VII. Caballero real
Canción del capítulos: Keep You Safe de Lindsay Ray
Protegerte siempre será mi prioridad. Detendré cada daga que se acerque a ti, te cuidare de todo lo que pudiera causarte dolor, incluso si yo fuera el causante de algún daño, te protegeré, con mi vida —Kim jade
La cercanía de sus labios nunca llegó a convertirse en un beso. Aldric bajó sus manos, dejando ir el suave toque sobre la mejilla de Thanael, lo que los separó de aquella cercanía intima. El rey supo de inmediato que no era el momento para arriesgarse a romper el espacio personal y unir sus labios en un beso.
Ambos renunciaron a los impulsos de sus deseos y dieron un paso a atrás. Sus miradas se despidieron en silencio. Aldric solo asintió con una sonrisa melancólica sin mostrar sus dientes, mientras que Thanael bajó su mirada sintiendo sobre sus hombros el peso su realidad.
—No me olvides, todavía —le pidió Thanael sujetando las manos de Aldric mirándolo a los ojos —. Yo no he olvidado la promesa que hicimos, Dric. Aunque te hable y trate como un rey a su subordinado, sigues siendo mi ámbar.
Las palabras se quedaron sostenidas en el aire en el momento que Thanael regresaba al interior del castillo, dándole una última sonrisa antes de cruzar el umbral de la puerta de cristal. Lo vio desaparecer, dejándolo con un millar de sentimientos flotando en su interior.
El rey caminó por los pasillos a pasos firmes, pero su mente estaba lejos de los compromisos que le aguardaban allí. El toque de los dedos de Aldric aún quemaba su piel, como si la calidez de su mano se hubiera impregnado en su mejilla. Quiso mirar hacia atrás y encontrarlo sonriéndole, pero sabía que no encontraría su mirada avellana.
La melodía de la voz de Aldric pronunciado el apodo que solo él le tenía, seguía brillante en su mente. "Than", resonaban su mente una y otra vez, lo escuchaba con la misma dulzura y cariño, era imposible de silenciar.
Cuando llegó al salón donde los invitados extranjeros esperaban, Thanael tomó una profunda bocanada de aire y recuperó su compostura. Janeth se encontraba sentada con los dignatarios en la mesa, mostrando una elegancia única en ella y una sonrisa amplia y segura mientras discutían posibles nombres para su hijo.
—Creo que un nombre que resuene con la historia de Zemantis sería ideal —expresó Janeth con la dulzura que la caracterizaba.
Thanael se sentó a su lado, forzando una sonrisa mientras asentía ante los comentarios. No era que no le importara, de hecho, la llegada de su hijo lo llenaba de emoción y miedo en partes iguales. Pero su mente en ese momento estaba enredada en su recién encuentro con Aldric y por más que quería mantener la atención en la conversación, se le dificultó seguir el hilo.
—¿Qué opinas, querido? —preguntó Janeth, girándose hacia él con una expresión curiosa en el hombre a su lado.
—¿Perdón? —cuestionó Thanael, parpadeando como si acabara de ser despertado de un sueño.
Janeth soltó una risa ligera, pero sus ojos lo observaron con atención. Antes, el pidió permiso para salir un momento, no conocía las razones, solo se le podía ocurrir que estaba cansado o que se dificultaba hablar en otro idioma por tanto tiempo. Tampoco le preguntó, solo lo vio suspirar al salir y tomar aire el entrar.
Si él tenía algo para decirle, esperaba que tuviera la confianza de decirle si algo le molestaba, pues desde que se casaron han mantenido una buena comunicación y se llevaban mucho mejor de lo que ella esperaba.
—Sobre los nombres. Estábamos hablando de elegir algo que honre las tradiciones de Zemantis —repitió la reina sin dejar ir su sonrisa.
—Claro, sí. Me parece una buena idea —respondió, esforzándose por parecer comprometido con la conversación.
La charla continuó a su alrededor, pero Thanael apenas pudo seguirla, opinó con palabras cortas o monosílabos mientras trataba de sonreír. Su mente seguía regresando al balcón, a la cercanía de su cuerpo con el de Aldric, ese espacio tan diminuto que estuvo a nada de romperse.
