara—. Estos ordenadores me van a causar algún día un tic nervioso. Me inclino, me remuevo en la silla, de un lado a otro, de un lado a otro. Nunca, los tres minutos que tardo en entrar en el blog, se me han hecho tan largos. Pincho con el mouse en la pestaña de borradores. Solo está el de Noah, pero no quiero eliminarlo. Dios, ¿porqué Margot le ha insistido en que nos lleve a casa?
—¿No tienes clase ahora?
Levanto la vista del ordenador.
—Tengo que imprimir una hoja para un trabajo —miento—. ¿Está conectada?
En cuanto veo que asiente con la cabeza, pincho en <<Imprimir>> y todo lo que escribí sobre Noah, mis sentimientos pasados y lo que pienso sobre él, me sale en el folio. Lo doblo en todas las partes que puedo y me lo guardo en la mochila. Y lo borro completamente del blog, no quiero que quede nada y que Noah lea algo, lo más mínimo, sobre mis sentimientos. Hoy, si me aseguro de que todo está cerrado antes de salir volando.
Intercepto a Margot hablando con Noah pegados a su coche. <<¿Pero qué hacen juntos?>>. Margot me abre la puerta y me coje la mochila quedándosela en los asientos traseros.
—Noah me estaba contando que os conocéis desde hace muchos años —comenta Margot.
Le lanzo una mirada fulminante de reojo sin que Margot lo note.
Margot no le puede coger cariño, no a Noah. Noah no es Wesley, Noah no es Chase, Noah es Noah y se irá de nuestras vidas en cuanto escriba en el blog sobre lo que quiere.
—Antes compartíamos algunas clases —me limito a decir.
—Nunca me habías dicho que conocías al capitán de lacrosse.
Me encojo de hombros.
Si no lo había dicho es porque no lo conozco.
Noah gira en la curva del instituto, y dice:
—Tu hermana quiere enseñarme a hacer... —duda un momento y mira por el espejo retrovisor a Margot, que está mirando el móvil—. ¿Cómo se llamaba?
Sin despegar la vista del móvil, Margot responde:
—Fairy Bread.
No puedo creer que Margot le vaya a enseñar eso a Noah. Se supone que es cosa nuestra por mamá; el Fairy Bread no se comparte con cualquiera.
—Eso —en voz baja, se inclina un poco hacia mí y dice—: ¿Qué es?
—Un dulce de Australia. A Margot y a papá le encanta.
Noah tiene que notar lo poco que me gusta la idea de que sepa lo que es.
El resto del trayecto es tranquilo y silencioso. De vez en cuando me tiran los puntos de la muñeca y me quejo, pero parece que nadie me escucha. Cuando Noah aparca delante de casa, ha empezado a llover un poco y los tres corremos hasta dentro de casa. Es la primera vez que Noah está aquí, y creo que más extraña me siento yo que él.
—¿Pedimos pizza para comer? —pregunta Margot.
—Yo la pido, tu sube a tu cuarto.
Sé cuánto odia Margot que la dé órdenes, pero tengo que hablar con Noah antes de que esto llegue a más.
Subiendo las escaleras, Margot masculla:
—Te estás volviendo una marimandona, Sierra.
—Sí, Sierra, te estás volviendo una marimandona —bromea Noah.
Pongo los ojos en blanco y cojo el teléfono de su soporte. Me sé el número de la pizzera de la de veces que tengo que llamar cuando Margot y yo estamos solas o cuando viene Taylor.
—No deberías seguir haciendo eso. Hablar con Margot y contarla mentiras.
—Nos conocemos desde hace años, no es mentira.
—Ya, pero se encariñará contigo y no quiero eso.
Noah se sienta en la mesa de la cocina y lo sigo con la mirada llevándome el teléfono a la oreja.
—¿Porqué no? —tiene la mirada clavada en mí, como esperando un paso en falso que dé para desmontar lo que le digo.
—Porque no estarás aquí siempre, Noah. Y no quiero eso para Margot.
Noah asiente lentamente. Creo que lo comprende.
Pido para comer dos pizzas: Una para Margot y para mí y otra que Noah se come solo. Las dos de barbacoa. Margot come con el pijama puesto y parece la más cómoda de los tres. Posiblemente lo sea.
—¿Puedo enseñarte ahora a hacer Fairy Bread? Podrías quedarte hasta la hora de la merienda y así lo pruebas.
Noah me mira.
—Tengo que hacer un trabajo con Sierra, pero tal vez después.
Espero que el <<tal vez>> no exista hoy.
Tiramos las cajas de las pizzas a la papelera, aunque Noah las tiene que despedazar un poco para que entren porque yo no puedo. De camino a mi habitación, hago un plan mental: Noah se tiene que sentar en mi taburete de tocador y yo en la silla del escritorio; después, él tiene que escribir lo que quiera en el blog lo más rápido posible como para que Margot no se despierte de la siesta y siga queriendo enseñarle algo nuestro a Noah.
