30
Empujaba con fuerza sus caderas al tiempo que tomaba con agresividad la cintura ajena, el sonido de sus cuerpos chocando y sus jadeos era lo único que se escuchaba en aquella tienda, elevó una mano y la dejó caer con fuerza sobre aquella mejilla trasera redondeada, marcando el contorno rojizo, apretó la mandíbula, lo único que no le gustaba de estar con hombres era que estos no tenían el cabello tan largo como para tomarlo y jalarlo mientras los embestía con fuerza, así que clavó las manos en su cadera, no le importaba dejar marcas, y pensaba que a aquel soldado tampoco.
Lo escuchó gritar de forma aguda, rio por lo bajo, lo vio desfallecer sobre las mantas después del clímax, así que aumento el ritmo, saliendo de su interior antes del orgasmo, manchando su trasero, sus manos temblaban, los músculos de su cuerpo estaban relajados después de tan maravillosa explosión.
Se sentó sobre las mantas y vio al chico recostarse intentando recobrar el aliento, tomó una copa de licor que estaba sobre una mesa enana al lado del tendido y la llevó a sus labios de pronto demasiado sediento para dejarlo pasar.
—Estoy seguro de que no podré...levantarme para el entrenamiento, mi señor—susurró el chico contra las mantas, somnoliento.
Hoseok comenzó a reír, eran carcajadas limpias. —No porque hagamos esto significa que podrás pasarte el entrenamiento, no tengo trato preferencial Xiumin.
—Lo sé—suspiró acomodándose de lado—. Menos cuando faltan horas para que el rey llegue.
—Que bien que lo entiendas—asintió alargando la mano para tomar la botella de licor y volver a llenar su vaso de metal.
Estaba acostumbrado a aquella vida como forastero, hacía años que no dormía en una cama y que no disfrutaba de comer con cubiertos, tampoco que tenía un baño decente, ahora, el río era su mejor aliado, dormía en una carpa de campaña, entrenando a sus hombres y vigilando las fronteras de Scarlanding, era una vida vacía, pero no por eso dejaba de divertirse, amaba el sexo, amaba sentir el cuerpo de otra persona sobre el suyo, gritando su nombre o gimiendo desesperados, no importaba si era hombre, doncel o mujer, tenía la capacidad para hacer sucumbir a cualquiera ante el placer, esa era una buena forma de divertirse.
Tampoco ayudaba que las personas que estuvieran alrededor, aun siendo sus soldados, dejaran caer sus bragas en su presencia, sabía que lo hacían por necesidad, o para obtener ciertos beneficios como mejores armas o dinero, él no era nadie para negarles nada. Eran contados los que lo hacían, pero seguía teniendo el respeto de sus hombres y la admiración de los chicos jóvenes que apenas eran reclutados, sus encuentros eran secretos, y quienes lo supieran no se atreverían a decir nada, sin embargo, ansiaba ir al pueblo más cercano y estar con una mujer o doncel, quienes eran más delicados.
—Duerme lo que quede de la noche—dijo con un suspiró—. A primera hora te despertaré.
—No, iré con mis compañeros—se sentó llevando las manos a su cabello para intentar acomodarlo—. Usted debería dormir.
—Pides imposibles—rio por lo bajo—. Ve.
Xuimin era su acompañante nocturno, quien había insistido hasta estar en sus brazos, era el más atento y delicado de sus soldados, pero también el más inteligente, a quien había hecho una de sus manos derechas, lo vio vestirse y acercarse para besar tenuemente sus labios, no correspondió, sólo siguió mirando cómo se alejaba de su tienda.
Se quedó solo y así se recostó en el tendido de mantas con un suspiro, en los últimos meses habían tenido demasiado trabajo, forasteros y miembros del ejército rebelde estaban haciendo de las suyas, como general encargado de la seguridad de la línea fronteriza era su deber aniquilar cualquier amenaza, lo haría con su vida, porque había prometido servir a Sacarlanding y a sus reyes hasta su último aliento. Inconscientemente llevó la mano hacia su pectoral derecho, en donde una cicatriz en forma de T se encontraba, era gorda y rojiza, no había cambiado su color ni su aspecto en décadas, seguía ahí, como recordatorio que nunca debía apartarse de sus obligaciones ni de su deber.