De vez en cuando, Thanael miraba hacia los altos ventanales, buscando algo que no sabía si quería encontrar. Entonces, lo vio. Desde el cristal, distinguió la figura de Aldric montando su caballo en el patio exterior, preparándose para abandonar el castillo.
—¿Todo bien? —preguntó Janeth de repente.
Thanael apartó la mirada del ventanal rápidamente y la dirigió a su esposa. Le sonrió, una de esas sonrisas que había aprendido a usar para ocultar lo que realmente sentía.
—Sí, todo bien —respondió.
Janeth le devolvió la sonrisa y volvió a enfocarse en sus invitados, mientras Thanael se obligaba a retomar el ritmo de la conversación.
Los siguientes días para Aldric no fueron muy distintos a los anteriores. En sus pensamientos seguía rondando las palabras de Thanael, su toque y como estuvo a punto de besarlo; debido a las tareas demandantes en su trabajo como sargento tuvo que dejar las lecciones de alfabetización con el padre Radnor.
Cruzó varias veces por la inglesa incluso lo llegó a saludar, pero en el fondo se sentía avergonzado de volver a pisar la iglesia sabiendo las cosas que hizo mientras estuvo en Ilarieth. Una vez más, se sentía culpable, algo que se estaba volviendo recurrente después de verse a solas con Thanael y se preguntó cuándo ese sentimiento dejaría de invadir su cuerpo y mente, porque estaba seguro que no se desharía de los sentimientos por su rey.
Con el pasar de los días dejó de sobrepensar las cosas. La oportunidad de ascender a un rango mayor al que alguna vez aspiró, estaba frente a sus narices y no podía dejarlo el. Trabajó día y noche para hacerse destacar de entre los demás que tenían lo que a él le faltaba.
Dejaría que todas sus virtudes opacaran sus defectos y se concentraría en lograrlo. No solo porque necesitaba el dinero para sobrevivir a los cambios de Zemantis, sino porque también era importante parar el no quedarse estacando en el mismo lugar.
Desde que fue titulado sargento por el antiguo rey, supo que no debía tener miedo de postularse para otros cargos, todo lo que tenía que hacer era trabajar duro y destacar por encima de cualquiera.
Una tarde durante su entrenamiento regular con sus soldados, Aldric había salido al campo de entrenamiento durante su descanso con la intención de verse con su amigo. Él lo había citado allí cuando lo vio desde la distancia correteando por el mercado.
—Sargento Dray —la voz de una mujer llamó su atención mientras esperaba pacientemente a su amigo. Se levantó de su lugar en señal de respeto hacia la dama frente a él, que por su vestimenta no parecía ser alguien del pueblo.
Llevaba un vestido beige ceñido a la perfección en su cintura pequeña, su rostro era pálido y su cabello negro como la noche caía sobre su espalda, largo y brillante. Por su porte podía decir que se trataba de una noble.
—Sí, ¿en qué puedo ayudarla? —cuestionó con una de sus manos reposando en su abdomen.
—Bueno... Mike me informó que usted estaría aquí hoy —declaró la mujer mientras se sentaba frente a él en la mesa.
—Sí, pero... —Aldric se detuvo a media frase antes de continuar, entendiendo cual era el propósito de su amigo al enviar a aquella mujer elegante a su encuentro—. Lo siento, señorita, creo que hay una confusión.
—Adivino, no le avisó que yo vendría.
Aldric solo asintió en respuesta.
—Usted conoce a Mike mejor que yo, así que debe saber que es algo que haría —informó la mujer levantando su mano hacia la camarera y seguido de ello pidiendo una copa de vino, la simple acción le dejó claro a Aldric que ella tenía intenciones de quedarse.
Debía admitir que se sentía extraño cuando era abordado por una mujer de esa manera. La mirada que le dedicó cuando se acomodó en su lugar era más que evidente cuales eran sus intenciones.
—Lo siento, pero... —empezó a decir enderezando su espalda—, ¿hay alguna razón para que haya venido a este lugar tan informal?
—Oh, pensé que ya era evidente la razón de mi presencia aquí —señaló con una sonrisita.
—No soy una persona que asume.
