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02

Puso aquella botella en el centro de la mesa, sin dejar de mirar sus cartas, tenía un buen juego, estaba seguro de que no perdería, porque él odiaba perder. Sonrió ladino, miró a las personas que estaban en esa mesa, Jackson lucía tranquilo, Daniel pensativo, Yuta con una sonrisa y Minghao mordiendo su labio inferior, estaba seguro de que ninguno de ellos tenía un buen juego.

—Bien, ¿Cambio? —preguntó sonriente.

—No—dijo Yuta—. Seguro que estas fingiendo.

—Llevamos tres juegos y no has perdido, si sigo perdiendo dinero Mark me va a asesinar cuando llegue a casa.

—General—soltó Daniel con una carcajada—. No sabía que eras un mandado de esposo.

—No conoces a mi esposo—rio por lo bajo.

—Mark mi buen domador de bestias—se burló Hoseok.

—Ya te veré un día—riñó Jackson con una ceja alzada.

—No, el amor no es para mí, pero el sexo sí, amo el sexo—suspiró con suficiencia—. El amor es para aquellos que no temen mostrar sus debilidades, y yo no soy débil.

Bajo las cartas, era un juego perfecto, los chicos maldijeron al tiempo que lanzaban las cartas a la mesa, Hoseok soló una carcajada y bebió todo el licor que quedaba en su vaso, tomando la botella y sirviéndose más.

—El único que puede ganarme en las cartas es Jungkook, ese es tan inteligente que pareciera que ve a través de mis ojos, es bueno manteniendo un gesto frío.

Jackson asintió. —Los reyes son impresionantes, al menos el rey del Norte.

—El rey Min también es impresionante—dijo MingHao—. Tuve la oportunidad de entrenar con él una mañana, es feroz, parece un bárbaro.

—Y lo es—asintió Hoseok—. Un bárbaro idiota, si lo hubiesen conocido de niño sabrían a lo que me refiero.

—Pero, mi señor era el mejor—suspiró Yuta—. Siempre honesto y justo, el reinado de Kim Namjoon fue importante para Sacarlanding. No habrá nunca nadie igual.

—No lo habrá—dijo Hoseok.

—¿Has escuchado lo que se dice de su alteza? —preguntó Jackson bajando la voz.

—No, ¿Qué es lo que dicen? —preguntó entrecerrando los ojos, preocupado, no pensó que estaría tan preocupado por alguien que no fuera sí mismo hasta que regresó.

—Dicen que está perdiendo la cabeza, porque sigue pensando que Namjoon puede estar con vida—dijo Jackson con una mueca—. No podemos dejar que estos rumores escalen al consejo ni al reino, él no necesita más presión de la que ya tiene.

—No la necesita, está a nada de dar a luz, las personas deberían ser más consideradas, no es como si hubiese perdido cualquier cosa, igual manténganme informado y castiguen a cualquiera que vean o sepan que está esparciendo el rumor.

—Sí general—dijo Yuta con seriedad—. Como lo prometimos al rey, nuestro único deber es cuidar de Kim SeokJin y de sus hijos.

—Sigamos bebiendo—dijo Hoseok tomando más alcohol.

Las tensiones de estar a cargo del ejercito de Sacarlanding, estaban causando en Hoseok un serio conflicto, si su padre estuviera con vida, posiblemente habría estado más que orgulloso, porque no todos lograban lo que él, pero, eso no lo hacía sentir mejor, menos sabiendo que su padre había muerto por su culpa, por intentar protegerlo.

Era un guerrero, desde niño fue enseñado a luchar, dejando de lado cualquier emoción estorbosa, había estado en muchas peleas, interminables guerras, sangrando, sin importarle morir, siguiendo la línea de su deber, honrando cada uno de sus movimientos, luchando por su reino, pero, la última batalla causó grandes estragos a su mente, constantemente pensaba en ese día y en lo que había perdido, no sólo un amigo que consideraba un hermano, sino un hijo, uno que meses atrás no sabía que existía, uno que murió de manera cruel y dolorosa, hasta ese momento SooJeon, se vengó de él.

Estaba tambaleándose, estaba seguro de que alguien le ayudaba para no caer, al escuchar su voz pidiendo que no cayera sonrió.

—¿A dónde me llevas Xiumin? —preguntó arrastrando las palabras.

—Al castillo, a su habitación general, tiene que descansar.

—¿Vas a descansar conmigo? —susurró en su oreja causando un escalofrío en todo su cuerpo.

