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Capítulo 46

En el corazón de la batalla, los Soberanos se alzaban imponentes contra los exorcistas, cada uno desplegando su aterradora fuerza y habilidades sobrenaturales. Alastor, en su forma demoníaca, desataba una masacre con cada tentáculo que se movía, cortando y destrozando a cada enemigo que se cruzaba en su camino. Sus ojos brillaban con un rojo siniestro, disfrutando de la carnicería que provocaba.

Rosie, con una sonrisa macabra, no dudaba en devorar a sus víctimas. Cada movimiento suyo era una danza de destrucción, sus mandíbulas se abrían para engullir a los desafortunados que caían en su camino. La escena era una vorágine de sangre y terror, con los gritos de los exorcistas resonando en el aire mientras sus filas eran diezmadas.

Alastor: ¿Sabes, Rosie? Esta batalla me recuerda a una de esas fiestas salvajes que sueles organizar en tu territorio, esas hermosas noches de masacre.

Rosie: ¡Oh, sí! Aquellas eran verdaderas fiestas, Al. Nunca olvidaré el sabor del miedo en los rostros de nuestros invitados, al fin y al cabo ellos eran la merienda.

Alastor: ¡Exactamente! No hay nada como una buena carnicería para levantar el ánimo. ¡Esto es mejor que cualquier espectáculo en Broadway!

Rosie: Totalmente de acuerdo, Al. No hay nada como la emoción de la caza y el festín que sigue después.

Mientras continuaban con su conversación casual, desataban su furia sobre los exorcistas, cada movimiento suyo sumiendo más al campo de batalla en la desesperación y el caos. Para Alastor y Rosie, la guerra era sólo otro día en la oficina, un momento para disfrutar de la destrucción y el terror que causaban.

En otro frente de la batalla, los residentes del hotel Hazbin se encontraban en medio de un feroz combate. Husk, un Soberano de habilidades letales, lanzaba sus cartas bordadas con material angelical, aniquilando a los ángeles con precisión letal. Angel Dust, con sus ametralladoras en mano, disparaba ráfagas de balas, y Cherry Bomb lanzaba explosivos, causando caos y destrucción a su alrededor.

A medida que la batalla se intensificaba, los exorcistas lograban rodear a Husk, Angel Dust, y Cherry Bomb. La situación parecía desesperada, con enemigos cerrándose sobre ellos desde todas direcciones. Los exorcistas avanzaban, sus rostros llenos de fanatismo y odio, y el aire se llenaba con el sonido de las armas preparándose para disparar.

Husk: Pensar que volveríamos a estar en este tipo de situación, ojalá hubiera bebido por última vez..

Angel Dust disparaba sin cesar, pero las municiones se agotaban rápidamente. Cherry Bomb lanzaba sus explosivos, creando un muro de fuego y destrucción, pero los exorcistas seguían avanzando, impasibles ante el caos. Husk, con el sudor resbalando por su frente, lanzaba sus cartas con precisión, pero la presión constante empezaba a mostrar su efecto.

Cherry: ¡Estamos rodeados!

Esa frase la gritó con una mezcla de furia y desesperación en su voz. Las explosiones iluminaban su rostro mientras buscaba frenéticamente más bombas en su cinturón.

Angel Dust: Que mierda de situación, al menos me hubiera gustado tener una última cita.

Husk: ¡No digas nada mejor!

Justo cuando la situación parecía más desesperada, cuando la esperanza comenzaba a desvanecerse, un grito resonó por encima del tumulto:

- ¡Disparen!

En un instante, una lluvia de balas de fuego atravesó el aire, eliminando a los exorcistas que los rodeaban. Los enemigos cayeron al suelo en medio de estallidos de sangre y gritos de agonía, sus cuerpos inertes formando un círculo alrededor de los residentes del hotel Hazbin.

Husk, Angel Dust, y Cherry Bomb miraron alrededor, sorprendidos por la intervención oportuna que había salvado sus vidas. Los cuerpos de los exorcistas yacían a sus pies, y el humo de las armas aún flotaba en el aire. La desesperación se disipó, reemplazada por una nueva determinación. Se prepararon para enfrentar a los próximos enemigos que se atrevieran a desafiarles, sus corazones latiendo con furia renovada.

Justo en ese momento, mientras el humo de la batalla se disipaba lentamente, una silueta se recortó contra el horizonte destrozado. Era una figura familiar, pero a la vez inesperada. Husk, Angel Dust y Cherry Bomb entrecerraron los ojos, tratando de distinguir quién era.

A medida que la figura se acercaba, pudieron ver claramente la forma de una serpiente, pero no era una criatura común. Su postura, su porte, todo en él emanaba autoridad y poder. Entonces, cuando se acercó lo suficiente, reconocieron la figura: era Sir Pentius.