—Pues sargento Dray, en cuanto lo vi entrenar en el campo con sus soldados despertó mi interés de inmediato, dada la casualidad de que es amigo de Mike, alguien que conozco desde hace un año, hablé con él al respecto cuando no pude contactarlo por mi cuenta en su lugar de trabajo —admitió la mujer recibiendo la copa de vino que la camarera dejó frente a ella.
La confesión era algo que esperaba pero que no estaba listo para escuchar. No había duda de que era una mujer valiente para hacer algo como eso, y esa osadía solo despertaba el nerviosismo en Aldric.
Una mujer estaba frente a él diciéndole que estaba interesada. Aunque no era la primera vez que le sucedía, podía asegurar que las ocasiones en las que le sucedió aquello, la reacción de su cuerpo era la misma.
—Me halaga, señorita...
—Grace Handers.
—Handers, pero creo que pierde su tiempo al venir hasta aquí, corriendo el riesgo de ensuciar su lindo vestido en vano—expresó Aldric.
—No me diga que está casado —indicó—. Mike dijo que estaba más que disponible.
—No lo estoy —señaló Aldric tajante.
—¿No está casado o no está disponible? —cuestionó alzando una ceja.
—Ambas.
Grace asintió con una sonrisa que se fue agrandando poco a poco. Aldric vio como esta se tomó el vino de un trago y se levantó de su lugar, causando que el hiciera lo mismo para despedirla.
—Bueno, es una lástima que su corazón le pertenezca a una mujer, pero si cambia de parecer y quiere que nos conozcamos, puede hablar con Mike y él sabrá donde encontrarme —indicó antes de hacer una pequeña reverencia.
Aldric la vio salir del bar a pasos lentos y elegantes. Luego vio a su amigo desde la entrada hacerle señas con las manos y desaparecer detrás de ella.
Definitivamente hablaría con él luego si no quería que la próxima ocasión aparezca una mujer frente a su puerta.
Ese día, su noche fue muy distinta a cualquier otra que Aldric pudiera recordar. Después de una larga reunión con sus superiores, pensó que nunca llegaría el momento de irse a casa.
Recibió una invitación a una cena con ellos antes de volver a casa, algo que muy rara vez sucedía en su posición como sargento medio, cuando estaba acostumbrado a la distancia jerárquica entre los altos oficiales y el.
Se sintió aún más extraño al encontrar un lugar reservado para él en una mesa adornada con candelabros y platos elaborados.
Durante la cena, se destacó su trabajo en el ejército. Uno de los oficiales brindó por su liderazgo en la unidad, mientras otros comentaban con admiración sus habilidades y su dedicación incansable. Estaba agradecido por el buen trato, la comida y la manera en la que hablaban de su trabajo como sargento, pero no podía ignorar el ambiente peculiar de aquella reunión.
No era una celebración común, había algo en las palabras y miradas de los presentes que lo inquietaba, aún más cuando parecía ser una despedida. Hicieron un brindis que fue mucho más emotivo de lo necesario, lo que lo llevó a preguntarse si finalmente lo iban a promover a teniente, es lo que único que podría explicar la atmosfera de todo ese banquete lleno de personas con rangos mayores al suyo.
Cuando la cena terminó y regresó a su hogar, el cansancio lo venció rápidamente. Su mente estaba demasiado agotada como para analizar lo sucedido en todo el día. Esa noche siquiera se durmió pensando en la hermosura de los ojos de Thanael y el brillo de su cabello rubio.
La mañana comenzó como cualquier otra para Aldric cuando el sol apenas se asomaba por el horizonte cuando alguien llamó a la puerta de su casa. Todavía adormilado, se levantó con pesar de la cama, para encontrarse con un hombre joven vestido con los colores de Zemantis y portando un mensaje sellado con el emblema real.
—¿Sargento Aldric Dray? —preguntó con formalidad.
—Sí, soy yo —respondió Aldric, extrañado por la visita a esas horas de la mañana.
—Este mensaje viene directamente del castillo. Tenga un buen día. —expresó entregándole una carta, seguido de una inclinación antes de alejarse.
Aldric cerró la puerta con la carta en la mano, observando el sello real mientras se estrujaba los ojos creyendo que estaba en alguna especia de sueño. Se sentó en la mesa de su pequeña sala y rompió el sello con cuidado. Al desplegar el pergamino, comenzó a leer en silencio, pero a medida que avanzaba por las líneas, sus ojos se agrandaron y su respiración se detuvo por un instante.