Había un gran problema, Hoseok estaba perdido entre el pasado y las preocupaciones del futuro, las noches no eran más que un recordatorio de sus equivocaciones y de su debilidad, estaba luchando contra esa parte sentimental suya, una que sabía no le llevaría a ningún lugar. Pero, no tenía por qué estar solo, nunca lo estaba, no desde que ella murió.

Xuimin lo dejó en su cama, sintió la comodidad de esta y comenzó a reír, este le quitaba las botas, lo miraban con los ojos entrecerrados, por la forma en la que le miraba, algo en su interior comenzaba a erizarse, no era lujuria, era cariño, y eso para los dos era como una daga enterrada, la cual podría matarlos lentamente, no estaba bien.

—No me mires así—susurró cuando lo vio acercase y sentarse a su lado—. Esas miradas nunca llevan a nada bueno, lo sabes.

—No sé de qué me hablas, si estoy aquí es porque me lo pediste y la mirada que tengo es de preocupación.

—Entonces vete—dijo con una media sonrisa—. Soy un hombre adulto y fuerte, no tienes de qué preocuparte. Ve a dormir—Xuimin bajó la mirada, Hoseok rio por lo bajo—. No quieres eso ¿Verdad?

—Si lo hago llamarás a alguien más.

—Mi lecho nunca está vacío—suspiró—. Eso lo sabes. Qué más da que llame a alguien más.

—Me quedo—tragó antes de deshacer los nudos de su chaqueta, Hoseok le observó fijamente, esperando, hasta que este quedó en interiores y se adentró a las cobijas, a su lado, se volvió con brusquedad, quedando sobre su cuerpo que era más pequeño que el suyo, si no lo conociera, cualquiera pensaría que es un doncel.

Miró sus ojos brillantes y rebosantes de aquello que no le gustaba, de lo que había huido desde que la perdió para siempre, nadie había podido entrar a su corazón que era una coraza dura y llena de acertijos, nadie había hecho sus latidos volverse locos ni su cuerpo reclamar sentir el calor ajeno, porque nadie era ella. Besó su boca con desesperación, adentrando sus manos bajo sus prendas, acariciando su cuerpo, esbelto, pero con músculos que se marcaban debido al entrenamiento, aspiró el aroma de su piel caliente, admiró la forma en la que su boca se abría para soltar los más excitantes sonidos y cómo sus manos se aferraban a sus hombros, se adentró en ese cuerpo cálido, para olvidar, las noches eran largas y él necesitaba compañía, de quien sea, sólo tenía que permanecer a su lado, callando los fantasmas del pasado.

—No te enamores de mí—susurró en su oído, Xuimin soltó el aire y, lo abrazó con fuerza, porque era tarde él ya estaba perdidamente enamorado del general Jung.






















—Tengo buenas noticias para ti—su padre se acercaba con una sonrisa en los labios, Hoseok sabía que en el mundo sólo dos cosas en el mundo lo ponían feliz, la batalla o el honor.

—¿Qué es padre? —dijo con voz clara, porque dentro del castillo tenía que mostrarlo el doble de respeto.

—Serás quien acompañe a la reina al desfile—su voz estaba rebosante de orgullo, su hijo era lo suficientemente bueno a sus quince años para ser nombrado un miembro de la escolta de su alteza.

—Es un gran honor padre, prometo que no lo defraudaré—dijo con una enorme sonrisa, él más que nadie sabía lo que significaba aquello, cualquiera podía ser un guerrero, pero eran pocos los que llegaban a estar cerca de la realeza, ser miembro de la escolta de la reina era una labor tan importante como el de ser general de cuadrilla.

Tenía entrenando desde los cinco años, cuando su padre pensó que lo mejor era empezar con su entrenamiento antes, eso le hizo ser más fuerte y astuto que los demás, se había graduado antes, a los trece años ya estaba luchando con hombres mayores, era erudito en la materia y su padre estaba orgulloso, aunque no lo demostrara con palabras o acciones, sabía que hablaba de él con cualquier persona, dejando ver el increíble potencial que tenía.

—Tienes que presentarte ante ella mañana a primera hora.

Estaba de más decir que esa noche no pudo conciliar el sueño, la preocupación por desempeñar un buen papel en la corte, el poner en alto su apellido y sus capacidades, pero también, el nerviosismo de estar al lado de la mujer más hermosa de todo Scarlanding, quien fuera capaz de tener buena vista, podría darse cuenta de lo maravillosa que era Kim Taeyeon, con una piel perfecta, cuerpo escultural y sus ojos, que eran tan atrayentes, de aquel singular color, un violeta azulado, hacían que su belleza exótica quedara grabada en la mente y los corazones de quien sea.

