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92

—Aquí tiene mi señor—Clara entró a la habitación casi corriendo, regresando el aliento a su cuerpo—. Tardé, porque Kian no pudo deshacerse de sus obligaciones a tiempo.

—Está bien, dámela.

Clara le dio la pequeña nota que Kian le había mandado como parte del plan en donde la comunicación constante era muy importante, sobre todo en esos momentos, Kadet la leyó ansioso y la lanzó al fuego cuando terminó, no podían dejar rastro alguno.

—¿Está todo bien señor?

—Sí, el grupo de rebeldes ya está en la capital, se van a mantener ocultos hasta mañana—susurró con nauseas, se sentó en el borde de la cama y suspiró—. ¿Y si no funciona?

—Va a funcionar señor, tiene que tener fe y esperanza. Estoy segura de que ellos vendrán.

—¿Y si no recibieron la carta? —mordió su labio inferior con fuerza.

—Aún queda el plan b, el de secuestrar un barco en el puerto—dijo ella con una media sonrisa—. De alguna forma se logrará.

Kadet sonrió sin emoción, en los últimos días muchas cosas habían sucedido, el plan estaba en marcha y no había forma de dar un paso atrás, todos estaban en posición, esperando, eso lo llenaba de ansiedad y temor, porque no habían recibido ninguna confirmación de ScarLanding, ¿Y si ellos no llegaban? Tenían un plan para ello, sin embargo, eso haría las cosas mucho más difíciles. Quería pensar que todo saldría bien, pero no había garantía de ello. no ayudaba el hecho de que los rumores de una ejecución pública estuvieran en boca de todos, nadie sabía de quien se trataba, pero Kadet no quería arriesgarse a averiguarlo. No había podido ver a Hoseok, ya que lo tenían encerrado en lo profundo del calabozo, donde no todo tenían acceso, no dormía pensando en él, en si estaba herido o hambriento, lo único que le traía un poco de tranquilidad era saber que estaba con vida, pero no era suficiente.

El tiempo avanzaba con lentitud, los días se hacían largos y las noches insoportables, no podía comer, ya que el bebé se lo impedía, trataba de cuidarse, pero el estrés era demasiado. Clara era una gran compañera, porque además de cuidar de su pequeño SungChan cuando él estaba demasiado distraído, era quien hacía los recados en su nombre, lo cual era muy conveniente para él, ya que su suegra estaba vigilándolo de forma más astuta y firme.

Tocaron a la puerta, lo cual hizo que se pusieran atentos, Clara fue abrir antes de tragar en seco, se trataba de una sirvienta que al verlo hizo una reverencia a regañadientes, si bien, no era visto como parte de la familia, desde la muerte de Zoltan y el anuncio de su embarazo, las personas eran más amables.

—Mi señor, la señora quiere que baje a tomar la cena con ellas. Dice que es importante, necesitan hablar con usted.

—Bien—asintió, había algunos días donde le era imposible negarse a tomar el té o cenar con ellas, no entendía su interés en él, jamás quisieron incluirlo en nada, ¿Por qué ahora trataban de hacerlo sentir cómodo? Todo lo que podía pensar era que lo hacía por remordimiento.

Se miró al espejo, arreglando un poco su cabello, aún estaban de luto, así que vestía por completo de negro, dentro de la casa no debía usar el velo en su rostro, lo cual era cómodo, al no poder dormir bien ni mantener la comida en su estómago lucía más pálido de lo normal, le daba un aspecto más delicado y enfermizo, que sin duda ayudaba a darle lástima a su suegra y cuñada.

—Quédate con SungChan—le dijo a Clara antes de mirar a su bebé que dormía plácidamente en la cama—. Ya regreso.

—Suerte—susurró ella sonriendo.

Kadet salió de la habitación, siendo seguido por la sirvienta, siempre había alguien siguiendo sus pasos, comenzaba a pensar de forma paranoica, su suegra se portaba así desde la visita en el castillo, eso lo llenaba de dudas ¿Había hablado con alguien? ¿Estaba tramando algo? Cuando entró al comedor ambas lo miraron desde sus asientos.

—Buenas noches—dijo con una inclinación.

—Kadet, es bueno verte esta noche, siéntate.

Asintió bajando la mirada, tomó el asiento a la izquierda de su suegra, la comida estaba servida, pero él carecía de apetito.

—¿Cómo te has sentido? —preguntó la mujer mayor—. El doctor dice que estás en buenas condiciones.

—Estoy bien—susurró—. He acatado todas sus recomendaciones.

—Eso es bueno—sonrió—. Por este momento, lo único que tienes que hacer es mantenerte sano, queremos que el bebé llegue con bien.

—Lo haré—asintió. 

Jhina suspiró bebiendo un poco de agua antes de continuar, Kadet lo notó, aquella cena no era simplemente para saber cómo estaba o martirizarlo, había algo detrás y por la expresión en el rostro de ambas mujeres sería algo que no le gustaría en lo absoluto. Comió un poco más por obligación que por gusto, esperando a que ellas se dignaran a hablar y revelar sus verdaderas intenciones.

—No sé si lo has escuchado ya, pero, pronto aquel hombre va a pagar, lo van a ejecutar por la muerte de Zoltan, mi pobre hijo—susurró con un lamento.

Su estómago se revolvió, mordió su labio inferior, ella hablaba como una madre que acababa de perder a su hijo, era claro que estaba feliz de ver pagar al hombre que le quitó a su querido hijo, aún sabiendo que Zoltan era todo menos inocente y bueno, merecía todo lo que le había pasado.

—Espero que esto termine pronto—dijo Marly con una mueca, Kadet la miró de reojo, estaba sentada frente a él, su rostro bonito ahora mostraba la misma mueca de molestia que siempre—. Es algo ridículo. Estoy segura de que Zoltan lo odiaría, estamos quedando en ridículo.

—Deja de decir eso, estamos esperando justicia.

—Mamá sabe bien que esto está afectando mucho las cosas.

Jhina suspiró, hubo silencio por unos momentos antes de que comenzará a hablar, su tono había cambiado a uno más serio.