El mensaje era claro, pero tan sorprendente que tuvo que leerlo tres veces para asegurarse de que no había interpretado mal:
Castillo Real de Zemantis
Por mandato de Su Majestad, Rey Thanael de Zemantis
Al Sargento Aldric Dray,
Por este medio y en nombre de Su Majestad el Rey Thanael, tengo el honor de informarle que, en reconocimiento a su valentía, lealtad y excepcional servicio a la corona, se ha decidido conferirle el título de Caballero del Reino de Zemantis.
Su Majestad considera que su desempeño no solo ha honrado a las filas del ejército, sino también a los valores fundamentales que representan a Zemantis.
Se espera su presencia en el castillo el día 11 de noviembre, al amanecer, para el inicio de la ceremonia oficial de investidura, durante la cual será armado caballero por Su Majestad. Este evento será llevado a cabo en la sala del trono, en presencia de los miembros de la corte y su unidad, como testigos de su ascenso.
Le pedimos que confirme su asistencia a través de un mensajero, para que podamos realizar los preparativos correspondientes.
Con gratitud y admiración por su dedicación al servicio del reino,
Will Paterson
Consejero Real de Zemantis
Aldric dejó caer la carta sobre la mesa, sintiendo que el aire se le escapaba del pecho. Aun con todas las veces que leyó con detenimiento esa carta, no podía creerse que fuera real, de hecho, empezaba a creer que fue algún tipo de error, quizás se confundieron de Aldric, que su nombre no fuera tan común en ese instante no fue una opción a considerar.
"¿Caballero del rey?", pensó, completamente desconcertado. No era noble, nunca había sido escudero, ni recibido ningún entrenamiento formal en la caballería. Incluso su puesto actual, aunque era respetable, estaba muy por debajo de lo que normalmente se esperaba para un título como ese.
Tomó la carta de nuevo, leyéndola con más cuidado, buscando algún indicio de que podía ser un error. Pero no lo era. Cada palabra estaba perfectamente clara y el sello del rey dejaba pocas dudas de su autenticidad.
No tenía sentido, es todo lo que pasaba por su mente mientras aun sostenía el pergamino en sus manos, dejándolo cuidadosamente sobre la mesa.
Le costó todo un día para caer en cuenta de la magnitud de la noticia, poco tiempo después de haber dado la noticia a sus soldados en presencia de sus superiores, fue cuando se sintió un poco orgulloso de sí mismo, aunque no podía dejar de preguntarse por qué realmente fue elegido, si no era por su esfuerzo como sargento sino por la relación que tenía con el rey.
El título de caballero era un honor inmenso que jamás había soñado alcanzar. Nunca se imaginó siendo uno, ni siquiera cuando bromeaba con Thanael cuando eran niños, era un puesto exclusivo para la nobleza y el simple hecho de pertenecer a otra clase social le dejaba más que claro que era algo casi imposible. El rey le estaba demostrando lo contrario.
Sus pensamientos se arremolinaban en su mente y permanecía allí por más tiempo del que le gustaría admitir. Si era un reconocimiento, ¿por qué no lo habían ascendido primero a sargento mayor? ¿Qué razones podía tener el rey para otorgarle un título tan prestigioso cuando había otros que, según las normas, lo merecían más?
El recuerdo de la cena de la noche anterior regresó a su mente. Tal vez aquello no había sido una despedida, sino un preludio. Pero incluso entonces, no podía entender porqué los altos mandos lo trataban con tanto respeto, como si ya supieran lo que iba a ocurrir.
Aldric suspiró profundamente y comenzó a prepararse para lo que seguramente sería uno de los días más importantes y confusos de su vida. Si el rey quería que el fuera caballero, entonces lo seria.
Desde que recibió el reporte de evaluación de Aldric, el rey no dudó en tomar la decisión y presentarla a la corte en el salón del trono, para seguir el protocolo. Tenía la sospecha de que alguno de sus hombres lo rechazaría tanto por la clase social de Aldric como por el procedimiento poco convencional, pero debía presentarlo a los cortesanos para evitar conflictos internos.