El corazón de los tres dio un vuelco. Sir Pentius junto a sus Egg Boiz, a quien habían visto morir en el último exterminio, estaba de pie frente a ellos, vivo y bien. Lo rodearon con abrazos de alegría y alivio, pero Cherry, con una sonrisa traviesa en los labios, se adelantó y sujetó su rostro con ambas manos.

Cherry: Nos volvemos a ver después de aquella despedida.

Sir Pentius: Ssseñorita Cherry, ess un placer verla.

Cherry: Y parece que has olvidado algo.

Sin darle tiempo a responder, Cherry se inclinó y le dio un dulce beso en los labios. Cuando se separaron, Cherry le hizo un gesto con su único ojo.

Cherry: Tenemos algo pendiente, ¿recuerdas?

Sir Pentius: Ahora ssí.

Ahora volvieron a otra situación, Carmilla apretó con fuerza las lanzas en sus manos, su corazón latiendo con una mezcla de furia y desesperación mientras miraba fijamente a Sera, la hermana de Lucifer, que sostenía a su hija en la cuna. Aunque su instinto le decía que atacara, una parte de ella sabía que debía mantener la calma, al menos por el momento.

Carmilla: ¿Qué has hecho con mi hija?

Sera levantó una ceja con calma, sin mostrar signos de amenaza ni hostilidad.

Sera: Tu hija está a salvo conmigo, Carmilla. No estoy aquí para hacerte daño a ti ni a tu hija, la he cuidado desde que la dejaron aquí antes de iniciar el conflicto.

Carmilla frunció el ceño, sin bajar la guardia ni un segundo. Lentamente, se acercó a la cuna, sus ojos fijos en Sera mientras inspeccionaba a su hija en busca de cualquier señal de daño. Cuando confirmó que la pequeña estaba ilesa, un suspiro de alivio escapó de sus labios.

Con cuidado, Carmilla levantó a su hija en brazos, envolviéndola con ternura mientras la abrazaba con fuerza. Aunque estaba agradecida de verla sana y salva, no podía apartar la mirada de Sera, aún desconfiada de sus verdaderas intenciones.

Carmilla: Todo estará bien, mi amor, mamá está aquí.

Sera: Te lo dije.

Carmilla: Gracias por cuidar de ella , pero no esperes que te confíe mi hija sin reservas. Te estaré vigilando de cerca.

Al ver la frialdad con la que le habló pero a la vez sentía que se lo dijo con gratitud, Sera asintió con comprensión, sin ofenderse por la desconfianza de Carmilla.

Sera: Entiendo tu preocupación, Carmilla, pero te aseguro que no tengo intención de hacerte daño ni a ti ni a tu hija. Solo quiero ayudar.

Carmilla: ¿Cómo esperas que confíe en ti? Tu desterraste a mi esposo y a mi hija Emily de este lugar, incluso si no fue decisión tuya debiste de haber hecho algo al respecto.

Sera: Lo sé, y créeme cuando digo que no hay un día en que no me culpe por esto, incluso estuve en contra de que toda esta guerra sucediera.

Carmilla: Y mira como están las cosas ahora, incluso mi bebé fue involucrada cuando no debía ser así.

Sera: Lo sé, por eso necesitaba esperar a que esto comenzara, haré un portal que las saque de aquí pero tendremos que hacerlo rápido antes de que se de cuenta.

Carmilla: ¿Pudiste haber hecho esto antes?

Sera: No, aunque no lo creas Miguel estuvo vigilando a tu hija por si algo sucedía, hasta él sabía que podía llegar a hacer esto, así que necesito que confíes en mí.

Carmilla apretó los dientes, aún no convencida por completo, pero por el bien de su hija, decidió dejar el asunto por ahora. Sin embargo, no quitaría ojo de encima a Sera, consciente de que esta reunión solo era el comienzo de una complicada y peligrosa alianza.

Sera: Muy bien, ahora...

Miguel: ¡Maldita perra!

El rugido de Miguel resonó por todo el templo mientras se lanzaba hacia Sera con ferocidad, dispuesto a detenerlos. Pero antes de que pudiera alcanzarla, Sera abrió un portal para llevarlos al infierno. Miguel, herido y ensangrentado, se lanzó hacia el portal con determinación, intentando detenerlos a toda costa. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de alcanzarlos, Lucifer apareció frente a él en un destello de oscuridad, agarrando su brazo con una fuerza sobrenatural.

Un grito de dolor escapó de los labios de Miguel cuando Lucifer lo tomó, dislocando su brazo con un movimiento brusco. Miguel cayó de rodillas, su cuerpo temblando de dolor mientras la sangre dorada manaba de sus heridas.