Esa mañana despertó antes incluso que su padre, tomó un baño frio, se arregló cuidando cada pequeño detalle de su aspecto, nunca se había considerado apuesto, no a la par de otros de sus compañeros, sin embargo, tenía la seguridad, de saber quién era.

Espero en el castillo, junto a los otros guardias que serían la escolta de su majestad. Estaba nervioso e intentaba que nadie se diese cuenta, miraba al frente mostrando respeto, cuando la vio salir, su cabello castaño claro iba recogido ligeramente de los lados, cayendo como cascada hasta su cintura, dejando al descubierto su rostro angelical, era hermosa, una belleza que no era humana, llevaba un vestido color jade que dejaba al descubierto sus hombros, en su cuello había un collar de perlas, todos hicieron una inclinación de respeto.

Ella les correspondió con una sonrisa, caminó con templanza, siendo seguida por sus damas, cuando pasó a su lado, ella le miró de reojo, Hoseok se quedó sin aliento, pensaba que no era más que un producto de su alucinada imaginación, negó caminando detrás de ella.

—Joven Jung—dijo ella al mirar el carruaje—. Bienvenido a la escolta real.

Hizo una reverencia. —Realizaré mi labor con honor, mi señora.

Taeyeon asintió antes de subir, aquella tarde se maravilló con la sonrisa de su reina, con la forma en la que se acercaba a los niños y escuchaba a los ancianos, la llenaron de elogios, de flores y de regalos, que ella aceptó con amabilidad, no podía creer que existiera una persona tan hermosa y humilde. Aunque estaba cansada, atendió a cada persona que se había presentado al desfile, prometiendo que haría llegar al rey sus inquietudes.

—Vamos a casa—suspiró cuando caminaban al carruaje.

—Puede apoyarse en mí, mi señora—ofreció su brazo, era un acto de caballería, su deber era asegurarse que la reina estuviera cómoda.

Ella le miró con una sonrisa cálida. —Gracias.

Al momento que su mano se apoyó en su brazo, sintió una descarga eléctrica que despertó cada uno de sus sentidos, la reina caminó a su lado, él estaba tenso, ella era un poco más baja que él, el tamaño de su mano hacía un contraste notorio sobre su brazo. Contuvo la respiración en cada momento, hasta que llegaron al carruaje y la ayudó a subir. Tomó su caballo e intentó en el camino recobrar su respiración.

—Jung—dijo ella cuando las puertas del carruaje se abrieron, él se acercó y tomó su mano para ayudarla a bajar—. Acompáñame, que creo que caeré, ha sido un día pesado, el sol esta por ponerse.

—Claro, mi señora.

Caminaron en silencio, nuevamente aquella electricidad viajaba por su cuerpo entero, tenerla cerca le era posible oler su aroma dulce a jazmín, entraron al castillo, tenían que recorrer unos pasillos hasta las escaleras que llevaban a las habitaciones principales.

—El general Jung siempre nos habló de su hijo—dijo ella al cabo de unos minutos de silencio—. Pero, jamás mencionó que sería un muchacho tan educado, ha desempeñado bien su deber este día, espero que siga creciendo, puede llegar muy lejos.

—Muchas gracias mi reina—dijo inclinando la cabeza.

—Puedo subir sola—dijo deteniéndose en las escaleras, su corte iba detrás, ellas pararon al tiempo que la reina lo hizo—. Gracias—dijo mirando con profundidad sus ojos.

—Es para mí un placer servirle.

Ella estaba a punto de decir algo más, pero el grito de un niño le distrajo, se volvió a ver a su hijo, el príncipe Namjoon, un niño de doce años, con un carácter notablemente fuerte, se acercó a ella y le tomó la mano.

—Madre, te ayudo—dijo con admiración en la voz,

—¿Me estabas esperando? —preguntó acariciando sus mejillas.

—Sí, bueno, no, estaba esperando a Jin, pero no ha salido de su habitación, se molestó porque le puse un sapo en la cabeza —rio encantado de su propia travesura.

—Un caballero no pone sapos sobre la cabeza de las personas—reprendió con cariño.

Namjoon bajo la mirada, Taeyeon sonrió y tomó su mano para subir con él, miró hacia atrás sonriendo por última vez a Hoseok, quien hizo una reverencia, esa fue la primera sonrisa de muchas más destinadas a derretir su corazón.






















Los gritos de dolor y desesperación eran escuchados por cualquiera que estuviera dentro del castillo, Jackson aunque no hablaba, se encontraba con los puños apretados, Hoseok en cambio, estaban rondando de un lado para el otro, se encontraba entrenando a los nuevos chicos que se habían unido a las tropas, cuando recibió la noticia de una de las sirvientas, SeokJin estaba dando a luz, suceso que era comentado y esperado por cada persona en el reino y fuera de este, el nacimiento del último hijo de Kim Namjoon.

