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28

La noche era fría, suceso extraño porque estaban en verano, sus manos se congelaban, pero no bajaba la espada que empuñaba con seguridad, al final del día era esa su especialidad. Hace tantos años que no estaba cercana al peligro, había crecido con el olor de la sangre inundando sus entrañas, no había movimientos o corte que no supiese hacer o esquivar, ella era letal. Una verdadera bandida, contratada por la corona para espiar a sus enemigos, recolectar información y en los peores de los casos hacerse cargo de algunos rebeldes que se negaban a poner en el piso la rodilla proclamando lealtad a los reyes. En Sacarlanding era desconocida, en el reino era un mito y en su hogar era la perfecta esposa y madre.

—Dijimos que no haríamos esto jamás—gruñeron a su lado—. Era nuestro trato ¿Lo olvidas?

—Nos necesitaban y lo sabes, nuestra lealtad es fija y no podemos dar marcha atrás, además, Yesung, nos conocimos en una redada como esta hace diez años ¿No te parece romántico volver ahora como una familia y no como enemigos?

El rubio que se escondía tras una máscara roja mostrando sólo sus ojos y frente bufó. —No, ya no somos unos chicos locos por la adrenalina, sabes bien que no podemos arriesgarnos.

Ambos se encontraban agachados cerca de una casa conocida a las afueras del reino, sus investigaciones los habían llevado hasta ese lugar y no se irían sin obtener lo que con tanto fervor buscaban.

—Namjoon es nuestro amigo—le miró con severidad—. Él nos necesita y es importante, sabes que su orgullo no lo deja pedir ayuda.

Yesung suspiró tomándola de los hombros, donde acaricio con  parsimonia. —Sólo mantente a salvo ¿Entendido? Las indicaciones son las mismas, si yo digo que salgas tú sales.

Ella rodó los ojos. —¿Olvidas que también soy una asesina? No estas hablando con uno de tus soldados imberbes, sino conmigo, la mujer que casi te encaja una daga al corazón cuando la conociste—rio por lo bajo.  

Yesung junto sus frentes mirándola a los ojos. —Precisamente por eso, porque eres lo más importante que tengo en mi vida y no quiero ponerte en peligro.

—Todo saldrá bien cariño—lo tomó de las mejillas acariciándole con cariño—. Nunca hemos fallado, no lo haremos ahora.  

—Bien—suspiró—. ¿Lista?

—Siempre.

Ambos se pusieron de pie, caminando con cautela por el patio de aquella casa, ninguna luz se reflejaba al exterior por lo que sabían que el dueño dormía plácidamente, trataron de no hacer ruido, eran como arañas sigilosas, UmJi miró a Yesung pegar su espalda a la ventana trasera deslizó el alfiler de metal abriéndola por completo, la miró y le dio la señal con un asentimiento de cabeza. Ella sabía bien que hacer, salvo que ahora ambos llevaban especial cuidado en sus movimientos, tenían mucho que perder, no era como antes que lo único que les preocupaba era su vida, no, ahora sus hijos estaban de por medio. 

Traspaso la ventana tocando con ligereza el piso de madera, todo estaba en la penumbra, a su espalda pudo sentir como Yesung entraba, toco con la mano derecha la espada enfundada a la izquierda de su cadera, caminó con sumo cuidado. 

—La habitación queda por aquí—dijo su esposo caminando en la dirección que indicaba, como buenos investigadores habían estado dentro de la casa dos días antes del asalto, cuando esta se quedó en completa soledad, el hombre solo y amargado que vivía ahí tenía poca seguridad, lo que les facilitaba las cosas.

Caminaron por un largo pasillo hasta encontrar una puerta de madera, Yesung no perdió el tiempo y la abrió, esta hizo un rechinido espantoso que los detuvo por un segundo, al escuchar que nada había cambiando siguieron, esta vez abriendo de golpe. La oscuridad era cortada por la poca luz de luna que entraba por la ventana, la cortina era muy delgada por lo que fueron capaces de mirar la cama, el hombre que buscaron con desespero se encontraba acostado roncando. 

