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Aquella mañana era distinta. Era como si la naturaleza comprendiera la gravedad y la importancia de esa fecha y hubiese decidido teñir el cielo de gris en honor al rey de Corea.
Jimin estaba tan cansado que no pudo despertarse hasta bien entrada la mañana, aunque Yoongi, que había dormido a su lado, no se había molestado demasiado en despertarlo.
Cuando por fin el omega pestañeó hacia el techo de la habitación, el alfa lo envolvió tanto con sus brazos como con su aroma, aunque estaba más débil que nunca, rozando el borde de su fin.
──¿Cómo te encuentras? ──susurró Jimin, adormilado, dejando que su espalda se pegase al pecho de su alfa.
──Pronto estaré bien ──aseguró, sin darle una respuesta directa, tosiendo levemente.
Jimin sabía que intentaba camuflar su dolor y agonía para no hacerlo sufrir, pero el lazo que los unía era un chivato experto.
──Yoongi...
Él no dijo nada, solamente se acercó hasta la marca de sus dientes en el cuello del omega y la lamió dulcemente para reconfortarlo.
Ninguno quería que Yoongi se desvaneciera, pero ninguno se atrevía a afrontar la realidad: había un porcentaje alto de que lo hiciera. Y tampoco podían despedirse, simplemente no podían decirse adiós.
──Te quiero ──susurró Jimin, encogiéndose entre los brazos de su alfa, luchando por no dejar salir un llanto──. En realidad, te amo. Estoy enamorado de ti, aunque es algo obvio... ──Rió suavemente, con un ápice de tristeza──. No tienes por qué responder, sé que me quieres en silencio.
Yoongi acarició su nuca y la parte posterior de su oreja con la nariz, deleitándose en el aroma de su omega.
──Yo también estoy enamorado de ti, aunque es algo obvio. ──Le copió, formando una sonrisa genuina que Jimin pudo suponer por su voz──. Y te amo aunque no me guste decirlo en voz alta, esa es la mayor herencia que puedo darte Jimin ──susurró, dejando una pausa para toser, sin poder ver las lágrimas que ya descendían las mejillas del omega──. Te has ganado mi corazón, algo que no le daría a nadie más en todo el mundo ──prometió, besando su cuello.
Después les siguió el silencio, un silencio casi escalofriante que gritaba todo lo que no se atrevían a decir. Las despedidas, las posibilidades, los recuerdos. Un silencio interrumpido por el temblor en el cuerpo de Jimin y sus suaves sollozos.
Pero Yoongi no estaba de acuerdo con dejar que eso fuese su último recuerdo, si es que no conseguía salir adelante. Necesitaba que el omega fuese fuerte, necesitaba verlo feliz antes de irse.
Se separó un poco del cuerpo de Jimin, recibiendo un quejido de su parte, hasta alcanzar con su mano la pequeña caja de su mesilla de noche. Entonces la dejó abierta en el colchón frente a Jimin, dejando ver un hermoso y brillante anillo de plata con tres humildes diamantes incrustados en la parte superior.
Ciertamente era un anillo de promesa demasiado sencillo para pertenecer al omega del rey, pero Yoongi sabía como nadie que Jimin adoraba las cosas sencillas.
──Hay algo que quiero hacer antes de esta noche. ──Volvió a decir, observando cómo las manos de Jimin tanteaban el anillo──. Ves a tu habitación, unas doncellas te ayudarán a prepararte, después ves a mi patio interior. Allí te estaré esperando ──concluyó, avanzando su mano por encima del omega para colocarle él mismo el anillo.
Jimin asintió con las lágrimas sin dejar de brotar de sus ojos, tan feliz y triste al mismo tiempo que sentía dolor en su pecho. Se giró en el colchón, incapaz de decir nada por el nudo de su garganta y atrapó los labios del alfa en un beso necesitado que le fue correspondido.
Después, hizo exactamente como Yoongi le había pedido.
Su hanbok esa vez era en forma de vestido, de tonos rojos y blancos, bordado con algunos detalles dorados. Era perfecto.
El ramo que le entregaron al llegar al patio constaba de pequeñas flores blancas y rosadas, bonito y delicado.