—Kadet, te pedí que cenaras con nosotras porque quiero hablarte de algo importante. Cómo sabes, está familia está en decadencia, y tenemos que encontrar una manera de salir adelante después de la muerte de Zoltan, Marly tiene que casarse, pero, al no haber un hombre en esta familia que pueda hacer ese tipo de tratos, podría resultar hasta imposible, eso nos haría caer aún más en desgracia, pero, encontramos una solución, mejor dicho, él nos encontró—su voz sonaba clara, aunque había cierta inseguridad en ella—. El general a cargo de las tropas, quien tomó el lugar de Zoltan, Choi Esben quiere ayudarnos, al parecer tiene ciertos gustos extraños y curiosos, por eso, él acepto darnos una mano y ayudar a Irina a casarse con Lord Haakon, él es dueño de una gran extensión de tierra y tiene barcos, es cercano al rey, sería la mejor oportunidad que Irina tendría para encontrar un esposo a su altura.

Kadet miró a Marly quien sonrió satisfecha. Regresó la mirada a la mujer mayor quien miraba hacia el frente con seguridad falsa.

—Aceptó hacer todo eso y al mismo tiempo dirigir a esta familia, me aseguró que nada nos faltaría, pero, quiere tu mano en matrimonio, no entiendo por qué, tal vez siente curiosidad sobre personas de tu tipo, tomará la crianza de los hijos de Zoltan y claro que con el tiempo...lo sabes...el matrimonio se realizará después de que des a luz.

Kadet se petrificó, miró a la mujer sin expresión alguna, ella desviaba su mirada sin intención de observarlo, Irina tampoco lo hacía, se había concentrado en su plato. Sabía que ellos no dudarían en lanzarlo a la calle cuando todo se aclarara, pero ¿Casarlo a cambio de protección? Nunca había hablado con ese hombre, lo vio un par de veces, y este no dejaba de observarlo, Zoltan lo aborrecía así que jamás le dejó regresarle el saludo. Sintió una enorme incomodidad, sus entrañas se estrujaban, aumentando así sus náuseas, ella no le estaba dando opción, eso quería decir que la decisión estaba tomada y el trato cerrado. Sus ojos picaron con lágrimas que amenazaban por salir, lágrimas de odio.

—Por la mañana viajaremos a las tierras del Lord Haakon, estaremos ahí un par de días, pero dado tu delicada salud es mejor que te quedes aquí, no te preocupes habrá personas cuidándo de ti, el general Esben empezará a visitarte a partir de la próxima semana. Sé que esto es algo sorpresivo para ti, pero, es lo único que podemos hacer, no te preocupes, el general ya dió su palabra de que siempre cuidara de tus hijos y de nosotros, es lo que Zoltan habría querido.

No pudo responder, no tenía nada qué decir, bajo la mirada y apretó sus manos sobre sus regazos.

—¿Kadet?

—No me siento bien, ¿Puedo retirarme? —dijo con dificultad.

—Sí, puedes ir—asintió la mujer mirándolo con tristeza—. Yo... sé que tú relación con Zoltan no siempre fue la mejor, pero, mi hijo cambió contigo cuando diste a luz, y después de verte llorar y tan destrozado, no me queda duda que tú también lo amabas, sé que será difícil para ti, pero, estaremos para apoyarte, mi hijo lo querría de esa forma.

Kadet asintió ligeramente, le dió asco que ella creyera que estaba enamorado de Zoltan, no sentía más que odio por él, se preguntaba si ellas sabían de dónde venía, pero lo dudaba. Se puso de pie e hizo una reverencia a ambas antes de salir, no se tragaba su excusa de que quería protegerlo, ellas sólo estaban mirando por sí mismas sin importarles entregarlo a un desconocido, sintió tanto asco de su falsa preocupación y amabilidad, que salió al jardín a tomar un poco de aire. Su pecho subía y bajaba profundamente, recargó la cabeza en la pared y miró al cielo, estaba oscureciendo, tragó en seco dejando que las lágrimas recorrieran sus mejillas de forma lenta y tortuosa, sólo tenía que esperar un poco más, no podía quedarse, debía salir y rescatar a Hoseok. Dejó que el odio y el rencor se apoderarán de sus miedos y le dieran el coraje para salir adelante y luchar, motivando su espíritu con la esperanza de un mejor mañana. Todo acabaría pronto.













Las horas pasaban con lentitud, fue la peor noche de su vida y el día más largo, en la casa todos estaban preparándose para la luna roja, podía ver el miedo en sus ojos, nunca le quedó realmente clara la razón, sólo sabía que se debía a una vieja leyenda, había mucho a lo que los habitantes de Las Cumbres le temían, muchos de esos miedos eran alimentados por las acciones de la realeza, era como si ellos quisieran mantener a su pueblo sumido en el terror para poder controlarlos a su beneficio.

Las ventanas fueron tapadas con tablas delgadas, y las puertas cerradas con candados, Kadet sabía que salir de ahí sería bastante complicado, por no decir imposible. Estaba caminando por los pasillos, pensando en lo que tendría que hacer, hace unos días Kian le dió a Clara un traje de soldados que usaban en la tercera isla, era muy parecido al de Thorkell, sólo tenía que usarlo para poder camuflarse.

Se detuvo frente a una de las puertas de madera oscura, jamás había estado ahí, pero, atrapado en la ansiedad y en la curiosidad, se acercó para abrir, no esperaba que la puerta estuviera abierta, se sorprendió de ello, entró y el aroma a cuero, característico de Zoltan lo inundó de inmediato. Miró alrededor, era una habitación amplia, con muebles oscuros y sin muchas cosas alrededor. Era sobrio y sombrío, parecía que no fue usada en mucho tiempo. Mordió su labio inferior caminando alrededor, no buscaba nada en específico, sólo estaba ahí como una forma de obligarse a sí mismo a un último empujón.

