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━ IX

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Aquella misma noche Yoongi se mostró tenso ante la idea de dormir sin la presencia de Jimin, por lo que el omega tuvo que calmar el lado posesivo de su alfa y quedarse con él.

Sin embargo, por el día era distinto.
El rey tenía obligaciones que cumplir, reuniones a las que asistir y demás asuntos pendientes que no había tomado en cuenta antes de dejar una marca en el cuello de Jimin. Pero era tarde para echarse atrás, y tampoco quería hacerlo. Cada vez que sentía sus pequeñas manos tocarle, sus abultados labios besarle con dulzura o su aroma esparcirse por la habitación, el lazo duplicaba la sensación de felicidad y paz. Nadie podía quitarle a Jimin de su lado, incluso nadie podía entrar en sus aposentos. Se sentía extremadamente sensible hacia su parte animal.

Por otro lado, Jimin necesitaba sentirse arrullado y protegido por los brazos del alfa, no quería soltarse. Aunque sabía que debían seguir con sus rutinas, por lo que su parte humana y racional le hacía más fuerte ante la posibilidad de alejarse de él. Sin embargo, no se negó o quejó cuando Yoongi dio la orden de que nadie los molestase, poniendo como excusa que se encotraba mal y que necesitaba de los cuidados de Jimin todo el tiempo.

Y en parte era cierto, contra más cerca estaba la luna llena, peor se encontraba Yoongi.

Aquella mañana, después de gruñir a los sirvientes para que se diesen prisa en dejar el desayuno allí, se sentó en la cama para no volver a levantarse. Jimin quería disimular su nivel de preocupación, pero no pudo evitar prepararle otra poción extra, por si acaso.

Pero Yoongi tenía fiebre y no era del celo, de eso se habían ocupado. Pero ya no sabía cómo ayudarlo, las pociones dejaban de hacer tanto efecto, así que su semblante decayó un poco mientras llenaba de agua templada casi fría la bañera.

──Omega, ¿dónde estás? ──preguntó el rey desde la cama, adormilado.

───Estoy preparándote un baño ──respondió Jimin con un hilo de voz, intentando parecer normal aunque quisiera llorar con todas sus fuerzas.

──Ven conmigo, no quiero perderte de vista. ──Su voz sonaba débil.

Jimin sonrió para sí al sentirse reclamado y querido por el alfa, pero una lágrima se deslizó al recordar lo pálido y enfermo que estaba. Necesitaba bajarle la fiebre como fuese.

──Dame unos minutos más ──replicó, limpiándose la lágrima con el dorso de su mano.

Pero uno de los defectos del alfa era ser impaciente, así que como pudo se levantó de la cama con un batín cubriendo su desnudo cuerpo, caminando descalzo y a paso lento hasta el baño.

Jimin sintió su aroma acercarse y conforme se acrecentaba más rápido intentaba disimular su tristeza.

──Omega. ──Lo llamó con un hilo de voz, sintiendo su dolor a través del lazo.

El apelado no lo miró, sólo emitió un quejido cual cachorro buscando atención mientras seguía comprobando la temperatura de la bañera.

Yoongi frunció los labios con fuerza y se agachó detrás suyo para rodearlo con sus brazos y arrullarlo cariñosamente.

──T-tienes que bañarte, n-necesito que mejores ──farfulló Jimin, que no pudo retener algunas lágrimas.

──Me bañaré y me pondré bien, no llores. ──Lo calmó, besando su cabeza, nuca, cuello, mejilla y cualquier pedacito de piel que encontrase, incluyendo la marca de sus propios dientes.

Jimin se estremeció ante la idea de no conseguir mantener a Yoongi con vida hasta la próxima luna llena y de un momento a otro se cubrió las manos para sollozar sin control alguno.

──Jimin, ven, báñate conmigo ──pidió, luchando contra el nudo de su garganta que se formó de verlo sufrir.

Con sumo cuidado y paciencia siguió besando el rostro de su omega, con tanta devoción como podía, deshaciéndose de ambos batines de seda. Después, reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, para meter al omega dentro de la bañera, entre sus piernas.

──Todo se solucionará, ya verás ──dijo, sabiendo cuánto le aterraba la idea de perderle.

Jimin también podía percibir el miedo y la incertidumbre de Yoongi al más allá, a su propia muerte, pero en ese momento estaba más centrado en consolarlo y la emoción que predominaba era la preocupación, así que intentó dejar de llorar gradualmente.