La decisión de otorgar el título de caballero a Aldric Dray no había sido tomada a la ligera. A pesar de su autoridad como rey, el reconocimiento de un caballero no era algo que se diera sin consultar a la corte real, especialmente cuando el destinatario no provenía de la nobleza ni había seguido el camino tradicional de escudero o capitán.
Cuando se sentó en el trono frente a los nobles, clérigos y consejeros militares, ya tenía una decisión tomada: Aldric Dray sería su caballero, no del castillo, sino su escolta real, no solo porque lo necesitaba cerca, sino porque confiaba en él; no únicamente como alguien a quien amaba sino también como militar. Desde que asumió la corona no ha dejado de estar alerta, especialmente desde que le faltaba un caballero.
—Los he convocado para discutir un asunto importante —comenzó Thanael, mirando a cada uno de los presentes—. He decidido otorgar el título de caballero a un sargento destacado en la base militar de Horthonie, Aldric Dray.
Los murmullos llenaron el salón de inmediato, algunos intercambiaron miradas de sorpresa e incredulidad que no pasó desapercibido por el rey. Las primeras objeciones no se tardaron en aparecer.
—Majestad —dijo Patrick, un hombre mayor de cabello plateado y mirada severa—, con el debido respeto, esto es inusual, un título de caballero es una distinción que debe reservarse para aquellos que cumplen con los requisitos tradicionales y ese nombramiento degrada la exclusividad de la caballería. El sargento Dray no proviene de una familia noble, no ha servido como escudero, ni ha alcanzado el rango de capitán.
» Es por esto, Su Majestad, que sugiero que primero se le promueva a una posición intermedia, como capitán o escudero, antes de considerar otorgarle tal título.
Algunas cabezas asintieron en apoyo a lo que decía Patrick, mientras que otros permanecieron en silencio esperando la respuesta del rey, quien mantuvo una expresión impasible. Solo tomó la palabra cuando los murmullos cesaron.
—Entiendo sus preocupaciones —respondió con firmeza—. Sin embargo, Aldric Dray ha demostrado méritos excepcionales en servicio militar y defensa del reino, particularmente durante el conflicto con Zaquira. Su valentía y habilidad estratégica jugaron un papel crucial en la resolución de ese enfrentamiento. Además, ha sido evaluado y recomendado por el capitán de la base de Horthonie, quien en su informe destacó que el sargento Dray ha mostrado liderazgo ejemplar, valentía excepcional y una notable capacidad táctica.
Thanael hizo una pausa, observando cómo algunos miembros de la corte comenzaban a prestar más atención.
—El historial del sargento Dray habla por sí mismo. Ha realizado actos heroicos, demostrado lealtad incuestionable y servido al reino con constancia y honor. Es un hombre que encarna las virtudes que se esperan de un caballero: honestidad, justicia, honor y servicio. Además, su conducta hacia la Iglesia y su ejemplo como líder entre los soldados lo convierten en un modelo a seguir, no solo para sus subordinados, sino para todo Zemantis.
Los miembros de la corte intercambiaron miradas, pero ninguno se atrevió a hablar. Thanael había presentado sus razones con tal claridad y convicción que cualquier oposición parecía insignificante.
—Este nombramiento no es una concesión apresurada ni una desviación de nuestras tradiciones —continuó Thanael al ver que nadie estaba dispuesto a contradecirlo—. Es un reconocimiento a un hombre que ha superado las expectativas y que ha demostrado que la verdadera nobleza reside en los actos, no en la sangre.
La sala se quedó en un total silencio, incluso los cortesanos más suspicaces no encontraron motivos para contradecir al rey. Después de unos momentos, uno de los clérigos asintió con aprobación.
—Su Majestad, sus razones son justas y bien fundamentadas. Si considera que el sargento Dray merece este título, no tengo objeción alguna.
Los demás siguieron su ejemplo, inclinando la cabeza en señal de acuerdo. Thanael observó a los miembros con alivio y orgullo. Había logrado lo que se propuso: asegurar que el reconocimiento a Aldric fuera percibido como un acto legítimo y merecido, incluso en un sistema que rara vez premiaba a los hombres de origen humilde.
Una vez terminó de la reunión, Thanael se quedó a solas en el salón, pensando en lo que ese título significaría para Aldric. Seria más de lo que imaginaba y era exactamente lo que se merecía.
