06
Miraba con detenimiento cada uno de sus movimientos, era bueno, no iba a negarlo, sin embargo, parecía torpe, el entrenamiento estaba siendo cada vez más duro, sus hombres se quejaban, pero, no había vuelta atrás, tenía que entrenarlos para que sean capaces de ganar la guerra, una que se aproximaba.
Las cosas en el castillo no estaban bien, se había pasado una noche entera interrogando a cada uno de los mozos que recibieron regalos, ninguno de ellos pudo decirle quién dejó aquel baúl que culminó por golpearlos con una realidad que hasta ese momento se había mantenido en una posibilidad. Alguien tenía el cuerpo de Namjoon, mandaron eso como una advertencia, estaba cabreado, los días que siguieron estuvo de mal humor. No ayudaba que SeokJin estuviese trastornado, se había pasado días llorando debido a la desesperación, quería que encontraran a Namjoon, pero no tenían más pistas.
El hecho de que alguien haya entrado a Scarlanding y dejado aquel paquete le decía que tenía que ser más duro, que todos tenían que estar preparados, por orden de Jin, nadie dijo nada sobre el contenido del baúl, aunque estaba adolorido, sabía bien que no podía dar pasos en falso, alguien podía estar vigilandolos.
—¡Parcen niños jugando! Más duro—gruñó—. Nadie se irá de aquí hasta que no vea que realmente lo están haciendo bien.
Los hombres, cansados asintieron, en ese tiempo habían descubierto por qué Jung Hoseok era el primer general de Scarlanding, era un hombre feroz, con ideas claras y una fuerza descomunal, un monstruo en batalla.
Xuimin cayó al piso cansado, después de que su contrincante le diera un golpe en el pecho, estaba por levantarse, pero no pudo, se quedó en el piso mareado. Hoseok se acercó y lo levantó de los hombros de forma brusca.
—¿Qué le pasa soldado? ¿Crees que es momento de descansar? ¡Responde!
—Lo...lo siento general—dijo sin aliento.
—¡Largo, no te quiero ver! Mañana tendrás entrenamiento doble. Todos larguense—estaba oscuro, pasaba de la media noche y sabía que estaban cansados, así no le servían.
Los hombres se pusieron en fila e hicieron una inclinación de respeto. Jackson, que apenas había llegado porque Jin estaba durmiendo, le miró con una ceja alzada. Sus tareas tampoco eran fáciles, cuidar del rey era una tarea importante, lo había hecho con Namjoon, pero por alguna razón, cuidar de SeoKjin era más complicado.
—Mueren en batalla o mueren por tú entrenamiento.
—No digas nada—bufó—. Ve a casa con Mark, yo cuidaré del castillo.
—No, ve tú a casa y descansa, no has parado en días, ni siquiera has tomado un baño, anda, yo estuve con mi familia ayer.
Hoseok hizo una mueca. —No podré descansar aunque quisiera.
—Intentalo, estás haciendo un buen trabajo, pero te ves exhausto.
Estaba en lo cierto, se encontraba cansado, no había dormido, comido ni bebido, estaba acostumbrado a ello, en la guerra esas cosas eran lo de menos, pero, si quería permanecer en pie y fuerte ante lo que se avecinaba, necesitaba estar en óptimas condiciones. Suspiró pesadamente, asintió a Jackson quien le sonrió, tomó su espada y la guardó.
—Estaré aquí a primera hora por la mañana.
—Descansa Hoseok.
Se despidieron rápidamente, Jackson regresó al camino que le llevaba al castillo, él se quedó unos momentos viendo el campo de entrenamiento, estaba completamente vacío, suspiró pesadamente, todo aquel que abandonaba ese campo tenía un hogar al cual acudir, él no, tenía una casa pequeña cerca del castillo, la había adquirido cuando regresó a Scarlanding, la casa donde creció y vivió su hermana estaba abandonada, por nada del mundo iría a ese lugar, no cuando las paredes estaban plagadas de recuerdos dolorosos.