──Te salvaré, lo haré ──susurró, apoyando su cabeza en el hombro de Yoongi y cerrando sus ojos mientras él le mojaba la piel y besaba su mejilla.

──Sé que lo harás ──comenzó, sonriendo──. Y podremos hacer pública nuestra relación, nos casaremos y tendremos cientos de cachorros.

──No te pases. ──Ahogó una risa cansada, más animado por esa esperanza pero aún con el peso de la tristeza bajando sus hombros.

──Unos cuantos ──murmuró finalmente Yoongi, lamiendo la marca en el cuello de Jimin, como si quisiera recordarle que todo estaría bien si seguían unidos.

Y Jimin quiso creerlo firmemente, pero sabía que la magia tenía un límite y que debía trabajar mucho si quería conseguí los efectos deseados en Yoongi, su alfa, el rey de Corea.

Por ello permaneció gran parte del día junto a Yoongi en su habitación, trabajando con los ingredientes que le traían los sirvientes bajo gruñidos y amenazadoras miradas del rey por si se atrevían a acercarse a su omega.

Por supuesto en el palacio se extinguió rápidamente la noticia de la marca en el cuello de Jimin y poco a poco todo el mundo comenzó a darse cuenta que por más que lo rechazasen el rey ya había tomado su decisión.

Faltaba una noche para la luna llena. Una.

Yoongi dormía sobre la cama, tapado con las sábanas aunque su pálida y ojerosa piel estuviese cubierta de sudor. Había perdido peso y fuerzas, pero seguía siendo tan apuesto e intimidante como siempre.

Jimin permanecía despierto junto, incapaz de dormir, escuchando los latidos de su corazón con la oreja pegada a su pecho desnudo. Ambos estaban sin ropa, solamente cubiertos por las sábanas. El celo del omega estaba cerca, pero el del alfa justo terminaba su ciclo. Aún así nunca les era suficiente, incluso con Yoongi debilitado.

Jimin se dedicó a observar su perfil desde esa posición, sonriendo inconscientemente mientras acariciaba su pecho con la yema de sus dedos.

Sin embargo Yoongi estaba despierto, solo que no podía abrir los ojos, no le quedaban apenas fuerzas.

──Te quiero ──susurró Jimin en medio del silencio de la noche, pensando que estaría dormido.

──Lo sé ──contestó él, con la voz ronca del sueño.

A Jimin le dio un vuelco el corazón, pero no sé arrepentía de haberlo dicho aunque estuviese escuchando.

──Sé que tú también me quieres, aunque no lo dirás en voz alta ──susurró de nuevo, subiendo su mano para acariciarle la mejilla.

Yoongi curvó una pequeña sonrisa, pues tenía razón. Lo suyo eran las acciones, los pequeños detalles que se pasan por alto, no las palabras o las promesas. Y agradecía que Jimin no se lo exigiera, a pesar de saber lo mucho que le gustaba sentirse querido, lo percibía.

──Eres astuto, omega ──replicó al final, tosiendo un poco por defecto.

Jimin se quedó serio de nuevo, frunciendo sus labios con fuerza. Estaba realmente preocupado por si podría llegar a la noche siguiente, su estado había empeorado demasiado.

──Después de todo... cuando vuelva a ser un rey poderoso y fuerte ──comenzó, tosiendo un poco, aún con los ojos cerrados──. ¿Querrás casarte conmigo?

Jimin pensó que su corazón se había detenido por un segundo. Un segundo en el que la pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza como un eco eterno.
Y justo cuando el nudo en su garganta era insoportable, soltó una risa baja de pura estupefacción.

──Yoongi... ──Se cubrió la boca con su mano, notando las lágrimas caer por sus mejillas directamente al pecho del alfa──. Claro que sí, ¡sí!

Entonces Yooni abrió sus felinos ojos para mirarlo desde allí, dejando a la vista su dentadura. Jimin no tardó en incorporarse sobre su codo para alcanzar sus labios y besarlo como nunca antes.

Aquello era el sello de una promesa. No tenían anillos aún, pero le daba igual; a partir de ese momento tendría todas las joyas del reino, lo más valioso entonces era el alfa del que se había enamorado.

Y se casaría con él, tendría cachorros, serían felices...

Salvarlo era una prioridad, no había otra opción. Porque si él moría... Jimin iría detrás.

Entonces, después de todo esa tortura, la luna llena llegó. El momento había llegado; era esa noche o nunca.

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