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━ VIII [+18]

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Jimin sintió su corazón encogerse con la mirada que el omega le lanzó a su alfa.

Sabía que nadie había preguntado por su collar, o la relación que mantenía con el rey. Lo suyo no era algo público, al menos no por el momento, así lo había querido él pues necesitaba tiempo para adaptarse a todo lo que implicaba. Pero comenzó a arrepentirse cuando el omega avanzó su mano hacia el rostro de Yoongi de forma coqueta.

El rey no parecía alegre, al menos su expresión era tensa, pero parecía no querer herir al omega. Sin embargo, al ver sus intenciones, le sujetó la muñeca por encima de la tela, antes de que pudiese tocar su rostro.

—Si sabes lo que te conviene no me tocarás ──masculló entre dientes, suficiente para que Jimin lograse escucharlo.

Acto seguido le soltó de forma brusca y dio media vuelta para volver a encerrarse en su habitación.

En sólo aquellos segundos el olor del alfa había impregnado el pasillo de forma dominante, incluso hasta los alfas que acompañaban al omega parecían intimidados.

Jimin apenas pensaba con claridad. Era habitual que el olor de Yoongi revolucionase a su lobo y su propio cuerpo, pero notando desde allí el calor que desprendía le fue como una trampa para ratones en la cual quería caer de lleno. Por eso unos segundos después de ver a los guardias llevarse de vuelta al omega, decidió escabullirse rápidamente y colarse en la habitación de Yoongi.

──¡Vete! ──ordenó él, de espaldas, sin saber quién había entrado pues el durazno apenas se notaba.

Jimin agachó la cabeza de inmediato, pero no acató la orden porque sabía que no era para él, lo intuía. Aunque no evitó que su lobo se inclinase en sumisión.

Yoongi, al no escuchar la puerta cerrarse de nuevo, se giró con molestia y palideció al ver a Jimin allí.

──Omega. ──Suspiró, arrepentido, yendo rápidamente a arrullarlo entre sus brazos, escondiendo el rostro en su cuello para aspirar el aroma que lo volvía loco.

Jimin cerró los ojos al sentirlo tan cerca, tan cálido, ronroneando ante su tacto y sujetándose en sus hombros.

──Yoongi... ──susurró, erizándole la piel de la nuca──. Estás en celo. ──Sonrió para sí, pasando su nariz por la mandíbula del mayor, deleitándose en su aroma.

El rey asintió contra su cuello y gruñó, mordiendo allí lo suficiente para dejar una pequeña marca pero no rasgar su piel. Jimin le dejó hacer a su antojo, abrumado por el olor dominante que lo envolvía, tanto que sentía temblar a sus débiles sus piernas.

Yoongi sujetó con más firmeza su cintura y retrocedió hasta hacer que apoyase la espalda contra la puerta. Sentía una calor sofocante y el tacto y olor de Jimin no le ayudaban a calmarlo.

──Alfa. ──Jadeó Jimin, incapaz de contener sus ganas de ser sometido, menos a unos días de su propio celo.

Yoongi volvió a gruñir, reclamándolo como suyo y Jimin volvió a dejarle libre su cuello. Allí frotó su mejilla y dejó varios besos húmedos que cargaron su aroma a madera y naranjas sobre su piel.

A su vez, el omega aspiró las feromonas que le cegaban cada vez más y también dejó un leve rastro a durazno sobre el cuello de Yoongi, reclamando al alfa a su vez.

De esa forma la habitación estaba cargada de ambos, pero al rey no le fue suficiente.

Con un nuevo gruñido sostuvo las piernas de Jimin hasta que le rodearon y pudo sostenerlo con la facilidad suficiente para llevarlo hasta la cama, encerrándolo bajo su cuerpo.

Se separó entonces de su cuello para poder mirar todo su rostro, al igual que Jimin hizo con él. Estaban cerca, tanto que sus respiraciones se mezclaban en una danza dulce y apasionada, incluso lasciva.

Desde allí Jimin pudo verse reflejado en los felinos ojos del alfa, que parecían brillar. Se fijó en su herida y la acarició con su dedo índice, eso le daba un aspecto más rudo pero le encantaba. Y su nariz redonda, sus labios rosados... Era perfecto para él.

Yoongi observó los rasgados ojos de su omega, la forma en que parecían ocultar un universo tras ellos. Su pequeña nariz y sus abultados y sonrojados labios. Nunca había visto alguien tan hermoso como él.

Después de lo que pareció una eternidad, sus labios volvieron a juntarse con urgencia. Sólo fue cuestión de segundos que Yoongi deshiciera el nudo del batín de Jimin, acariciando su piel como si fuese un tesoro, y que él retirase su pijama sin titubeos pero con timidez.

De un momento a otro ambos estaban desnudos sobre la cama, compartiendo besos húmedos allá donde alcanzaban. Sin embargo Yoongi dudó un segundo, mordiendo el lóbulo de la oreja de Jimin antes de querer asegurarse.

──Omega, si hacemos esto no sé si podré controlarme ──susurró, jadeando en busca de aire.

Jimin sabía que los alfas puros solían tener claro a qué pareja escoger, y cuando lo hacían no tardaban en marcarlos. Menos alguien como el rey, que debía dejar claro quién iba a acompañarlo en el trono el resto de su vida.

Durante esos días había estado pensando en todo ello, incluso cuando estaban juntos. Porque a parte de las miradas, los roces, los besos, las noches en vela... También había una gran responsabilidad, aquella que también le había inquietado mucho tiempo: no sabía si el pueblo lo aceptaría. En realidad, la parte fácil era estar con Yoongi y llevar una vida noble. ¿Lo difícil? Saber que podría llegar a ser amenazado, o incluso terminar como su madre y su hermana.

Pero Yoongi percibió aquello en su olor. Volvió a dejar que su aroma lo abrazase y lo arrullase, también se ocupó de mimar su cuello y mejilla, dejándole claro que mientras estuviese junto a él todo iría bien.

Entonces Jimin lo comprendió y asintió con un ronroneo, frotando su mejilla con la de él.

──No quiero echarme atrás ──respondió, tomando el rostro del alfa con ambas manos.

Yoongi volvió a mirarlo y rozó sus narices con suavidad, aspirando su dulce olor, antes de besarlo por enésima vez. En ese momento no necesitaban pensar y tampoco podían hacerlo con claridad. Sus cuerpos se movían por puro instinto, sus caderas se rozaban, sus manos se acariciaban con adoración y sus bocas no se abandonaron en ningún momento.

Jimin alcanzó de nuevo la cintura de Yoongi con sus piernas, rodeándola y él se acomodó con gusto y desesperación entre ellas, sintiendo un cosquilleo en su entrepierna. El omega se estremeció y cerró sus ojos, notando su entrada completamente húmeda y lista para recibir a su alfa, que no tardó mucho en darle lo que quería.

Ambos lobos se volvieron locos cuando Yoongi comenzó a delizarse dentro y sacudir el cuerpo de Jimin con cada embestida. En la habitación sólo se escuchaba el roce de sus pieles, los gruñidos del alfa y los gemidos del omega, junto a sus respiraciones aceleradas.

De nuevo Yoongi se vio con el rostro enterrado en su cuello, aspirando el durazno sin dejar de balancearse contra su cuerpo. Jimin tuvo que arquear la espalda y enterrar sus uñas en cuanto sintió una sacudida.

──No t-te contengas ──susurró el rey en su oído, mordiendo después el lóbulo del mismo.

──A-alfa... ──Jadeó, buscando el aire que le faltaba.

Volvió a sacudirse una segunda y tercera vez mientras notaba a Yoongi deslizarse adentro y afuera con fuerza, para terminar gimiendo casi en un grito cuando llegó a su máximo.

El alfa siguió disfrutando de su estrechez mientras notaba el cosquilleo de su entrepierna crecer con velocidad, haciéndole imposible detener el nudo que pronto se le formaría.

──Ha-hazlo. ──susurró Jimin, disfrutando de la estimulación aún después de su orgasmo.

Yoongi lanzó un fuerte gruñido contra su cuello, salido de lo más hondo de su pecho, antes de clavar sus colmillos allí de forma que rasgase su piel y dejase una marca que los uniría. Acto seguido acabó dentro de Jimin, quien gimió de nuevo ante la sensación.

Al instante se sintieron conectados, aliviados como si hubiesen esperado eso toda su vida, como si hubiesen vuelto a encontrar a su alma gemela. Sus lobos aullaron y saltaron de felicidad mientras permanecían abrazados, besándose con ternura y dejando su olor en el contrario, en tanto el nudo de Yoongi se deshacía.

No supieron cuánto tiempo estuvieron de esa forma hasta que el alfa salió de él al fin, pero aquello les era insuficiente, sobretodo a Yoongi en su celo. Así que unos segundos después de relajarse, volvió a deslizarse dentro de Jimin, cada vez más cálido y acomodado para él.

El omega se llegó a preguntar si siempre se sentiría igual de bien, más ahora que el lazo era tan fuerte y podía sentir cada pizca de felicidad, placer y emoción de igual forma.
No se arrepentía de haberse dejado marcar, o de haber aceptado su cortejo días atrás, ni tampoco de haber accedido a ayudarlo.

Lo habría hecho todo de nuevo.

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