Se miraron y asintieron, sabiendo que el trabajo era fácil, cada uno se separo posicionándose a lados opuestos de la cama, Yesung desenvaino su espada poniéndola cerca del rostro del hombre, mientras que UmJi le daba un fuerte golpe en la mejilla para despertarlo. 

Como por arte de magia y del dolor el hombre de edad mediana se despertó desorientado casi ahogándose con su propia saliva. Miró espantado alrededor, se quedo muy quiero al ser consciente del filo de la hoja que brillaba ante la tenue luz. 

—¿Qui...quienes son ustedes? —preguntó mirando a ambos lados sudando frío.

—La preguntas las hacemos nosotros—respondió Yesung—. Kwan HoDong tienes información que nosotros queremos y no nos iremos de aquí hasta que no hables, puede ser por las buenas o bien puedo arrancarte la cabeza con mi espada.

—Yo...yo no sé que es lo que quie...quieren...no sé nada—balbuceo.

—Oh miente—susurró UmJi tenebrosamente haciendo temblar al hombre.

—¡Por favor yo no sé nada!

—¿Me vas a decir que no sabes nada sobre el negocio ilegal de exportación e importación que realizas? —chasqueo la lengua —. Sabes que si alguien se entera tú morirás de una forma terrible, nosotros somos buenos, tan sólo vamos a cortar cada dedo de tu cuerpo hasta que hables.

—¿Cómo...cómo saben eso? —dijo nervioso.

—Las brujas de las colinas hablaron, no eres tan inteligente y si nosotros lo sabemos también el rey—susurró la chica—. Por eso si quieres mantener la vida dime lo que quiero escuchar.

—¡Les diré todo, pero por favor no me maten! —suplicó con los ojos inyectados de terror.

—Bien, eres un cerdo inteligente—rio burlesco—. Hace algún tiempo alguien te compro hiervas negras, las que están prohibidas después de la muerte de la abuela del rey ¿Quién fue?

El hombre negó. —No...yo no sé...

Pero un dolor insoportable le interrumpió, UmJi había dejado caer de manera ágil su espada en el muslo del hombre, había hecho un corte perfecto, la sábana no tardo en llenarse de sangre. Yesung rió. 

—No estamos jugado ¿Quién fue?

—¡En verdad no lo sé, mis clientes no me dicen su nombre! Sólo lo vi una vez, iba cubierto y acompañado de una mujer que tampoco pude ver, sólo pagaron y desaparecieron—sollozo.

—¿Tenían alguna ceña en particular? —preguntó entrecerrando los ojos.

—No...bueno sí, la mujer tenía un enorme lunar rojo en la mano izquierda, como una marca de nacimiento—asintió frenético.  

—¿Algo más que recuerdes? —preguntó ella asimilando la información.

El hombre se veía cada vez más pálido. —Ellos hablaron sobre...la cueva, es una taberna a las afueras de la muralla, cerca de la plaza central.

Ambos asintieron, cuando iban a peguntar de nuevo el hombre cayó rendido, miraron hacía las sábanas que estaban repletas de sangre. 

—Lo mataste—dijo Yesung con una sonrisa.

—Ups—susurró ella con una mueca.

—Si hay una mujer involucrada esta puede estar en el castillo—dijo guardando nuevamente su espada.

—Debemos ir a esa taberna—asintió decidida—. Ves, fue una buena noche.

Como respuesta sólo recibió un bufido. 
















El viaje corto al Palacio de las Rosas fue más difícil de lo que pensó, su mente estaba dispersa entre pensamientos contradictorios, temía que SeokJin tomara mal la noticia del embarazo de Ailee, suficiente había hecho con quedarse con Mina, para decirle que posiblemente tendría que cuidar otro bebé, aunque, existía la posibilidad de mandar lejos a Ailee para que pudiese criar a su hijo, no deseaba lastimarla, era inocente en un juego que él mismo había creado.