El frío cubría todo Zemantis cuando Aldric emprendió su camino hacia Ilarieth, su mente seguía confusa por el destino al que se enfrentaría en los próximos minutos, pero aquella mañana la emoción empezó a invadir todo su cuerpo hasta causarle una sonrisa.
Durante todo el camino hacia el castillo mantuvo una sonrisa sin mostrar sus dientes. Su cabello se movía al compás con de los movimientos del caballo y el viento gélido que impactaba contra su rostro.
Había leído la carta tantas veces que las palabras estaban grabadas en su memoria, pero necesitaba compartir el momento con alguien que siempre había estado a su lado, así que antes de llegar al castillo fue hasta la casa de su madre. Era temprano y tenía tiempo para llegar a la hora que le fue citado.
Cuando llegó, su madre estaba en la cocina, removiendo un guiso que llenaba la pequeña casa con un aroma cálido y familiar para él.
—Mamá, tengo que contarte algo —dijo apenas cruzando el umbral.
Helena levantó la mirada con una sonrisa tranquila, como si ya supiera lo que él iba a decir.
—¿Es sobre tu título? —preguntó dejando la cuchara de madera a un lado.
Aldric parpadeó, atónito.
—¿Cómo lo sabes?
—No creas que el castillo guarda secretos tan bien como debería —respondió limpiándose las manos en su delantal marrón—. Además, Sir Paterson vino ayer a contarme. Quería asegurarse de que estuvieras preparado y pensó que yo podía ayudarte con los nervios. Creo que olvidó el pequeño detalle de que ya no vives conmigo.
Aldric soltó un suspiro y le sonrió a medias.
—Y... ¿qué opinas?
—Que lo mereces, hijo —replicó con una calidez que derritió cualquier duda en el corazón de Aldric—. Siempre has trabajado duro y ahora el rey lo reconoce. No tienes que cuestionarlo, solo acéptalo con orgullo.
Aunque la idea todavía parecía surrealista, Aldric asintió permitiéndose mostrarse emocionado frente a su madre. Ella le dijo las palabras que necesitaba escuchar antes de prepararse para su nueva vida.
Cuando llegó al castillo, el ambiente era tan ceremonial como se imaginó que sería. Cuando fue recibido por un grupo de escuderos y caballeros, irguió su cuerpo y acomodó su ropa lo mejor que pudo mientras era llevado a una habitación donde le dieron instrucciones sobre lo que debía hacer.
No era un secreto para nadie que él no venía de una familia noble, que solo era un sargento, hijo de un guerrero que murió en batalla y una cocinera, lo que dejaba aún más claro que su nivel de educación fue diferente al de los hombres que le daban una rápida formación sobre las tradiciones y simbolismos de un caballero, ya que él no estaba familiarizado con los principios de caballería y mucho menos con los rituales de ceremonia de la investidura.
Los hombres que lo rodeaban eran intimidantes, debía admitir que su presencia le inquietaba un poco cuando estos se mostraban tan serios y firmes. Y no era para menos cuando eran hombres de la nobleza, estudiados y entrenados para el puesto que le estaban otorgando a él.
Por un momento se sintió que no pertenecía allí. La mirada que recibió de algunos escuderos era la viva representación de la envidia y los celos, lo que Aldric entendía a la perfección, ellos probablemente han estado trabajando para tener el título de caballero; sin embargo, estaban allí para instruir de manera casi fugaz a un hombre que no sabía casi nada de caballería, ya que nunca fue preparado para ello.
—La caballería no es solo fuerza y valentía, Aldric —le dijo uno de los caballeros encargados de instruirlo—. Es lealtad, honor y servicio. Este título no es solo un reconocimiento, es un compromiso.
El solo se limitó a asentir y escuchar atentamente a todo lo que le decían. En algún que otro momento le hicieron preguntas de combate que para su suerte supo cómo responder, puede que ellos tuvieran ventaja sobre él en otro tipo de conocimientos, pero dudaba que la tuvieran en tácticas y combate.
La ceremonia inició con el ritual de pasar la noche en oración. Lo llevaron a la capilla del castillo, donde debía permanecer hasta el amanecer, reflexionando sobre su nuevo papel y pidiendo la bendición divina. La capilla estaba iluminada solo por velas, era un espacio tranquilo que parecía alejado de todo que pudiera causarle algún tipo de distracción del propósito.
