━ VI
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No supo cuánto tiempo había pasado, pero para cuando volvió a su habitación, Jimin se sentía más agotado que nunca. Su corazón aún latía a mil por hora y su lobo no dejaba de querer volver junto a Yoongi, pero eso era lo que menos quería él. Necesitaba asimilar qué había ocurrido en el patio.
Al parecer, el lobo de Yoongi estaba interesado en él y viceversa. Y por lo que había escuchado volviendo a sus aposentos, antes de finalizar el baile el rey había rechazado a cuatro princesas y un príncipe omegas. Tenía claro que Yoongi sentía interés por él, y Jimin no rechazaba del todo ese sentimiento, pero aún habían aspectos de la personalidad del rey que no le gustaban.
Ya a punto de dormirse, acostado bajo las sábanas, se preguntó si esa noche también conseguiría apaciguar las pesadillas de Yoongi. Aún no sabía cómo era posible aquello, pero le gustaba ser de ayuda, y siendo honestos también el hecho de que el mismo rey le necesitase allí.
Aún recordaba su tacto, cómo lo había pegado a él y lo protegido que se había sentido con ese pequeño gesto. El cuerpo le hacía cosquillas de sólo pensar en la mejilla de Yoongi acariciar su cuello, o el aroma a madera y naranjas cubrir sus fosas nasales.
Jimin sacudió la cabeza para apartar esos pensamientos e intentar dormir. Pero con su lobo inquieto y el corazón acelerado le era difícil relajarse, así que decidió salir de su habitación y tomar el aire.
No sabía los caminos de palacio, y de noche era aún más difícil recordar por dónde pisaba, pero no se preocupó demasiado por saber volver.
De nuevo acudió a aquella pequeña sala que le habían dado para realizar las curaciones para el rey, cuya habitación no estaba muy lejos y Jimin lo sabía.
No supo cuando sus manos habían empezado a trabajar, pero para cuando se dio cuenta de lo que había hecho, tenía en su mano una poción que pretendía regalar al rey. Solamente de pensar su reacción le causó una leve risa, que se vio obligado a aguantar cuando escuchó pasos al otro lado de la puerta.
──El celo del rey está cerca ──murmuró una voz femenina, adulta.
──¿Y qué haremos?, nos deja sin muchas opciones. ──Suspiró otra mujer.
Jimin se sintió mal por andar escuchando conversaciones privadas, pero la sala era pequeña y no podía salir por otro lado, así que sólo pudo sentarse a esperar que se alejasen.
──¡Lo sé!, y todo desde que ese estúpido híbrido está aquí, ni siquiera es un omega de verdad. ──Bufó la segunda, parecía más joven──. Seguro que lo hechizó o algo parecido...
──Tendremos que buscar más omegas para el harem, más herederos, lo que sea, pero no puede quedar sin pareja este celo o nos cortará la cabeza a todos. ──Se quejó la mayor.
Sus voces se fueron alejando y los pasos terminaron perdiéndose en el pasillo, entonces Jimin dejó unos segundos de margen para salir de allí.
No podía estar seguro de que fuese culpa suya que el rey no quisiera estar con omegas, pero igualmente la conversación de las sirvientas le dejó pensando mientras se dirigía de vuelta a su habitación, descalzo y solamente con el batín de seda.
──¿Señor Park? ──susurró una voz a sus espaldas.
Jimin no necesitaba ver su rostro para identificarlo, el aroma a tierra húmeda le hizo reconocer al guardia.
──Oh, p-perdón, sólo estaba haciendo una poción para el rey, no podía dormir, yo... ──farfulló, agachando la cabeza.
Aquel alfa era capaz de intimidarlo más que nadie y eso hería su orgullo, ni siquiera sabía poner una buena excusa.
──Lo entiendo, tranquilo, le llevaré de vuelta a sus aposentos ──ofreció, señalando con una mano el camino.
Jimin no podía verlo completamente bien bajo la luz de los farolillos, pero siempre era amable y pudo imaginar su sonrisa, así que se inclinó un poco.
──G-gracias ──susurró, poniéndose en marcha lo más rápido posible.
El guardia lo siguió de cerca, pero dándole espacio personal. Y como siempre el camino fue silencioso, quizá por eso a Jimin le intimidaba tanto su presencia formal y correcta.
Al llegar a su habitación, Jimin volvió a inclinarse en agradecimiento y el guardia lo imitó.
──Descanse señor Park, tiene que cuidar de nuestro rey ──susurró, despidiéndose.
──Claro, puede decirme Jimin, seguro que su estatus es mayor al mío. ──El omega se encogió de hombros.
El guardia rió levemente y negó.
──Puede, pero me pasa en años aunque no lo parezca. ──Jimin alzó las cejas, sorprendido──. Pero si así quiere le llamaré por su nombre de pila.
──Por favor. ──Asintió, dejando una pausa──. ¿Podría llamarle yo de alguna forma? ──preguntó, intentando ser amable a pesar de sentirse pequeño a su lado.
──Puede llamarme Jungkook. ──Asintió y entonces dio media vuelta para irse.
Jimin realizó una última inclinación antes de verlo desaparecer. Quizá no era tan formal como parecía y eran imaginaciones suyas por su dificultad en confiar en alguien.
Después de desayunar, Jimin se dirigió a los aposentos del rey, tal y como le habían indicado. Por el camino recibió algunas miradas molestas, otras de curiosidad y las que menos de indiferencia.