Caminó a paso lento por el campo, para salir del castillo, necesitaba dormir y beber, era en lo único que podía pensar en esos momentos, sin embargo, al salir del castillo, vio a alguien conocido recargado en un árbol, con la cabeza gacha, entrecerró los ojos, este elevó su vista y le miró, Hoseok siguió caminando, acercándose a él.
—Vete a casa, no tienes que esperarme.
—Yo...lamento lo del entrenamiento de hoy, estaba distraído, lo siento.
—Está bien Xuimin, ahora ve a tu casa.
—¿A dónde va usted? —preguntó nervioso.
Hoseok chasqueo la lengua. —A casa, quiero dormir.
—Quisiera invitarlo a mi casa, prepararé la cena.
—No es necesario—suspiró alargando la mano para despeinar sus cabellos—. Ve a descansar.
—De verdad quisiera invitarlo.
Estaba por negarse nuevamente, no estaba en condiciones para estar acompañado, pero sus ojos, temerosos y llenos de anhelo le hicieron dudar.
—¿Eso no molestará a tu familia?
—Vivo solo—sonrió tenuemente—. No es lejos, por favor.
—Bien, vamos entonces.
Caminaron uno al lado del otro, en silencio, habían pasado días desde la última noche que se vieron, Hoseok no tenía ningún interés amoroso en él, pero era una buena distracción, aunque sabía que tenía que tener cuidado, no podía confundirlo, las miradas que este le daba, sólo denotaban lo enamorado que estaba. Él no podía enamorarse.
No había mentido cuando dijo que vivía cerca, era una casa pequeña, pintoresca, Xuimin abrió la puerta y le invitó a pasar de inmediato, por dentro era mucho más hogareña de lo que pensó para que un guerrero viviese solo, pero, si lo pensaba bien, no era que Xuimin fuese igual que sus compañeros, era más delicado, letal cuando entrenaba y peleaba, pero no dejaba de lado su lado dulce, incluso en la cama, se comportaba como cualquier doncel o mujer, su cuerpo era suave, estaba bien cuidado, y tenía buen volumen en los lugares indicados.
—Sientese, le serviré, prepare algo por la mañana, últimamente no he comido bien, sé que usted tampoco.
Se sentó en la mesa de cuatro plazas de madera oscura, en medio de esta había algo de fruta, Hoseok le observó, se movía con agilidad, era lindo, tenía una belleza sencilla que le atraía.
Puso frente a él un plato de comida, olía bien, se sentó frente a él y sirvió vino, le miró con una sonrisa amable. Hoseok suspiró y comenzó a comer, sabía bien, su estómago agradecía tener algo después de días, no le importó comer como un bárbaro, Xiumin le sonreía, parecía feliz de que estuviese comiendo con tal entusiasmo su comida.
—Dime—dijo después de beber vino—. ¿Cómo es que vives solo?
—Mi padre murió en batalla, mi madre no pudo soportarlo y le acompañó, me quedé al cuidado de mi hermano mayor, era increíblemente bueno, pero murió en una misión, desde entonces he sido yo.
—Lo lamento—dijo arrepentido de haber sido imprudente—. Pareces muy joven ¿Cuántos años tienes?
—Veintidós—sonrió.
—Soy diez años mayor que tú, no debes estar perdiendo el tiempo conmigo, busca un buen doncel, una buena mujer y forma una familia.
Xuimin bajó la mirada, relamió sus labios y bufó. —No, no quiero una relación, mucho menos una familia. Me gusta estar a su lado.
—Xuimin...
—Yo sé que usted no piensa en mí de esa manera, sería tonto si no lo supiera—le miró con una sonrisa melancólica—. También sé que no hay espacio en su corazón para mí, pero, sólo le pido que me deje permanecer a su lado, tome todo lo que quiera de mí, yo lo acepto.
Hoseok suspiró, volvió a tomar vino. —Las cosas son más difíciles que eso, al aceptar esto, entonces, terminaras sufriendo y a la larga me vas a odiar por no poder darte lo que deseas, es así como funciona la vida y el amor, es egoísta, no puedo darte nada, porque no tengo nada que dar.
—No pido que me de nada.
—No lo haces en este momento, pero pasando el tiempo tus sentimientos van a crecer y entonces sí lo vas a querer, es por eso, que lo mejor es terminar todo ahora.
