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Día 05: feria
La relación de Markkut y Aizen era algo estrictamente secreto. Ninguna de las familias estaban al tanto, se habían encargado de eso. Sin embargo, había dos personas que eran la excepción a la norma y les apoyaban indispensablemente. Se trataba de dos de los primos de Markkut; Fiske y Fritz. Fiske era el mayor de todos, el hermano mayor del grupo. Era un joven brillante, creativo y sumamente atractivo; sus ojos eran azul profundo, como el océano; su cabello era ondulado y rubio, pero lo teñía de anaranjado y con justa razón, le quedaba excelente; era sumamente alto, medía 1.83 metros y tenía un cuerpo bien cuidado por sus rutinas de ejercicio e idas al gimnasio. Su piel era blanca, perfecta para que las pecas de su rostro resaltaran como una mancha en un lienzo. Era tan guapo, que incluso trabajaba como modelo de revistas. Además, estaba dotado de un buen humor y una personalidad cálida y amigable. Fritz, por otro lado, era un muchacho que siempre tenía una expresión melancólica, su cabello era de un rubio un poco más pálido que el de Markkut, y sus ojos azules también eran más fríos. Casi siempre su cabello terminaba cubriendo uno de ellos como consecuencia de bajar tanto la cabeza. Sin embargo, la belleza de Fritz era un caso especial, pues aunque todo su ser era como una enorme mancha triste, no caía en lo patético ni en lo mediocre. Era innegable que en su andar tan cauteloso y en su mirada de sufrimiento generaba algo de tristeza, hacía que te preguntaras qué fue lo que la vida le había hecho a alguien tan joven, pero también, te hipnotizaba su belleza andrógina, era sencillamente sublime su manera de mirar y existir.
Esas dos personas no solo eran los primos de Markkut, sino que también eran sus mejores amigos. Siempre estaban metiéndose en problemas juntos, salían a divertirse juntos, se cubrían los unos a otros, se apoyaban sin replicar ni preguntar y siempre se seguían mutuamente a cualquier lugar. Markkut no recordaba una sola vez en la que sus primos le hubieran quedado mal, y estaba seguro que eso jamás pasaría. Por eso no tuvo problemas en dejar que supieran de su relación con Aizen. Incluso le preguntaban por él y le insistían en que lo invitara a salir con ellos. Como a la feria, por ejemplo.
La primera vez que lo invitaron a acompañarlos, Markkut les había hablado de cómo por culpa de Kuro casi no habían podido salir juntos. Entonces, Fiske sugirió ir por él y sacarlos a pasear. No obstante, había el inconveniente de que Aizen estaba cuidando a su hermano menor. Pero Fiske insistió en que podían llevarlos a todos, tal que así, terminaron organizando una salida bastante espontánea a la feria.
Aizen había llevado a su hermano Haiden y a Anker, que era el hijo que Kuro tuvo con Mathias. Anker era un niño bastante feliz, extrovertido y confiado, algo muy extraño si se comparaba con Markkut y Aizen, con quienes tenía un padre en común con cada uno. La razón era sencilla, pues Anker tenía padres mucho más maduros de los que tuvieron sus hermanos, ya no cometieron los mismos errores de cuando apenas alcanzaban los veinte años.
Ese día de Feria, Markkut y Aizen se escabulleron lejos del grupo para pasar tiempo a solas, pues ese era el propósito de haber orquestado todo. Sin embargo, mantener entretenido a Anker no era una tarea sencilla —de ahí que Aizen y Haiden debían unir fuerzas para cuidarlo—, el menor corría por todas partes, en cualquier momento podía extraviarse. Incluso el sereno de Fritz tuvo que perseguirlo un par de veces. En una ocasión no podían encontrarlo, empezaban a preocuparse, pero por suerte, el menor regresó a ellos por su propio pie y tomó a Haiden del brazo.
—¡Mira, mira, mira eso! ¡Quiero jugar allí! —exclamó mientras apuntaba a un puesto de pistolas de balines.
—¡De ninguna manera, Anker! Nos has tenido detrás de ti toda la tarde. ¿Ya es de noche, no te da miedo que te roben? —regañó Haiden muy molesto y sujetó su brazo—. Ven, ahora tenemos que encontrar a Aizen.
—Oh, no seas tan duro con él. Apenas tiene diez —interrumpió Fiske—. Sólo está haciendo su trabajo, que es querer divertirse todo el tiempo.
—¡Sí, Haiden, déjame hacer mi trabajo! —Anker pateó a Haiden en el pie y se puso a un lado de Fiske.
—¡Anker! —gritó el resto.
Haiden se sobó el pie mientras regañaba a su hermano, pero éste se sentía muy seguro detrás de Fiske. Cuando a Haiden se le pasó el dolor, Fiske le convenció de que deberían jugar en el puesto que señaló el menor de todos antes de buscar a los otros dos, pues seguramente sólo así se calmaría el niño. Eso también dio entrada a que Fritz pudiera enviarle un mensaje a Markkut para decirle que regresara, pues ya no podían distraer a Haiden.
—No entiendo por qué tienes tanta insistencia por jugar aquí, sabes que aún no tienes edad para usar armas —se quejó Haiden mientras caminaban al puesto. Aún estaba enojado con su hermano por haberlo pateado.
—¿Tu familia usa armas? —preguntó Fritz bastante preocupado por lo mencionado.
—Es que practicamos cacería .
—Aaaah.
Haiden suspiró con cansancio. Para sus adentros, reconoció que había pensado en una buena mentira muy rápido. No era muy bueno con las palabras, mucho menos con las mentiras. De hecho, muchas veces sus hermanos se aprovechaban de lo boquiflojo que era y recurrían a él para obtener información. Eso le hacía sentir un poco avergonzado, aunque nunca lo mencionaba. Siempre tenía problemas por su pocas habilidades de comunicación. Sin embargo, Haiden solía pasar por alto muchas virtudes que poseía, tales como su nobleza, su sensibilidad, su inteligencia, entre otras más.
Cuando todos llegaron al puesto, Anker apuntó a un peluche de tiburón gigante que formaba parte de los premios para los jugadores. Al pequeño le encantaban esos animales desde que uno intentó comerle la mano en un crucero. Era adorable ver su ilusión de tener ese peluche entre manos. Haiden quería jugar y ganar, pero tenía dudas pues no quería que se delatara lo bueno que era con las armas. Podría ser sospechoso siendo que se suponía que solo disparaba cuando iban de cacería.
—No te preocupes, Anker, lo ganaré para ti —dijo Fiske mientras acariciaba la cabeza de su pequeño primo, y en ese momento, se encendió una mecha de celos en la cabeza de Haiden.
—En realidad no creo que puedas. Para ganar se debe obtener un puntaje perfecto; deberías tener mucha experiencia en armas para lograrlo. Y dado a que no la tienes, es imposible que lo consigas. Lo mejor será que yo juegue.
—Oh, me parece bien. Menos mal que vienes con nosotros, Haiden.
Fiske en ningún momento se tomó a mal las palabras de Haiden, principalmente, porque era siete años mayor que él. Sería ridículo que alguien de su edad se ofendiera por algo que un joven de quince años había dicho. Aún si lo hizo con toda la intención de ofender.
Sin embargo, no esperó que ese joven fuera tan bueno con las armas. Había conseguido un puntaje perfecto en un solo intento. Anker pudo conseguir a su peluche, Markkut y Aizen regresaron al grupo, y Fiske consideraba pedirle a Haiden clases de tiro.
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