Zoltan sabía demasiado, era el hombre de confianza del príncipe, algo ahí podría ayudarlos, eso fue lo que lo motivó a buscar en los cajones, lo hizo con cuidado para no hacer ruido innecesario. Había ropa, algunas cosas sin sentido, además de joyas y varias hojas que no decían nada importante, bufó, y miró el último cajón en la cómoda, ahí había un libro enredado en cuero oscuro, quitó con cuidado el lazo y lo abrió, leyó un poco dándose cuenta que se trataba de una especie de diario. Elevó una ceja y lo guardó, se levantó para salir de ahí, porque si alguien lo veía no podría explicar qué estaba haciendo ahí sin permiso, estaba por salir cuando en la pared miró las dagas y espadas que estaban colgadas, se acercó con una mueca al ver la daga de la misericordia, la misma que él le había dado después de su caída por el acantilado, la que Hoseok le ayudó a comprar. La observó fijamente, alargando la mano para tocar el mango de madera forrada con cuero negro y detalles en dorado, lucía imponente, en la hoja estaba grabado el nombre de Choi Zoltan era casi imperceptible para alguien que no la veía con cuidado.

Aunque no había pasado mucho tiempo desde ese día donde le dió la daga, Kadet ya no se sentía el mismo, era extraño, porque ahora no sabía quién era, la persona que fue hace meses se había ido y dejó aquellos sentimientos y pensamientos que no conocía, había una enorme confusión, ¿Quién era el realidad? ¿Por qué se sentía de esa forma? Y más importante aún ¿Volvería a ser quien fue antes de llegar a Las Cumbres? Aún tenía muchas preguntas que necesitaban respuestas y la única persona que podía dárselas era Hoseok. Recordó ese momento dónde le dió el regalo a Zoltan y su interior se estrujó con una fea sensación.

—Mi señor—dijo Clara entrando a su habitación—. Han traído esto, es la daga que compró para el señor Choi.

Asintió, se levantó y dejó a SungChan en su cuna, estaba profundamente dormido. Se acercó a ella y tomó la caja de madera, la abrió e hizo a un lado la tela de terciopelo, ahí, estaba aquella daga, la miró fijamente, recordando al general que le ayudó a elegirla, sonrió a medias envolviendola de nuevo.

—Espero que le guste.

—Yo creo que sí señor, es un guerrero a ellos les gusta tener ese tipo de cosas. Es algo que no entiendo.

Kadet se encogió de hombros. —Yo tampoco, es tarde, deberías ir a descansar.

—¿Necesita algo más? ¿Quiere té o leche caliente para descansar?

—No, ve a descansar, yo también lo haré.

Clara lo miró con una sonrisa ligera, algo dentro de él le decía que ella no quería dejarlo a solas, aunque no hablaron de lo sucedido aquella noche donde tuvo el accidente en el acantilado, era claro que ella no creía que hubiese sido algo accidental, ella sabía que él quiso saltar, aún así, agradeció que no le hiciera preguntas y saliera de la habitación. Kadet se quedó un rato más despierto, estaba pensando en muchas cosas, su mente no paraba, últimamente sus pensamientos eran inundados con la imagen del general Jung, cosa que le causaba mucho pesar y curiosidad, ¿Quien era ese hombre? Y ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? Era extraño, trató de dejar ese tema por la paz, tendría que mantenerse alejado por su bien.

Estaba por apagar las velas cuando escuchó la puerta abrirse, se tensó y cubrió con las mantas al tiempo que veía a Zoltan entrar. Acababa de llegar, era claro por su vestimenta. Mantuvo las manos apretadas en la manta.

—Creí que estabas durmiendo.

Ammn estaba por hacerlo. ¿Acaba de llegar?

—Sí, fue un día largo, ¿Cómo está el bebé? —preguntó mientras se acerca a la cuna, Kadet apretó más las manos, por alguna razón había desarrollado una incomodidad porque Zoltan se acercará a su bebé, aunque era su padre, no confiaba en él.

—Ha dormido mucho últimamente, Clara dice que es porque está creciendo.

—Mmm entiendo—dijo sólo mirando al bebé. Estaba por cargarlo, así que Kadet lo interrumpió.

—Hoy llegó algo que quiero entregarle—se levantó de la cama y tomó la caja de madera oscura que estaba en su tocador.

Zoltan se había alejado de la cuna y caminó a su encuentro, Kadet le tendió la caja y espero un poco nervioso, nunca le había hecho un regalo, así que no sabía si le gustaría, Zoltan dejó la caja en el tocador y la abrió, cuando miró la daga elevó una ceja, la tomó en sus manos y miró la hoja con cuidado.

—¿Cómo conseguiste esto? —preguntó con un poco de seriedad.

—El día que me dijo que fuera al pueblo y consiguiera algo para mí, entre a la armería y la ví, la verdad es que no sé nada de armas, pero el dueño de la tienda me dijo que era una daga misericordiosa, le pedí que la grabarán con su nombre y apenas la entregaron está noche.

Zoltan asintió, sin dejar de mirar la hoja filosa.

—¿Por qué buscar algo para mí? Te pedí que comprarás algo para ti.

Kadet mordió su labio inferior. —Pensé en hacerlo, pero, no hay muchos lugares a los que pueda ir, la gente se incomoda con mi presencia...¿No le gusta?

Zoltan sonrió a medias antes de acercarse a él y mirarlo.

—Gracias por el regalo, me ha gustado, es una muy buena elección ¿Sabes para que se usa?

—Mmm no—susurró, no podía decirle que alguien se lo había explicado, eso traería muchas más dudas y preguntas.

Le dicen la misericordiosa o quitapenas—explicó mientras tocaba con el dedo la punta—. Se usa para dar un buen final a aquellos que están sufriendo, quienes agonizan—lo miró fijamente, Kadet se quedó quieto en su lugar, la forma en la que hablaba era extraña, alargó su mano para posicionarla en su hombro, sus dedos tocaban la piel expuesta de su cuello, el agarre era firme, lo mantenía en su lugar, acercó su rostro a su cara, podía sentir su aliento caliente en sus labios, Kadet se quedó en blanco, pero, su cuerpo se tensó al sentir la punta de la daga en su mejilla, Zoltan la bajo por su rostro, de forma delicada, apenas lo tocaba, la frialdar le hizo temblar ligeramente—. Hay hombres que caen en batalla y piden a sus propios compañeros o incluso a sus enemigos usarla para acabar con su agoníabajó la punta por su cuello, deteniendose en su clavícula, repaso su contorno y después, la llevó a su hombro, Kadet no podía apartar la vista de sus ojos, un mal movimiento y saldría lastimado—. Aunque, a veces, había guerreros que a pesar de vivir una enorme agonía, no la usaban, no suplicaban por ella. Me recuerda a alguien...te veo y....es increíble lo que puede vivir dentro de una persona, esa dualidad extraña.