Por último, el patio privado del rey era muy distinto a la última vez que lo había visitado, cuando habían tenido que salir del baile. Esa vez el suelo estaba cubierto de flores rosas y de las columnas colgaban plantas verdes y algunos farolillos rojos. Era hermoso, y privado pues solamente estaban los dos amigos y confidentes del rey y el guardia Jungkook, que lo había ayudado a llegar hasta allí.
Y en medio de todo, Yoongi. Con un precioso hanbok a juego, de pantalón, y su hermoso cabello rubio recogido. Tenía mejor aspecto, pero no sabía si era por la emoción o porque de verdad había mejorado, aunque de cualquier forma le arrancó una sonrisa amplia.
──¿Puedo acompañarlo al altar, alteza? ──dijo Jungkook, tendiéndole el brazo.
Jimin tardó en reaccionar y darse cuenta que se refería a él con ese título, pero terminó quitando la mirada de la sonrisa de Yoongi para sonreírle y asentir, tomando su brazo.
Mientras se acercaban al rey y el jefe de la guardia Hoseok, Jimin sintió que su corazón iba a explotar. Namjoon oficiaría la ceremonia, sin invitados, sin muchas reglas. Era un pequeño regalo del universo, un momento donde podían ser ellos mismos sin importar la normativa de la realeza.
Y después de algunas palabras, intercambiaron los anillos y sellaron la promesa de amarse el resto de sus días con un beso.
La luna llena se cernía sobre el estanque, reflejando su luz en el oscuro agua que, conforme Jimin se inclinaba, brilló de un característico azul para mostrar su magia. El omega atrapó el líquido en un pequeño frasco, fácil, rápido, suspirando de puro alivio al saber que podría salvar a su amado alfa.
Pero entonces algo dentro de él se apagó, dolió tanto que el frasco cayó al suelo y de milagro no se quebró.
Jungkook, que lo había acompañado junto a algunos guardias más, ayudó a Jimin a mantenerse en pie, notando su palidez y el temblor de sus piernas.
──¿Majestad? ──preguntó alarmado, indicando a un subordinado que tomase el frasco de agua.
──Es el rey, el rey, llévame con él, es el rey, tengo que ir... ──repitió una y otra vez.
Sentía que todo le daba vueltas, apenas podía respirar y la presión en su pecho no se iba. Algo se estaba marchitando y era su lazo, aquello que lo unía a Yoongi estaba cayendo en picado en cuestión de segundos.
¿Estaría bien? ¿Era demasiado tarde? ¿Podría salvarlo?
No tenía tiempo para responder esas preguntas. Tan rápido como pudo, agarró la cuerda del frasco con los dientes, entonces su cuerpo tembló tanto en la húmeda tierra que su piel comenzó a oscurecerse, sus sentidos a agudizarse y sus huesos a expandirse hasta que solamente quedó un lobo de pelaje negro con ojos azul celeste.
De esa forma podría llegar más rápido hasta el palacio, que estaba a unos quince minutos a pie. Esperaba que fuese suficiente, no podía dejar que su alfa se desvaneciera.
En su total forma de lobo omega, corriendo a través del bosque, con la guardia tras él, su parte humana apenas era presente por lo que el lazo y su unión ocupaban casi todo su ser.
El lobo corrió, manchando sus patas y pelaje, aullando y lanzado quejidos a su alfa aunque no pudiese escucharlo. Lloró, lloró y lloró con el aire golpeándole, hasta que alcanzó a ver la puerta del palacio.
Jadeando por aire, no se paró a volver en su forma humana, no había tiempo para ello, así que directamente se adentró en el patio principal en busca de Yoongi, aullándole.
Entonces, tan latente como sentía a su alfa dentro de su pecho, de pronto ya no sentía nada.
Ni siquiera pudo llegar a las escaleras, solamente se desplomó en el suelo, haciéndose pequeño.
Yoongi. Alfa. Marido. Pero él no respondía a ningún llamado, y tampoco sentía su corazón a través del lazo.
Su lobo tenía dificultades para respirar conforme pasaban los segundos, así que poco a poco Jimin volvió a tomar el control de su cuerpo, tornando a su forma humana, sintiendo una manta cubrir su cuerpo contra el frío cemento y la multitud a su alrededor.
Pero había algo más frío; el vacío de su corazón.
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