—Pero...
Hoseok se puso de pie. —Gracias por la comida y gracias por la compañía.
Cuando estaba por retirarse, sintió su brazo ser tomado con delicadeza, se volvió lentamente, los ojos de Xiumin estaban brillantes debido a las lágrimas, en su propio interior sintió un revoltijo de emociones que se acumulaban en su pecho, unas que no quería pensar, que no quería sentir, suspiró pesadamente, llevando su mano a la mejilla cálida, la cual acarició con ternura, era menor, un chico que apenas estaba experimentando la vida, quien estaba pasando por un corazón roto, posiblemente el primero, no quería ser cruel, pero tampoco deseaba ilusionarlo.
—Dejemos esto.
—No te vayas, no termines esto, te juro que jamás te exigiré más de lo que puedes y quieras darme, aceptaré todo con tal de estar a tu lado, por favor, no me dejes.
—Entiende que vas a sufrir. No te pongas en esta posición.
—Lo lamento Hoseok—negó dejando salir sus lágrimas—. Pero, puedes ser quien dirige un ejercito, el hombre más duro y fuerte del mundo, tus órdenes se escuchan, pero, no puedes decirme en qué posición debo ponerme, porque nada de lo que digas hará que deje de sentir esto, y mucho menos que me rinda, sólo déjame elegir de qué manera quiero sufrir.
Puso ambas manos sobre su pecho, se acercó, temiendo ser rechazado, pero no lo hizo, Hoseok bajo ligeramente la cabeza para encontrarse con sus ojos y rió.
—Tú tenacidad me recuerda a alguien, a un idiota que amó con tanta intensidad que se quedó sin nada.
—¿A quién?
—A mí—hizo una mueca—. Y sé bien cómo es que termina esto.
—No pienses en el final, piensa en el ahora, sólo déjame estar a tu lado.
—Bien, tú ganas.
Xiumin sonrió. —Déjame ayudarte a darte un baño.
Hoseok ladeo la cabeza confundido, había escuchado de sus hombres hablar sobre las atenciones que les daban sus esposas cuando regresaban de batalla, siempre se imaginó cómo se sentiría, pero nunca lo había experimentado, qué Xiumin se ofreciera siendo él un guerrero le hacia dudar.
—Está bien—dijo con un suspiro.
—Calentar agua.
—Me gusta el agua fría. Así déjala.
Xiumin asintió. —Espera aquí, no te muevas.
—Vale—dijo riendo por su actitud infantil.
Lo vio salir corriendo a una puerta corrediza, mientras tanto se quedó observando todo a su alrededor, había pocas decoraciones, la mayoría estaban colgadas en las paredes, eran cuadros bonitos de paisajes pintados a mano, uno en especial de la playa, se quedó observando este con detenimiento, con una mueca en los labios, cuando escuchó pasos a sus espaldas, Xiumin regresaba con una sonrisa. Se había quitado la parte superior del traje de batalla y ahora tenía una camisa blanca.
—Está listo.
Hoseok asintió y le siguió al baño, el cual estaba iluminado con velas, la tina de hierro, esta estaba llena de agua, Xuimin se acercó a él nuevamente, sus manos temblaban al tocar su pecho, comenzó a desabrochar las cintas de su traje de batalla, deslizandolo por sus hombros, bajo esta llevaba una camisa negra, que fue desabotonando delicadamente, descubriendo su duro y trabajado torso, la sacó de su cuerpo, suspirando, estaba nervioso, Hoseok sabía que tenía que parar aquello, pero no lo hizo, dejo que sus manos se deslizaran hasta la cinturilla de su pantalón, contuvo el aliento, mientras este bajaba su pantalón y ropa interior, dejándolo desnudo, tomó su mano y lo acercó al agua, la frialdad quemó su cuerpo, pero no le importaba, estaba acostumbrado, se sentó y estiró las piernas, esperando el próximo movimiento de Xiumin, porque aquello le estaba resultando interesante.
Con un trapo bañado en jabón comenzó a lavar su cuerpo, dando caricias a su pecho, suspiró pesadamente.
—¿Por qué estás haciendo esto?