Con la hoja bajo por su hombro la manga del camisón, contuvo la respiración, cuando la tela cedio, mostrando su hombro, parte de su brazo y sobre todo su pecho desnudo. Zoltan bajo la mirada y sonrió a medias, regresó la punta hasta su pecho, dejándola sobre su pezón que se erizo.

—Jamás he usado una daga como está, la primera vez que intenté usar una de estas, fue para acabar con la agonía de alguien que había sufrido demasiado, estaba agonizando, mirando hacia el cielo, ya no hablaba debido al shock del dolor, pero, cuando puse la punta en su pecho para acabar con su suplicó, con las últimas fuerzas de su cuerpo, tomó mi muñeca y lo impidió, entonces me miró a los ojos, me sorprendió que a pesar de todo aún hubiera algo de ferocidad y voluntad, no quería morir a pesar de que estaba sufriendo, decidió seguir agonizando a terminar su vida de la manera más fácil. Es una mirada que nunca podré olvidar.

Kadet tragó en seco, no entendía por qué Zoltan le estaba diciendo eso ¿Quería asustarlo?  La mano que estaba en su cuello se deslizó como lava ardiente a la otra manga de su camisón, él no pudo moverse, estaba petrificado, la bajo, dejando su torso desnudo, el camisón se detuvo en su cintura. Zoltan lo observó fijamente mientras bajaba la punta por el centro de su pecho, su estómago tembló ligeramente por su respiración, la dejó en su vientre.

—He querido volver a ver esa mirada, me heló, a veces la recuerdo y mi cuerpo se estremece, ahora, en sus ojos ya no queda esa ferocidad, sino algo más profundo, y creo que he caído bajo, porque no tengo intención de apartarme.

No estaba entendiendo nada. Zoltan dejó la daga en el tocador, sin alejarse demasiado, la hoja fue intercambiada por sus dedos, su toque se sentía frío, subió lentamente hasta la cicatriz en su costado, la cual acarició ligeramente. Kadet cerró los ojos, extrañado e intranquilo, entonces sintió sus labios sobre los suyos, en un beso insistente y demandante, lo abrazó, dejando la palma de su mano fría en su espalda baja, para acercarlo a su cuerpo, sintió la textura de su traje en su piel desnuda, Zoltan aprovecho su sorpresa para seguir besándolo. Apretó sus dedos en su cadera, algo que le dejaría marca, Kadet estaba confundido, su cuerpo se sentía extraño, era una combinación entre placer y miedo.

Zoltan se alejó cuando le faltaba el aliento, Kadet abrió los ojos, su cuerpo entero temblaba, lo miró tomar el regalo e irse de ahí, dejándolo con una sensación amarga en el estómago, de inmediato se cubrió de nuevo y entro en la cama, abrazando su cuerpo con fuerza.

Era un recuerdo amargo, aún podía sentir esas sensaciones en su cuerpo, ahora podría llegar a entender las palabras de Zoltan, algo dentro de él le decía que habría estado hablando de él, miró la daga con desprecio antes de tomarla también y salir de la habitación. Ya no podía estar ahí, no quería volver a sentirse vulnerable y usado. Entró a su habitación, dejando las cosas en la cama, haría una pequeña mochila donde metería cosas importantes, tenía un plan que armó con la ayuda de Clara.

Se sentó frente al espejo, estaba por anochecer, Clara entró después de unos minutos dónde él permaneció mirándose sin hacer nada, ella le sonrió a medias, se posicionó detrás de él y apretó sus hombros.

—Ya está todo listo mi señor.

—¿Lo tienes?

—Sí, lo guardé en el fondo de su closet.

Ella camino hacia el gran closet y sacó de ahí un saco de papas, lo puso sobre la cama y abrió para extraer el traje de soldado que Dion le había conseguido, que era el mismo que usaban los soldados de la tercera isla, también sacó, con mucho cuidado la espada que Hoseok le había dado esa noche.

—Me preocupa que tenga que usar esta cosa.

—Era de Xiumin o... mía....no lo sé.

—¿Tiene miedo?

—Sí, estoy aterrado, pero, no tengo otra opción, necesito que me ayudes a algo.

Clara se acercó de nuevo a él, le sonrió a través del espejo, Kadet tomó aire antes de sacar de uno de los cajones unas tijeras de hierro, las puso sobre la madera y desató la larga trenza de su cabello, era muy largo, llegaba hasta la mitad de sus glúteos, Zoltan le había prohibido recortarlo un poco, la mayoría de las mujeres en Las Cumbres lo llevaban de esa manera, era una muestra de estatus, algo que él ya no necesitaba. Clara lo miró con tristeza.

—Su cabello es hermoso ¿Está seguro de esto?

—Sí, necesito pasar desapercibido, además, no es como si fuera algo importante, por mucho tiempo creí que si me adaptaba a todo lo que querían de mí encontraría paz, pero ambas sabemos que nunca sería así. Quiero hacerlo, no soy Kadet, no soy Minseok, no sé quién soy, pero estoy seguro que tengo que hacer esto.

Clara asintió antes de darle una ligera sonrisa, tocó con cuidado su cabello y volvió a atarlo en una coleta en su nuca, tomó un poco de aire antes de empezar a cortar, Kadet lo sintió, y aunque haya dicho que no era nada, hubo una extraña incomodidad en su pecho, algo que lo hacía reafirmar la pregunta que durante días rondaba por su mente ¿Quien era en realidad? No tenía idea de la persona que era verdaderamente, vivió como el doncel de un general que lo odiaba, para después darse cuenta que no era así, que su patética vida fue una mentira creada por crueldad, ahora sabía que tenía mucho más, no dejaba de pensar en Hoseok, y en Yuna, si él era Xiumin, eso quería decir que había dejado a su hija por años una niña que no conocía. Era confuso y sólo quería llorar en su cama, pero era imposible.

