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Reflexión Nº2: El dolor

Cuando los sentimientos de un escritor afloran, son imparables. Se mueven entre los recuerdos y la música, haciendo que todo se caiga, tal vez se levante en otro futuro no muy lejano.

En el caso de la música emocional... todo se convierte en esos recuerdos.

El dolor se magnifica.

Las lágrimas intentan salir, recordando aquellos momentos del pasado.

Estás dolido, pero más jodido está tu corazón.

Y recordar. Recordar es lo peor que puedes hacer.

Y si dichos recuerdos se intensifican, se agolpan en tu cabeza; entonces todo se convierte en algo muy confuso.

Deseas huir, pero no puedes. Llega uno, y te ensombrece. Llega otro unido a él, y se convierte en una gran cadena, que te apresa y te amordaza; sin dejarte salir.

En mi historia, no fue menos.

Duele contarlo, ¿sabes? Aunque seas una estúpida hoja de papel y yo sea un escritor que no sabía qué hacer en esta mañana.

Pero créeme. Duele. Es un dolor que se acumula en el pecho, te produce agonía y desasosiego. Te marchita por dentro, hasta que acabas pudriéndote.

¿Sabes lo que es que parezca que nadie está contigo?

¿Sabes lo que es la humillación día tras día?

¿Sabes lo que es oír constantes burlas hacia ti?

¿Sabes lo que es que te hagan la vida imposible?

¿Sabes lo que es para un niño... llorar?

"No tienes amigos"

"Se reían todos de ti"

"¿Te acuerdas de aquella vez...?"

"¿Te acuerdas cuando te clavaron una regla en el cuello?"

"¿Te acuerdas cuando le dijiste...?"

Duele recordar.

Y duele saber lo que ocurrió.

Y que por eso ahora tengas miedo de la gente.

Jode. Y mucho.

Pensé que lo había superado.

Pero no, ni mucho menos.

Sé que algún día volverán a salir esos recuerdos.

Y volveré a estallar, como aquella vez, donde dejé que mis sentimientos dominaran a la razón.

Donde ya solo veía oscuridad en ese mundo que creo que es de luz.

Donde se descubre claramente quiénes están, y quiénes no.

Quiénes te harán la vida imposible, y quiénes se preocuparán de sacarte una sonrisa siempre, siempre que puedas.

Incluso sin ser ese día, muchas personas lo consiguen. Lo han hecho. Y lo hacen. Y me da miedo perderlas, pues son esa parte que me convierte en yo. En mi verdadero Javi, en esta criatura que está escribiendo, tornándose melancólico con la tristeza y feliz con... los recuerdos, y con los hechos.

Ese día perdoné, pero no olvidé.

O no por lo menos a él. V quedó perdonado, no merecía que le sentenciara de por vida. Sé que para él fue una mera broma.

Tal vez para J también lo fuera, pero no lo sentí así. Le dije que dejara los recuerdos, y él no quiso abandonarlos por nada en el mundo.

Quiso verme sufrir, y lo consiguió.

Estaba apagado, sin fuerzas de poder articular ni una sola palabra. Mi compañero de atrás empezó a sospechar que algo me estaba ocurriendo.

"Normalmente no es así", debió pensar.

Aquel patio se convirtió en mi carcelero. Los recuerdos seguían estando allí, irremediablemente presentes. Es como abrir una caja y encontrarte un gusano. Sientes miedo de que al abrir otra puedas encontrártelo.

Lo mismo.

Fue entonces cuando no pude más.

Empecé a sentir mi voz ahogada.

Y que cada vez me pesaba todo mucho más.

Decidí entonces que era un buen momento para hacer lo que mejor sabía: llorar.

Ellos me acompañaron –aunque no me vino mal-. Me vieron llorar, sí. Pero no me importó.

Solo querían saber los motivos.

Pero no era capaz de abrirme de aquella forma, no con ellos.

Tras salir de mi calvario, fui acogido por la persona que más confianza me da.

Él me entendió perfectamente cuando le dije: lo de siempre.

Sin embargo, el susodicho jamás quiso decir perdón.

Se defendía con la excusa de que para él no había sido ningún insulto u ofensa, pero que si le "obligaba" a pedir perdón, pues eso.

Víctor fue más directo, se arrepintió antes.

Mi mente me hizo perdonarles, pero sin embargo quedó una puya clavada.

Las dos caras de la moneda, el arrepentido y el cruel.

Es una de esas historias de la infancia que nunca quieres recordar.

Que sabes, que conoces que te van a hacer sufrir.

Y no solo esas.

Están también mis actos.

Están también mis actitudes.

Están también mis formas de ser.

Están las críticas y los insultos de nuevo.

Muchas veces tienes que sonreír para no echar demasiados improperios a diestro y siniestro.

¿De verdad es eso la amistad?

Creo que no.

Por eso me fui de su lado. Esa relación había dejado de ser simbiótica hacía mucho tiempo.

Ahora, donde estoy me comprenden. O por lo menos actúo de la forma que yo sé: a mi manera. Soy libre en ese sentido. Me siento bien, y divertirte es lo mejor que puedes hacer.

Sin embargo, en días como este en el cual salen de nuevo los recuerdos por arte de tu cabeza solo piensas en algo.

¿Y si esto jamás hubiera llegado a ocurrir?

Tal vez sería más seguro de mí mismo.

Tal vez no pensaría en el qué dirán.

Pero seguramente no sería el mismo Javi que está escribiendo esto.

Eso, eso lo tengo claro.

Y creo que es hora de cerrar de una vez por todas este maldito baúl, dejar que los recuerdos se consuman y se ahoguen.

Necesito terminar de una vez por todas.

Ellos se alejarán, y entonces esto se habrá olvidado.

Y seré feliz.

¿Podré aguantar un año entero así?

Supongo que sí.

Siempre está el alejamiento de las personas. Siempre está el evadirse de los problemas para no conseguirlos.

Es una forma un poco rastrera de conseguir lo que necesito, pero de todas formas no entendería otra que no fuera esta.

Me siento... liberado ahora.

Hablar sobre ti, sin contar todo tiene sus ventajas. Liberas esa parte de rabia e inquina, pues el resto son meros recuerdos.

Cosas que se quedarán en tu cabeza hasta que, cualquier día vengan otras y se pongan encima.

Me despido.

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