—Porque quiero hacerlo.
—Eres demasiado joven para perder la cabeza con alguien como yo.
Xiumin suspiró. —La edad no es importante.
—Lo es cuando te des cuenta que estás perdiendo el tiempo.
—No es así—rio por lo bajo—. Me gusta estar a tu lado, me trae calma. Eres alguien increíble e interesante. ¿Lo sabías?
—Me han dicho que soy genial—asintió—. Así que creo que tienes razón.
—La modestia no forma parte de tus virtudes.
—No—suspiró cuando sintió sus manos en su cabello—. Debería cortarlo, está más largo.
—Deberías, pero espero que no lo hagas—limpió su rostro con delicadeza—. Los entrenamientos son más duros ahora ¿Estás bien? No puedes descuidarte así.
—He estado en peores condiciones, en múltiples batallas, esto no es nada comparado a lo que pasa ahí.
—¿Por eso tienes tantas pesadillas? —preguntó temeroso.
Hoseok le miró de golpe. —¿Qué?
—A veces, por las noches parece que tienes pesadillas, lloras, me preocupo.
Hoseok se volvió a mirar un punto fijo al frente. —No tienes de qué preocuparte, no es algo que te incumba.
—Lo lamento, no quería entrometerme, sólo me preocupa.
Hoseok se levantó de la tina, sabía sobre sus pesadillas, sobre el contenido de éstas y lo que por años habían causado a su mente, estragos que aún con los años no podían aligerarse, miedos que se mantenían vigentes en su ser, un sinfín de recuerdos dolorosos, de misiones imposibles, de ver perder la vida a las personas que amaba, todo lo que habían formado el ser que era en ese momento. Alguien aterrado por volver a amar.
Xuimin le miró desde arriba, temeroso, Hoseok se agachó y lo tomó en brazos, se dejó llevar, tomando su cuello, el agua sobre su cuerpo lo mojaba, lo condujo hasta la habitación y lo recostó en la cama, subió sobre él y comenzó a besarlo, con una necesidad impetuosa.
Suspiró sonriendo su cuerpo caliente, Hoseok, arrancó la ropa de su cuerpo, mostrando su necesidad, abrió sus piernas y se enterró en él con rudeza, sacándole un grito de placer, abrazando su cuerpo y gimiendo en su oreja, Hoseok mordió su cuello, marcando su piel.
Miró sus ojos sin dejar de dar profundas estocadas, Xiumin tomó sus mejillas e hizo que no separara su vista, se miraron profundamente, entonces Hoseok sintió aquello que había estado negando por mucho tiempo, estaba enamorado.
Podía verla de lejos, era como una flor, hermosa y delicada, dentro de un jardín ajeno, aunque, con el tiempo se daba cuenta que aquel jardín no era más que una jaula de oro, lo veía en sus ojos, los cuales eran hermosos, pero lucían apagados, como una luz que estaba a punto de extinguirse, la admiraba, era la mujer más hermosa, más amable y dulce. Quien cuidaba de sus sirvientes con cariño y quien se preocupaba por cada una de las personas que vivían en ese reino.
—Hoseok, ven aquí—dijo sin dejar de caminar por los jardines.
Se acercó a ella e hizo una reverencia. —Mi señora ¿Necesita algo?
—No, sólo quiero que camines cerca, dime ¿Qué tal los entrenamientos?
—Duros mi señora, pero todo lo que hago es para convertirme en el mejor guerrero y así poder protegerla y proteger este reino.
Taeyeon le miró con una sonrisa. —Sé que serás alguien grande Jung Hoseok, lo puedo ver en tus ojos, naciste para la grandeza.
—Escuchar esto de usted me da fuerza mi señora.
—No me siento bien, quiero ir a mi habitación.
—Claro.
Cruzaron el camino de piedra que llevaba al castillo, Hoseok iba detrás de ella, quien lucia cansada, ese dia más que otros, quería preguntarle si estaba bien, pero se abstuvo, porque no quería ser imprudente. Ella entró a sus aposentos y él se quedó custodiando la puerta, como siempre.
—Hoseok ayúdame—dijo la reina desde dentro.