Algunas lágrimas se derramaron por sus mejillas, Clara estaba trabajando en su cabello, había un par de mechones que llegaban a su mejilla, enmarcando su rostro, su cabello terminó al largo de su nuca, casi al inicio de su espalda, ella lo ató como los guerreros lo hacían, con un listón de cuero oscuro, se sentía demasiado ligero, ella le mostró el largo cabello que había cortado.

—Es hora.

No había tiempo para la melancolía, Kadet se levantó, y se despojó de su ropa para cambiarse rápidamente, Clara lo observaba y cuando llegó el momento de ponerse las botas lo ayudó. Enfundó la espada en su cintura y guardo la daga a su lado también, un poco más oculta, poco después se dió cuenta que Clara no dejaba de mirarlo.

—¿Qué pasa? —preguntó confundido.

Ella señaló el espejo de cuerpo completo, Kadet se volvió para mirarse y lo que vio lo dejó sin aliento, era su rostro, pero, no lucía igual, era muy diferente ahora, apretó la mandíbula y se volvió rápidamente.

—¿Recuerdas lo que tienes que hacer y dónde esperar?

—Sí, lo recuerdo, tiene que irse, Kian debe estar esperándolo en el bosque.

Asintió, le sonrió, antes de acercarse a SungChan y besar su mejilla. Si algo salía mal, sería la última vez que pudiera verlo.

—Mi señor, tenga mucho cuidado, recuerde al bebé.

—Sí, lo haré, Clara, gracias por todo lo que has hecho por mí.

—Oh no mi señor, no debe agradecer nada, por favor, cuide bien de usted.

—Nos vemos en un rato—suspiró saliendo de la habitación, Clara había despejado la puerta trasera por lo que se encaminó hacia allí rápidamente, la mayoría de las personas en la casa debían estar encerrados en sus habitaciones.

Abrió la puerta y miró alrededor, la luna aún no cambiaba, sólo quedaba la frialdad y el silencio de la noche. Caminó mirando alrededor hacia el bosque, era el mismo camino que había recorrido con anterioridad, sólo que en ese momento se sentía muy diferente. Buscó a Kian, quien lo llevaría al territorio de los rebeldes, en dónde la ayuda llegaría. Esperaba que sus instrucciones hubieran sido lo suficientemente buenas, estaba nervioso y ansioso.

—Kadet—dijo Kian acercándose a él, venía a caballo, por lo que sólo alargó la mano para ayudarlo a subir a su espalda. Dudo unos momentos, jamás había cabalgado, o al menos no recordaba haberlo hecho—. Iré con cuidado, tenemos tiempo.

Asintió inseguro, alergo la mano y dejó que Kian lo levantará y tomara su cintura para dejarlo frente a él, lo abrazó con sus brazos y arrreó al caballo para que emprendiera el camino a través del bosque.

—Te ves...diferente—dijo cerca de su cuello.

—Ese era el plan ¿No?

—Lo es, a partir de este momento las cosas podrían complicarse, por favor, no hagas nada heroico ni valiente, mantente cerca de mí.

A medida que avanzaban por el bosque, se dió cuenta de la realidad, de las cosas que harían esa noche y el peligro en el que se metían, no le importaba morir, por alguna razón, no sentía que estaba haciendo lo incorrecto, sin embargo, podría hacer una diferencia, luchar en verdad por algo que estaba más allá de él. Kian conocía bien los atajos, así que estuvieron cerca de las inmediaciones de Los Álamos, en dónde esperarían la ayuda y de no llegar, actuarían por sus medios. Kadet soportó el movimiento del caballo lo suficiente, pero, estaba mareado.

—Quiero vomitar—dijo con un jadeo de desespero.

Su bebé era tan pequeño y casi no le daba problemas que por un momento se había olvidado de él por lo inundaba que estaba su mente.

—¿Estás seguro? No tardaremos mucho en llegar. ¿Puedes esperar?

—No—susurró ahogado.

Kian detuvo el caballo y bajo en un movimiento hábil, lo tomó de la cintura y lo bajo con cuidado, alejándose un poco por si terminaba vomitandolo encima. El mareo era horrible, se sostuvo de un árbol antes de agachar la cabeza y vomitar todo el contenido de su estómago.

—Vaya eso es duro, ¿Nunca habías subido a un caballo o....?

Tras detener su pregunta, Kadet lo miró de reojo, Kian le observaba con curiosidad, le tendió un pañuelo con el que limpió su boca después de tomarlo. Recargó la espalda en el árbol aún sintiendo el escalofrío en todo su cuerpo.

—Dime que es de Jung, creo que has sufrido lo suficiente al tener un hijo de Zoltan, dos sería un terror.

—No te preocupes, no alargue el linaje de Zoltan si es a lo que te refieres.

—Eso es bueno, espera aquí, iré por los demás, desde aquí podemos seguir uno de los caminos, no estamos lejos, no te muevas de aquí.

—Bien—asintió. Podía escuchar ruido alrededor, era obvio que estaban cerca de un campamento.

Lamentablemente para él, su estómago no estaba lo suficientemente vacío, volvió a agacharse para vomitar, sosteniéndose firme del árbol, ¿Cómo se supone que haría todo lo planeado si no podía controlar sus nauseas?

—Bebé, tenemos que salvar a papá, por favor, ten piedad.

El vello de su cuerpo se erizo y creyó que fue por un mareo, pero no era así, podía sentir algo detrás de él, aunque no hubo más ruido que el de una espada siendo desenfundada. Apretó la palma en el árbol, y se dió vuelta lentamente, frente a él no estaba Kian, mucho menos los miembros de la rebelión, era soldados cuyos uniformes nunca antes había visto. Eran demasiados, pegó su espalda al árbol y soltó el aire lentamente.

—¿Tu nombre? —dijo el hombre que iba a la cabeza, quien también lo apuntaba con una espada en el pecho, a una distancia suficiente para enterrarla si hacía algo mal, era pálido, con el cabello tan negro como la noche y sus ojos tan duros y fríos que le atemorizaron—. Responde.

—Soy...Kadet—susurró—. Yo....

El hombre le miró ladeando la cabeza.

—¿Choi Kadet? ¿El doncel?

—S...sí.

—Pruebalo.

—El...el gorrión del bosque....canta bajo la lluvia.

El hombre tras escuchar la frase que ellos habían usado y que también agregó a la carta, volvió a guardar su espada al igual que sus hombres.

—Soy Min Yoongi, rey de RyuuMoon.

—Oh, alteza—hizo una reverencia—. Le ofrezco una disculpa.

—No digas eso, levanta la cabeza.

Kadet lo volvió a mirar, ahora Min lucía menos atemorizante.

—El rey del Norte también está aquí, pero, llegaron antes, el plan fue que él iría entre las montañas, nosotros lo haremos por el atajo que nos dijiste.

En ese momento Kian con los miembros de la rebelión llegaron, todos hicieron una reverencia a Min, con quién intercambiaron algunas palabras y explicaciones. En menos de lo que pensó estaban movillzandose por el bosque para llegar a la tercera isla. Estaba por oscurecerse, miró hacia el cielo para observar como la luna estaba tintandose poco a poco de rojo, casi cae por su distracción de no ser por la mano de Min que tomó su brazo y lo estabilizó, le sonrió como agradecimiento y disculpa.

—Gracias.

Min asintió, estaba a su lado, algo que lo ponía muy nervioso, sin embargo, trataba de respirar con profundidad, no quería volver a vomitar.

—Luces más pálido que yo, ¿Estás enfermo?

—Algo así—susurró con una mueca—. Estoy en estado, así que, me siento un poco mareado.

—Entiendo, ¿Por qué estás aquí?

—No podría estar en otra parte.

—La gente a veces subestima a las mujeres y donceles, pero, son más fuertes de lo que cualquiera podría pensar. El plan que hiciste fue increíble y meticuloso, me ha sorprendido.

Kadet sonrió apenado, jamás había recibido un halago de esa forma, mucho menos tomando en cuenta que para la mayoría de las personas que conocía, los donceles eran nada.

—Lo único que me importa es salvar a su alteza Kim y al guerrero Jung.

—Bueno, eso déjalo a nosotros, estaremos lejos de aquí muy pronto.

Esperaba que sus palabras fueran ciertas. Tenían que cruzar una gran extensión de bosque, a esas alturas los revuelos en el pueblo y el puerto estaban por comenzar, tenían el tiempo medido, pero un buen panorama. Había una descarga de adrenalina entre todos ellos, Kadet esperaba un milagro, y rezo por ello, jamás lo hacía, porque no sentía que tenía derecho a ser escuchado, pero, ahora que estaba en momentos críticos, necesitaba toda la ayuda posible. Miraron a lo lejos Las Cumbres de la tercera isla y contuvieron la respiración.

—Es hora—dijo Min con seriedad.

Avanzaron un poco más, Kian, quien sabía cómo adentrarse en el laberinto interno de la fortaleza, los guío hacia la vieja entrada de las catacumbas, le habían explicado que originalmente era la construcción de un nuevo castillo, pero, que decidieron usarlo para algo más. Las grandes rejillas estaban destrozadas por el deshuso, había un aroma asqueroso emanando de ellas. Cubrió su boca, Min se acercó a él y sin preguntarle puso un paño que cubria su nariz y su boca, el cual amarro en su nuca. Lo miró con agradecimiento.

El plan estaba dividido en tres partes igual de importantes, uno de los grupos se encargaría de las distracciones, llamarían la atención para que una buena parte de los soldados estuvieran ahí, el segundo grupo entraría por las montañas, atacarían por el frente en la isla, eliminarían a la mayoría de los soldados y abrirían las primeras prisiones, en dónde Namjoon se encontraba y el tercer grupo, iría por debajo, entrando a los sótanos para liberal a Hoseok a quien estaban torturando para hacerlo hablar.

Se movilizaron, la humedad y el olor eran horribles, tuvo algunas arcadas, pero no se detuvo, no podía, trató de pensar en Hoseok y eso fue suficiente para hacerlo continuar. Kian los guiaba, no podían ver nada por la oscuridad, tampoco podían prender antorchas para no alertarlos de su presencia. Una vez que cruzaron el largo pasillo, bajaron unos escalones de piedra húmeda que iban en forma de caracol hacia el abismo. Min tomó su brazo para ayudarlo a mantener el paso sin accidentes. Una vez que el tramo de las escaleras terminó, llegaron a un espacio amplio que tenía dos entradas.

—Debemos dividirnos—dijo Min, dando una indicación a sus hombres.

Parte del ejército de RyuuMoon y de los rebeldes fueron por el camino de la derecha, ellos fueron a la izquierda. Los pasillos estaban ya pobremente iluminados por antorchas que estaban consumiendose lentamente. Kadet parpadeo perplejo mientras cruzaban ese camino, algo dentro de él se sentía extraño, como si ya hubiese estado ahí. Ese camino los llevo a una gran celda, miraron algunos soldados, Min lo hizo a un lado mientras empezaban a pelear, él sacó la espada aunque no estaba realmente seguro de como usarla. Kian lo mantuvo a su lado mientras los hombres de RyuuMoon se encargaban de los guardias. Tal y como lo pensaron, no había mucha vigilancia.

Min se acercó a uno de los hombres en el suelo y le quitó unas llaves, con las que abrió los candados en los barrotes, Kadet trataba de mirar sobre el hombre de Kian, pero no lograba ver nada en realidad ya que la celda se mantenía en la penumbra. Min entró junto a otro de sus soldados, hubo un poco de revuelo, y voces. Kadet sudaba frío, ¿Y si Hoseok no estaba ahí? Las náuseas volvieron. Pero, cuando vio que Min salía con alguien agarrado en su hombro, toda duda y miedo se esfumó.

—¡Hoseok! —gritó sin pensarlo, salió de la custodia de Kian y se acercó a él.

Hoseok levantó el rostro y miró a todas partes, hasta que lo vio, soltó un suspiro y como pudo se alejó de Min, Kadet llegó a él, abrazando su cuerpo con una gran ansiedad y necesidad.  Hoseok casi cae de espaldas, pero, se mantuvo fuerte después de un segundo, lo sostuvo con fuerza, besando su cabeza. Las lágrimas no tardaron en salir de sus ojos, sollozaba en su cuello, al fin podría verlo, estaba bien, con vida, por fin las noches de insomnio y de llanto cobraron sentido.

—¿Qué haces aquí? —dijo con voz ronca, estaba débil. Su cuerpo era más delgado, Kadet se separó de él y tomó sus mejillas ahuecadas por la falta de comida y agua. Hoseok elevó una mano para bajar el cubrebocas y mirarlo mejor, sus ojos brillaron y sonrió.

—Dios mío, estás con vida—sonrió con lágrimas.

Hoseok era un desastre, su cabello hasta los hombros estaba hecho una maraña, había barba de días y suciedad, su ropa estaba rasgada y había morenotes y sangre seca.

—¿Por qué no estás fuera de aquí? —preguntó confundido.

—Sé que es un momento emotivo—interrumpió Min con una sonrisa contenida—. Pero, tenemos que avanzar, Jungkook ya debe estar arriba. Vamos.

Hoseok miró a Yoongi por unos momentos antes de asentir. Kadet paso su brazo por sus hombros y lo ayudó a caminar, aunque sospechaba que Hoseok, estaba haciendo un gran esfuerzo para no apoyarse en él. Cojeaba, y tomaba su estómago, estaba herido y eso le preocupaba demasiado.

—Tuviste que irte.

—¿Y dejarte? —susurró en voz baja—. No, jamás haría eso.

—¿Por qué no aprendes de una vez? —soltó con un suspiro cansado, no parecía molesto, pero si frustrado.

—No creo que alguna vez lo haga, tendrás que vivir con eso.

Hoseok beso su cabello. —Vivire con eso toda mi vida.

El tiempo avanzaba muy rápido, llegaron de nuevo al separador y entraron al pasillo derecho que los llevaba a otras celdas y a unas escaleras que subían a la superficie. Avanzar fue más lento y difícil, ya que Hoseok no podía moverse mucho, pero, llegaron a las escaleras con la adrenalina corriendo, pasaron algunos cuerpos sin vida, el camino estaba despejado.

—Deben estar listos, una vez arriba la pelea empieza—ordenó Min Yoongi con una ferocidad que estremeció su cuerpo.

Hoseok rio por lo bajo. Subieron lentamente, estaban atrás de los demás, lo que daba oportunidad de ir al ritmo de Hoseok. Kadet sentía la adrenalina en la boca de su estómago, no sabía que esperar cuando subieran. Poco a poco se acercaban a la luz, Hoseok se separó de él y alargó la mano hacia Min Yoongi quien le tendió una espada.

—No puedes pelear—susurró con temor.

—La adrenalina hace cosas increíbles al cuerpo amor, no te preocupes, esto no es nada.

Supo a lo que se refería cuando llegaron arriba, era un caos, había hombres peleando hasta la muerte, Hoseok lo dejo a sus espaldas mientras miraba alrededor.

—Cúbreme—le dijo a Min quien asintió atacando a un soldado que iba hacia ellos. Se volvió hacia Kadet y tomó su hombro con fuerza—. Escucha, quiero que corras lejos de aquí, trae a SungChan, nos iremos.

—Todo está preparado, los barcos están cerca de Los Alamos—asintió.

La luna estaba roja, pero aún a pesar de la poca luz, pudo ver los ojos de Hoseok que lo observaban con una admiración tan grande.

—Te amo, por favor, regresa pronto.

—¡General Jung! —miro sobre el hombro de Hoseok.

Thorkell se acercaba a ellos, junto a Dion. Hoseok se volvió y tomó su mano.

—Vayan con Kadet, cuiden de él.

Todo fue demasiado rápido, Thorkell tomó su mano al  tiempo que veía como Hoseok atacaba a otro. Miró alrededor, era petrificante, espadas golpeándose, hombres cayendo, le pareció mirar a lo lejos a Namjoon peleando lado a lado con un alto pelinegro que gruñía con fuerza al pelear. Thorkell lo sacó de ahí, tan rápido como pudo. Llegaron al mismo camino de siempre y subieron a una balsa. Dion estaba ahí, mirando alrededor.

—Kadet—Thorkell tomó sus mejillas con fuerza—. Escucha, tienes que salir del shock. ¿Dónde esta Clara?

—Cerca del bosque en la línea divisora.

—Bien, tranquilo, lo haremos bien y saldrás de aquí.

Hubo algunas caricias en sus mejillas, Thorkell no dejaba de mirarlo con cariño y anhelo, lo que hizo que sus lágrimas de derramaran, todo estaba pasando muy rápido.

—Te...tengo miedo...

—No, no dejaremos que nada malo te pase, iremos por tu hijo y saldrás de aquí, no perteneces a este lugar Kadet, por favor, no vuelvas jamás.

Cerró los ojos y sintió un enorme peso en su pecho, cuando llegaron a la otra orilla, bajaron rápidamente, Thorkell no soltaba su mano mientras que Dion los seguía de cerca, tenían el tiempo medido, así que debían apurarse, sus piernas ardían de tanto correr. Casi tropieza, pero, Thorkell lo sostuvo con fuerza. El camino desde el río a la línea de división de ambas islas no era muy largo, sólo tenían que tomar la ruta que los llevaría al antiguo puente olvidado, después de eso llegarían a la playa, unos metros más y estarían los barcos.

Casi se ahoga con su propia respiración, pero se detuvo y tomó aire cuando Clara apareció. Ella se acercó, y le sonrió.

—¡Mi señor!

—No tenemos tiempo—dijo Dion mirando alrededor.

Clara asintió, le dió al bebé a Thorkell quien lo recibió con cuidado, al tiempo que se acercaba a Kadet, que intentaba recuperar el aire, le colocó la mochila que habían preparado antes y el fular dónde puso al bebé, Kadet lo abrazó a su pecho y sonrió.

—Ven conmigo Clara.

—No—lo miró con lágrimas en los ojos—. Mi familia está aquí y la suya está allá, fue un placer haber trabajado con usted. Vaya, sea feliz, lo merece.

Kadet la abrazó y la sonrió antes de dejar que Dion tomara su mano para emprender camino. Miró a Clara y le sonrió en grande, ella salió corriendo de regreso a la casa Choi. No sabía si tendría problemas cuando se dieran cuenta que no estaba, esperaba que no fuera así, lo deseaba en verdad. Cruzaron con cuidado el viejo puente, estaban por llegar a Los Álamos. Había pasado un buen tiempo, no sabía si la pelea estaba terminada o no, pero, la luna roja estaba por terminar y ellos no podían esperar más. A esas alturas ya los guardias y soldados estaban en la tercera isla. La idea era que los rebeldes se quedarán a pelear junto a los esclavos, así Namjoon, Hoseok y sus aliados saldrían hacia el barco. ¿Funcionaria? No lo sabía, pero lo esperaba.

Estaba a nada de llegar, podía escuchar el movimiento detrás de la hierba, cuando un par de soldados de Las Cumbres les cerraron el camino. Dion lo puso detrás de él.

—Mira, te dije que fue buena idea el atajo—rio uno de los guardias—. No saldrán de aquí.

Tanto Dion como Thorkell se enfrentaron a esos guardias, Kadet se quedó atrás, protegiendo con sus brazos a SungChan, miraba con horror como ambos luchaban, pero, era claro que la diferencia de poder era mayor. Dion en un arranque de buena suerte tiro al piso a su contrincante, dónde le dió la muerte, pero Thorkell tuvo muchos más problemas, cuando Dion estaba corriendo a ayudarlo, aquella espada atravesó su pecho.

—¡Noooo! —gritó corriendo hacia Thorkell que estaba tirado en el suelo, con un hijo de sangre en su boca.

Tomó sus mejillas y lo miró con dolor.

—Por favor no, no mueras, voy a buscar ayuda y...

Thorkell tomó su mano y negó.

—Vete, tienes que irte ya.

—No puedo—sollozo—. Esto es mi culpa.

—No—susurró sin dejar de mirarlo—. No tienes idea de lo feliz que seré si sales de aquí. Te mentí—su voz sonaba más débil—. Yo sabía que no eras de aquí, estuve en el barco cuando te llevaron—sollozo—. Me rogaste que te dejara libre y te ayudará....pero...no supe...no puede....y me arrepiento....perdóname....me...enamoré de ti....y eso sólo me ha hecho querer....ayudar...te a ir...por favor....sal de aquí.....te lo pido.....

Kadet sintió su corazón romperse, recordó lo mucho que Thorkell lo había ayudado y como trataba de cuidarlo, podría culparlo por no ayudarlo antes, pero jamás pudieran haberlo logrado. Acarició su mejilla.

—Me ayudaste más de lo que piensas. No sientas culpa, te quiero Thorkell. Te perdono.

Thorkell le sonrió sin dejar de llorar, Dion llegó a su lado y tomó la mano de su amigo. Kadet no dudo en acercarse y darle un beso en los labios, cuando se alejó Thorkell había cerrado los ojos dejándolo con un dolor atroz en su pecho. Dion gruñó.

—Corre Kadet, tienes que irte ya, vete ¡Ahora!

Kadet se levantó no sin antes ver por última vez el rostro de Thorkell, sollozo al tiempo que corría hacia la playa, sentía que no llegaría el sonido del revuelo estaba terminandose.  Miró a lo lejos los barcos zarpado y casi cae de rodillas al darse cuenta que se alejaban, corrió con fuerza, pero se detuvo sus lágrimas nublaban su visión.

—¡Kadet!

El llamado de Namjoon lo hizo mirar hacia el frente, aún había un barco que no se movía, volvió a correr con sus últimas fuerzas, estaba tan cansado, SungChan lloraba por el movimiento, al llegar, Namjoon tomó su brazo y lo ayudó a subir por la rampa de madera, dónde Hoseok lo recibió. El barco estaba en movimiento para zarpar, Hoseok lo miró.

—¿De dónde es esa sangre? —susurró contrariado.

De inmediato comenzó a palpar su cuerpo, quitando el fular que mantenía a SungChan sujeto en su pecho, miró al bebé que lloraba desconsolado, y se lo dió a Yoongi quien lo tomó y reviso.

—¡Kadet! ¿De dónde es la sangre?

No pudo contestar, a esas alturas tenía a cuatro pares de ojos mirándolo, Hoseok acarició su hombro, pero, fue Namjoon quien se acercó y lo miró fijamente.

—¿Dónde esta Thorkell? Él iba a venir contigo.

Sollozó con fuerza, negó mirando a Namjoon quien apretó la mandíbula y lo atrajo a su cuerpo para abrazarlo, con las piernas temblando por todo el movimiento cayó de rodillas, Namjoon lo hizo también, ambos derramando lágrimas de dolor, angustia y cansancio.

—Prometo que voy a vengar su muerte, te juro que los haré pagar por todo lo que nos hicieron—sollozo en su cuello, pero, Kadet no pudo responder.

Fue un largo rato, dónde lloraron, aunque nadie podía comprender la razón por la cual era imposible dejar de llorar, Hoseok se acercó para tocar sus hombros y dar un apretón.

—Miren allá—les dijo cuando el llanto disminuyó.

Tanto Namjoon como Kadet miraron hacia donde Hoseok señalaba, se habían alejado de la isla y ahora podían ver a Las Cumbres más lejos. Kadet sonrió sin dejar de llorar.

—Han salido de Las Cumbres, acabó.













Aaasash por fin salieron. Me tarde mucho, por fin comenten, que eso me ayudaría un montón a mi motivación que últimamente está por los suelos.

Ya casi termina y estoy emocionada por qué lo lean.

Los amo mucho patos 🤍🤍

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