Bajo de su caballo al llegar frente al palacio, a diferencia de las veces anteriores este estaba iluminado, las rosas que se levantaban en los jardines y la puesta de sol le daba una vista maravillosa, hogareña, lo sintió diferente, no sentía lo mismo que al mirar el castillo, dentro de él sabía que cualquier lugar donde SeokJin estuviera cobraría vida.

Los guardias en la puerta le saludaron con una reverencia, antes de abrirle la puerta, parecía que en esa ocasión sí era bienvenido, el aura era diferente, entró siendo golpeado por aquel aroma a violetas que tanto le gustaba, a SeokJin le gustaba los aromas florales, fue así desde niños. Esperaba que alguien le atendiera, cuando escuchó una risa cantarina llenar el ambiente, miró a la derecha donde un pequeño niño corría directo a las escaleras, actuó por impulso y lo tomó deteniendo su astucia.

No era la primera vez que lo levantaba, pero el niño lo desconocía por completo, así que se quedó perplejo sin dejar de mirarlo fijamente, hasta que lanzó el llanto asustado, Namjoon hizo una mueca contrariado, lo mecio un poco.

—No debes llorar—bufó.

—Mi señor—dijo una mujer pelinegra llegando hacia ellos.

Namjoon se volvió y la miró con molestia. —¿Tú estás a cargo de él?

—Sí mi señor, lo siento, me descuide un segundo y...

—Estaba por subir las escaleras, tu descuido pudo ser mortal, si este es tu trabajo no tienes permitido distraerte ni un segundo ¿Entiendes?

La mirada fría que le lanzó hizo que la chica se encogiera. —Sí, mi señor.

—Toma—le tendió el niño que no dejaba de llorar—. ¿En dónde está la princesa?

—Esta tomando la cena para dormir, mi señor.

—Bien—asintió, porque parecía ser que ese día tampoco sería el indicado para conocerla.

—Mi señor, por aquí—dijo una tercera voz, masculina, que le indicaba el pasillo que tenía que traspasar para ir al comedor, Namjoon se arregló el saco y avanzó, no sin antes mirar de reojo como la nana se alejaba con el niño en brazos, este se había calmado y estaba mirándolo, volvió a ignorarlo.

Si quería estar con SeokJin entonces, debía buscar la manera de acercarse a ese niño sin asustarlo, pero ¿Cómo hacerlo? No juzgaba las decisiones de Jin sobre su papel en la vida de su hija, ni lo iba a apabullar con la idea de conocerla, porque comprendía el porqué de su negativa, era como si apenas estuviesen conociéndose, no quería arruinar lo poco que habían avanzado, estaba seguro de que les quedaba un largo camino a recorrer, pero quería lograrlo, porque se había dado cuanta que sin SeokJin estaba viviendo de forma vacía y sin sentido, intentando matar su recuerdo con métodos que lejos de ayudarlo, lo hundían más.

Dos sirvientes abrieron las puertas del gran comedor, deteniéndose en una inclinación hacia el rey, parecía irónica la forma en la que ahora era recibido, entró a paso lento, teniendo especial cuidado en los detalles de alrededor, la habitación amplia, llena de luz y brillante calendabro de araña dorado de cristales de gotas, un comedor extenso, donde dos asientos preparados esperaban y la chimenea prendida, era un espectáculo admirable, una vista hogareña, ni siquiera en su castillo, cuyas habitaciones eran más elegantes y amplias, podían verse de esa manera tan especial y digno de la realeza. Aquel toque era meramente de SeokJin.

—Bienvenido—el sonido de la dulce voz llamó su atención por completo.