—Me gusta tu habitación —comenta Noah.
Será porque el "mete saca" con otras chicas no le dan tiempo a ver con detenimiento las habitaciones.
—Es normal.
—Tiene tu estilo. Simple, en el buen sentido.
No hay ningún <<simple>> en el buen sentido. Ser simple es aburrido, y eso es lo que me acaba de llamar.
Muevo el taburete de mi tocador hasta enfrente del escritorio. Noah se sienta y me mira detenidamente mientras enciendo el ordenador.
—Lo de antes, lo de Margot, ¿tiene que ver con tu madre?
Cojo una profunda respiración y meto mi contraseña en la cuenta del blog.
Si le digo que sí, seguirá preguntando. Si le digo que no, también. Así es Noah.
—Sí. —Giro el ordenador en su dirección. Ahora puede explayarse todo lo que quiera y poner verde a Betty y a Kendall Cass—. Todo tuyo.
Noah se arremanga la sudadera del equipo y se queda estático. Vuelve a su posición en el taburete, mirándome y lejos del ordenador.
—¿Qué pasó con tu madre? O sea, sé lo que pasó, pero...
—No fue nada, Noah. Escribe —y vete.
Odio hablar con gente de fuera —que no me conoce— sobre mamá. Porque hacen preguntas y más preguntas sobre lo que no saben.
Noah se inclina sobre el ordenador y empieza a escribir:
Queridos alumnos del instituto Millard:
¿Betty y Noah? Eso solo existe en la cabeza de Betty y en la de todos los que os habéis tragado que salen juntos.
—¿Así va bien? —me pregunta Noah.
—Sí.
¿Os suenan estas palabras? Obsesión. Locura. Son dos de los rasgos que hacen de Betty una loca obsesiva con Noah Müller. Alguien debería obsesionarse con ella y darle una lección.
Betty, Betty... No puedes perseguir a la gente, ni stalkearla, ni estar así de loca por ellas. ¿No te han enseñado que el muñeco del vestuario MASCULINO da acceso solo a los CHICOS? Espero que relacciones estos dos conceptos y no vuelvas a meterme en un lugar para el género contrario.
—En parte te entiendo.
—¿En qué?
Noah me mira fugazmente antes de volver a lo suyo. Sin dejar de escribir, dice:
—Tu madre. Te entiendo. Yo vivo con mi padrastro, no es mi padre.
Eso no lo sabía. Noah es abierto con las personas, pero siempre he estado escuchando como decía cosas buenas de su padre. Supongo que se refería a su padrastro.
—Oh. No lo sabía.
Posiblemente Cass, Kendall Cass de miedo, pero está merecido que sepa la gente que es un mentiroso que se inventa cosas. ¿Y porqué? Kendall y Betty... tuvieron algo raro, Betty tuvo la misma obsesión por él de la que tiene con Noah...
—Mi padre se casó hace un par de años y ahora vive en Jacksonville. Te entiendo por esa parte, por lo de que tu madre se fué —explica Noah—. Salvo que el mío es un capullo que ya tenía otra familia.
Mi madre no tiene otra familia, o no una física. Y no está en Jacksonville, sino mucho más lejos.
—Pero tu padre no se ha olvidado de tí, Noah.
Yo lo sé, Margot lo sabe, papá lo sabe... pero nunca nos atrevemos a decir que mamá tiene alzheimer y que se olvidó de que tiene una familia. Prefiero recordarla como eso, un recuerdo, a pensar en que está en un hospital psiquiátrico en Australia y que ni siquiera podemos ir a verla porque no sabe quiénes somos.
Noah me pone la mano en la rodilla, y siento un cosquilleo momentáneo por todo el cuerpo. Por favor, no quiero más sentimientos en este momento.
Betty, deja a Noah. Vuelve a obsesionarte con Kendall, total, sois los dos unos mentirosos, ¿no?. Kendall, tu has mentido a todo el instituto diciendo que Betty es una zorra y echándosela encima a Noah. Betty, tu te has mentido a tí misma haciéndote creer que estás enamorada de alguien con quién nisiquera te has besado. Vuelve encima de Kendall, tendréis los hijos más mentirosos del mundo y os darán un record Guinness.
Anónimx
—¿Así está bien?
—Sí —Le quito el ratón de las manos y subo el post—. Mañana Betty será una anécdota que contar.
Noah me sonríe y se entrelaza los dedos chasqueándoselos. Arrgg. Que grima me da eso. Chase lo hace cada dos por tres y hasta se cruje el cuello.
—Creo que me voy ya...
—Puedes quedarte —Margot me matará si se va. Y tampoco quiero ser mala, supongo que me ha pedido perdón por todos estos años—. El Fairy Bread está riquísimo.
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