La desesperación se estaba apoderando de cada persona que estaba alrededor, porque sabían que su alteza no estaba del todo bien como para tener un parto sin complicaciones, en la mente de Hoseok se repetían las palabras de Namjoon, en donde había prometido cuidar a SeokJin y a sus hijos, le frustraba saber que había cosas de las que no podía protegerlo.

Mark salió de la habitación con el rostro pálido. —Necesito más mantas—susurró—. Está perdiendo demasiada sangre.

Eso fue suficiente para que Hoseok tomara la iniciativa de entrar en la habitación, todo era un caos dentro, DongWook el doctor real y sus ayudantes estaban sudando frío, las sirvientas trataban de cuidar de Jin quien estaba gruñiendo, aferrando sus manos a las mantas que le cubrían, su rostro estaba rojo y había una gran mueca de dolor en su rostro, se acercó a él sentándose a su lado, acariciando con mano temblorosa su frente, sus ojos se abrieron posándose en los suyos. Era una mirada fatalista, una que le atemorizó por completo.

—Vamos príncipe, has sobrevivido a tanto como para que te dejes vencer por esto—susurró tratando de que su voz sonara firme, pero era imposible, tenía miedo.

—Cada vez es peor—dijo sin aliento—. Siento que voy a morir.

—Pero no lo harás—negó con una mueca tomado su mano—. Tienes que aguantar y ser fuerte, como siempre lo has sido.

—Maldito Namjoon—sonrió con lágrimas en los ojos—. Nunca pudo estar en el nacimiento de ninguno de sus hijos.

—No soy Namjoon, pero estoy contigo.

SeokJin se acercó enterrando la cabeza en su pecho. —Si algo me pasa...

—No, te lo dije, tienes prohibido pensar de esa manera, tendrás a este bebé y vivirás para verle crecer.

—Hobi...

Otra mueca de dolor hizo que se apalancara hacía adelante, lo sostuvo con fuerza, a pesar de que la forma en la que apretaba su mano era dolorosa, era un grito desesperado que heló la sangre de todos los que estaban dentro de esa habitación. Sus dedos se enterraron en sus hombros, con cada lamento parte de su respiración se iba, aguardaba firme, pero por dentro era un manojo de nervios, estaba incierto sobre lo que les deparaba el destino.

—Vamos SeokJin—susurró en su oreja, cerrando los ojos, adoleciendo al mismo tiempo que él lo hacía.

Estaba molesto, frustrado con la vida, porque Namjoon tendría que estar ahí, sosteniendo a Jin, dándole el apoyo que sabía que él necesitaba, pero estaba tomando su lugar y no le parecía justo, Namjoon nunca debió morir.

—No...no...no puedo—sollozó.

—Puedes, una vez más.

—Falta poco mi señor—dijo DongWook que no dejaba de arrugar preocupado la frente—. Tiene que reunir todas sus fuerzas y pujar.

SeokJin cerró los ojos negando, ya no quería, estaba tan cansado que lo único que deseaba hacer era desfallecer, unirse a la bruma y desaparecer, porque para él nada de lo que estaba haciendo tenía sentido. Sin embargo, tomó aire y volvió, intentándolo con todas las fuerzas que ya no le quedaban.

—Vamos Jinnie—susurró Hoseok nuevamente—. ¡Carajo niño, yo no te entrené para fallar! Te necesitamos, tus hijos te necesitan, Scarlanding te necesita y Namjoon creía en ti, hazlo por él, no luchó por ti para nada ¡Lucha ahora!

SeokJin empuñó las manos y gritó una última vez, con las palabras corriendo por su mente, con la imagen de Namjoon tomando el mando en su corazón, no podía rendirse, entonces, todos en la habitación se dieron cuenta de la fortaleza del rey, y del llanto de un recién nacido que se abrió paso despejando la tensión.

—Es un varón—dijo DongWook con una sonrisa.

—Varón—susurró SeokJin.

—¿Jin? —preguntó Hoseok al sentir como su cuerpo se hacía más pesado entre sus brazos. Cuando le miró se dio cuenta que este cerraba los ojos lentamente—. ¡Mierda Jin! No hagas esto—dio pequeños golpecitos en su mejilla—. Despierta.

El miedo volvió a cada espacio de su cuerpo, no podía perder a nadie más, todos se movilizaron, pero Hoseok se quedó ahí, mirando como el rostro de Jin perdía el color. La vida. 








Espero que les haya gustado, no se olviden de comentar y de votar amores. 🤍

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