—Ryujin, me siento tan viejo y cansado, sólo tengo treintaidós años y no creo aguantar el próximo invierno—suspiró cerrando los ojos, intentando dormir, pero el sonido de unos pasos se lo impidió, se sentó y tomó la bata que estaba amontonada entre las almohadas, se la puso al tiempo que escuchaba como tocaban uno de los postes de metal que sostenía la carpa—. Adelante—dijo con voz seria y cancina.
A la tienda entró su mano derecha, su principal amigo y aliado, Ken le miró con tranquilidad, con esa apacibilidad que le caracterizaba, sin embargo, lo conocía muy bien para saber la razón de su visita.
—¿Podemos hablar? —preguntó con una mueca.
—Toma asiento—indicó una de las sillas que estaba al lado de un escritorio en donde yacía el mapa de la región, cuando lo hizo, él se levantó y se encaminó a la silla vacía del otro lado—. ¿A qué debo tu agradable visita?
—Quiero que me permitas ir al cuartes que está a unas millas de aquí, quiero partir de inmediato.
Hoseok entrecerró los ojos. —¿Irte? Esto me parece repentino ¿Puedo saber la razón?
—La sabes bien—dijo con obviedad.
—Te necesito aquí cuando Namjoon llegue—suspiró—. Además de mí, eres quien conoce al pie de la letra las estrategias y el terreno, no puedes irte ahora, podría necesitarte.
—No creo que me necesites aquí, no cuando mi presencia puede causar un problema. La última vez que fui al castillo, hace unas semanas, el rey Kim dejó claro que no me quería ver cerca y no creo que esté feliz de mi presencia.
—Namjoon sabe muy bien que no puede hacer nada para impedirte estar aquí y se preocupa demasiado por su reino como para entorpecer cualquier estrategia, también sabe que eres excelente soldado, por algo fuiste el guardia personal de su alteza.
—Y ve como terminó eso—chasqueo la lengua negando.
—También sabe que la belleza de su esposo es algo a lo que nadie podría negarse.
—Una cosa es tener una aventura con su alteza, que no es diferente de lo que él ha hecho estos últimos años, pero una muy diferente es haber procreado un hijo bastardo.
Hoseok cerró los ojos por unos segundos antes de suspirar. —¿Lo sabe?
—Él sabe lo que Jin ha querido que sepa—dijo con formalidad.
Hoseok sabía que no había nadie más fiel a SeokJin que Ken, así podrían torturarlo o masacrarlo, pero él siempre elegiría estar de lado de su alteza, cumpliendo sus caprichos y ordenes, aun estando tan lejos, esa era la principal razón por la cual era su mano derecha, confiaba en que nunca haría algo para lastimar a Jin, ni a Scarlanding,
—Por experiencia te digo muchacho, haz tu trabajo y concéntrate, el amor imposible no te traerá nada bueno.
—Tengo que vivir lejos de él y de los niños, sabiendo que aquel idiota que lo lastimo esta tan cerca.
—Ese idiota es tu rey y tienes que servir a él.
—No sirvo a Kim Namjoon, sino a Kim SeokJin y antes de que digas algo, no haría nada en contra del rey, no sabiendo que eso lastimaría a Jin, porque lo ama.
—Son dos piezas que embonan a la perfección, porque son iguales, piensan de la misma manera y también son igual de peligrosos, salvo que SeokJin no lo deja ver tan fácilmente.
Ken negó con una sonrisa melancólica. —Él podría destruir un imperio completo y yo sería un idiota que piensa que lo hace por el bien de todos. No puedo verlo de otra manera.
—Hubo una vez, donde conocí a un chico feroz—rio al recordar—. Es una bestia, en batalla y un desgraciado con cualquiera que se interpusiera en su camino, parecía creer que era el rey del mundo, pero se enamoró, de quien menos debía, estuvo a punto de mandarlo todo al carajo, aun sabiendo que eso destruiría un reino entero y lo habría hecho de no ser porque su corazón fue destrozado, ahora es una bestia en busca de indulgencia—chasqueo la lengua—. A lo que quiero llegar es que, el amor puede traicionar y a veces, no sabes lo cerca que estás por perder tu camino y tu destino por hacerle caso al corazón, nadie te asegura que la otra persona ame con la misma intensidad, Ken, es momento de que comiences a olvidarlo.
—¿Olvidar a Kim SeokJin? —rio por lo bajo debido a la ironía—. Nunca, pero eso no significa que no sepa cuál es mi lugar, lo sé Hoseok, y planeo cumplirlo.
—De saberlo no estarías aquí pidiendo que te permita huir, no hiciste nada malo, tú mismo lo dijiste, así que no tienes que huir de él.
—Claro que no estaba huyendo—gruñó molesto—. Sólo no quiero partirle la cara a tu rey.
—Entonces irás detrás de mí—soltó una carcajada.
—La historia que contaste ¿Es sobre el rey o sobre ti?
—Sobre ninguno—suspiró sin dejar mirar su copa—. Mi historia es peor de lo que imaginas—soltó con burla, sintiendo como la cicatriz en su pecho escocía, como si la hubiesen acabado de hacer—. Ve a dormir, mañana tenemos un largo día.
—Ni que lo digas—se puso de pie y avanzó a la salida—. Gracias Hobi—dijo antes de salir.
Hoseok miró el mapa, era extenso y ahí estaban ubicados los tres reinos principales. —Sería interesante verlos juntos después de diez años.
Sus hombres estaban en formación, había acabado el entrenamiento y el desayuno, todos esperaban la llegada del rey, este había mandado un mensajero avisando que estaban por llegar, Hoseok admiraba la formalidad de la visita, le recordaba que Namjoon era el rey y no ese mocoso imberbe que entrenó y que muchas veces dejó sobre la tierra lloriqueando.
El rey bajó de su caballo, dejando de lado su capa negra, caminó con ímpetu, siendo seguido por sus hombres, miró con afecto a Jackson uno de sus mejores estudiantes, con la fortaleza física y mental para poder servir como general directo del rey, no cualquiera podía aguantar al monarca sin querer aventarlo al mar. Sus hombres se inclinaron con respeto recibiendo a su rey, los conocía lo suficiente como para saber que se encontraban nerviosos, dio un paso al frente e hizo una reverencia con la cabeza, Namjoon sonrió ladino al verlo, sin importarle que era observado se acercó y le dio un abrazo, el cual correspondió con una sonrisa.
—Por fin nos vemos, han pasado dos años Hoseok—dijo con reproche tan bajo para que sólo él lo escuchara.
—No lloriquees, estaba cuidando de las afueras de tu reino—rio por lo bajo separándose, sin dejar de tocar su hombro—. Me alegra verte.
—A mí también—respondió recobrando la compostura.
Repasó su vista por la fila de hombres que le mostraban respeto, así hasta que se detuvo en uno, por su semblante duro, a Hoseok no le fue difícil adivinar a quien había visto, como era característico del rey hizo una sonrisa llena de gracia y suficiencia, se paró derecho y observó alrededor.
—Por favor, hablemos en privado—se volvió hacía sus hombres—. Tomen un descanso y denle agua a los caballos.
Hoseok asintió, se volvió y con una seña le dijo a Ken que también los siguiera, así caminaron hasta su tienda, siendo seguidos por ambos guerreros que se dieron una mirada silenciosa, se conocían, pero su lealtad se interponía en cualquier camarería, los cuatro entraron a la tienda, fue entonces que Namjoon se sacó la capa y se echó en una de las sillas.
—Dame vino, por favor—dijo con apacibilidad.
—Estas fuera de forma Namjoon—riñó al tiempo que servía en cuatro vasos el vino, le tendió uno—. Muchachos—dijo indicando a los dos guardias que tomaran uno—. Hace mucho que no sales de expedición ¿Verdad?
—Hay mucho que hacer dentro del castillo—bufó con una mueca, antes de zamparse el vaso de vino, pidiendo más al terminar—. ¿Y tú? ¿Disfrutas de tu vida aquí? Estaré feliz de recibirte en el castillo cuando quieras.
—He pasado tantos años aquí que no podría acostumbrarme a vivir de forma civilizada—se encogió de hombros—. Podría matar a todo tu consejo de idiotas si hacen algo que me moleste. Lo sabes bien.
—Creo que es lo que necesitan—soltó una carcajada siendo seguido por Jackson—. A propósito de eso, SeokJin te manda saludos.
Los ojos de Hoseok se abrieron por una fracción de segundo antes de asentir con una sonrisa cálida en el rostro. —¿Cómo está y cómo están los niños?
—¿Niños? —elevó una ceja, pero de reojo miró a Ken tensarse y comprendió por qué Hoseok sabía de la existencia de YeonJun—. Están bien, pronto tendrá un hijo mío.
—¿La zorra que tenías como concubina ha parido? —soltó sin pizca de remordimiento. Tampoco pareció molestar a Namjoon así que no le intereso disculparse.
—Ha dado a luz a una niña—asintió—. Pero el concubinato se ha deshecho—sonrió con sorna—. SeokJin volverá al castillo con mis hijos.
—Eso es bueno—suspiró—. Chicos, vayan a descansar, Ken, por favor, explícale al general Wang las estrategias de vigilancia que hemos implementado.
—Mi señor—dijo sin dejar de apretar las manos, se alejó de la tienda, saliendo y siendo seguido de cercas por Jackson quien por un momento estuvo conmovido por los sentimientos del chico, ya que él en un pasado los había vivido en carne propia.
Hoseok miró con reproche a Namjoon. —Pudiste describirle la forma y el sabor de su pecho—dijo con burla.
—No hables del pecho de mi esposo—chasqueo la lengua—. No es mi culpa que haya creído que su amor estúpido e unilateral podría ser correspondido.
—Pues lo fue por un tiempo ¿No era él quien llenaba el lecho de tu esposo cuando jugabas al patán con aquellas chicas? ¿No tiene un hijo suyo?
—YeonJun es mi hijo—dijo con desdén—. Vamos Hobi, no le quites la diversión.
—Si golpee a Yoongi por algo mucho menor, ¿Por qué no he de hacerlo contigo? El chico tiene suficiente, no le hinches las pelotas, que, si te da una paliza, no me interpondré y no dejaré que ninguno de tus hombres lo hagan, este es mi territorio, serás rey, pero yo te entrené, no lo olvides.
—Bien—soltó una risa divertida—. Si hiciste llorar a Yoongi, bueno, no quiero hincharle las pelotas a nadie, pero tienes razón, estoy fuera de forma ¿Deberíamos entrenar? Tal vez un entrenamiento con Ken me venga bien y a él.
—No lo sé, mientras tu coges, él entrena—chasqueo la lengua.
—No me subestimes.
—Nunca lo haría Namjoon—suspiró—. Me enteré que caíste enfermo, que apresaron a Jin y toda esa mierda, ¿Estás seguro que lo tienes todo controlado en el castillo?
—Hay un traidor—dijo con seriedad—. O tal vez más de uno. No lo sé aún.
—Es lo que creo—asintió—. Pero ¿Por qué ahora? Siempre has tenido problemas con los rebeldes, eso no es nuevo, tu padre y tu abuelo los tenían, pero a diferencia de ellos eres un rey que no tiene grandes enemigos.
—El simple hecho de ser rey es suficiente motivo Hoseok—bufó—. Pero tienes razón, Yoongi también tiene problemas con los rebeldes, aunque él si tiene fuertes motivos para tener enemigos, Jungkook, bueno, su único problema es el invierno. Entiendes lo que digo ¿No?
—Lo entiendo—asintió—. Y también entiendo que esa es una de las razones por las cueles estás aquí.
—Mentí a todos diciendo que eres tú quien le había llamado, porque no quería levantar sospechas, la realidad es que sí, me interesa como llevas el movimiento en la frontera, pero también quiero hablarte de un plan que tengo.
—Te escucho, sabes que estoy dispuesto a todo—soltó con total honestidad.
—Quiero que te encargues de un reclutamiento, chicos desde catorce años, entrénalos, porque Hoseok, algo me dice que la guerra se aproxima.
—Son muy jóvenes para morir ¿No lo crees?
—Tú eres un guerrero, sabes que el destino de todos los hombres de Scarlanding es proteger a su reino, no lo digo por mí, sino por mi legado, por SeokJin y mis hijos—dijo relamiendo sus labios—. El peligro está acechando, lo que hago es a largo plazo.
—Quieres que entrene al ejercito de tus hijos—susurró sorprendido—. No piensas que vas a morir ¿Verdad?
—La muerte acecha mis espaldas—se encogió de hombros—. Pero no, no moriré hasta no saber que mi reino y las personas que amo están a salvo, aun así, quiero la certeza que, si llego a faltar, mis hijos y mi esposo tendrán un ejército fuerte que será entrenado por el mejor guerrero.
Hoseok gruñó. —Tus halagos son bienvenidos siempre y cuando no vengan acompañados de una paranoica idea, no morirás, entrenaré a esos chicos y estarás orgulloso de ellos.
—También habrá algunos cambios—chasqueo la lengua—. Quiero que haya más vigilancia en el puerto.
—En el puerto hay sólo mercancía, a menos que...
—Exacto—asintió cuando supo que compartían la idea—. El reino de las cumbres y las islas.
—¿El rey Choi no había formado alianzas con tu abuelo?
—Es un reino demasiado apartado, receloso, no recibo más que regalos y cartas, nunca han pedido nada, no están presentes, no digo que desconfíe de los aliados, pero tampoco confió mucho en la forma en la que se han apartado de todos.
—Entiendo, es mejor ser precavidos, hace unas semanas encontramos merodeadores del Norte, pero sólo eran emigrantes, hay personas huyendo del Norte ¿Sabes sobre eso?
—Jungkook no ha dicho nada—negó—. Pero supongo que no todos pueden soportar vivir en esas condiciones. No ayuda las oleadas del crudo inverno, ¿Los dejaste entrar?
—Después de una buena revisión, se quedaron en uno de los pueblos cercanos.
—Bien—asintió—. Los herreros están creando el pedido de armas que has encargado, para la próxima semana podrían estar listas.
—Me parece excelente, vamos, te hablaré de las modificaciones que tendremos que hacer a las estrategias de vigilancia de la frontera.
Namjoon asintió bebió lo último del vino y se levantó, siendo seguido por Hoseok, cuya preocupación brillaba en sus ojos, porque sólo viendo de cercas a Namjoon comprendía lo temeroso que estaba, y los posibles problemas a los que se enfrentarían debido a la traición dentro de su propio castillo.
Cubrió su cabeza con el gorro amplio de aquella capa gris, era tarde, no lo suficiente para llamar sospechas, pero sí para que una dama estuviese en su hogar, salvo que ella no podía estar en este, porque la habían echado, mudado a la fuerza a un palacio que carecía de vida, muy diferente a lo que tenía en el castillo, estaba molesta, pero eso era esperado, sobre todo después de saber que el rey las había echado por SeokJin, aquel hombre al cual odiaba con cada fracción de su ser, a quien maldecía en cada uno de sus pensamientos, lo aborrecía, creía que su simple existencia era una aberración del destino, si ella estaba en una mala racha era debido a él, quería que pagara por todo lo que le había hecho y lo que le arrebató.
Caminó con sigilo, los jardines del castillo eran amplios, en medio de este estaba un laberinto rodeado de rosas de diferentes colores, el aroma que estas desprendían le hacían estornudar, pero no paró su avance, mirando alrededor, entró, había recibido una carta con su sirvienta aquella tarde, tenía que ser discreta, así que caminó lentamente sin perder de vista la salida.
Al estar mirando hacia atrás no se dio cuenta de la persona que estaba frente a ella, la cual le tomó con fuerza del codo, casi grita de no ser por la mano que se estampo contra su boca impidiéndolo, miró con los ojos muy abierto a su captor, alto, pelo negro y ojos profundos, este llevaba el traje de soldado de Scarlanding, parpadeó perpleja.
—¿Vas a gritar?
Negó lentamente, pasaron unos segundos hasta que este le soltó, primero el brazo y después retiró la mano de su boca, le miró con cautela, desconfiando de su palabra.
—Me asustaste—gruñó acomodando su capa—. ¿Por qué aquí?
—¿Querías que nos viéramos en el granero? —preguntó con una ceja alzada—. O mejor aún, en las caballerizas.
Tras el nombramiento de ese lugar, se encogió debido a un terrible escalofrío, negó dando un paso hacia atrás. —No me parece gracioso.
—Vamos Jisoo—rio por lo bajo—. Eres aburrida.
—¿Por qué me llamaste? —volvió a preguntar con la mirada fría.
—Estaba preocupado—se encogió de hombros—. Ha nacido tu bastarda ¿No estabas segura de que sería un varón?
—No hables de eso—gruñó con la furia contenida—. Yo no tengo hijos.
—Bueno, eso es agradable, mi señor quiere verte lo antes posible. Ha pasado la cuarentena.
—No.
—¿No? —elevó una ceja, incrédulo—. No creo que tengas opción.
—No has cumplido tu parte del trato, Rosé sigue con vida—chasqueo la lengua cruzándose de brazos.
—Vamos cariño, teníamos que esperar. Pero ahora que ha salido del castillo será más sencillo, sólo espéralo, aunque mi señor no puede esperar mucho.
Se encogió con asco, tragó el nudo que tenía en la garganta. —¿Quieres que lo haga? Bien, pero quiero algo más.
—¿Qué? —entrecerró los ojos—. No estás en posición de pedir nada.
—Claro que lo estoy, si yo hablo, sus planes se van al carajo, sé quiénes son, cuantos están implicados también, moriré, pero el rey se enterará.
—Sabes jugar sucio, perra—gruñó—. ¿Qué es lo que quieres?
—Mata a SeokJin—dijo con seriedad, sus ojos brillaban debido al odio—. Lo quiero muerto.
—No—respondió con una media sonrisa—. No podemos hacer eso, aun lo necesitamos.
Sus ojos flamaron, se dio la vuelta dispuesta a irse, pero fue tomada del brazo, se volvió e intentó zafarse con coraje, pero su agarre era mucho más fuerte.
—Suéltame—gruñó sin dejar de mirar sus ojos.
Él sonrió con malicia, se acercó a su rostro y rio. —No puedo matarlo, pero si quieres una venganza, bueno, entonces puedes tenerla.
—¿De qué hablas?
—Kim SeokJin tiene un hijo varón—dijo con seriedad marcando cada una de las palabras.
—¿Qué? —entrecerró los ojos, una sensación extraña en todo su cuerpo se hizo presente, sintió ganas de vomitar debido al coraje—. Estas mintiendo.
—No lo hago ¿Por qué te mentiría? ¿No estamos en el mismo bando? Ambos queremos lo mismo, poder, entonces Jisoo, lo que te digo es información valiosa.
—Aunque sea información valiosa ¿Qué piensas que haré con ella? Yo no puedo presentarme ante el consejo y ellos no me escucharán, tampoco creo que Jin quiero darme algo a cambio de mi silencio, además ¿Quién es el padre del bastardo?
—Lee Ken—dijo con seguridad.
Ella elevó su ceja y sonrió ladina. —Sabía que era un cualquiera, no puede negar su naturaleza. Pero, aun no sé qué pretendes que haga con esta información.
—Quieres herir a SeokJin, quieres que sufra, puedo hacer que lo haga, pero necesito tus joyas, nadie habla sino tiene un incentivo, déjalas en el granero, cerca del heno, yo las recogeré y en el transcurso de la tarde tendrás la fortuna de ver a Kim SeokJin rogando clemencia.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
—Porque yo también sé cosas que pueden hacerte caer en la horca—rio—. Quieres tu venganza entonces toma mi oferta.
—¿Qué se supone que pasará?
—Las traiciones se pagan con muerte.
—¿No dijiste que SeokJin no podía morir?
—Él no, pero su bastardo sí.
Hoy supimos más de Hobi. 💚
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