Aldric se arrodilló frente al altar, con la espada ceremonial que le habían prestado colocada sobre sus manos, dejando que el silencio fuera lo único que llenara el espacio.
Sin embargo, esa paz no duró mucho. Desde el rincón más apartado de la capilla, donde los escuderos solían guardar las armaduras y armas de práctica, llegaron voces. No susurros, sino conversaciones lo suficientemente altas como para que Aldric pudiera escuchar claramente.
—¿Te enteraste? —dijo una voz joven, con algo de incredulidad.
—¿Sobre el sargento Dray? Claro que sí —respondió otra voz, más grave pero igual de joven—. Mi padre estuvo en la reunión con el rey. Dice que Su Majestad lo defendió frente a toda la corte.
Aldric mantuvo la cabeza baja, pero sus manos se tensaron sobre la empuñadura de la espada al escuchar aquellas palabras. No estaba acostumbrado a que hablaran de él, mucho menos en términos que no podía controlar.
—¿Qué dijo el rey? —preguntó el primero con una curiosidad que él mismo Aldric sintió. Aunque no estaba seguro de querer escuchar la respuesta, pero de todos modos, no tenía elección.
—Que Dray es el mejor hombre para el título —respondió el otro, casi con desdén—. Mi padre dice que el rey enumeró más de cinco razones. Su valentía en Zaquira, su liderazgo en Horthonie, su historial impecable... Y que, además, tiene las virtudes que representan a un caballero: honor, justicia y esas cosas que siempre dicen en las ceremonias.
No estaba seguro de si la sorpresa, el orgullo o la incomodidad predominaban cuando sintió su pecho apretarse. Saber que Thanael había hablado de él con tanto fervor frente a la corte era algo que nunca habría imaginado.
Antes de que pudiera procesar aquella información completamente, la conversación continuó.
—Es increíble lo que está sucediendo —dijo el primero, ahora con un tono de voz más bajo, casi como si intentara contener su indignación—. Ni siquiera es noble. ¿Cómo puede ser que lo eligieran por encima de nosotros?
Es la misma pregunta que él mismo no ha dejado de hacerse desde que recibió la notificación.
—Eso mismo pensé —respondió el otro con un deje de burla en su voz—. Yo solo espero que no se le suban los humos al sargento y quiera venir a mandarnos, cuando seguramente ni sabe escribir.
La última frase golpeó a Aldric como si el escudero hubiese tomado una daga y la hubiese clavado en su pecho. Se quedó inmóvil en su lugar, sintiendo cómo el calor subía a su rostro. No era la primera vez que su origen era objeto de comentarios, pero escucharlo en ese momento, en ese lugar sagrado y en una noche tan importante, lo hirió más de lo que podría admitir.
Cerró sus ojos para recordar las palabras de su madre: "Te lo mereces hijo. No lo dudes".
Volvió a abrir sus ojos cuando los escuderos se marcharon y sus voces se fueron desvaneciendo a medida que se fueron alejando más.
Dejo de lado los comentarios negativos y mantuvo en su mente el hecho de que Thanael lo consideraba digno de ese honor. Respiró hondo, dejando que el aire fresco de la capilla llenara sus pulmones y se dijo a su mismo que les demostraría que estaban equivocados, porque, aunque sus habilidades y su carácter ya habían sido reconocidos, Aldric sabía que aún tendría que demostrarle al mundo, y a sí mismo, que merecía ser llamado caballero.
Aunque las horas pasaron lentamente, la paz del lugar le permitió calmar sus pensamientos.
Al amanecer, lo llevaron a una sala privada para un baño que también era parte de la ceremonia, el agua tibia, integrada con hierbas aromáticas, representaba la limpieza y la preparación para su nuevo estatus.
Cuando llegó el momento de la investidura, el salón del trono estaba lleno, mucho más de lo que llegó a imaginarse. Nobles con sus atuendos ostentosos, caballeros con sus armaduras, miembros de la corte y soldados estaban presentes para presenciar el evento. Aldric iba vestido con una túnica sencilla de color azul cielo y bordados dorados, avanzó por el pasillo central hasta arrodillarse frente a Thanael, quien estaba sentado en su trono con una expresión que le pareció cálida.