Lucifer se volvió hacia Carmilla con una mirada llena de pesar y determinación.

Lucifer: Carmilla, llévate a Rory, es demasiado peligroso.

Carmilla asintió con solemnidad, sabiendo que no había tiempo que perder. Con un último vistazo a Sera y a su esposo herido, tomó a su hija en brazos y se preparó para atravesar el portal hacia el infierno, consciente de que el peligro apenas comenzaba.

Lucifer, con un gesto de determinación en su rostro, se acercó a Sera y la empujó hacia el portal con firmeza, asegurándose de que cuidara de su esposa mientras él se enfrentaba a su hermano. Sera, sorprendida por el repentino empujón, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ser absorbida por el portal, desapareciendo de la vista.

Mientras tanto, Lucifer se volvió hacia Miguel, quien se reacomodaba el brazo dislocado con una sonrisa demente en el rostro. El dolor se reflejaba en sus ojos azules, pero su expresión parecía más de placer que de sufrimiento.

Miguel: ¿Te gusta jugar así de brusco, hermanito? Creí que eras más sutil.

Lucifer apretó los puños con furia contenida, sabiendo que enfrentarse a su hermano sería una tarea ardua y peligrosa. Sin embargo, estaba decidido a detenerlo, sin importar el costo.

Lucifer: Me rogarás cuando acabe contigo. Además, ¿hermanito? Soy el mayor de todos nosotros.

Miguel: Pero nunca actuaste como tal.

En el reino infernal, Carmilla se apresuró a revisar a Rory, asegurándose de que no hubiera sufrido ninguna herida durante el tumulto en el templo. Con cada toque delicado, su corazón latía con alivio al ver que su hija estaba a salvo, aunque su entorno fuera tan hostil y caótico.

Mientras tanto, Sera observaba el entorno con una mezcla de nostalgia y consternación. Había pasado mucho tiempo desde su última visita al infierno, y sin embargo, no pasó desapercibido para ella el ambiente tenso que la rodeaba. Los habitantes del infierno la miraban con recelo, temiendo que pudiera representar una amenaza para ellos.

Sera podía ver el miedo en los ojos de aquellos que la observaban, pero también detectaba algo más profundo: una sensación de vulnerabilidad y desesperación que emanaba de cada alma atrapada en aquel lugar. Se dio cuenta de que, a pesar de su aspecto demoníaco, aquellos que residían en el infierno estaban más aterrados de los ángeles y exorcistas que de cualquier otra cosa.

Consciente de la delicada situación, Sera decidió mantener la compostura y evitar cualquier gesto que pudiera interpretarse como amenazante. Sabía que su presencia allí podría desencadenar un tumulto si no actuaba con precaución.

Mientras observaba a su alrededor, Sera se sintió abrumada por una mezcla de emociones. El peso de sus decisiones y acciones pasadas pesaba sobre ella, y comenzaba a darse cuenta del impacto que habían tenido en aquellos que residían en el infierno.

Sera: Todo esto... todo esto fue por mis decisiones.

Carmilla, que notó la expresión preocupada de Sera, se acercó a ella con cautela, notando la tormenta de emociones que cruzaba el rostro de la Seraphim.

Carmilla: ¿Estás bien?

Sera suspiró, desviando la mirada hacia los habitantes del infierno que los rodeaban.

Sera: No puedo evitar sentir que mis acciones han contribuido a todo esto. Autoricé el exorcismo en primer lugar creyendo que estaba haciendo un bien para mi gente, pero nunca consideré a las personas de acá, aunque sean demonios también sienten y ahora puedo sentir su miedo hacia mí, desencadené este caos... y ahora veo las consecuencias.

Carmilla: Todos cometemos errores, lo importante es aprender de ellos y tratar de enmendarlos en la medida de lo posible. Y te guste o no tendrás que vivir con todo esto, la culpa en tus hombros, es algo que Lucifer carga y yo hago lo mismo, así que te acostumbrarás a ello.

Sera asintió con pesar, reflexionando sobre las palabras de Carmilla.

Sera: Tienes razón... pero parece que enmendar este error será más complicado de lo que imaginé. Estos demonios y pecadores solo querían vivir sus vidas aquí, en el único lugar que consideraban su hogar, incluso si era el infierno.

La conversación se vio interrumpida por los murmullos inquietos de los habitantes del infierno a su alrededor, recordándoles la frágil calma que se mantenía en aquel reino de tormento y desesperación.

Carmilla: Ahora necesito dejar a Rory en este lugar, conozco a cierta ex-reina que me podrá ayudar con eso.

Sera: ¿Y después?

Carmilla: Después abrirás otro portal directo al cielo, esta guerra aún no ha terminado y no dejaré que mi esposo muera.

Fin del Capítulo 46.

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