Con nerviosismo entró, la reina le daba indicaciones a su dama, quien asentía y salía dejandolos a solas.
—Quería pedirte un favor, como sabrás Namjoon viaja al Norte en unos días, cuando vuelva lo hará junto a los otros dos herederos, quiero que elijas armamento para ellos, ya que tanto el rey como tu padre han decidido que seas el encargado de entrenarlos.
Hoseok abrió los ojos en demasía, él entrenaba a Namjoon, lo hacía porque su padre sabía que era el mejor para ese papel, porque a sus casi diecisiete años era letal, se sabía cada estrategia y ataque, pero ser responsable de los tres herederos de los reinos más importantes y fuertes era un honor que hasta ese momento no sabía si merecía.
Se hincó frente a su reina con una sonrisa. —Haré mi mayor esfuerzo mi señora.
—Sé que lo harás bien, eres el mejor, tu padre y su alteza confían en ti. Por favor, has lo que te pido.
—Lo haré enseguida mi señora.
—Antes quiero darte algo—se levantó y tomó de la mesa una caja plateada—. Es un regalo, debido a todo lo que has hecho.
Se lo entregó, estaba sin habla, tomó la caja y la abrió delicadamente bajo la intensa mirada de la reina, está sonrió cuando sus ojos se iluminaron al ver una daga plateada con pequeños diamantes de colores en el mango.
—Esto es demasiado, no puedo aceptar mi señora, es un honor yo...
—Puedes—dijo posicionando una mano en su hombro—. Lo mereces.
La miró a los ojo, sabiendo que estaba prohibido, aquellos que tenían un color singular, que eran hermosos, asintió.
—La cuidaré con mi vida, es el regalo más preciado que me han dado, porque viene de mi señora.
Taeyeon le sonrió de forma tierna. —Gracias Hoseok.
Ella se apoyo en su hombro sintiéndose débil, él sin aviso la sostuvo de la cintura y la apoyó en su pecho, era más pequeña y delicada.
—¿Se encuentra bien mi señora?
—Ayúdame a sentarme.
La ayudó a moverse a la silla que había estado ocupando minutos atrás, ella se sentó y respiró profundamente.
—¿Está bien? ¿Quiere que llame al doctor?
—No, no es nada, no tienes qué preocuparte.
—Es imposible que me pida que no me preocupe, su seguridad es mi prioridad.
Taeyeon le sonrió ligeramente. —¿Sabes Hoseok? A veces pienso que eres el único que muestra preocupación genuina por mí, los demás...bueno, me ven como la reina, la madre del heredero, no como una persona.
Hoseok se hincó frente a ella, le miró con dolor. —¿Hay algo que le preocupé?
—Me siento tan infeliz, ahora que Namjoon se va no tendré nada que me ayude a levantarme por las mañanas, es tan cansado, no es como pensaba.
A esa altura, Hoseok pudo ver su mejilla, la cual tenía un moretón, no era muy visible debido al maquillaje, pero estaba ahí, el simple hecho de pensar que alguien le estaba haciendo daño a su reina le hizo rabiar, sin pensarlo, llevó su mano a la mejilla de esta, Taeyeon se quedó petrificada, pero no lo evitó, sintió los cálidos dedos tocar su piel.
—¿Quien le ha hecho esto?
—A veces el terror lo produce la persona que decía amarte—suspiró, llevó su mano sobre la de Hoseok y sonrió al ver sus ojos brillar—. No le digas a nadie sobre esto.
—No lo haré, pero ¿Está bien?
—No, no lo estoy.
La tristeza en sus ojos fue algo que Hoseok jamás olvidaría, dentro de él quería eliminar su angustia, hacerla feliz.
El jardín estaba en completo silencio, los niños jugaban, estaban riendo, Tzuyu comía tranquilamente, pero Yeonjun y Mina no dejaban de reír, los más pequeños estaban en mantas mirando el interior de la carpa que habían colocado para ellos, no querían que nadie les diese el sol, todo estaba en completa calma.
—¡Una flecha!
La gente se movilizaba, pero el pánico no dejaba pensar coherentemente.
—¡La princesa!
Y la flecha se enterró en el pecho cálido...
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