—Sargento Aldric Dray —comenzó Thanael con firmeza, logrando que su voz resonara en todo el salón—, hoy reconocemos sus méritos, valentía y lealtad al reino de Zemantis. Este título no es solo un honor, sino un recordatorio de las virtudes que debes seguir defendiendo como caballero de esta tierra.
Uno de los escuderos se acercó, llevando la armadura ceremonial, misma que le colocaron pieza por pieza, mientras los asistentes observaban en completo silencio. El espaldar relucía bajo la luz de los candelabros y el emblema de Zemantis grabado en el pecho era un recordatorio del deber que ahora cargaba sobre sus hombros.
—Sargento Dray, ahora es momento de que pronuncie su juramento —indicó Thanael.
Aldric levantó la cabeza ligeramente, fijando su mirada en la figura del rey frente a él. Su voz salió mucho más emocionada de lo que pretendía que fuera al recitar las palabras que memorizó durante su breve instrucción:
—Prometo solemnemente, ante Dios y el reino de Zemantis, defender la fe, proteger a los débiles, y servir fielmente a mi rey. Juro actuar con honor, justicia, lealtad y usar mi espada solo para el bien.
El eco de sus palabras se extendió por el salón y el silencio que siguió pareció eterno. Thanael, sostuvo la espada ceremonial con ambas manos, se levantó de su trono y descendió los escalones que lo separaban de Aldric.
—Levanta tu cabeza, Aldric Dray —ordenó el rey.
Aldric obedeció de inmediato, sintiendo como su corazón latía con fuerza.
Thanael se detuvo a pocos pasos de él y encontrarse con su mirada en un momento como ese fue mucho más para él y su pobre corazón que no podía quedarse tranquilo. Las manos le sudaban, su cabello que le rozaban el cuello le incomodaba y podía sentir como su respiración fue en aumento con cada mínimo movimiento del rey.
Con elegancia, Thanael tocó el hombro derecho de Aldric con la hoja de la espada, luego el izquierdo y finalmente la coronilla.
—En nombre de Zemantis y por el poder que me otorga el trono, te nombro caballero real. Que tu espada sea siempre justa y tu corazón siempre leal —expresó mirándolo directo a los ojos—. Levántate como caballero.
Ante su obediencia, Thanael le entregó la espada ceremonial a Aldric quien la sostuvo con ambas manos mientras inclinaba la cabeza en señal de respeto.
El salón estalló en aplausos, pero para Aldric, el único sonido que realmente escuchó fue la voz de Thanael, pronunciando aquellas palabras que marcarían su vida para siempre: "levántate como caballero".
—Zemantis y yo estamos en buenas manos con usted, Sir Aldric —expresó Thanael en un susurro que apenas era escuchado entre ellos.
—Así será. Con mi vida, Su Majestad —masculló Aldric inclinado la cabeza.
Cuando Thanael regresó a su trono, los asistentes estallaron en aplausos. El eco de las palmas llenó el salón, pero Aldric apenas lo escuchaba cuando su mente seguía fija en la mirada orgullosa de su rey, en las palabras que había pronunciado y en la espada que aún sostenía.
De ahora en adelante, en este nuevo capítulo de su vida sería llamado caballero. Sir Aldric Dray.
Solecitos. Hasta aquí el capítulo de esta semana, espero de verdad que les haya gustado mucho. Este capítulo es muy importante para todo lo que pasará a partir de aquí, así que prepárense🫵🏻.
Aldric fue nombrado como caballero sin que supiera del todo como leer y escribir. Thanael enfocó su discutir en sus virtudes pero sabe cuales son sus defectos y quería darle el título sin problemas, ahora, ¿Podrá Aldric mantenerlo?, ¿Creen que ellos se volverán más cercanos ahora o será lo contrario?, ¿qué hay de la mujer que se acerco a Aldric y le coqueteo? Los leo
No duden en comentar que les pareció o cuales son sus teorías. Y si les va gustando la historia, compártanla✨
En el próximo capítulo: "¿En que estabas pensando? Podría haber muerto".
Nos seguimos leyendo pronto🫶🏻
Aprovecho para dejarles el link del canal, por ahí les voy dando pequeño adelantos y comparto imágenes relacionadas a la historia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro