68
—Hoseok, debes recapacitar, no es un buen plan y lo sabes.
Hoseok tomó otro gran trago de alcohol, estaban en una taberna, Ken lo había convencido de ir después de que todos se fueron a dormir en el castillo, sabía muy bien por qué este quería hablar a solas con él, no era difícil adivinarlo. Sin embargo, no era una conversación que quisiera tener, porque ya había tomado una decisión y nadie le haría cambiar de parecer.
—Lo es, lo sabes también, no hay otra forma de entrar a Las Cumbres, es necesario Ken.
—Es peligroso y, además, ¿En verdad crees que puedes hacerlo?
—¿Por qué no podría?
—Por Xiumin, sé que, aunque nunca hables de él, y trates de llevar una vida normal, no estás bien y me preocupas, no quiero que sacrifiques todo por algo que tal vez no exista.
—No me queda nada Ken, no me importa lo que me pueda pasar, sonará estúpido, pero, prefiero que sea de esa manera, así, al menos si muero, podré volver a verlo.
—¿Y Yuna? ¿No crees que ella te necesite?
—Claro que lo va a hacer, pero, estoy tan cansado—dijo mirándolo a los ojos con el dolor aflorando de estos—. Tú no lo entiendes, no comprendes lo que es perder y amar, y volver a perder, pude hacerlo antes, pero ahora, estoy tan cansado, al menos, si lo hago bien, podré recuperar a Namjoon.
—¿De verdad crees que Namjoon sigue con vida? ¡Dios Hoseok! Tienes que aterrizar, tú y Jin tienen que hacerlo, nada garantiza que este con vida, bien podría ser una trampa.
—¿Y si no lo es? Tú debes aterrizar Ken—bufó—. ¿No será que tu amor por Jin está influyendo en tus decisiones?
—¿Estás hablando en serio? No creí que fueras tan estúpido.
—¡Pues lo soy! —dijo levantándose lleno de rabia.
Quiso golpearlo, estaba a punto de hacerlo, pero tomó lo poco que le quedaba de autocontrol y salió de ahí. no se reconocía, mientras caminaba de vuelta al catillo pensaba en su vida entera, en la mala suerte que había tenido, en ningún momento había mantenido esa felicidad que todo el mundo deseaba, para él, todo se le fue arrebatado, desde la más mínima cosa, se preguntaba ¿Era lo que merecía? Tal vez el haber seguido los pasos de su padre indudablemente había puesto una marca sobre su cabeza.
Tomar la decisión de ser la carnada no fue nada fácil, pensar en qué tendría que casarse de nuevo, tampoco, él no quería sobrepasar esa línea, deseaba mantenerse de esa forma, libre para seguir recordando al amor de su vida, pero, si no hacían algo, las pocas posibilidades que existían de traer de regreso a Namjoon, se esfumarían, ya no le quedaba nada más que un deber que cumplir. Pensaba en Yuna, en su hija, a quien había cuidado y amado por esos últimos años con diligencia, sabía que si algo le llegaba a pasar, Jin la cuidaría, no tenía dudas de eso, en su mente trastornada por el dolor eso era mejor que seguir creciendo con un padre roto.
Estaba realmente ebrio, se tambaleaba debido al alcohol, hace mucho que no bebía de esa forma, agradeció el hecho de que Yuna estuviera durmiendo con las hijas de Jin, no quería que lo viera así, tan destruido y delineado, entró de nuevo al castillo, lo hizo en silencio, era de madrugada y no quería despertar a nadie, se dirigió a sus aposentos, entró y se desplomó en una silla, frente a él estaban las botellas de licor que Yoongi había mandado como regalo, tomó una y la abrió, bebiendo de la boquilla, el liquido caliente raspó su garganta, cerró los ojos recargando la cabeza en el respaldo de la silla, ligeras lágrimas recorrían sus mejillas, fue un día duro, múltiples recuerdos llegaron a su mente, esos días serían los mas difíciles, puesto que se acercaba el cumpleaños de Xiumin.
No estaba en condiciones para hacer algo, no tenía cabeza siquiera para pensar en como resolver aquel problema tan grande que se avecinaba, su padre le decía que debía mantener sus emociones en control, que era necesario que supiera la forma de actuar en diferentes momentos, siempre con cabeza fría. Estaba fallando a todas sus enseñanzas.
Escuchó la puerta ser abierta, se volvió de inmediato, ni siquiera hizo ademán de sacar su espada y enfrentar al intruso, eso hablaba mucho de lo derrotado que se hallaba. Sus ojos se estrecharon, las velas estaban apagadas, pero la luz de la luna entraba por las grandes ventanas y por la entrada del balcón, se quedó ahí, mirando, esperando un movimiento.
—No deberías estar aquí.
Su voz sonaba más gélida de lo que había pensado. Karina hizo una mueca ligera, Hoseok la observó fijamente, llevaba una bata color miel larga que contrastaba perfectamente con su piel pálida y cabello oscuro y largo, que caía por sus hombros hasta sus caderas, sus ojos incluso parecían oro brillante a pesar de la poca luz.
—Deberías regresar, no creo que quieras estar aquí.
—¿Por qué piensas eso?
—Eres una princesa, no es bueno que estés vestida así en la habitación de un hombre. Podrían pensar mal.
—No me interesa—dijo acercándose.
Hoseok se le quedó mirando, hubo un silencio incómodo entre ellos, Karina suspiró, desabrochó los lazos de la bata y la dejó caer a sus pies, quedando expuesta, completamente desnuda frente a él, Hoseok la observó, tenía un cuerpo perfecto, uno por el que cualquier ser humano caería rendido, piel pálida, curvas perfectas, se levantó, yendo hacia ella, la miro a los ojos al tiempo que con sus manos tocó su cabello, haciéndolo hacia atrás, dejando sus pechos descubiertos.
—Eres hermosa, como una flor preciosa, pero, no puedo, lo he intentado muchas veces, pero, no he podido hacerlo, lo siento..
Karina bajó la mirada por unos momentos antes de tomar valor y volver a verlo a los ojos.
—¿Y si cierras los ojos e imaginas que soy él? No me importa si me llamas por su nombre, sólo...quiero volver a sentir.
Hoseok dudo unos momentos, no estaba bien, era triste lo que ella le pedía, no era justo, pero, su duda hizo que ella se acercará y lo besara, labios cálidos y suaves, tal vez era el alcohol, el dolor o el cansancio, que hizo que la tomara de su cintura y la acercará a su cuerpo, profundizando el beso, cerró los ojos y trató de recordar las veces que besaba a Xiumin, la sangre fue a partes específicas de su cuerpo, gruñó y la acaricio, llevándola a la cama, dónde la hizo suya, con cada caricia, cada beso, cada estocada, cada gemido en su oreja, en todo momento, en su mente sólo estaba Xiumin.
Fue un día largo, pudo sentirlo en cada espacio de su ser, en cada parte de su cuerpo, estaba cansado, completamente exhausto, sus extremidades dolían debido a todo el entrenamiento, se bañaba en el río, dónde nadie lo miraba y no es que tratarán de hacerlo, se sentía triste, melancólico y decepcionado. Su corazón dolía, como nunca antes, el amor no correspondido le estaba costando la vida, moría cada vez que era ignorado y tratado con desdén, trataba de ser paciente, pero, después de tres años, no creía que algo pudiera cambiar, al contrario, con el tiempo se estaba volviendo insoportable. Tal vez debería renunciar, debía dar un paso hacia atrás, irse de ahí, muy lejos, dónde el dolor no podría alcanzarlo, si dejaba de verlo, podría olvidarlo. Aunque, lo dudaba.
Era su cumpleaños, uno que nadie recordaba, no le gustaba decir cosas como esa, entrando en el ejercito los cumpleaños pasaban a último término, no importaban, debido a la naturaleza de su deber, al final del día, todos eran hombres, guerreros que se olvidaban de lo más básico, y estaba bien, nadie tenía por qué saberlo o tratarlo diferente debido a ello, sin embargo, había esperado que por lo menos Hoseok le dijera algo. Su relación no era como tal una relación, tan sólo se acostaban, él siempre lo buscaba y a veces parecía que era correspondido, pero después se daba la vuelta y lo ignoraba por completo, no lo entendía, se preguntaba qué es lo que le hacía falta para llegar a enamorarlo.
Salió del río, era tarde, el frío caló en sus huesos como pequeñas cuchillas, trató de secarse rápidamente, después se vistió y regresó al campamento. Tenía la fortuna de tener su propia tienda, un privilegió que se ganó debido a su cercanía con el general Jung, no se quejaba, de esa forma había menos posibilidades de que alguien lo descubriera, ni siquiera sabía por qué estaba haciendo aquello, debería irse, rendirse, presentarse como doncel y tratar de vivir una vida diferente, sin tener que ocultarse y viviendo con miedo constante, pero, eso significaría dejar de ver a Hoseok.
—Minseok—dijo uno de sus compañeros—. El general te espera en su tienda—rio por lo bajo.
La primera vez que estuvo en la tienda del general, pensó que todos a su alrededor le harían burla o lo mirarían con asco, pero se sorprendió al saber que todos estaban bien con eso, algunos de sus compañeros también practicaban la intimidad, sin compromiso de por medio, eso, porque pasaban muchos meses en la frontera. Tomó aire nervioso, se acercó a la tienda y suspiró antes de entrar.
—General, me ha llamado.
Hoseok iba sin camisa, mostrando su bien trabajado torso y brazos, su cabello largo estaba suelto y su encantador rostro parecía tranquilo.
—Ven aquí.
Xiumin se acercó, nervioso, estar cerca de él siempre lo ponía en ese estado, no podía dejar de verlo, de apreciar su belleza, lo tenía pendiente de un hilo. Hoseok se hizo a un lado y mostro una caja de madera alargada.
—¿Qué es eso?
—Es tu cumpleaños ¿No? Supongo que es un regalo.
Abrió los ojos en demasía, sonrió en grande. —¿Puedo?
—Claro, es tuyo.
Acarició la madera lisa, no podía contener su felicidad, Hoseok lo había recordado, era la primera vez que pasaba y no dejaba de sentirse emocionado, abrió el broche y levantó la tapa, dentro había terciopelo azul, sobre este se hallaba un arco perfectamente tallado y unas flechas de punta de plata, lo acarició con sus dedos, realmente sorprendido, encontrar un arco como ese era complicado y muy caro.
—Eres bueno en el combate cuerpo a cuerpo, también con la daga y la espada, pero, creo que no está de más que aprendas a usar algo que te ayude a la distancia, no es algo sencillo de aprender, pero, puedo enseñarte...
No lo dejó terminar, abrazó su cuerpo, impulsándose hacia arriba, Hoseok lo sostuvo de los muslos y rio.
—Tomaré esto como que te agradó el regalo.
—¡Me encanta! —dijo emocionado—. Gracias.
Hoseok negó y le sonrió con calidez, al ver sus ojos, no pudo controlarse, y lo besó, un beso tan esperado, que causó muchos estragos en su cuerpo y alma, la respuesta estaba frente a sus ojos, no había forma de que se fuera, de que comenzara una nueva vida, porque no habría nada que quisiera más que un beso del hombre que amaba, su querido general, Jung Hoseok.
Despertó con un grito, se sentó en la cama, empapado en sudor, con el corazón desbocado, sus manos temblaban, llevó los dedos a sus mejillas las cuales estaban empapadas de lágrimas. Nuevamente los mismos sueños, todos diferentes, pero, con una sola constante, aquellos ojos color avellana y una hermosa sonrisa, se sentía tan real, como si estuviese viviendo ese momento, al despertar experimentaba sensaciones que jamás había imaginado llegar a sentir, cuando eso sucedía, durante todo el día la melancolía y la tristeza lo abrumaban. Se puso de pie y camino al pequeño espejo que había en la pared, observó su rostro e hizo una mueca, ¿Por qué le estaba pasando eso? Tenía muchas dudas en su mente. Se sentó en el banquillo y miró por la ventana, estaba por amanecer, bajó la mirada a su brazo donde el moretón aun ardía, él quisiera ser como en sus sueños, alguien fuerte y valiente, pero la realidad era otra.
—Kadet—la puerta fue abierta, miró a la mujer que le observaba con desprecio—. ¿Qué haces levantado? Debes descansar.
—Perdón—susurró—. Tenía sed.
—No debes levantarte, recuerda lo que dijo el médico, sino te cuidas perderás al bebé—bufó—. Deja de hacerlo enojar, sólo haz todo lo que te dice ¿Qué es muy difícil entenderlo?
—Le juro que no hice nada.
—Siempre será tú culpa, ahora regresa a la cama.
Se levantó y volvió a la cama, ella salió de la habitación, mordió su labio inferior, y suspiró, cerró los ojos tratando de volver a soñar con él, el hombre de la sonrisa más hermosa del universo, tal vez en su mundo de sueños ellos estaban enamorados y él no sufría más dolor.
Espero que les haya gustado. Comenten 🤍
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