Por supuesto, llevaba consigo la poción que había hecho la noche anterior.
──Majestad, ¿puedo pasar? ──preguntó desde la puerta, observando que habían dos personas más junto a Yoongi, después de hacer una reverencia.
──Sí, en seguida termino, ves haciendo... Lo que sea que hagas con eso. ──El alfa señaló la mesa donde habían los ingredientes y la taza listos para que los usase en su pócima de paliativos.
Jimin se inclinó tres veces antes de ir directamente a la mesa y dejar allí el tarro de líquido verde que llevaba en sus manos.
Desde allí, mientras se encargaba de hacer la pócima, observó de reojo a los tres alfas. Uno era rubio, casi de pelo blanco, pero era joven y más alto que el rey y el alfa pelirrojo. No podía escuchar su conversación, pero los tres parecían cercanos a Yoongi, o al menos no le hacían enojar como otras personas.
Después de unos minutos más, los dos alfas se marcharon por dónde Jimin había llegado y Yoongi se acercó hasta él con calma.
──Esos alfas son las dos únicas personas a quien les confiaría mi vida ──comenzó Yoongi.
──Auch ──bromeó el omega, evitando sonreír demasiado y delatar a su lobo feliz.
──Contigo no tengo otra opción, no es cuestión de confianza. ──Rodó sus ojos.
Jimin alzó las manos y fingió estar molesto cuando se alejó de allí.
──Genial, que te vaya bien intentando sobrevivir. ──bromeó, casi en la puerta de salida.
Yoongi ahogó una risa y alcanzó su brazo para arrastrarlo de vuelta a la mesa y apuntarle con el índice de la mano contraria.
──Realmente quieres morir, ¿eh omega?──Siguió su juego, aunque serio.
Jimin se mordió el labio inferior y siguió trabajando bajo su mirada, aunque tuvo que volver a hablar para evitar un silencio tenso que le impidiera pensar con claridad.
──¿Puedo... saber quiénes eran? ──tanteó, terminando la poción.
Yoongi se estiró en la cama aún vestido formal, sintiéndose débil.
──El alto es mi primer consejero, no hay nadie tan sabio como él en todo el reino, excepto yo. ──Jimin bufó y Yoongi le miró con mala cara──. Se llama Kim Namjoon. Y el otro es Jung Hoseok, el jefe de la Guardia Real, y mi mejor amigo desde que éramos pequeños.
El omega asintió en silencio, sentándose al borde de la cama con la taza humeante en sus manos.
──Parecen buenas personas, te hacen sonreír ──comentó, algo alegre por eso.
──Lo son, pero Namjoon es demasiado patoso y Hoseok se despista a menudo──. Chasqueó la lengua.
Jimin pronunció las palabras finales sobre la poción, haciendo resplandecer sus ojos de azul celeste. Yoongi lo miró fijamente como si lo hubiese hipnotizado.
──Nadie es perfecto ──murmuró Jimin, dándole la taza con la vista en él, de nuevo marrón.
Yoongi la agarró con cuidado de no quemarse y asintió, intentando no parecer estúpido de tanto mirarlo.
──Y tú menos; llegas tarde, le hablas mal a tus mayores, eres orgulloso, desobedeces... ──Yoongi bufó, mirando a través de la ventana, y el omega rodó sus ojos──. Pero te preocupas por los demás, trabajas duro y tienes buen corazón ──concluyó, dando un sorbo a la poción.
Jimin lo miró en silencio. Esas palabras, aunque al principio igual de quejicas que el mismo Yoongi, le aceleraron el corazón y sintió a su lobo interior dar vueltas de alegría.
──Gracias, supongo ──susurró, notando sus mejillas calientes.
Le habría devuelvo los cumplidos, pero las palabras no eran lo suyo, así que en vez de eso simplemente le mostró con una sonrisa el tarro que había traído.
Yoongi lo miró, sin entender, antes de darse cuenta de sus mejillas rosadas y sonrió también.
──Traje esto, así podrás amenazar a cualquiera con convertirlos en ranas. ──Rió levemente, agitando el tarro de líquido verde.
──¿De verdad es...?, ¡vaya!, en realidad es un buen regalo. ──Intercambió la taza ahora vacía por el tarro y así guardarlo en un cajón.
De allí mismo también sacó una pequeña caja de madera oscura. Podría habérsela dado sin más, pero se incorporó hasta quedar sentado a su lado, cerca.
Jimin sintió el corazón en la garganta y tuvo que tragar saliva para centrarse. No sabía nada aún, pero de alguna forma su lobo y cuerpo tenían una idea de lo que era esa cajita.
──En realidad yo también tengo algo para tí, pero acéptalo a conciencia Jimin. ──explicó Yoongi, serio, notando el durazno endulzarse──. Quiero que sepas que si estás pensando en cuáles pueden ser mis intenciones... Son exactamente las que parecen.
Le ofreció la caja con la mano abierta, esperando con paciencia a que lo sopesase. Sabía que quizá era repentino, pero no tenía motivos para ocultarlo cuando el día anterior se lo había dejado bastante claro.
──Puedes evitar responderme ahora, pero al menos quiero que lo pienses, ¿vale?, yo estoy completamente seguro de ello, si eso ayuda──. Terminó, examinando con cuidado el rostro del omega.
Jimin miró el objeto y sus propias manos temblaron de pensar si lo aceptaría.
Aquello era claramente un cortejo, pero no de cualquier alfa.
Era del mismísimo rey Min Yoongi.
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