SeokJin estaba frente a él, a un lado de la chimenea portando un traje color esmeralda, que resaltaba el color de su piel y el negro de su cabello, estaba más decir que lucia precioso. Le sonrió cuando sus miradas se encontraron y se acercó, recordando aquellos protocolos que había olvidado, hizo una pequeña reverencia con la cabeza, que SeokJin respondió se manera divertida.

—Agradezco la invitación, mi señor—dijo en un tono formal sin quitar la sonrisa de su rostro.

SeokJin asintió. —Quería darle el honor de cenar conmigo—respondió con suficiencia—. Por favor, tomemos asiento.

Namjoon se acercó a la mesa y alejó una silla para él, SeokJin tomó asiento en la cabecilla, cosa extraña si tomaban en cuenta que era el lugar del rey, Namjoon se sentó a su lado y suspiró.

—Tú palacio es encantador—dijo de forma casual, aunque sus palabras escondieron una connotación melancólica.

—He estado aquí durante año, lo he hecho mi hogar—respondió en el mismo tono—. Me gusta porque es tranquilo, no hay muchas personas, es un espacio grande donde mis hijos pueden crecer y divertirse.

—Empiezo a pensar que es mejor que el castillo—rio por lo bajo.

—Quien sabe—se encogió de hombros—. El Castillo está lleno de pasadizos.

Namjoon le observó por unos segundos antes de comenzar a reír. —Sería interesante visitarlos de nuevo ¿No lo crees?

Esperaba la respuesta, que llegó en forma de un sonrojo, acompañado de una sonrisa llena de picardía, no dijo nada porque en ese momento entraron los sirvientes trayendo la comida que tenía un aroma exquisito, cuando estuvo sobre la mesa se dio cuenta que eran sus platillos favoritos, aquel gesto le hizo sentir el corazón a punto de explotar de esos sentimientos que estaban volviendo a aflorar su pecho.

—Espero sea de tu agrado—dijo SeokJin con una sonrisa amable.

—Créeme que es más de lo que esperaba—asintió aún sin salir del asombro.

—Comamos entonces, tengo hambre.

—Algunas cosas no cambian—negó con diversión.

Namjoon había olvidado cuándo fue la última vez que había disfrutado una cena tanto como esa noche, entre una platica amena y normal, sobre los jardines y los dulces que SeokJin había recibido como regalo de su padre hace algunos días. No encontraba la manera de describir cómo se sentía ese momento.

—He estado pensando en lo que me dijiste—suspiró con seriedad—. Sobre volver.

—¿Qué has decidido?

—Volver no es tan sencillo, no después de todo lo que ha sucedido, por eso quisiera que si lo haga tú me asegures unas cuantas cosas.

—Te escucho—asintió con seriedad.

—La incomodidad radica en el harem, desde la cama que compartimos y que después usaste con ellas y hasta su presencia, tanto en eventos formales como en el castillo.

—Entiendo—suspiró—. Primero, esposo mío, jamás me acosté con ellas en nuestra cama, designe otra habitación donde ellas acudían, porque estúpidamente pensaba en mantener todo como lo dejaste, segundo, ellas partirán al palacio de cristal, no estarán ahí, ni acudirán a eventos formales, todos los derechos son revocados. Lo prometí y lo cumpliré.

SeokJin lo observó fijamente, intentando encontrar alguna nota de mentira en sus ojos, pero lo conocía lo suficiente como para saber que estaba siendo honesto, se relajó y asintió.

—¿Las han revisado?

—Lo hicieron—se tensó, SeokJin se puso alerta—. Una de ellas está en estado, tiene más de tres meses y no es recomendable que lo aborte.

El pecho de SeokJin sufrió una opresión. —Otro hijo que he de cuidar—bufó—. Los hijos de tus amantes que pasarán a mi cuidado, ¿No es eso cruel?

—SeokJin, este bebé no tendrás que cuidarlo.

—No entiendo—frunció el ceño.

—Ella se quedará con el bebé cuando nazca, creo que es lo mejor, rechazare el reconocerlo, pero lo mantendré, ella regresará a su hogar y tú no tendrás que cuidar de ese bebé. Será como si no existiera.

—¿Por qué harías eso? Justamente después de decir que los niños del rey deberán estar en el castillo.

—Porque creo que es lo mejor.

Pero SeokJin no creyó sus palabras, así que se limitó a observarlo, habían crecido juntos  vivieron juntos y sabían todo del otro, sobre todo sus reacciones, por eso, cuando una idea loca llegó a su cabeza hizo una mueca despreciativa.

—Antes del embarazo, Jisoo no era tu favorita ¿Verdad? Ella no era a la que preferías.

Ante la afirmación hecha por su esposo, lo único que Namjoon hizo fue suspirar. —No es como piensas.

—Es ella ¿Verdad? La chica que está esperando un hijo tuyo, es tu favorita, vas a tener un hijo de la mujer que preferiste sobre cualquiera en el harem.

—No es lo que piensas, no es por eso que quiero que ella se quedé con el bebé.

—Te conozco muy bien para que quieras mentirme—negó recargandose en el respaldo de la silla—. Está es una forma de elegirla ¿Lo entiendes? Irás contra las leyes de tu reino, contra tu misma orden para dejar que ella se quede con aquel bastardo.

—SeokJin...—dijo en advertencia—. No es muy diferente a cuando me pediste que le perdonara la vida a Ken.

—Maldita sea Namjoon—se levantó para alejarse de la mesa—. En primer lugar, yo no hubiese hecho eso si tu no te hubieras acostado con esas chicas, sino las hubieras llevado al castillo para humillarme o si hubieras guardado en los pantalones la necesidad. ¡Todo es tu culpa!

—¡Lo sé SeokJin! —soltó levantándose—. Pero no hay vuelta atrás, no entiendo cómo es que deseas que esa chica que no te ha hecho daño sea alejada de su hijo ¿Te habría gustado que yo te quitara a Tzuyu?

Paro en seco, Namjoon bufó. —¡Me quitaste mucho más!

—Jin...lo siento, pero ella se quedará con el bebé y nosotros, podremos criar a los nuestros. Tu aceptas a Mina y yo acepto a YeonJun. No más.

—Vete Namjoon—dijo con dureza—. Estoy molesto, es mejor que nos mantengamos alejados, hasta que decido que es lo mejor para mí y para mis hijos.

Namjoon empuñó las manos, pero asintió. —Bien, si es lo que quieres.

Salió dando grandes zancadas de esa habitación, dejando detrás una discusión que ambos perderían, porque ninguno estaba dispuesto a ceder.









El rey ya no tomaba té, desde el incidente y aunque no lo dijera había tomado serias precauciones, nadie podía acercarse a sus alimentos, estaba en serios problemas, porque fallaba a su propósito. Aunque aún había una posibilidad. 

Caminó muy temprano esa mañana, cuando había cambio de turno entre los guardias, fue muy cuidadosa de que nadie la viera por aquella parte del pasillo. Abrió la puerta con sumo cuidado sorprendida de que esta no estuviera cerrada, al final de cuentas se trataba de la oficina del rey. 

Tal vez el mismo rey se había olvidado de cerrarla, últimamente se la pasaba dentro, nadie lo había visto por el pasillo más que un par de veces. Entro con cuidado de no hacer ruido y no mover nada, cerca de la sala existía una mesa destinada a los licores del rey, tres botellas medio llenas de un liquido ámbar. Se acercó mirando alrededor, su respiración era inestable y sus manos temblaban, quería salir de ahí pero no podía desistir. 

Sacó de su escote las cuatro botellitas que contenían el líquido transparente, sus ojos se llenaron de lágrimas como cada vez que hacía lo mismo. Abrió las botellas de cristal que albergaba el alcohol del rey, y vertió en cada una una botella de veneno, le sobro una por lo que esta la llevó nuevamente a su escote ocuntándola. Cerro las botellas y huyó asustada del lugar.


































































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